Capítulo 71
Poco a poco, la claridad invade cada rincón de la habitación.
Abro los ojos con lentitud.
Despierto tranquila, pero un poco alarmada.
Lo recuerdo. Soñé con cenizas que, luego de un tiempo, eran esparcidas por una fuerte ráfaga de viento y danzaban en el aire hasta convertirse en una radiante ave fénix; luego aparecía mi abuela, sonriente.
Sé que el fénix significa un renacimiento y, casualmente, tiene relación con mis últimos pensamientos de ayer; sin embargo, no le doy mayor importancia.
Casi por instinto, miro a mi lado.
Me relajo.
Mi abuela sigue acostada, durmiendo plácidamente. Parece una niña pequeña.
Sonrío, aliviada.
«Se encuentra bien, Aylin. Relájate».
Considero la opción de despertarla para verificar su estado de salud, pero descarto esa idea rápidamente. Sería muy egoísta de mi parte.
Con cuidado, aparto la colcha y me levanto de la cama para tomar agua. Necesito refrescarme.
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Enciendo las luces de la cocina y miro el reloj de pared. Son las nueve de la mañana. Es un poco tarde para mí, pues soy una persona madrugadora.
Abro el frigorífico y en un vaso de cristal vierto un poco de agua fría. Me la tomo con rápidos sorbos.
Se me ocurre la grandiosa idea de prepararle el desayuno a mi abuela. ¡Quiero darle una sorpresa!
«¿Qué puedo cocinarle? Huevos fritos, tal vez...».
Pero primero tomaré una ducha. Siento mi cuerpo pegajoso y tengo migraña.
Devuelvo el vaso a su lugar y, con un suspiro, me dirijo al baño.
¡Nada mejor que una ducha fría para calmar los nervios!
Lo sé, debido al descenso de las temperaturas no es muy recomendable, pero estoy acostumbrada a hacerlo cada vez que necesito relajarme.
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Cuando termino, me visto con un mono deportivo negro y un abrigo de chándal. Un gracioso gorrito navideño cubre mi cabeza y guantes cortos protegen mis manos.
Ahora sí estoy lista para cocinar.
¡Manos a la obra!
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No soy tan buena en la cocina como mi abuela, pero me defiendo.
Aún recuerdo la primera vez que cociné. Mi Abu me enseñó. Ella me estuvo guiando mientras me leía su libro de recetas... Pero todos mis esfuerzos fueron en vano: el olor a quemado no tardó en inundar la cocina. ¡Se me habían achicharrado las croquetas!
Pero bueno, me esforcé.
Luego de ese pequeño accidente no desistí, y gracias a tardes de práctica, tutoriales de YouTube y mucha dedicación, finalmente logré preparar algunos platillos sin correr el riesgo de quemar la cocina.
Ahora no diré que soy una profesional, pero he mejorado muchísimo y estoy orgullosa de mí misma.
Y por eso, queridos lectores, nunca os rindáis. Aunque se os quemen varios huevos en el camino. Vale más huevo quemado que huevo sin cocinar...
Estoy pensando estupideces. Culpo al hambre.
Abro el frigorífico en busca de algún alimento para cocinar cuando escucho el timbre de la puerta.
Coloco el huevo que había agarrado en su sitio y cierro la nevera de mala gana.
«Pero ¿a quién se le ocurre visitarnos a esta hora de la mañana?».
Lo sé, los habitantes de este barrio son personas muy... enérgicas.
No soy una persona deportiva, pero en Big Land solía levantarme temprano en algunas ocasiones para ir a caminar al parque más cercano. Era un lugar muy bonito y transmitía demasiada paz. No obstante, mi humor no es el mejor cuando tengo que realizar alguna actividad física por obligación...
Por ejemplo, ir a abrir la puerta.
Me froto la cara casi por instinto. ¡Tengo sueño! A pesar de haber hecho mi mayor esfuerzo para que la ducha me reanimara, fue una labor bastante complicada. La imagen del ave fénix aún circula por mi mente.
Me aliso el cabello con una mano y abro, esperando ver el rostro de algún vecino, pero...
—¿Tú?
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☕ N/A:
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📢 Preguntas:
1- ¿Quién crees que llamó a la puerta?
2- ¿Sabes cocinar? ¿Cómo aprendiste? ¡Cuéntame alguna anécdota graciosa! xD 🍽️
¡Gracias por leer! No olvides votar y comentar si te gustó. Me ayudarías muchísimo.
Nos vemos en la próxima actualización. <3
Abrazos virtuales,
L. P. L. 🖤✨
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