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Capítulo 72

A ver, Ian es mi vecino, pero no esperaba su visita.

—¿Qué pasa? ¿Tanto te asombra verme? —me pregunta con una sonrisa de medio lado.

No sé cómo reaccionar. El simple hecho de mirarle a los ojos, me avergüenza.

Vamos, Aylin, tú puedes. ¡No me decepciones.

De acuerdo. Olvidaré la confesión de ayer.

—N-No —tartamudeo.

Ya me decepcionaste.

—Querías charlar personalmente, ¿no? ¡Pues aquí me tienes!

«Sí, ya...».

Con disimulo, alzo un poco la vista para verle mejor.

Me percato de que su cabello sigue acomodado en perfectas y castañas ondulaciones, como la primera vez que le vi; solo que, en esta ocasión, lo analizo más detalladamente y advierto que algunos mechones son de un castaño tan claro que fácilmente se puede confundir con cobrizo.

«Un cabello muy bien cuidado, debo admitirlo. Me pregunto qué champú usará...».

Por otro lado, la deliciosa fragancia que desprende me indica que, al igual que yo, se acaba de duchar.

—Aylin, por favor... —comienza a decir, burlón, intentando ocultar una sonrisa—. Si me vas a vacilar, al menos, disimula.

Me atraganto con mi propia saliva.

¡Lasañas! Ni siquiera sé disimular.

«Tierra, te lo suplico, trágame ya».

—¡No te estaba vacilando, cretino! —me defiendo—. Estaba mirando eso que... traes ahí.

En sus manos sostiene una caja rectangular.

«¿Qué será?».

No le voy a preguntar para que no piense que soy chismosa.

—Ah, ya, claro. —Una sonrisa socarrona aparece en su rostro.

No se lo creyó.

—No esperaba tu visita. —Me cruzo de brazos—. ¿Acaso te dedicas a ir de puerta en puerta todas las mañanas para desearles los «buenos días» a los vecinos? —le pregunto, divertida.

—Puede ser. —Se encoge de hombros—. Así que deberías sentirte especial, eres la primera persona a la que visito. Y además, traje este suculento pastel elaborado por mí mismo. —Me entrega la caja.

¿Escuché bien?

¿Pastel? ¡Pastel!

Sonrío, entusiasmada, pero luego recuerdo que Ian me está mirando. Pensará que me hizo feliz y eso le subirá el ego...

Dejo de sonreír y lo miro con indiferencia.

—Vale, gracias. —Agarro la caja con cuidado.

¡Pesa!

Ya quiero descubrir de qué es el pastel, pero no puedo levantar la tapa delante de Ian o creerá que soy una desesperada.

Rápidamente, añado:

—Lo llevaré adentro.

No permito que me responda, pues me dirijo como una flecha hacia la cocina. Coloco el pastel encima de la encimera y levanto la tapa. Un delicioso olor a fresa deleita mis fosas nasales.

¡Vaya! ¡Adoro el pastel de fresa!

No debería probarlo. Es de mala educación, sobre todo porque Ian está esperando en el umbral de la puerta y ni siquiera le he invitado a pasar.

¡Pero me siento tentada y me suenan las tripas!

Incluso las fresas del pastel parecen haber cobrado vida y me miran con una carita de «¡pruébame!» que me conmueve.

Nada malo sucederá si pruebo un poco de merengue, ¿verdad? Tampoco es un delito. No me comeré todo el pastel, solo la puntita para probarlo...

«¿Lo hago?».

¡Ay, a la mierda!

Me enjuago un dedo en el lavaplatos (porque primero está la higiene) y después lo adorno con un poco de merengue. Me lo llevo a la boca y lo pruebo.

¡Está delicioso! No sabía que Ian tenía estas habilidades culinarias... Aunque teniendo en cuenta que se ha visto en la obligación de vivir solo con su hermana, seguramente se las tuvo que apañar para aprender a cocinar. De igual forma, como tiene bastante dinero, pensé que había contratado a una cocinera... Pero creo que me equivoqué.

Estoy sorprendida, al parecer no es tan vago como pensaba.

Por otro lado, me quema la envidia.

«Yo nunca he podido elaborar un pastel tan bonito como este».

Con una mueca de lástima, cierro la tapa de la caja y la guardo en el frigorífico, después regreso a la puerta.

Le sonrío a Ian como quien no quiere la cosa para que no sospeche que corrí a devorar el pastel como toda una muerta de hambre.

Él me mira con diversión.

«¿Qué pasa? ¿Tengo algo?».

—Ehm... Aylin. —Carraspea—. El pastel era para tu abuela, pero ya veo que le metiste mano.

Ay.

«¿Para mi abuela? ¿Y yo?».

Vaya, ¡menuda decepción!

En fin, tampoco quería el pastel de Ian. Los hay mejores. A nadie le importa su pastel mal elaborado. Ojalá mi abuela lo disfrute. Menos mal que no comí mucho merengue, solo un poquito.

Aunque dudo que a mi abuela le moleste compartir conmigo... Pero como ya os dije: no me interesa el pastel de Ian.

Ya no quiero nada. Si él dice que es para mi abuela, entonces así es y punto.
  
