🌷05🌷
Me levanto por un rayo de sol que me da en la cara y me dirijo a la cocina con mi pijama puesta.
Ayer, al llegar a casa después de la cena, la discusión no cesó; incluso se volvió más intensa. Al igual que ellos, yo también tenía secretos, y uno bien grande.
—¿Quiere que le prepare algo, señorita Louisiana? —dijo la señora Collin, contratada por mi madre, no solo para las tareas del hogar, sino también para vigilar lo que hago.
—Sí, gracias —me senté en el taburete y apoyé los codos en la encimera—. ¿Has visto a Emma? —pregunté entre bostezos.
—La verdad es que no. Parece que no ha bajado de su cuarto —se encogió de hombros.
—Ok, ya vuelvo. Voy a despertarla. Deja el desayuno en la encimera, por favor —dije levantándome para salir de la cocina.
Subí las escaleras y me dirigí a su habitación. Al llegar, abrí la puerta.
—Em, ya levántate, es hora de desayunar —me tiré encima de ella.
—No me jodas, Lou. Aléjate, pedazo de parásito, y déjame dormir unas horas más —dijo, intentando que me moviera.
Me tumbó a su lado, quedando cara a cara, aunque ella seguía con los ojos cerrados.
—Mi madre tiene su habitación bajo llave. No permite que nadie se acerque. Ayer intenté entrar, pero por suerte mi padre me vio.
—Caroline siempre ha querido controlar todo. ¿Qué tal si antes de que te vayas a la universidad vamos al cementerio a visitarla y le llevamos las flores que tanto le gustaban? —respondió, aunque seguía con los ojos cerrados.
Me levanté de la cama rápidamente.
—Verás, me voy a cambiar y nos encontramos abajo para desayunar y salir. Pero, por favor, levántate —dije, notando que aún seguía en la cama, sin mover ni un músculo.
—Lou... ya voy, mujer.
Regresé a mi habitación, me di una ducha y me preparé como es habitual.
Busqué en mi armario qué ponerme. Opté por unos jeans holgados, una blusa negra de botones y mis converse negros.
Lista, bajé a desayunar, pero como imaginé, Em no estaba.
—La señorita Emma dijo que la espera afuera. Tuvo una llamada urgente y salió —informó la señora Collin.
—Ok, gracias, señora Collin —dije, saliendo de la cocina para reunirme con Em. Ya comería algo en la cafetería de la universidad.
Y pensar que creí que Em seguía en la cama... Subestimé lo diligente que puede ser. Em es de mi estatura, tiene el cabello castaño claro, ojos marrones y es delgada. Me gusta lo extrovertida que puede llegar a ser. Al salir, la veo apoyada en el auto, aún en la llamada.
Me hace una seña para que suba al auto, pero si lo hago, vendrán los recuerdos, y eso es lo último que quiero. Muevo la cabeza en negación.
—Voy... me siento mejor en la parte de atrás —dije sin esperar respuesta, abrí la puerta y me senté.
Em terminó la llamada y se dirigió al asiento del piloto. Puso en marcha el auto, y mis manos se cerraron en puños, clavando las uñas en mis palmas, como siempre que me subo a un auto. El miedo siempre me invade cuando alguien más conduce, especialmente a alta velocidad.
Media hora después llegamos al cementerio, gracias a la velocidad máxima de Em. Dentro del auto, las dos suspiramos al mismo tiempo. Aunque haya pasado tiempo, el dolor sigue ahí.
Ella fue la primera en bajar. Yo la seguí, y al llegar a su lado, agarré su mano con fuerza.
Me dio una mirada alentadora.
Llegamos a la tumba y nos sentamos en el césped. Y coloque los tulipanes blancos.
No aguanté ni un minuto antes de empezar a llorar. Emma se acercó y me abrazó.
—Alguien tiene novio, alguien tiene novio. ¡Lu acaba de dar su primer beso y ni siquiera esperó al matrimonio! —dije riendo al entrar en la mansión.
Esa tarde acabábamos de llegar de la escuela.
Fue una semana antes del accidente. Me había contado que le gustaba un chico de su curso. Nosotras habíamos escogido materias diferentes, por eso no sabía de quién se trataba.
—¡Haz silencio, Lu! Antes de que los empleados lo escuchen, se lo cuenten a nuestra madre y se enoje. Sabes que no me gusta cuando se enoja.
