La cabeza me está matando, no recuerdo lo que sucedió ayer. Todo fue rápido. Lo último que recuerdo con claridad es que estaba bailando con Emma y Melany mientras bebíamos copa tras copa; lo demás ya es confuso.

Intento levantarme de la cama, pero algo me lo impide: el cuerpo de un chico. Está boca abajo, con su cabeza en la dirección opuesta a sus piernas, las cuales están sobre mi cuerpo.

—¿Ayer? ¿Me acosté con alguien? —susurro para mí.

Alzo la sábana para verificar si estoy vestida y, para mi alivio, lo estoy— no del todo, pero sí vestida—. Quito la sábana con cuidado y me levanto sin que el chico a mi lado se dé cuenta. Camino con cautela de un lado a otro, mordiéndome el pulgar.

Sin saber qué hacer, me paro en un rincón cerca de la cama. Agarro lo primero que veo— un macetero pequeño— y se lo lanzo, pero fallo. Me acerco a mi escritorio, agarro unos lápices y, con mejor puntería, se los tiro, dándole en el hombro.

El chico se despierta sobresaltado, sobándose el hombro y mirando alrededor, aunque no parece notar mi presencia.

—Louissa...— dice en voz baja—. ¿Dónde estás? —pregunta con preocupación.

—¿¡Qué!? ¡No puede ser! ¡No, no y no! —exclamo en mi mente.

—¿¡Qué haces aquí!? —grito mientras me acerco a él.

—Yo...— se señala mientras gira su cuerpo hacia mí.

—¿Quién más? No hay nadie más en la habitación— respondo entre dientes—. ¿Me estás acosando? —pregunto furiosa.

—¿Qué? —responde confundido—. ¡No, claro que no! Emma me invitó a su fiesta, nos presentó, y luego una chica derramó su bebida sobre tu blusa. Te acompañé al baño...

—¿Y luego? —lo interrumpo, intrigada.

—Te pusiste a llorar. Te abracé, y empezaste a hablar de que alguien no debía morir. No sé quién— se encoge de hombros, sentándose en la cama—. Bebiste tanto que terminaste vomitando. Seguías hablando, balbuceando. Me dirigiste hasta tu habitación y me pediste que me quedara contigo, que te hiciera compañía. No me negué. Después...

—¿Después? —lo vuelvo a interrumpir.

—Si me dejas terminar— se ríe, y yo le lanzo una mirada fulminante—. Después me metiste al baño, me quité la ropa porque suelo dormir en bóxers, y entonces dijiste que, si yo dormía en bóxers, tú podías dormir en bragas. — vuelve a reírse.

—¡Basta! —grito avergonzada, dándome cuenta de que solo llevo bragas y una blusa de tirantes.

—¿Sabes lo que sucedió después? —pregunta divertido.

Niego con preocupación.

—Querías que te diera un beso. Lo peor es que me confundiste con un chico de la universidad. Incluso me dijiste sus apodos y que preferirías morir antes que dar el primer paso.

Me tapo la cara, avergonzada, y me doy la vuelta.

—Puedes esperar afuera. Vístete, yo iré al baño— informo rápidamente, dando pasos apresurados hacia el baño.

Tomo el pomo de la puerta y él habla.

—Nunca fue mi intención ponerte incómoda.

Sin decir nada más, entro al baño y me recuesto contra la puerta. Tiro mi cabeza hacia atrás, golpeándola suavemente.

—Qué locura— susurro.

Me paro frente al lavamanos y me lavo la cara. Miro mi reflejo en el espejo; las ojeras bajo mis ojos son evidentes. Me meto a la ducha, dejando que el agua caiga sobre mi cuerpo. Minutos después, salgo y envuelvo mi cuerpo en una toalla. Busco ropa en la habitación y decido ponerme un vestido floreado de color rosa palo que llega a la pantorrilla, combinado con una chaqueta de jean. Dejo mi cabello suelto, me calzo un par de converse de caña alta blancas y me dirijo a la cocina. Estoy muriendo de hambre.

—Hasta que por fin te levantas. Ayer me quedé con la boca abierta viendo cómo movías ese esqueleto —dice Emma desde el sofá. A su lado está Hugo.

—Tengo hambre, así que cierra la boca. Tu voz me martilla la cabeza— le respondo sinceramente.

—Jódete, Lou. Ven, siéntate. Ya pedí que trajeran el almuerzo— dice, dándole golpecitos al sofá.

—¿Qué hora es? —pregunto confundida, mirando por la ventana.

—Son las 14:53— responde Hugo.

—¿Qué? ¡Si ni he desayunado, y ya es hora de almorzar! —me quejo, recordando además que dormí con ese chico pecoso y raquítico con algo de masa muscular.

Me siento en el sofá, mirando a Emma y a Hugo, que me observan con cejas arqueadas.

—¿Qué sucede? —pregunto.

—Nada, nada— responde Emma, con una sonrisa pícara.

—Por cierto, ¿cómo ustedes dos se conocen? No recuerdo nada de lo que pasó ayer, y este de aquí— miro a Hugo con mala cara— me dijo que tú nos presentaste.

—Uhh— Emma mueve la cabeza lentamente—. ¿Te cuento la versión corta o la larga?

—Escúpelo, da igual.

—Papá es amigo de su mamá— empieza—. El día de tu accidente estábamos en su casa, en una comida. Papá quería decirte algo, pero como ya no estabas, nos fuimos. Caroline no vino porque piensa que papá está enamorado de la mamá de Hugo, pero no es así—. se ríe— Luego de hablar con él me di cuenta de que es chistoso, bromista, y, bueno, desde entonces mantenemos contacto. Incluso lo ayudé con la muerte de su padre.

Por eso, cuando vino a casa el primer día, mencionó lo del accidente. Él sabe todo lo que sucedió. Pero yo no lo conozco bien, así que voy a averiguar más sobre la muerte de su padre.

—Bueno, yo me voy. Gracias por la invitación— dice Hugo, levantándose.

—No, no, yo te llevo a casa. Quédate a comer al menos— responde Emma.

Hugo asiente y vuelve a sentarse, pero no deja de mirarme.

—Y díganme— Emma nos mira a ambos—, ¿qué cochinadas hicieron anoche? Espero que hayan usado condón, no quiero ver a un demonio pequeño corriendo por aquí— se ríe.

—Ya llegó la comida, muero de hambre— digo, cambiando de tema rápidamente. Pero Hugo sigue mirándome, y noto su risa disimulada.

—¿Te pasa algo, raquítico con masa muscular? —le pregunto.

Emma estalla de risa.

—¿Cómo...? —pregunta entre risas.

—No te preocupes, Emma. Déjala, está loca— responde Hugo, sonriendo.

Emma sigue riendo, señalándome mientras me llama "anciana".

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Louisiana

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