🌷09🌷
Son las 7:38 de la mañana, estoy sentada en mi escritorio revisando mi correo, viendo si la Sra. Adams me envió la clase de ayer, mientras aprovecho para enviar algunas tareas terminadas. Normalmente me levanto a las 6:30 para hacer los deberes.
Veo mi celular encender la pantalla, está sobre el escritorio a un lado de mi laptop. Lo tomo y veo el nombre de mi amigo. Deslizo el ícono verde hacia arriba para responder y apoyo el celular en un tacho de lapiceros. Me giro para quedar frente a la pantalla del celular.
—¡Hola! —grito contenta —Lo siento, me quedé dormida, el sueño me venció— hablo desesperada y sincera.
—Muchacha dormilona— se ríe— ya te tenía una tortura preparada por no responderme.
Después de que Hugo se fue, me quedé dormida tras un delicioso baño. Rotundamente me había olvidado de la video llamada con Sean y su familia. Sinceramente, me disculpo de corazón.
—Qué malo, pero ahora sí soy toda oídos— digo alegre, apoyando mi barbilla en la palma de mi mano derecha y mi codo sobre el escritorio.
—Eh, bueno, ya sabes cómo son los primeros días— se quedó pensando— complicados, no conoces a nadie, eres absolutamente nuevo en todo, pero— cambió su expresión a una más emotiva— conocí a alguien, alguien que me ayudó.
—¿Se puede saber quién es ese alguien? —pregunto curiosa, alzando las cejas.
—Se llama Arlette, no pienses mal, solo me ayu...
—No, no, no estoy pensando mal— lo interrumpo, agitando mis manos en negación— ¿Y cómo es esa chica que se fijó en este chico de cabello tinturado? —digo riendo—. Digo, ¿qué tal si es una acosadora? Nadie habla con nadie el primer día de clase, a menos que se conozcan de antes. No me excuso, por si acaso.
—Celosa, Ana —enseña su sonrisa de lado. Tiene el cabello alborotado y tiene puesta una sudadera café oscura.
—Para nada, solo te advierto. Ya ves, uno nunca sabe lo que puede suceder en un país extranjero, solo te cuido —me encojo de hombros sin darle importancia.
—Celosa— afirma— Sé cuidarme, Ana, no te preocupes por mí— avisa— Las clases han estado fabulosas, los profesores son geniales, creo... por ahora.
—No estoy celosa, pero dile a esa tal Arlette que, si me entero de que te ha hecho algo malo, fin a su inmensa cabezota —paso mi dedo pulgar por mi cuello —como la Reina de Corazones de Alicia en el País de las Maravillas.
—Lo tendré en cuenta, pero deja la locura de la Reina de Corazones— ríe— Por cierto, ¿ya le has contado a alguien más sobre tu mentira? —susurró.
Agacho la cabeza y niego.
—Es mejor que le cuentes a tu padre toda la verdad. Ya no puedo estar siempre ahí para acompañarte cuando te sientas mal. Deja que más personas entren en tu vida. Solo tienes una, así que disfrútala sin cuestionarte tanto. Sí, habrá gente que te haga daño, pero te conozco, serás fuerte con cada tropezón. Llevas ocultando una gran mentira que te ha hecho y te sigue haciendo daño. Es mejor ahora, antes de que sea demasiado tarde. Tú tienes las herramientas para salvarte o, quizás, alguien llegue a tu vida que te ayude a superar esos miedos. Alguien que te libere, como la Ana que eras cuando te conocí— Levanto la cabeza y las lágrimas ruedan por mis mejillas. Lo miro y sonríe.
Cómo extrañaba sus palabras alentadoras, esas que me hacen seguir adelante. Le agradezco, porque él me salvó.
Es verdad, tengo pocas, poquísimas amistades, porque mi mayor miedo es que me fallen de alguna manera. Pero dejar de mentir... ya no puedo. Se ha vuelto algo natural en mí, lo hago sin pensarlo.
—Lo siento, me está entrando una llamada. Seguimos hablando en la noche— le tiro un beso, él lo agarra y se lo guarda en el bolsillo de su abrigo.