—Está bien, vayamos a tu habitación porque quiero detalles de cómo fue y, si es posible, a qué hora, con segundos exactos.
—No seas tonta. Ya voy a retroceder el tiempo para ver la hora de mi primer beso, solo por ti —dijo entrando en su habitación y tirando su maleta al suelo.
Ingresé y me tiré en su cama.
—Louissa —se volteó para verme y cruzó los brazos.
—Sí, hermanita —apoyé mi barbilla en las palmas de mis manos y puse cara de cachorro.
—Me gusta... me gusta mucho, pero no quiero decidirme. ¿Qué tal si él no siente lo mismo? —su cara se tornó triste.
Pensé que me echaría de su habitación.
—Issa, ya es hora de irnos. No quiero llegar tarde a la entrevista —dijo al levantarse, tirándome los residuos del césped a la cara.
—Espera, ¿qué entrevista? —pregunté, confundida.
—Me quedaré aquí hasta... pues no sé, hasta que me den ganas de irme. He enviado mi currículum. A las... —miró su reloj— 10:30, bueno, a las once, pero tengo que estar media hora antes de la cita. Vamos para dejarte tirada en la universidad.
Y me despedí de Lu.
La mentira tiene patas cortas y los idiotas explicaciones largas, y yo soy una de ellas.
[...]
Le envío un mensaje a Marcus diciéndole que estoy en la biblioteca.
—Te he estado buscando por toda la universidad. Fui a tu casa, pero no me dejaron pasar, y ayer quería acercarme, pero pensé que no era una buena idea, ya que vi que estaban discutiendo —dijo, sentándose frente a mí.
—¿Por qué fuiste a mi casa sin avisarme? ¿Cómo conseguiste mi dirección? ¿Por qué tienes tantas ganas de hacer ya el estúpido proyecto? ¿Qué es lo que quieres, Lisboa? —pregunté, sin apartar la vista de mi celular, algo furiosa.
—Por el proyecto, Louisiana, solo quiero hacer el proyecto, nada más —me quitó el celular de las manos para que lo mirara.
—No te creo. Lisboa, devuélveme el celular —dije, esperando que lo hiciera, pero fue en vano porque comenzó a revisarlo—. Sales bonita en esta foto, pero... ¿quién es el que está a tu lado? —preguntó, haciendo zoom en la foto.
Aproveché que estaba distraído para intentar recuperar el celular, pero fue más rápido.
—No te lo daré hasta que me respondas —dijo, agitando mi celular y con una sonrisa ladeada.
Ganas de borrarle esa sonrisa no me faltaban.
—Sabes, ya me cansé de esto... lo que estás haciendo. No tengo la maldita obligación de responderte. No sé por qué carajos te estás portando algo amable conmigo. Tienes a cientos de chicas detrás de ti, puedes acostarte con cualquiera de ellas y dejarme en paz de una vez —susurré, sin apartar la mirada de él.
—Entonces no tendrás tu celular de vuelta —dijo, sonriendo.
Sin darle respuesta, cogí mis cosas y me marché.
Odio cuando alguien intenta sacarme de mis casillas. Intento mantener el papel de ella, ser como ella, pero es más complicado de lo que pensé. Una mentira que llevo arrastrando desde hace años.
Me levanté y, de reojo, vi cómo me seguía.
—Oye, espera —me agarró del brazo y me giró para quedar frente a él, pero yo agaché la cabeza.
Las lágrimas rodaron por mis mejillas.
—¿Por qué lloras? —preguntó, preocupado. Alzó mi cabeza, pero me resistí.
—Comenzamos hoy con el proyecto, a las seis y media en mi casa. No llegues tarde —dije, soltándome de su agarre.
Salí apresuradamente. Al abrir la puerta, choqué contra un cuerpo. Levanté la mirada lentamente y vi a mi mejor amigo con una expresión preocupada.
—¿Qué ha pasado? —preguntó.
—Me ha quitado el celular, pero...
No me dejó continuar, porque abrió la puerta de la biblioteca y caminó rápidamente hacia adentro.
Esperé afuera con paciencia, sabía que volvería. Unos cinco minutos después regresó y me tendió el teléfono. Lo cogí y lo abracé con fuerza.
Este teléfono no puede ser revisado por nadie, excepto por mí.
¿Qué les está pareciendo la historia?
Teorias de que posiblemente suceda en el siguiente capítulo...
Acerca de:
Louisiana
Hugo
Emma
Caroline
Wilson
Marcus
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