CAPÍTULO 63: Aléjate, por su bien
Natalia
—¿Crees que David solo me contó de tu existencia? —Érika prosigue, ponzoñosa, mirándome fulminantemente—. Sé que tienes una espina ahí en tu vida, una que no te deja ser feliz y te destruye día a día —asevera tocando con su dedo índice donde está mi corazón.
—¿Qué sabes? —exijo saber, pretendiendo mirarla amenazante, pero en realidad estoy alarmada.
¿Érika osó espiarme más de la cuenta en cuanto supo de mí? ¿Se atrevió? Es más, ni sé porqué me sorprende. Si lo hizo con el chico que dice le gusta, ¿por qué no lo haría conmigo? Además, parece que le encanta entrometerse en la vida ajena.
Sin embargo, me es inevitable sentir temor. Miedo. No por mí, sino porque él llegaría a saberlo, puesto que los rumores corren. Una noticia de esa magnitud lo mataría y eso sí que no se lo perdonaría al causante, mucho menos a ese maldito.
—Mira, Natalia —empieza, como intentando no perder la paciencia—; tu vida no me interesa. El que me interesa, y creo ya comprendiste en qué proporción, es Tiago. No quiero que por nada del mundo él reviva su pasado, y es lo que tú haces que suceda a cada puto momento —escupe con furia—. ¿Qué crees que hacía cuando todos lo despreciaban y se hacían la burla de él? Exacto, se aislaba, se sumía en su mundo sufriendo en silencio.
»—Antes de conocer a Tiago tú hacías exactamente lo mismo. Admítelo, Natalia, eras y eres una asocial, siempre solitaria, siempre sumida en tu propio mundo de sufrimiento, una huraña. Tiago cuando era tartamudo asimismo era un huraño, porque evitaba tratar con las personas. No sé qué mierda pasa en tu vida, pero sufres y Tiago se siente identificado. Bien, puede que al principio le hayas parecido bonita, no obstante tu soledad le llamó la atención, luego tu interminable zozobra; vio en ti su pasado y se enamoró de ti porque comprendía lo que sentías.
»—Te guste o no eres un reflejo tóxico en su vida, y a este paso harás que llegue un día en que la situación lo sobrepase. ¿Acaso quieres que vuelva a aislarse (y mira que exceptuando a David estos meses dejó abandonados a sus amigos), que vuelva a sufrir esos ataques de ansiedad y estrés, que ande deprimido todo el tiempo? —me cuestiona alterada y casi iracunda, con su característica estentórea voz.
Debo admitir que estoy incrédula ante tal deducción, cuando me contó lo de Tiago no vi nada de ese modo, no imaginé algo como aquello. Ya no sé qué concretamente pensar. Mi mente es toda una neblina confusa de pensamientos. Estoy anonadada y fue ineludible que cada una de sus palabras haya sido como un filoso puñal en mi corazón. Duele, duele ser consciente que estoy haciendo daño a alguien, lo que tanto asevero despectivamente que me hicieron y hacen otros.
Ser yo la autora de aquello me dejó un sinsabor tremendo.
Sé que Érika tiene segundas intenciones con todo esto, es como patear una piedra en su camino no importa a qué costo, pues según veo está acostumbrada a salirse con la suya; pero la verdad sigue siendo la verdad. Claro, con razón Tiago tardó mucho en hablarme cuando me conoció. Porque esas secuelas que le quedaron aún le hacen rehuír a la gente extraña, que no pertenezca a su entorno.
Y me guste o no, la felónica de Érika tiene razón; ahora puedo ver las cosas desde un punto de vista más realista. Entre Tiago y yo no puede haber un nosotros, no a causa de esta chica, él ve su pasado dañino reflejado en lo que yo soy; y yo tengo muchas heridas abiertas aún, mucho que esconder y esto demuestra que no habrá confianza entre ambos.
—Él necesita ser feliz, Natalia —parece que Érika leyó mis pensamientos—. Y tú eres la menos indicada para que lo sea.
Ante sus hirientes, pero contundentes palabras, las lágrimas pican en mis ojos y tengo inmensos deseos de sollozar y por consiguiente llorar; mas no pretendo mostrarme débil y maleable, menos ante alguien de esta calaña. Mamá me enseñó que siempre mantenga la frente en alto y eso haré. Me quebraré cuando esté a solas.
—Aléjate, por su bien. Y por su bien, esta conversación nunca existió —advierte.
—Él sabe dónde buscarme —refuto, sonriendo de medio lado para que no crea que obtuvo lo que quiere.
—Ese ya es tu problema —se encoge de hombros—. Solo haz como el sol al anochecer: desaparece.
—¿De verdad crees que soy tan manipulable? —espeto con una amarga burla. No obstante, es mentira—. Ya veremos, Érika. La honestidad también es mi fuerte.
Entonces, dejándola con la duda, me alejo hacia donde empieza a reunirse mi equipo.
Y esta es otra lección de la vida: En algún momento a todo hay que decir adiós.
804 palabras
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