Sempiterno
Aylin:
Si estás leyendo esto significa que ya sucedió: he abandonado este mundo.
Sé cómo te estás sintiendo ahora mismo: sola, triste, confundida, desilusionada y rota... Pero eres fuerte, mi niña. Siempre lo has sido. Nunca lo dudes.
No sientas pena por mí, corazón, porque no tenía miedo, y tú tampoco debes tenerlo. La muerte no existe, es tan solo el comienzo de algo nuevo, una transformación. No le temas a lo desconocido. Aprende a disfrutar la incertidumbre.
No me abandonaste, querida, aleja esa idea de tu mente. Solo hiciste lo que creías mejor para ti. Nunca te culpes por elegir tu bienestar, aunque eso signifique alejarte de lugares, cosas, e incluso personas queridas. Si crees que no pensar en los demás es egoísta, Aylin, recuerda que no pensar en ti lo es aún más.
Sí, te oculté que estaba enferma. ¿Por qué? Porque lo habrías abandonado todo para venir conmigo y no podía permitir que hicieras ese sacrificio.
Cuando descubrí que tenía cáncer, me negué a seguir el tratamiento recomendado por los doctores. No quería pasar mis últimos días en una cama de hospital, rodeada de aparatos médicos. Prefería una muerte digna, irme sin ser una carga... Ojalá puedas comprenderlo.
¿Por qué me mudé? También te mentí con respecto a mi mudanza. No me mudé, Aylin, solo cambié de casa un día antes de Navidad. Supuse que me llamarías el día veinticinco para felicitarme, y no quería que te comunicaras conmigo.
Sé lo mucho que te costó rehacer tu vida luego de la muerte de tus padres. Lo siento, pero no fui capaz de destruir todo lo que habías logrado reconstruir. Sabía que me quedaba poco tiempo de vida, querida. No quería arruinarte otro Fin de Año.
También sabía que, al escuchar tu voz, feliz y esperanzada, me costaría muchísimo ocultarte mi enfermedad. No quería engañarte respondiéndote que todo estaba bien. Y si te lo contaba, te romperías de nuevo. No podía permitirlo, Aylin. ¿Justo un año después de la muerte de tus padres? No te lo merecías.
Tarde o temprano, te enterarías, lo sé. También existía la posibilidad de que, al no contestar tus llamadas, viajaras hasta aquí solo para comprobar que me encontraba bien; no obstante, confiaba en que no lo harías, pues sabía que no podías dejar de trabajar.
Aun así, no quería subestimarte. Sé lo mucho que te preocupas por tus seres queridos, así que no podía descartar esa posibilidad.
Necesitaba ganar tiempo.
Y por eso recurrí a Ian.
Le pedí un gran favor: intercambiar casas hasta que... Bueno, ya sabes.
Le supliqué que, si me llamabas, te distrajera fingiendo no conocerme.
Sí, Aylin, Ian sabía de mi enfermedad. Nunca estuvo de acuerdo con que yo te lo ocultara, pero es un buen hombre y quería cumplir mi última petición, así que lo hizo.
Él me mantenía al tanto de vuestras conversaciones, que eran cada vez más frecuentes. Sabía que todo marchaba bien y eso me reconfortaba.
Ian, poco a poco, se fue encariñando contigo. En varias ocasiones me comentó que te quería contar la verdad, que ya no lo soportaba más... Y yo sabía que tenía razón. No era correcto lo que te estaba haciendo, Aylin, pero no quería que sufrieras, intentaba protegerte.
Le pedí que guardara silencio. Él entendía que contarte no te haría ningún bien, pero tampoco estaba de acuerdo en mantener el secreto; sin embargo, decidió hacerlo...
Pero la renta fue un inconveniente. Ian nunca me lo contó. Supongo que no lo soportó más y por eso te sugirió (a mis espaldas) venir a visitarme.
Espero que puedas perdonarle, querida. Todo lo que hizo fue por el inmenso cariño que siente por ti y por mí. No le culpes, por favor.
Al final, sucedió lo que más temía: me viste marchitarme.
Pero si Ian no te hubiese sugerido visitarme, tal vez no hubiésemos tenido la oportunidad de abrazarnos, reír, recordar y cenar juntas por última vez. Así que, en parte, ¡agradezco su rebeldía!
Luego de mi ataque de asma, cuando me preguntaste «¿Hay algo que deba saber?», supe que me estaba equivocando. No debía ocultártelo, pero ¿qué sentido tenía contarte la verdad? Estábamos juntas. Quería que disfrutaras Fin de Año a mi lado, sin preocupaciones. Sin temor a lo que pudiera pasar. Sin temor a que no despertara al día siguiente. No quería que me vieras como una persona enferma.
Estás en todo tu derecho si quieres enojarte conmigo, pero confío en que algún día lo entenderás y me perdonarás.
Por favor, no te agobies pensando que estaba sola, porque en Ian y en su hermanita encontré el consuelo que tanto necesitaba.
Celeste me recuerda a ti. No solo por su aspecto físico, sino también por su personalidad. Es testaruda y soñadora. Perdió a sus padres cuando tenía tres años, pero posee una fuerza inquebrantable.
Aylin, sé lo difícil que puede llegar a ser la vida de un adulto. Las preocupaciones y las responsabilidades te atormentan constantemente, creando en tu cabeza una nube gris cargada de pánico e incertidumbre. Dudas de si eres capaz de superar cualquier obstáculo para llegar a ser la adulta que quieres ser. Ya no eres esa niña que solo disfrutaba de la vida, ahora eres una mujer madura con una gran responsabilidad sobre sus hombros... Pero te diré algo, Aylin: la niña soñadora que alguna vez fuiste aún vive en tu interior. Está esperando que la abraces muy fuerte y le digas que todo estará bien.
Recuerda eso que tanto te apasiona y que dejaste de lado porque perdiste la esperanza en el mundo, las ganas de soñar. Recuérdalo y lucha por ello.
No te exijas de más porque no eres perfecta, solo un ser humano que está aprendiendo y que lucha por superarse día tras día. Aprende de tus errores y deja de culparte.
No intentes ser valiente porque ya lo eres. No te sientas débil por llorar mi pérdida. Las lágrimas curan. Llora todo lo que necesites. Llora hasta sentir que lo soltaste todo, y cuando termines, límpiate las lágrimas y sonríe.
Sé que en Celeste encontrarás un apoyo. Cuando la mires a los ojos y veas el brillo que los ilumina, recuerda que tú también puedes encender el tuyo.
En Ian también lo encontrarás.
Para mi sorpresa, ambos logramos intimar rápidamente. Se convirtió en una persona muy especial para mí, ¿sabes? Admiro su valor y dedicación, pues logró criar a su hermanita incluso sin estar preparado para ello. Me ha ayudado muchísimo, Aylin. Tiene un corazón de oro. Perdónalo.
Cariño, sé que nos volveremos a encontrar algún día. Todavía podemos hacer realidad todos esos planes que tienes en mente. Créelo, por favor.
Rodéate de personas que te hagan bien y aléjate de las que no. Nunca te guardes lo que sientes. Déjate guiar por tu corazón, pero también recuerda la sabiduría que posee tu mente.
Sé que tú también tienes la fuerza de las olas.
Cuando sientas que ya no puedes más, recuerda todo lo que has soportado hasta ahora y levántate. Aunque tu corazón sangre. Verás, querida, que siempre podrás con todo.
Te prometo que siempre estaré a tu lado, al igual que tus padres y tu cachorrito. No lo dudes nunca. Recuerda que vivimos en tu corazón. La verdadera pérdida no existe.
Me encontrarás en los pasteles, en las olas y en tu canción favorita. En todas esas películas que adoras. En nuestra casa y en tus recuerdos más preciados...
Me encontrarás en donde sea que busques, Aylin. Siempre habrá vida mientras haya recuerdos.
¿Sabes por qué? Porque aunque nuestro reloj biológico se detenga, la vida no lo hace. Hay vida en todas partes...
Y el amor es sempiterno.
Vuela alto, Sueño. Sé que puedes.
Te ama y te amará siempre,
Tu Abu.
P.D: Sabes que vendí la pastelería de tus padres para elaborar y vender pasteles por mi cuenta, pues los achaques de la edad me impedían seguir manteniéndola. Gracias a Dios, he obtenido muy buenas ganancias. Las guardé en una pequeña bolsa debajo del colchón. Puedes usar ese dinero cuando lo necesites.
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