Natalia

¿Estoy lista para hablar de ello con Tiago?

La verdad, no lo sé. Nunca quise que nadie se enterara de lo que vivo, pero muy en el fondo, inconscientemente deseaba abrirme a alguien, desahogarme… Y ahora que se me presenta la oportunidad, no sé qué hacer.

Tiago demostró ser un muy buen amigo estos meses; me hace reír, disfrutar, improvisar, imaginar y lo más importante: me hace olvidar esa mierda que vivo en mi casa. Sin embargo, no sé si me siento preparada todavía para contarle esta faceta de mi vida. Quiero, pero temo; no deseo que me juzgue, ni tache de cobarde o que me tenga lástima. No, nada de eso.

—Entiendo si no lo estás todavía —dice.

Es cierto que yo me cerré a todos, no permití que nadie permaneciera a mi lado más de tres minutos, empero, también es verdadero que nadie se preocupó por saber de mí, nadie mostró tal interés; hasta que llegó Tiago.

—Antes de que encontrara un refugio en las puestas de sol —de repente me encuentro hablando y descubro no soy capaz de detenerme—. Tenía una pasión especial por el patinaje en rollers —sonrío, recordando esos tiempos en donde también era yo misma—. Me encantaba, me fascinaba. No lo hacía tan a paso tortuga como me ves ahora, disfrutaba la velocidad, es que… esa sensación del viento golpeándote, de que solo son él, la velocidad y tú es… sencillamente indescriptible.

»—Me hacía sentir plena, viva y feliz, como si el mundo fuese pura felicidad y ese viaje por él fuese interminable —recuerdo con adrenalina esos momentos, como si los estuviese reviviendo, haciendo una larga pausa involuntaria.

Tiago no aparta su mirada de mí, tampoco dice nada, me deja disfrutar de mis recuerdos. Tras unos segundos más retomo mi relato.

—Todo hasta que… —Me detengo nuevamente, sorbiendo mi nariz y cambiando súbitamente mi expresión, dejando a una lágrima escaparse—. Mamá murió. Allí los rollers, cambiaron de significado para mí. Ahora eran un medio para dejar los problemas y el sufrimiento atrás. Mientras más velocidad empleaba, me sentía más alejada de ellos, que estaban cada vez más lejos de volver a alcanzarme, que mi mente se ponía totalmente en blanco.

»—No quería pensar, Tiago. Y todavía no lo supero —paro de hablar, deteniendo mi mirada en la suya, mientras otra lágrima rueda lentamente por mi mejilla.

Y funcionaba, de veras que sí lo hacía. Era la terapia perfecta para combatir mi dolor, una carrera contra el sufrimiento en la cual yo salía ganando.

Eso hasta que ese malnacido destrozó mis rollers, destruyó mi escape de la realidad y el sufrimiento, destruyó mi pasión con ellos… Y empezó a destruirme a mí.

N/A:

¡Ya casi casi entramos a la recta final de la novela! A la recta final, no al final en sí. Demasiadas emociones cargadas se avecinan con ella.

¿Quién será la persona que maltrata a Natalia?

¡Besos!

450 palabras