🌷01🌷
Mis clases de la universidad son por las tardes; escogí el horario vespertino para no estar sola en casa. Mis padres casi nunca están en casa, ya que sus prioridades siempre han sido su trabajo, especialmente desde el accidente que nos cambió a todos. Mi madre es abogada y mi padre, empresario, pasa la mayor parte del tiempo fuera del país. A veces me siento cautiva en esta casa, sabiendo que ya nada es como antes, y que no volverá a serlo. Y sí, sé que las cosas pasan, pero... esto nunca debió suceder.
Creo que lo único por lo que estoy agradecida a mis padres es por haber heredado su altura. Pero en esta sociedad siempre habrá críticas: seas alta o baja, flaca o gorda, bonita o fea, siempre te criticarán por el mínimo detalle para hacerte sentir mal.
Normalmente llevo mi cabello recogido, con unos mechones a cada lado de mi rostro. Como de costumbre, miro el reloj en mi mesa de noche, junto a mi cama; marca las 11:05 am. Antes de salir, cojo mi maleta, la coloco sobre mi espalda y tomo todo lo necesario para marcharme.
Mi madre no me permite conducir desde lo que ocurrió hace cinco años. Por eso contrató a un chófer que me lleva a donde necesite. Ella siempre ha tenido... ¿cómo lo explico?... la necesidad de controlarlo todo, y es por eso que mi hermana Emma se fue.
Bajo las grandes escaleras y me encuentro con el Sr. Howland en la puerta principal.
—Buen día, Sr. Howland, ¿qué tal su día? —digo con una sonrisa.
—Lo mismo de siempre, Srta. Ana, lo mismo de siempre, de aquí para allá, ya sabe. Por cierto, llámame Reggie, con mi apellido me siento viejo —responde, abriendo la puerta cuando llego a su lado para salir.
—¿Cómo sigue Sean? ¿Pudo entrar a la universidad? —pregunto, curiosa, una vez dentro del auto.
—Bien, la verdad. Ayer por la noche nos dio la noticia. Estaba más que emocionado, creo que ni durmió en lo que quedaba de la noche. Seguro que Louissa estaría orgullosa de ese logro que tanto anhelaba Sean —responde mientras pone en marcha el auto.
Asentí y agaché la cabeza. Coloqué mis auriculares, ya que pensar en ella me hace sentir la necesidad de tenerla cerca, como si estuviera a mi lado. Hago lo mismo de siempre: cierro mis manos en un puño y entierro mis uñas en las palmas. Hago esto cada vez que estoy en un auto; el miedo me consume por la velocidad.
Reproduzco mi música favorita, "Angel" de Kodaline.
Bueno, no es realmente mi música favorita, pero la escucho para no olvidarme de su rostro, de su voz. Esta canción me hace recordar cada parte de ella.
Al escuchar los tipos de música que le gustaban, tan diferentes a los míos, siento una extraña tranquilidad. Son deprimentes, sí, pero logran que mi memoria no olvide los pequeños detalles y recuerdos que tengo con ella. Me transportan a los lugares donde estuvimos juntas, basta con cerrar mis ojos e imaginar esos momentos. Pero los abro cuando el último recuerdo me hace pedazos. Nunca entendí por qué le gustaban esas canciones.
Siento una pequeña lágrima rodar por mi mejilla, y la limpio rápidamente.
Reggie me deja en la entrada de la prestigiosa Universidad Vicent Campbell. Bajo del auto y me despido de él.
—Pero miren nada más a quién tenemos aquí —escucho que alguien habla a unos pocos metros de mí. Ya conozco esa voz: Enzo Espinar—. A la santa virgen lentuda —concluye el moreno, posicionándose junto a mí y pasando su brazo por mi hombro.
No sabía qué decir, y mi única reacción fue agachar la cabeza y morderme la lengua por dentro.
—Déjala en paz, amigo —interviene otra voz burlona, tirando de la camisa de su amigo.
Hugo Lisboa, el "badboy" del instituto, también conocido como el mejor jugador de voleibol.
Noté que ya no estaba junto a mí y levanté la vista para buscar a mi mejor amigo, Marcus.
—Ella está en la lista, es mi turno —escucho que alguien habla a mis espaldas, pero no le hago caso y continúo con mi búsqueda.
Siguieron hablando, pero no logré escuchar absolutamente nada. Al parecer, eso me da una ventaja: la famosa lista realmente existe.
Siento unas manos que cubren mis ojos, pero ya sabía de quién se trataba.
—¿Qué hay, guapa? —me pellizca la mejilla en forma de juego.
—Buscando a un osito, pero veo que ya hizo su aparición —digo, dándome la vuelta para quedar frente a él, y me río.
Me quito los auriculares.
Marcus es un chico alto, moreno, de ojos café, con el cabello rizado. Es mi único amigo, y con él cuento casi todo el día. Es una persona maravillosa, ya sea para apoyo o para chismear. Supongamos que es el primero en enterarse de todo lo que ocurre en la universidad. ¿Cómo lo hace? No lo sé, pero siempre dice que está actualizado. Gracias a él, sé de la famosa lista de chicas que han sido "folladas y tachadas". Cada vez que se menciona esa lista, mi curiosidad crece.
—¿Terminaste el deber del Sr. Hardin? —pregunta, aunque sabe perfectamente que la respuesta es sí.
—Ya sabes que sí. Solo tienes que pedirlo y lo tendrás en tus manos en menos de un minuto, osito —le respondí, riendo.
—Ah, ok. Me lo das al llegar al curso, viejita —se burla.
—No me digas así— digo golpeando su hombro con mi puño derecho.
—Te dejaré de decir así cuando te cambies ese color de cabello tan horrible. Te hace ver como mi abuela, y creo que hasta a ella le queda mejor —dijo con cara de asco, cogiendo un mechón de mi cabello entre sus dedos.
—Hasta donde yo sé, tu abuela está muerta —respondí, rodando los ojos y apartando su mano de mi cabello.
—Ah, cierto. Pero igual —contestó con indiferencia.
Segundos después, Enzo se colocó frente a mí. Qué raro que no está su otro amigo, Rafael Scott, también jugador de voleibol. Alto, rubio, y con ojos verdes.
—La virgen María —dijo, dándome una palmada en el brazo que casi me hace caer el celular. Luego, sin previo aviso, pasó su mano por mi trasero, sobresaltándome. Logré apartarme a un lado, aturdida.
—¡Me las vas a pagar, hijo de puta! —gritó mi mejor amigo, queriendo abalanzarse sobre Enzo, pero logré sujetarlo del brazo. Sabía perfectamente por qué reaccioné así.
—Tranquilo, no importa —susurré solo para él.
—¿¡Qué!? ¿Me vas a chupar la polla, Marquitos? —rió Enzo, con un tono burlón.
Miré sobre mis hombros y vi cómo se agarraba el paquete. La gente alrededor comenzó a reírse por su comentario.
—O más bien mariquita —intervino Hugo, sonriendo con malicia—. Cierto, Lu, tu amigo necesita un bozal —señaló a Marcus y se fue, guiñándome un ojo.
Me tensé al oír esa palabra tan especial, una que solo una persona solía decirme. Me llené de coraje, solté a mi mejor amigo y me acerqué a Hugo.
—No me vuelvas a llamar así, Hugo —lo apunté con mi dedo índice cerca de su cara, mirándolo fijamente.
Escuché a Enzo decir varias cosas, pero ignoré sus palabras, jalando a Marcus del brazo mientras me dirigía a grandes zancadas hacia la universidad, hasta llegar al aula.
—No pasa nada, osito —dije para tranquilizarlo. Me senté en una de las sillas y dejé mi maleta en el suelo. Marcus se quedó parado a mi lado.
—¡¿Qué no pasa nada?! ¡Que no pasa nada! —gritó, haciendo que algunos alumnos miraran en nuestra dirección—. ¿Acabas de escuchar lo que te han dicho y lo que hizo ese idiota? Es que... No puedo creer que no hagas nada al respecto. Estás... estás dejando que te insulten y te falten al respeto, Loui... Louisiana —dijo, poniendo sus manos en las caderas e intentando calmarse mientras caminaba de un lado a otro.
Mi única reacción fue agachar la cabeza y morderme la lengua.
—No hagas eso, Louisiana. No... —fue interrumpido por el Sr. Harrison.
A Marcus no le gusta que haga eso. Según él, es como si estuviera rindiéndome al contrincante y poniéndome a su merced.
—Buenas tardes, alumnos. Quiero que tomen asiento, vamos a comenzar la clase ahora, así que sin interrupciones. Si alguien necesita ir al baño, ya saben que no son niños de preescolar. La puerta es amplia para que entren y salgan sin necesidad de levantar la mano e interrumpir mi clase —dijo mientras sacaba unos papeles de su maletín sobre el escritorio—. Srta. Smith, cierre la puerta. Ahora haremos un pequeño examen sobre el tema de la clase pasada. —añadió, entregando las hojas a cada columna.
Esto será fácil. No soy una nerd, pero me gusta ser constante con mis estudios y ponerle empeño a lo que me gusta. Así que fui la primera en terminar. El Sr. Harrison me felicitó y me dijo que podía esperar afuera o ir a donde quisiera. Después salió Marcus.
Decidimos ir a la cafetería para comer algo. Estaba muriendo de hambre. Después de pedir algo para saciarla, visualicé una mesa y nos sentamos, dejando la bandeja sobre la mesa. Marcus sabe perfectamente que mientras estoy comiendo no me gusta que me interrumpan; es mi momento sagrado. Pero, minutos después, sentí una presencia a mi lado.
—¿Qué deseas? —pregunté con desgana.
—Pues yo no deseo nada, pero... si estás dispuesta, te quiero en mi cama —dijo con una sonrisa coqueta.
—Deja de bromear y dime qué es lo que quieres, Lisboa —respondí con desdén, poniendo los ojos en blanco.
No soy tímida, solo reservada con las personas; es diferente.
—¿Ahora soy "Lisboa"? —dijo en tono serio, pero al ver que no le respondía, prosiguió—. El Sr. Warren te llama. Quiere hablar contigo urgentemente.
—Bueno, ya voy —dije, con la esperanza de que se fuera, pero no lo hizo—. Te veo luego, Marcus.
Me levanté de mala gana para dirigirme al despacho del Sr. Warren, pero recordé que no sabía dónde estaba.
Me giré para preguntar, y terminé chocando con el pecho de Hugo. Sus manos me agarraron de los costados, pero me aparté rápidamente y retrocedí.
¿Qué les está pareciendo la historia?
Teorias de que posiblemente suceda en el siguiente capítulo...
Acerca de:
Louisiana
Hugo
Marcus
Enzo
Rafael
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