🌷04🌷
Después de comprar algunos pantalones holgados—sí, lo admito, soy algo vanidosa con la ropa—Reggie me trajo a casa. Al entrar, no había rastro de mi madre, así que decidí darme un baño. Una vez en el hidromasaje, cogí el mando para poner música y sumergirme en mis pensamientos.
Mi canto de "Lady Marmalade" fue interrumpido por unos leves golpes y gritos, estas si eran mis gustos.
—¡Señorita Louisiana, alguien la llama! —gritaron desde fuera de la habitación.
Cogí una bata para cubrir mi cuerpo y me acerqué a la puerta para ver de quién se trataba. Al abrirla, vi a Lucy, algo raro en ella.
Lucy era hija de una de las trabajadoras del servicio, y si no me equivoco, tiene diecisiete años. Ella es reservada, no le gusta dialogar, y si lo hace, pone cara de aburrimiento. Intenté varias veces entablar una conversación con ella, pero siempre se me hizo difícil, así que lo dejé.
—¿Sí? —pregunté, confundida al encontrarme con ella.
—Hay un chico afuera. No me ha dicho su nombre, así que no lo dejamos pasar. Quiero su autorización para...
La interrumpí.
—¿Cómo es el chico? —pregunté, aún más confundida.
¿Quién podría venir a verme? Marcus siempre me enviaba un mensaje o me llamaba antes de venir, y no tengo más amigos que podrían visitarme.
—Pu-pues es alto —hizo un ademán con su mano para señalar que era más alto que ella—, tiene la piel clara, cabello rojizo y ojos verdes...
La interrumpí porque ya sabía de quién se trataba, y también porque vi que Lucy parecía estar algo hechizada con tan solo verlo.
—Demasiados detalles, Lucy. Ya sé de quién hablas. Dile que ahora no puedo atenderlo y que, si es tan amable, no vuelva a venir sin mi permiso. Hablaré con él el lunes —dije amablemente.
—Bueno, señorita Louissa —respondió antes de marcharse.
Cerré la puerta y volví a lo mío.
Luego de dar un concierto me puse puse un vestido floreado que me llega justo debajo de las rodillas, de color celeste, junto con mis converse blancos. Dejé mi cabello suelto, ya que aún estaba mojado.
Me dirigí a la habitación de mi madre, pero también estaba bajo llave.
—¿Qué haces, Lou? —preguntó una voz detrás de mí.
Me giré lentamente, con la cabeza agachada. Cuando lo vi frente a mí, reconocí esos zapatos y, sin pensarlo, me lancé a sus brazos. Cómo lo extrañaba; solo lo veía los domingos por la cena y rara vez los otros días, ya que me dormía a las diez y él llegaba a medianoche o incluso más tarde.
—Mi madre cerró con llave la habitación de Lu. Quiero... quiero...
Me interrumpió.
—Ya sabes cómo es tu madre, controladora y medio loca —dijo riéndose y moviendo sus dos dedos índices en la cabeza—. No le prestes atención. Ahora sigue abrazando a tu padre, que no te ha visto en siglos.
—Y tú eres un exagerado —me reí contra su pecho.
Cómo lo extrañaba. Él y Emma eran los únicos con humor en esta casa, los que traían alegría. Ahora, esta casa parece peor que un funeral.
—Vamos a mi despacho. Tengo una buena noticia para ti; espero que te alegre —dijo.
—¿Qué es, papá? ¿No puedes decírmelo en el camino? Si no lo haces, me moriré de la intriga antes de llegar a tu despacho, y será tu culpa por no decírmelo a tiempo —dije, mirándolo a la cara, y él se rió—. Pa, pa, me... ¡Me estoy muriendo, ayúdame! —dije mientras me dejaba caer poco a poco al suelo, fingiendo estar muerta.