Contesto la llamada, pero resulta ser un número desconocido, lo que hace que se corte la video llamada con Sean. Lo maldigo... no, no lo maldigo.
[...]
Definitivamente no soy la única a la que le encantaría estar todo el día metida en una biblioteca, rodeada del olor de los libros.
Aunque estoy aquí, en la biblioteca, sigo un poco aturdida por lo de Hugo. Desde que dijo que me conoce, tengo un pensamiento loco. Me da miedo que sepa algo más allá de mi fecha de cumpleaños. Si acertó en eso, ¿qué más podría descubrir?
Todo esto me está taladrando la cabeza de una forma intensa.
Le cuento a mi padre la verdad de esta situación. ¿Me creerá? Tiene que creerme, soy su hija, ¿no? Me da miedo que ella me haga algo peor que las pastillas. Sé que no planeó esto sola, y que tiene cómplices, pero no me atrevo a arriesgarme. Solo seguiré haciéndome la tonta.
—Sra. Bell, ¿qué hace por aquí? ¿Investigando para el proyecto? —pregunta el profesor Warren, acercándose a la mesa donde estoy.
—Eh, sí, claro, eso estaba haciendo. Vamos muy bien con el proyecto —hablo con una emoción fingida.
—No hay apuro, Sra. Bell, tómelo con calma, aún hay tiempo —se ríe y me palmea el hombro.
—Dígale eso a Lisboa, él fue el que se apuró diciendo que no perdamos tiempo —ruedo los ojos.
—Ya veo —vuelve a sonreír. —¿Sucede algo, Sr. Warren? —lo miro, arqueando una ceja.
—Nada en particular. Que le vaya bien con el proyecto, sin duda tendrá una excelente nota. No olvide que el joven Lisboa es un buen alumno y un excelente deportista —dicho esto, se va, dejándome con la duda de lo que quiso decir.
Miro la hora en mi celular para ir a comer algo. No me juzguen, pero no he entrado a las primeras clases y no creo que me noten. Estamos en la universidad, los profesores no prestan mucha atención, excepto la Sra. Adams. Y para colmo, mi mejor amigo no ha venido, así que estoy más sola que un fantasma.
Así que, ¡patitas a la cafetería! Grito internamente, emocionada.
Hoy se me antoja algo dulce. No quiero seguir siendo más "salada", así que intentaré ser dulce con la gente. Y una buena recomendación es comer dulces. Intentaré dejar el pasado atrás, si es posible.
Después de varios minutos de esperar mi comida —sí, llamo comida a un par de donas de chocolate, una pequeña torta y un jugo para no atragantarme—, me siento en una mesa con solo dos sillas. Una para mí y otra para que mis piernas descansen.
—¡Oyeee! —grito furiosa.
—Lo siento —dice mientras termina de sacar mi pierna de la silla y se sienta.
—¿Qué quieres? —pregunto molesta—. Ni un almuerzo decente puedo tener —lo miro con mala cara.
Creo que dijiste que ibas a ser dulce con la gente.
No puedo, misión abortada.
—Eso no es un almuerzo, ni mucho menos decente, Louisiana —mira con asco mi comida, Hugo.
—Oye, oye, no critiques mi almuerzo. Mírate tú —lo señalo —estás todo... raquítico —digo, levantando el labio superior.
Su rostro cambia por completo, abre los ojos como platos.
—¿Cómo me llamaste? —pregunta, inclinándose hacia adelante, pero yo sigo comiendo mi dona tranquilamente.
—Raquítico— respondo sin inmutarme.
—No estoy raquítico...
—Ah, ¿no? —lo interrumpo, arqueando una ceja —Entonces, ¿qué estás?
—Soy deportista, Issa, estoy lleno de masa muscular, no de grasa como tú —me señala con una sonrisa triunfante— No te vendría mal hacer algo de ejercicio para que sudemos juntos— sonríe pícaro.
Saben qué, nunca se me dio bien ser dulce. Así que pacíficamente me paso al bando de los salados y agrios. Gracias por la bienvenida nuevamente.