—Te equivocas. No le metí mano —le respondo, frívola.

Él alza una ceja. Se le nota en la cara lo mucho que se está divirtiendo.

Claro, ya me divertiré yo cuando agarre el pastel y se lo tire a la...

—Ah, ¿no?

Niego con la cabeza.

—No.

Suelta una risita.

—¿Segura?

Sip. Segura. —Le sonrío con falsedad y apoyo la cabeza en el marco de la puerta, encima de mi antebrazo.

—Uhm... Entonces, ¿cómo explicas esto? —Ian se señala las comisuras de los labios.

No entiendo.

—¿Qué?

—Aquí. Tienes merengue. —Se da golpecitos en el mismo lugar.

—Ah, yo... —Con disimulo, intento limpiarme el merengue—. Solo lo probé. Necesitaba comprobar que no le habías puesto veneno.

—¿Yo? —pregunta Ian, indignado, señalándose con un dedo—. ¿Me crees capaz de hacer tal cosa?

—¡Pues no lo dudo! Sería una muy buena venganza por la paliza que te di.

—No soy un hombre vengativo...

—Claro.

—...a diferencia de ti. Tienes el corazón negro, el alma oscura... —añade después con dramatismo.

—Por supuesto que no. Tú eres quien tiene el corazón negro —contraataco—. De hecho, creo que ni corazón tienes. Dijiste que el pastel era para mi abuela luego de que...

Ian me interrumpe para soltar un grito de victoria.

Me sobresalto.

—¡Hala! Así que era eso. —Chasquea los dedos—. Estás resentida porque no te regalé el pastel.

—¡Incorrecto! No me interesa tu pastel. Además, al merengue le falta azúcar. ¡Se nota que no sabes cocinar!

A lo mejor me crece la nariz, pero tenía que defenderme.

—Uhm... El merengue —musita Ian.

—¿Qué dices?

—Que sigues manchada de merengue.

Tch. —Me limpio de nuevo, pero esta vez con más brusquedad.

—No, lo estás haciendo mal. Es aquí...—Ian acerca su mano a mi boca para intentar limpiarme, pero yo se la aparto de un manotazo.

—¡Oye! ¿Por qué me golpeas? ¡Solo quería ayudarte! —se escandaliza.

—¡Pues no necesito tu ayuda! Jamás permitiré que me toques. —Me limpio las comisuras de los labios, exaltada.

Espero que, en esta ocasión, sí hayan quedado limpias.

—Está bien, como sea —dice Ian, indiferente.

—Vale. Entonces... Ehm... ¿El pastel no era para mí?

Quiero aclarar el asunto.

Nop, no era para ti.

—Okay.

—¿Ves que sí estás interesada en degustar mis delicias culinarias? —se mofa Ian con una sonrisa ególatra.

—¡No! Solo te pregunté.

Él asiente con la cabeza.

—Si tú lo dices.

Intento hacer una mueca de indiferencia, pero el resultado es un feo mohín.

—Que era una broma, listilla —confiesa Ian al notar mi expresión de niñita enojada—. Por supuesto que también es para ti, pero a tu abuela le encanta el pastel de fresa. Intenta, al menos, dejarle una porción. ¡No te lo devores todo!

—Como tú digas. —Me encojo de hombros—. Tampoco tengo tanto interés en comérmelo.

Ian abre la boca, dispuesto a decir algo, pero la cierra de inmediato.

—De acuerdo. —Es lo único que dice.

Ve tú a saber qué barbaridad me iba a decir...

—¿Quieres saludar a mi abuela? Si lo deseas, puedes pasar y tomar asiento. Iré a buscarla...

—Sí, quiero saludar a Anastasia; pero primero... —Sonríe de oreja a oreja—. Tengo una sorpresa para ti.

¡Lasañas!

—¿Sorpresa?

¿Qué será? ¡Ojalá sea otro pastel!

—No es otro pastel, para que ni te emociones —me dice Ian—. En el que te entregué gasté los últimos huevos que me quedaban.

«Mierda».

—Entonces ¿qué es? —pregunto con curiosidad.

Ian no responde, solo se lleva dos dedos a la boca y silba.

Instantes después, una niña hace su aparición. Mi vecino se hace a un lado para que yo la pueda ver.

Los ojos claros de la pequeña me analizan con curiosidad y emoción.

Me dedica una sonrisa radiante.

Se la devuelvo.

«Lasañas, pero si es...».

—¿Celeste?

—¡Aylin!

Se le escapa una risita alegre y, como si yo fuera una vieja amiga a la que lleva mucho tiempo sin ver, corre para abalanzarse sobre mí.

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N/A:

¡Hola! ¿Qué te pareció este capítulo? Me divertí mucho escribiéndolo. Ian tiene actitudes infantiles, pero creo que Aylin le gana, ja, ja. ✨🖤

¡Por fin apareció Celeste! :D 🌠

¡Gracias por leer! No olvides votar y comentar si te gustó. Me ayudarías muchísimo.

Nos vemos en la próxima actualización. <3

Abrazos virtuales,

L. P. L. 🖤✨

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