Mi padre se acercó para levantarme del suelo y me acunó como si fuera un bebé en sus brazos. Mi cabeza colgaba hacia atrás, y abrí un ojo para ver si faltaba poco. Ya estábamos cerca. Con las largas piernas de mi padre, no tardaríamos mucho.
—Llegamos, exagerada —dijo, poniéndome de pie frente a la puerta de su despacho.
—¡A quién salgo, pues! —reí.
Sacó las llaves y abrió la puerta.
—Ya, siéntate. Después de esto, dudo que puedas mantenerte de pie —dijo mientras rodeaba su escritorio y se sentaba en su silla giratoria.
Obedecí y me senté frente a él.
—Agárrate fuerte, Lou...
—Wilson, no lo hagas más largo y dilo ya —hablé con exasperación.
—Tranquila, cariño —hizo un ademán con las manos para calmarme—. Emma va a venir esta noche a la cena. Se lo pedí porque no nos hemos visto en cinco años.
—¿¡Qué!? —me levanté y comencé a saltar—. ¿En serio? Espero que no estés bromeando conmigo —me detuve y lo señalé con mi dedo índice—. Wilson, te gusta bromear, así que...
—Lou, ya lo verás esta noche —dijo con una sonrisa sincera en su rostro.
Rodeé el escritorio y lo abracé de nuevo, dándole un beso en su cabello de "viejito".
—Pa —llamé su atención—, hay un chico. Tengo que hacer un proyecto con él, pero ya conoces a mi madre. Sabes que los empleados le contarán todo si lo dejo pasar.
—¿Y cómo es ese chico? —preguntó, sonriendo.
—Se llama Hugo Lisboa. Es lindo, pero no es mi tipo. Lo llaman el bad boy del instituto —puse los ojos en blanco.
Vi cómo mi padre cambió su expresión, de sonriente a pensativo.
—Entonces, ¿le dirás a mi madre que puedo dejarlo pasar?
—Sí, claro, mientras no estés haciendo nada malo. Pero ya eres mayorcita, así que sabes lo que te conviene.
—Claro que sé lo que me conviene, y te digo que ese Hugo no me conviene. Ni drogada me besaría con él —dije riendo.
—No digas eso, cariño, no conoces al karma —dijo mirándome serio—. ¿Cuándo fue la última vez que me presentaste a un chico, Lou? —preguntó, con su rostro serio.
—Pues...
—Así me gusta —empezó a reír, y yo lo seguí.
Por un momento pensé que me iba a regañar, pero fue todo lo contrario.
[...]
Me falta media hora. Me acerqué a la puerta de mi clóset y me adentré en él. Pensé en qué ponerme y me decidí por un pantalón de tela color rojo con la basta ancha, una blusa blanca sin mangas que metí dentro del pantalón, y un saco del mismo color que el pantalón. Me miré en el espejo y luego me puse unos tacones blancos de tacón cuadrado, no muy altos.
Limpié mi rostro y me puse nuevamente mis lentes redondos.
Bajé las escaleras y, por lo visto, soy la última en llegar. Salimos y nos metimos en el auto. Pensé que mi padre iba a conducir, pero no fue así.
—Espere, espere —dije, abriendo la puerta.
—¿Qué pasa, Louisiana? —preguntó mi madre, preocupada.
—Ya vuelvo. Se me olvidaba el celular, no tardo —dije mientras me alejaba.
Subí las escaleras rápidamente para llegar a mi habitación, cogí el celular y regresé al auto corriendo.
Varios largos minutos llegamos al restaurante.
—Bienvenidos a Optimum Restaurant The Avenue. ¿En qué les puedo ayudar? —dijo el recepcionista.
—Reservé una mesa para cinco personas, a nombre de William Bell —respondió mi padre.
El chico comienza a revisar en su computador.
—Síganme, por favor
Llegamos a nuestra mesa de reserva y nos sentamos. Sacó mi celular para mandarle un mensaje a Marcus.
Marcus te necesito.
Ya sabía yo que no podías andar sin mí. Pero ya nos veremos mañana.
