Capítulo 76
—¿Cómo que no despierta? —me pregunta Ian, desorientado—. Calma, tal vez tiene el sueño profundo...
Niego con la cabeza, alterada.
¡No se trata de eso!
—¿No lo entiendes, Ian? —Se me quiebra la voz. Mis ojos cristalizados se clavan en los suyos—. Ella...
Mis manos no dejan de temblar.
Inhalo con dificultad para intentar calmarme, pero es en vano.
—Tranquila. Vamos. Subiré contigo.
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Ian invade la habitación igual de apresurado que yo.
Celeste se quedó en la sala, asustada e inquieta. Quiso acompañarnos, pero no se lo permitimos.
Ian analiza a mi abuela, quien descansa en la cama en posición horizontal, justo... como la dejé.
Me llevo las manos a la boca, aterrorizada.
Entre quejidos de dolor, intento controlar los temblores que sacuden mi cuerpo.
Mi abuela no se movió. Ella no está durmiendo. Eso solo puede significar que...
«No, no, no, por favor...».
Ian avanza hasta la cama.
—¿Ana? Vine a visitarte —dice en voz baja, dándole ligeros toques en el hombro.
Al ver que no reacciona, vuelve a repetir la frase... Pero nada.
Me mira con los ojos muy abiertos, como si acabase de hacer un descubrimiento terrible, pero tuviese miedo de compartirlo conmigo.
Hace lo mismo que yo. Le toma el pulso y verifica su respiración, después, intentando ocultar su nerviosismo con una mirada serena, me dice:
—Quédate con ella. Llamaré a una ambulancia.
Y es entonces cuando lo comprendo.
Todo mi mundo se derrumba.
«No, mi abuela no está durmiendo».
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