Capítulo 73
Celeste me abraza con una fuerza que casi me impide respirar. Me encorvo un poco para quedar a su altura.
¿No os ha pasado que veis a una persona por primera vez y sentís que la conocéis de toda la vida? Se siente como regresar a casa... ¡Y es lo que me acaba de suceder con Celeste!
«Tal vez me recuerda a la niña que alguna vez fui».
Cuando finalmente me suelta, la analizo mejor: sus ojos le hacen honor a su nombre. Su cabello rubio está recogido en un moño alto, pero algunos mechones desobedientes se escapan del mismo. Es delgada y tan mona que parece una muñequita. Luce un vestido rosa pastel, acompañado de una chaqueta gris.
—Eres muy guapa, Aylin —me halaga—. ¡Ian tenía razón!
—Tú también eres muy bonita, Celeste.
Sonrío, agradecida, pero luego proceso sus palabras.
«¿Ian qué?».
Lo miro.
Se rasca la nuca, evidentemente preocupado, y después clava los ojos en el suelo.
Ian nunca da la cara. Le falta valentía... ¡Y también un cerebro para pensar!
Carraspeo para intentar captar su atención.
Lo consigo.
Me mira. Parece apenado.
—¿Eso le dijiste, Ian? —le pregunto, juguetona—. ¿Que soy guapa?
Él tose y finge atragantarse con ve tú a saber qué.
¡Qué patético! Sin embargo, se me hace chistoso. No se le da nada bien la actuación. Me temo que no podrá interpretar a Julieta. Pobrecito.
—Eh... Bueno. —Se encoge de hombros.
¿Bueno?
—¿Bueno qué?
—Estoy yo —bromea.
«Payaso».
—¡Sí! ¡Él lo dijo! —interviene Celeste, eufórica—. «Aylin es una chica muy guapa, linda, hermosa y carismática. Te agradará, ya lo verás» —dice, intentando imitar el tono de voz de su hermano.
Suelto una carcajada, pero luego miro a Ian y mi buen humor desaparece. Me da lástima. Creo que acaba de conocer el significado de la traición, pues le dedica a Celeste una mirada de «traicionera» que me asusta. ¡No quiero ser la causante de un conflicto familiar!
Celeste se ríe.
O le gusta provocar a Ian, o entiende perfectamente el lenguaje de su hermano y sabe que está bromeando.
—Venga ya, Celeste, yo no dije nada de eso. —Le guiña un ojo con fracasado disimulo.
Piensa que soy estúpida y no me daré cuenta de sus artimañas. Pobre iluso.
—¡Sí lo dijiste! —reafirma Celeste, cruzando los brazos con inconformidad—. ¡No mientas, hermano!
—¡Vale! ¡Como tú digas, patrona! —Ian bufa y Celeste asiente con la cabeza, conforme.
¡Lasañas! Me acaba de quedar claro quién manda en esa casa.
No puedo evitar reírme. Celeste tiene un carácter bastante fuerte. Podría ser una reina e Ian, su esclavo.
¡Oh! Sería muy agradable verle como un siervo, arrodillado frente al pequeño trono de su hermana.
—Podéis entrar —les digo.
Celeste ya se encuentra dentro de la casa, pero Ian sigue parado en el umbral de la puerta como una estatua.
Dicho esto, me dirijo la sala con Ian y Celeste pisándome los talones, aunque supongo que no tengo que guiarles. Esta era su casa, conocen el camino a la perfección.
A mis espaldas, los hermanos no paran de parlotear. Al parecer piensan que yo soy sorda y no les puedo escuchar, pero se equivocan.
«Mis oídos están bastante sanos».
—¡Me hiciste quedar mal! —se queja Ian.
—¡No es mi culpa! Le estabas mintiendo y no lo podía permitir. Me has enseñado que las mentiras no son buenas.
Sonrío.
«Creo que lo estoy haciendo bien».
Me alegra comprobarlo.
—Lo sé, pero era una mentira piadosa... —se justifica Ian.
Celeste resopla.
—Aun así. ¡Admite de una vez que la amas!
—¡Celeste! Calla, te puede estar escuchando...
Pues claro que los estoy escuchando. ¡No soy sorda!
Menudo par.
Esperad, ¿Ian me ama? Imposible, casi ni me conoce...
—No la amo, aún es muy pronto para eso... —Silencio—. Pero debo admitir que me atrae bastante.
¡Oh!
«¿Le atraigo?».
Las mejillas comienzan a arderme.
—En otras palabras: la amas. —A Celeste se le escapa una risita pícara—. ¿Adiviné?
—Ya que quieres jugar a las adivinanzas, adivina quién no cenará espaguetis esta noche —dice Ian, vengativo—. ¡Exacto! ¡Tú!
—¡Hermano! No me hagas esto, por favor. ¡Solo fue un comentario! —replica la niña.
—Para que aprendas a...
Cuando llegamos a la sala, me aclaro la garganta para que dejen de discutir.
Ellos clavan sus ojos en mí, apenados, y después se miran como dos niños pequeños que acaban de cometer una travesura y están a punto de culparse entre sí para evitar el castigo de su madre.
—Tomad asiento —les pido.
Lo hacen, aún avergonzados.
—Iré a buscar a mi abuela. Estaba durmiendo, pero lo más probable es que ya haya despertado...
—No es necesario, Aylin. Podemos esperar o visitarla otro día. No la molestes.
—No te preocupes, Ian. Quiero verificar de todas formas.
Él asiente con la cabeza.
—¡Sí! Quiero saludar a la señora Anastasia —se entusiasma Celeste.
—De acuerdo. Enseguida regreso.
Subo los escalones que conducen al piso de arriba de dos en dos.
Cuando me encuentro frente a la habitación de mi Abu, me percato de que la puerta permanece cerrada, tal y como la dejé. La entreabro con sigilo y miro a través de la rendija.
Me abuela sigue durmiendo y no parece haberse movido desde que abandoné la habitación.
¡Vaya! Realmente estaba cansada.
No quiero despertarla. Esperaré un rato más...
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☕ N/A:
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📢 Pregunta: ¿Qué piensas de Celeste? ¿Te agrada? ¿E Ian? ¡Ahora conoces mejor sus actitudes! Ja, ja. Te leo. 👀
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Nos vemos en la próxima actualización. <3
Abrazos virtuales,
L. P. L. 🖤✨
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