Siento como alguien me tapa los ojos y me susurra algo al oído.
—Me extrañaste.
No puede ser, no puede ser... está aquí. Me levanté rápidamente, quedé frente a ella y la abracé con toda mi fuerza.
—¿Por qué no has contestado mis llamadas? —susurré contra su oído.
—Ya te lo contaré después —dijo, separándose.
Nos sentamos, y noté que el rostro de mi madre cambió al instante, adoptando una expresión fría.
—Madre, ¿no vas a saludar a Emma? —hablé, un poco enfadada por su actitud.
—Hola, cariño. ¿Cómo te ha ido? Me he enterado de que tu futuro esposo te dejó... bueno, ahora ya no es tu futuro esposo —dijo mi madre con voz tajante, mirándola fijamente.
—Caroline, contrólate —dijo mi padre entre dientes, sujetándole el brazo.
De reojo, vi cómo el semblante de Emma cambiaba.
—Vamos, Emma, la cena se ha acabado —dije, levantándome del asiento para tomarla de la mano.
Pero ella no hizo caso y se quedó sentada.
—Estoy bien, Lou, no te preocupes. Hemos venido aquí para dialogar, así que vuelve a sentarte —me dijo amablemente. Hizo una señal con los ojos, y obedecí, volviéndome a sentar.
—Tú la invitaste, ¿verdad? —volvió a hablar mi madre, dirigiéndose a mi padre con voz enojada.
—No empieces con esto ahora, Caroline. Ya lo discutimos, y por eso organicé esta cena, para hablar como gente civilizada. Hace cinco años que cada uno hace lo que quiere, incluyéndome. Hablaremos de nuestra conducta y del motivo por el cual Emma se fue de casa, además de lo que sucedió en el accidente —dijo mi padre mientras nos miraba a cada uno de nosotros.
Un mesero vino a servir vino en nuestras copas. Sentí una mirada fija en mí y giré la cabeza hacia la persona que me observaba.
—No puede ser, por Dios —susurré.
—¿Qué pasa, Lou? —preguntó mi padre, preocupado.
—Nada, solo que me dolió el dedo —mentí, pero Hugo me dio una sonrisa cómplice.
—Bueno, Emma, puedes contar tu parte —dijo mi padre, mirándola.
—El día del accidente estábamos en el hospital, tú y Louissa, ya sabes —dijo mirándome—. Entonces fui por un café, y al volver, vi que mi Wilson y Caroline estaban discutiendo. Estaban tan absortos en su discusión que escuché la verdad que habían estado ocultando. Esa verdad era que esta mujer que ves aquí, frente a ti —señaló a Caroline, a quien miré, pero ella seguía con su expresión dura—, no es mi madre. Mi madre murió hace quince años. Mi padre no sabía de mi existencia, no sabía que había dejado embarazada a mi madre, y por eso, tiempo después, ella se puso en contacto con él y le contó todo. Le dijo que estaba enferma y que necesitaba que se hiciera cargo de mí. Mi padre me acogió en su casa cuando tenía tres años. Hizo todo lo posible para que mi madre no muriera, pero los doctores no pudieron salvarla.
—¿Eh? —es lo unico que digo confundida.
—Después que me entere de eso, me fui. Me contacte nuevamente con mi padre y le pedí que me ayudara y así lo hizo nuevamente.
No sabía qué decir. Ahora entendía por qué mi madre a veces ignoraba a Emma, la excluía y no le daba el mismo cariño que a nosotras en aquel entonces. No podía creer que mi madre hubiera sido tan cruel como para hacerle eso a una niña indefensa.
Seguimos conversando, pero el ambiente seguía tenso, especialmente por la actitud de mi madre.
¿Qué les está pareciendo la historia?
Teorias de que posiblemente suceda en el siguiente capítulo...
Acerca de:
Louisiana
Caroline
Wilson
Emma
Hugo
Marcus
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