🌷03🌷
Después de pasar horas en el baño y atravesar los vestidores de los chicos con mi mejor amigo, quien aún se sigue riendo por cómo me quedé, nos encontramos en la cafetería. Se suponía que tendría tres horas de clases con la Sra. Adams, pero ya eran horas libres para alguien que no entro a tiempo.
—Ya, pero lo tuyo es distinto, la verdad no te creo que hayas hecho eso —dije riendo a carcajadas.
—En serio, ya te lo enseñaré, tú nunca me...
Fue interrumpido.
—Lamento interrumpir —dijo Hugo al sentarse a mi lado—, pero necesito hablar contigo, Louisiana. Te recuerdo que mañana es sábado y estoy libre, como te mencioné. Creo que tanto tú como yo queremos acabar ese proyecto. Y, por cierto, olvidemos el hecho de que viste mi delicioso pene —dijo mientras tomaba comida de mi bandeja y se la llevaba a la boca, sin quitarme los ojos de encima.
Mierda.
—Como si fuera gran cosa. Según tú, dices que me quedé viendo tu pene; tal vez fue para ver si te crecía en ese instante, porque te juro que se te perdió por completo —hice una mueca.
Nos quedamos mirándonos, e intenté con todas mis fuerzas no bajar la mirada, pero de pronto su mano llegó a mi muslo, apretándolo, y me tensé. Marcus se dio cuenta y se levantó de prisa.
—No vuelvas a hacer eso, Lisboa —dijo entre dientes mi mejor amigo, agarrándolo de la camisa.
Hugo retiró rápidamente su mano de mi muslo. Aún me afecta, incluso ahora.
—Te... te veo luego... mañana te espero en mi casa, no llegues tarde —dije antes de coger mis cosas e irme.
Pero la cosa es que los dos se quedaron confundidos, sin saber a quién iba dirigido.
Siento vibrar mi celular en mi bolsillo; es Sean, y respondo rápido.
—Hola, ¿qué hay, perdido? Tu padre me contó esta mañana que ingresaste a la universidad. ¡Qué alegría me da! —dije con una sonrisa.
—Sí, la verdad es que no dormí en toda la noche...
—Eso me dijo Reggie esta mañana —lo interrumpí riendo a carcajadas.
—Solo quería ver si estás desocupada mañana; mi vuelo sale por la noche. Quería verte una última vez —dijo, aunque su voz sonaba nerviosa.
—Sí, claro. Sabes que eres bienvenido en casa siempre que quieras.
—Entonces mañana iré... a las diez, ¿te parece?
—Sí, perfecto —dije por último y colgué.
Me faltan diez minutos para que acabe la clase de la Sra. Adams, así que me encamino para no llegar tarde a mi próxima clase.
Me acerco a Marcus, que está recostado en la pared con su celular en mano.
—Mañana no creo que pueda hacer el maratón. Es el último día de Sean aquí; ha entrado a la universidad en el extranjero con una beca. Es una gran oportunidad para él, y no quiero decepcionarlo al no ir a verlo —le expliqué a mi mejor amigo.
—Está bien, quedamos para el otro sábado. Tu "supuestamente familia perfecta" pasa tiempo en familia los domingos —dijo haciendo comillas con los dedos.
—Te lo agradezco mucho, de verdad, osito —dije abrazándolo.
Vi cómo los alumnos iban saliendo detrás de la Sra. Adams.
—Srta. Bell, necesito hablar un momento con usted, ahora —habló con voz seria.
Asentí y me acerqué a ella.
—He hablado directamente con su madre; por esta vez le enviaré un correo con lo que se vio en la clase de hoy. No quiero que esto se vuelva a repetir.
Cómo olvidé que estas dos eran tan amigas.
—No, claro que no, no volverá a suceder. Muchas gracias, Sra. Adams.
Terminó de hablar y entré al aula, que por suerte aún no llegaba el siguiente profesor.
Me senté al lado de Marcus.
—Le mandas un beso de mi parte a Sean, no te olvides, y dile que lo extrañaré demasiado, que no se olvide de mí y que cualquier cosa me llame —dijo llamando mi atención, mientras ponía su mano como si tuviera un teléfono.
—No seas tonto, pero igual se lo diré; quiero ver su reacción —me reí.
—¡Oh, por Dios! —gritó emocionado—. Quiero que grabes su reacción.
—Bueno, demasiado coqueteo por ahora.
[...]
La mañana siguiente me despiertan los gritos de mi madre, que aun así se escuchan como un eco por toda la casa.
