“El tiempo se vuelve sigiloso cuando se le reclama por los vestigios que deja a su paso.”

—Charly Sanz.

La puerta que da acceso a la habitación de mi abuela se encuentra entreabierta. Considero la opción de entrar, pero no quiero invadir su privacidad, así que opto por dar ligeros golpes en la madera.

No obtengo respuesta alguna.

Comienzo a preocuparme. ¿Le habrá sucedido algo?

«Aylin, no seas tan pesimista. Seguro está durmiendo...».

—¿Abuela? —la llamo.

Silencio.

—Pasa, querida. —Escucho después.

Suspiro, aliviada.

Entro con cautela.

Mi abuela está sentada frente a un escritorio. En sus manos sostiene lo que parece ser un sobre. Una pluma descansa en la mesa.

Me mira con atención.

—¿Te interrumpo? —le pregunto.

—No, para nada. Solo... estaba escribiendo. —Agita el sobre—. Esto es muy importante, Aylin. ¿Puedo pedirte un favor?

Asiento con la cabeza.

—Necesito que, en caso de sucederme algo, abras este sobre. —Me indica en voz baja.

—¿Algo? ¿Qué podría sucederte? —pregunto con inquietud.

Un nudo se forma en mi estómago.

Mi abuela niega con la cabeza.

—Nada, Aylin, pero la edad no perdona. En algunas ocasiones olvido ciertas cosas. A eso me refiero. Quiero que, en caso de olvidar en donde lo guardé, me lo recuerdes —explica.

«¿Será cierto?».

—Está bien... —acepto, poco convencida.

—Mira, lo guardaré aquí. —Se levanta para dirigirse hacia el mueble en el que encontré el inhalador y lo guarda en la primera gaveta.

—Vale. No lo olvidaré.

La curiosidad me está matando...

«¿Qué habrá en ese sobre?».

—Ahora dime, ¿necesitas algo? —me pregunta mi Abu, acercándose a mí—. Pensé que ya estabas dormida.

—No, yo... —Carraspeo, luego suspiro—. No puedo evitar sentirme sola en esa habitación tan grande.

Ella asiente con la cabeza, comprensiva.

—Te entiendo. La mía no es tan amplia como la tuya, pero aun así, hay vacíos que no se pueden llenar...

Entonces, comprendo lo sola que debe de haberse sentido mi abuela durante mi ausencia.

Sonrío con tristeza.

—¿Quieres que te haga acompañía? —me ofrezco.

—Oh, vale. —Asiente con la cabeza, pensativa—. La cama es bastante grande, cabemos las dos.

—Perfecto —digo con una sonrisa.

Cuando el mueble queda listo para ser utilizado, nos acomodamos.

Mi abuela tenía razón: cabemos perfectamente.

Cubro mi cuerpo con la colcha. ¡Ahora sí estoy calentita!

Me giro para ver a mi Abu. Ya está preparada para dormir y me mira con ternura.

 Un recuerdo me asalta.

—¿Recuerdas cuando le temía a la oscuridad?

—Sí, te costaba conciliar el sueño...

—Y corría a tu habitación para preguntarte si podía dormir contigo.

Mi Abu sonríe al recordarlo, y yo la sigo.

Mi miedo a la oscuridad desapareció con el transcurso del tiempo, pero le cedió su turno a uno más feroz...

Ahora me aterra perder a mi abuela.

Temo por su salud.

¿Realmente hice lo correcto al abandonar Leafy Earth luego de la muerte de mis padres? Tal vez debí quedarme a su lado e intentar superarlo todo, no huir como una cobarde...

—Abuela, lo siento muchísimo... —me disculpo, al borde de las lágrimas.

Ella me dedica una mirada cargada de incomprensión.

—¿Por qué, mi cielo?

—Por abandonarte...

Niega con la cabeza.

—No lo hiciste.

—¡Sí! Huí con la intención de escapar del dolor, pero fue una estupidez... ¡Me persigue a todas partes!

Decidí no volver a mirar al dolor a los ojos con la esperanza de que, tal vez, así desaparecería; pero no lo hizo.

—Deja de culparte, Aylin. No me abandonaste. Necesitabas tiempo.

Mi abuela siempre consigue hacerme sentir mejor con sus palabras. Es algo que le agradeceré eternamente; sin embargo, la culpa no desaparece.

—Aun así... —Suspiro.

Tal vez solo deba confiar...

Confiar plenamente en que mi abuela y yo podremos recuperar todo el tiempo que perdimos.

Confiar en que recibiremos, sonrientes, muchos años más. Seguiremos viendo películas graciosas, disfrutaré de todos los manjares deliciosos que sabe preparar, admiraremos el nacimiento del Sol y convertiremos la noche en un festival de estrellas, reviviremos recuerdos y compartiremos inolvidables anécdotas, reiremos, lloraremos y bailaremos al compás de esa armoniosa melodía llamada «vida».

Sí, me equivoqué; pero es momento de superar el pasado y mirar al futuro con esperanza, a pesar de la incertidumbre.

Es momento de abrazar el presente.

Todo será distinto a partir de mañana. Con el recuerdo de mis padres viviendo en los lugares más nostálgicos de mi memoria, intentaré seguir caminando. Tengo a mi abuela a mi lado para guiar mis pasos. Nos tenemos. Lo superaré todo.

Estoy preparada para iniciar una nueva vida, comenzar desde cero.

«Tal vez pueda reconstruir mi sueño, e incluso crear uno nuevo...».

—¿Puedo apagar la luz? —me pregunta mi abuela.

Asiento con la cabeza.

Si pude superar ese miedo, estoy segura de que podré superar los otros...

La habitación queda a oscuras cuando mi abuela apaga la lamparita de noche y luego, sin previo aviso, me agarra la mano y la aprieta dos veces. Ya conozco el significado de ese gesto.

Su tacto me brinda protección y me confirma que permanece a mi lado.

—¿Por qué crecemos, abuela? —le pregunto en un susurro. Sus ojos se están cerrando.

—Forma parte de la vida, Aylin —me responde—. Sin embargo, hay algo que nunca envejece, solo evoluciona a medida que adquirimos experiencia.

—¿Qué es?

—Nuestras almas —dice—. Crecer no significa olvidar, querida. Recuérdalo siempre.

«Crecer no significa olvidar».

«Entonces ¿por qué insistes en olvidarme?», se pregunta una vocecita en mi interior.

«No lo sé, Sueño».

—Te amo, Aylin. Pase lo que pase, nunca lo olvides. —Es lo último que dice mi abuela antes de quedarse dormida.

—Yo también te amo, Abu.

Mañana...

Mañana será otro día. Una nueva oportunidad para seguir descubriendo el verdadero significado de la felicidad...

      Pero olvidaba que yo no era dueña del tiempo.

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