CAPÍTULO 69: Virulento
Cincuenta minutos antes
Natalia
Camino como si estuviera a tientas, o en estado etílico. Siento que mis piernas tan solamente bailan o tiemblan como gelatina. Mi vista aún no se enfoca muy bien, pues de estar viendo normalmente tiende a nublárseme el panorama. Tendría que estar descansando para recuperarme del golpe, pero justo a eso estoy yendo: a despejarme.
Un poco más.
No puedo pensar en nada, mi mente está casi en blanco. Solo imploro internamente a quien esté en el cielo que Tiago no se haya enterado de nada, es poco probable, mas quiero confiar en que no imposible; porque él es una persona que merece toda la felicidad del mundo por su bondad y benignidad.
También pido perdón a mi padre, aunque no pueda escucharme. Mi equipo tenía que ganar a como diera lugar y no me quedé a luchar. No creí que fuera tan endeble. Además de esta horrible jaqueca, una culpa terrible me punza el corazón.
Transcurren alrededor de quince minutos o media hora, creo, no sé; pero ya llegué al condominio al cual obligatoriamente debo denominar hogar. Creo que ni bien entre a mi habitación tomaré una larga siesta, pues apenas y estoy pudiendo sostenerme en pie.
Ignorando los vahídos, y abriendo y cerrando los ojos a cada momento por la suma pesadez en mi cabeza, ingreso. Un mareo fuerte me sobreviene al instante; así que para evitar caerme me sostengo con fuerza de la perilla de la puerta, inhalando y exhalando hondo, cerrando mis párpados.
Listo. Estoy por dirigirme a los peldaños cuando choco contra un interpósito.
—¡¿Dónde estabas, maldita puta?! —me increpa iracundo y virulento, arrojándome de una bofetada contra el suelo.
Lo que me faltaba. La repugnante cereza al pastel.
Mi testa no impacta en el acto, pues caigo de cadera, no obstante me viene un vértigo que amenaza con llevarme a la inconsciencia nuevamente. No soy capaz siquiera de hablar, solamente me quedo en vilo mientras mi visión está en la alternancia de obnubilarse o ver claramente, y siento mis labios con sabor a hierro.
Solo ya no quiero más.
—Además de puta eres sorda —escupe con vilipendio, poniéndome de pie con un brusco tirón de cabellos—. ¡¿Dónde estabas, carajo?!
Creo que ya no podré soportar mucho, así que siento mi cuerpo desvanecerse. Pero él impide que vuelva a caer atrayéndome hacia sí, sujetando mi cintura con una mano. Tengo un sopor muy pesado, por lo tanto creo que duraré unos segundos más consciente.
—¡Hey, hey, hey! —él palmea mi mejilla izquierda repetidamente, intentando impedir mi síncope—. Reacciona, maldita perra. No vine para presenciar una de tu sinfín de estupideces, ¡mírame a los ojos cuando te hablo! —su agarre en mi cabello se hace más intenso, obligándome así a mirar esos ojos inyectados de odio, frialdad y estupefacientes.
467 palabras
CAPÍTULOS FINALES
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro