Carta al lector
Querido lector:
Imagina que eres un niño.
El mundo es un lugar en el que predomina el color. Todos sus matices, todas sus sombras y luces... Todos los colores forman parte de ese extraordinario mundo que es real en tu cabecita.
En tu realidad existen las hadas madrinas, y son capaces de convertir calabazas en majestuosos carruajes.
Existen, además, las princesas; esas jóvenes auténticas que cautivan a los demás no solo por su hermosura, sino también por su bondad, dulzura y nobleza.
En tu realidad, tus ojos son límpidos cristales que te permiten husmear en el interior de cada ser humano. E impulsado por la curiosidad, descubres que existen los monstruos, que los villanos son reales y poseen un inmenso poder capaz de destruir el planeta. No obstante, reparas también en la existencia de los héroes, esos valientes guerreros amantes de la justicia. Admiras su seguridad y fuerza, por eso crees firmemente que cualquier villano puede ser derrotado por ellos.
Sabes que el amor es capaz de erradicar el odio.
Cuando el negro manto de la noche parece envolverlo todo, no es la oscuridad tu principal foco de atención, sino esa diminuta luz resplandeciente que la hace mágica.
Crees en todos esos seres mitológicos que aparecen en tus libros de fantasía: hadas, vampiros, hombres lobo, ogros, duendes, dragones, ángeles, unicornios, sirenas, duendes... Incluso, estás completamente seguro de que cuando se te caigan los dientes, el Ratoncito Pérez depositará debajo de tu almohada una considerable suma de dinero.
Crees que al final del arcoíris hay un tesoro.
Que las nubes están hechas de algodón.
Que la Luna es de queso.
Crees en el poder de la imaginación.
Crees en los finales felices.
Crees en la magia.
Crees en el amor que se profesan tus padres antes de dormir e ignoras sus gritos a medianoche. Solo están bromeando, o eso quieres creer...
Crees también en Santa Claus y en la maravilla de la Navidad.
En el vínculo indestructible que une a la familia.
Crees en la eternidad, en las risas y en los detalles.
Crees en esa llama de esperanza que habita en tu interior y que no se apaga nunca; esa llama que te impulsa a soñar y a creer que puedes conseguir todo lo que te propongas. Puedes pisar la Luna si así lo deseas, recorrer la Tierra montado en un dragón y luchar contra gigantes de metal.
Crees en las historias que te cuenta tu madre antes de dormir.
¡Sueñas! Eres un sueño convertido en realidad.
¡Y deseas! Deseas entonces miles de cosas...
Deseas que tu mascota nunca se vaya de tu lado.
Deseas que tus papás no se separen.
Deseas que tu familia sea eterna.
¡Deseas!
Deseas que tu casa se convierta en un castillo.
Deseas que la maldad desaparezca del mundo.
Deseas volar como las hadas.
Deseas convertirte en un superhéroe.
¡Deseas!
Deseas que los deseos de todas las personas se conviertan en realidad.
Deseas el bien.
Y entre tantos deseos, te duermes.
Sueñas con un sueño.
Deseas construir una familia.
Deseas lo que quieres ser: astronauta, doctor, ingeniero, hada, pez, ave, princesa...
¡Deseas!
Puedes, puedes, siempre puedes, porque crees que tus deseos se pueden cumplir... Y porque crees en tus sueños.
En tu realidad, los sueños siempre se cumplen...
Porque en tu realidad, el amor tiene más poder que el odio y la paz es más poderosa que la guerra.
Porque en tu interior, esa llama de esperanza nunca se apaga, ni siquiera con una fuerte ráfaga de viento.
❝ ━━━━━━━⏱━━━━━━━ ❞
Ahora eres un adulto.
El mundo ya no es un lugar tan colorido. Blanco, negro y gris: tres colores predominan en el mundo.
Esa es tu realidad.
En tu realidad no existen las hadas madrinas, esas que en los cuentos son capaces de convertir calabazas en majestuosos carruajes. ¡Vaya estupidez!
¡No es real!
En tu realidad no existen las princesas. Crees que el aspecto físico es mucho más relevante que los sentimientos porque eso te ha demostrado la experiencia. Tú nunca podrás ser una princesa porque no eres hermosa y tienes muchas imperfecciones... O al menos, eso crees. Sí. ¡Las princesas son unas ilusas que creen en la magia y en los cuentos de hadas! Tampoco podrás ser un superhéroe porque no eres lo suficientemente fuerte...
En tu realidad sí existe la maldad, porque nunca logras ver a través de las capas.
En tu realidad, tus ojos, que eran cristales, ya están sucios, provocando que veas borroso. Ya no puedes husmear en el interior de cada ser humano. Sabes que existen los monstruos, que los villanos son reales y poseen un inmenso poder capaz de destruir el planeta. Sin embargo, ya no crees en la fuerza de los héroes. Consideras que esos monstruos que habitan en el interior de las personas no pueden ser derrotados por nada ni por nadie.
Sabes que el amor es un sentimiento muy fuerte, pero no es capaz de erradicar el odio, porque este último lo es más. En tu realidad, el negro también es un color, pero representa todo lo malo.
Cuando la noche abarca toda una eternidad, tú te detienes a analizar la oscuridad, no esa luz resplandeciente que la hace mágica. No descubres las estrellas ni crees en ellas. No las encuentras. Entonces, la oscuridad es fea. No forma parte de algo hermoso... Ni algo hermoso forma parte de ella.
No crees en los unicornios.
Ni en las sirenas.
Ni en El Ratoncito Pérez.
Mucho menos que al final del arcoíris haya un tesoro.
Tampoco que las nubes estén hechas de algodón.
No crees que la Luna pueda ser de queso.
No crees en el poder de la imaginación.
No crees en los finales felices.
No crees en la magia.
No crees en el amor que se profesan tus padres antes de dormir ni ignoras sus gritos a medianoche. Sabes que no están bromeando.
No crees en Santa Claus ni en la maravilla de la Navidad. Ahora el invierno es la época del año más triste de tu vida.
Tampoco crees en el vínculo indestructible que une a la familia porque has visto con tus propios ojos a miles de familias destruirse solo por avaricia.
No crees en la eternidad ni en las risas, mucho menos en los detalles. Ahora solo crees en las lágrimas.
No crees en esa llama de esperanza que habita en tu interior. Ya no puedes pisar la Luna si así lo deseas, ni recorrer la Tierra montado en un dragón, mucho menos luchar contra gigantes de metal. ¡Es imposible! ¡Los dragones ni siquiera existen!
Ya no crees en las historias que te contaba tu madre antes de dormir.
No sueñas.
Ni deseas.
Te duermes sin desear nada, pues solo luchas por sobrevivir día tras día.
No hay lugar para los sueños.
Sin embargo, mientras duermes, sueñas con un sueño.
Deseas construir una familia, pero ya no puedes.
Deseas.
Deseas lo que quieres ser: astronauta, doctor, ingeniero, hada, pez, ave, princesa...
Deseas, pero sabes que tus deseos jamás se cumplirán.
Peros, peros, siempre «peros», porque crees que tus deseos no se pueden cumplir... Y porque no crees en tus sueños.
En tu realidad, los sueños no siempre se cumplen...
Porque en tu realidad, el amor no tiene más poder que el odio y la paz no es más poderosa que la guerra.
Porque en tu interior, esa llama de esperanza ya se apagó...
No obstante, ignoras que esa llama sigue viva. Apagada, pero viva.
Está esperando que tú la enciendas.
Porque esa llama nunca muere.
Se alimenta de tus deseos, aunque no se cumplan. De tus sueños, aunque no luches por hacerlos realidad. Se alimenta de cada señal, de cada detalle, de cada instante mágico que tú no puedes ver.
Esa llama está aguardando por ti.
Esa llama de esperanza que nació en tu interior cuando eras un niño.
Esa llama de esperanza en la que dejaste de creer cuando alcanzaste la adultez porque las preocupaciones, decepciones, problemas, desilusiones, dificultades, responsabilidades y desgracias provocaron que, poco a poco, se fuera apagando.
Te confesaré un secreto: puedes encender esa llama cuando quieras.
Limpia los cristales de tus ojos, y antes de dormirte, permítete soñar.
Solo tienes que dar un pequeño paso para volver a creer... O tal vez dos, puede que tres...
¡Cruza!
Al otro lado de esa limitante línea gruesa que son tus miedos, se encuentran tus sueños, más vivos que nunca, esperando que tú los enciendas.
¡Cree en mí!
Tal vez te estés preguntando quién soy y por qué te estoy pidiendo todo esto...
Tú ya me conoces.
Soy Sueño, el Hada de los Sueños. Cada vez que un sueño muere, mis alas pierden fuerza.
Si tus sueños mueren, no podré volver a volar...
¡Ayúdame, por favor! ¡Nunca dejes de soñar!
Te quiere, Sueño.
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