¿Cómo es posible que ya esté aquí? pensé.
—Mamá, es sábado, déjame dormir un rato más, porfa —dije llegando a la cocina, restregando mis ojos con los dedos.
—Al parecer no quieres despedirte de mí —habló una voz masculina.
Abrí los ojos como platos; el sueño desapareció de inmediato. Corrí hacia él para abrazarlo con fuerza.
—¿Cómo no me voy a despedir de ti, jirafa? —dije alborotando su cabello.
Aunque soy alta, él me saca dos cabezas. Su cabello, como dije, es teñido de rubio oscuro cenizo, sus ojos son de color café claro, y tiene una tez blanca como el papel. En pocas palabras, es lindo, al menos para mi gusto. Sean siempre lo consideré como un hermano, pero a la vez como algo más. Nos conocimos cuando nos mudamos; mi madre ya había contratado a su padre anteriormente. El Sr. Howland venía con Sean para jugar con nosotras. En ese entonces yo tenía once años y él, doce.
Terminé de desayunar y me fui a cambiar.
A los minutos, unos golpes en la puerta se hicieron presentes en mi habitación.
—Quería entrar a su habitación, pero veo que la tienen bajo llave —dijo entrando y sentándose en mi cama—. Quería llevarme al menos un último recuerdo de su habitación.
—De verdad lo siento, ya sabes cómo es mi madre —dije con la intención de animarlo.
—¿Qué hubiera pasado si esa noche no...?
—No lo digas, por favor —lo interrumpí para sentarme a su lado. Lo abracé con fuerza y él hizo lo mismo.
Nos hundimos en nuestro dolor. Me limpié los mocos con el abrigo azul marino que llevaba puesto.
—No seas asquerosa, Ana —dijo apartando mi brazo de mi nariz.
Y comenzamos a reír. Nos tumbamos hacia atrás en la cama y nos agarramos de la mano con fuerza.
—¿Recuerdas cuando quiso pintarse el cabello de morado? —dijo mirando al techo.
—Obvio que sí, mi madre se enojó tanto con solo la idea —me reí con solo recordarlo.
—Pero se salió con la suya; aunque no fue el color que quería, se lo pintó de platinado —se volteó para verme, y lo imité.
Del color que yo tengo ahora, lo llevo así desde hace unos tres años. Creo que no tendré cabello en unos años de tanto tinturarlo.
Nos quedamos mirando por un momento, y él fue el primero en acercar sus labios a los míos. Lo seguí en el momento en que tocó los míos. Un beso de despedida.
—Lamento tanto tener que irme y dejarte —dijo al separarse.
—No te preocupes, es algo que has anhelado, y Lu estaría orgullosa de ti por esforzarte tanto —dije, acariciando su mejilla.
Los dos nos gustamos, pero no podíamos estar juntos antes, y el motivo era que a Louissa no le gustaba la idea, y ahora tampoco podemos. Ninguno de los dos cree en las relaciones a distancia.
Las horas que quedaban las pasamos conversando sobre cosas que habían pasado en el pasado, y comenzábamos a reírnos.
[...]
Horas después, nos encontramos en el aeropuerto con la familia de Sean.
Y antes de que se fuera, nos hundimos en un abrazo infinito. Unas cuantas lágrimas se escaparon, y él me las limpió con sus dedos mientras yo limpiaba las suyas.
—Ya verás, me llamarás y me contarás cómo te ha ido —dije intentando sonreír.
—Claro que sí, serás la primera en saber cómo fue mi primer día de universidad.
—¿Y qué hay de mí? —preguntó la madre de Sean detrás de nosotros.
—Está difícil esto —se dio la vuelta y se rascó la cabeza—. Ya sé, se me ha ocurrido una idea. Les haré una video llamada; estarán todos allí y escucharán cómo me fue al mismo tiempo. ¿Ven? ¡Tengo un maravilloso cerebro! —dijo señalando su frente.
—Cómo no va a ser si te juntabas conmigo; tú me has quitado toda mi inteligencia —lo señalé riendo.
Y todos nos sumamos a la risa.
Nuestro adiós en el aeropuerto fue un abrazo lleno de emociones y recuerdos, donde cada lágrima y sonrisa guardó la promesa de un futuro distante.
¿Qué les está pareciendo la historia?
Teorias de que posiblemente suceda en el siguiente capítulo...
Acerca de:
Louisiana
Sean
Hugo
Marcus
Sr. Regie
Sr. Warren
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