—¿A qué venías? —pregunto rodando los ojos, ya sin querer seguir la conversación absurda sobre quién está más en forma.
Hugo sonríe, tomando la dona que yo estaba a punto de morder y dándole un gran mordisco, como si fuera lo más natural del mundo. Me quedo mirándolo incrédula.
—¡Oye! ¡Eso era mío! —me quejo, intentando arrebatársela de las manos.
—Técnicamente, ya no —dice, sonriendo de lado con una mirada triunfante —Vine porque quería hablar contigo, pero ya veo que tu almuerzo es más importante —suelta una carcajada, ignorando mi expresión de indignación.
—Es importante —cruzo los brazos—. Además, no dijiste que tenías que hablar de algo. Y no me vengas con tus discursos de "vida saludable", que ya me los sé de memoria —lo miro fijamente.
—No es eso —responde mientras se acomoda en la silla, dejando la dona a un lado—. Sabes que siempre te molesto porque me preocupo por ti, pero esta vez es diferente. Quería hablarte de lo que está pasando con nosotros...— baja la mirada por un segundo, como si estuviera escogiendo las palabras adecuadas— Sé que me odias cuando toco este tema, pero tienes que enfrentar lo que estás haciendo.
Mi expresión cambia, volviéndose más seria. Sé perfectamente a qué se refiere, y no estoy preparada para esta conversación.
—Hugo... —empiezo, pero él me interrumpe, levantando la mano.
—Déjame hablar —su tono es más firme ahora—. No puedes seguir ocultando lo que pasó. Lo de tu hermana, lo de las mentiras... Ya te lo he dicho antes, y lo diré una y mil veces, no puedes vivir con ese peso para siempre. Tarde o temprano, todo se va a desmoronar —su mirada se encuentra con la mía, llena de una mezcla de preocupación y dureza.
—¿Y qué esperas que haga? — replico con voz baja, tratando de no mostrar lo mucho que me afecta—. No es tan fácil, Hugo. No es algo que puedas solucionar con un par de palabras o consejos. Si le cuento la verdad a mi padre... si lo hago, no sé qué pasará. ¿Qué tal si me odia? —mi voz tiembla un poco, y por primera vez en mucho tiempo, dejo que mi vulnerabilidad salga a la superficie.
Hugo se inclina hacia adelante, apoyando sus codos sobre la mesa, con una mirada intensa que me atraviesa.
—Escúchame bien, Louissa —dice con una voz suave pero firme—. Lo que te está matando ahora es el miedo. No es la verdad lo que va a destruirte, es seguir cargando con esto sola. Tu padre merece saber la verdad, pero, más importante aún, tú mereces liberarte de este peso. No estás sola, me tienes a mí, siempre. No voy a dejarte caer.
Me quedo en silencio por un momento, sintiendo la presión de sus palabras, la realidad de lo que me está diciendo. Sé que tiene razón, pero el miedo a las consecuencias me paraliza. No sé cómo sería enfrentar ese monstruo del pasado, ni cómo sería la vida después de soltar todas esas mentiras.
—No puedo prometerte que lo haré —murmuro, mirando hacia abajo— pero... lo pensaré.
—Eso es todo lo que te pido —responde él con una sonrisa comprensiva—. Ya es un paso adelante.
Nos quedamos en silencio, comiendo las donas—bueno, lo que quedó de ellas— mientras la tensión de la conversación se disipa poco a poco. Aunque sé que el tema no está resuelto, tener a Hugo a mi lado me da una sensación de alivio que no había sentido en mucho tiempo.
Al menos por ahora, puedo seguir adelante, con la esperanza de que tal vez, algún día, tendré el valor para enfrentar lo que he estado ocultando tanto tiempo.
¿Qué les está pareciendo la historia?
Teorias de que posiblemente suceda en el siguiente capítulo...
Acerca de:
Louisiana
Hugo
Marcus
Enzo
Rafael
Sra. Caroline
Sr. Wilson
Sr. Reggie
Sr. Warren
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