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Capítulo 68

“Todos los niños nacen artistas. El problema es cómo seguir siendo artistas al crecer.”

—Pablo Picasso.

Estoy preparada para levantarme de la butaca cuando el teléfono suena de nuevo.

Ay, no. ¿Será Ian otra vez? Debe de querer una explicación...

Me muerdo las uñas.

«¿Qué hago?».

Preparada para afrontar las consecuencias de mis actos, descuelgo.

—¿Hola?

Aylin...

Sí, yo soy Aylin...

«¿O Sueño? ¿Quién soy realmente?».

—Soy Sueño —miento con los ojos entrecerrados y la voz ñoña.

¿Sueño? Oh, lo siento. Creo que me equivoqué de número...

¿Y si le digo que sí e invierto la situación para que ahora sea él quien me llame, desesperado, y no logre comunicarse conmigo?

Nah, no tengo energía para gastar en bromas.

—Dime, Ian. Soy Aylin —le aclaro.

¡Ah! Pensé que me había equivocado. Es que dijiste...

—Sueño.

¿Quién es? —interroga, curioso.

Suspiro.

Sueño...

¿Cómo un personaje ficticio puede hacerme sentir emociones tan reales?

—Es un hada —digo, evitando darle muchos detalles.

¿Un hada? ¿Crees en las hadas? —me pregunta Ian en un tono de voz divertido, mas no burlón.

«¿Creo en las hadas?».

—¡Las hadas son seres maravillosos! Además de ser protectoras de la naturaleza, pueden atravesar cualquier obstáculo material. Vuelan y son sensibles... ¡Aunque también se ofenden fácilmente! —le expliqué con mucho entusiasmo a Evelyn, mi mejor amiga.

—¡Como tú! —respondió ella, luego de soltar una carcajada burlona.

—¿Qué? ¿Dices que me ofendo fácilmente? ¡No escuchaste nada de lo que te dije! No volveré a hablar contigo. No crees en las hadas. ¡Adiós!

Se me escapa una carcajada.

«Sí que me ofendía fácilmente...».

¿Ofendías?

«Bueno, conjugaré el verbo en presente».

¿De qué te ríes, Aylin?

Cambio de humor drásticamente. No quiero ponerme sentimental.

—De nada —respondo con seriedad.

Entonces ¿crees en las hadas? —insiste.

¿Por qué le interesa tanto conocer la respuesta? ¡Es una estupidez!

—Antes...

¿Antes?

«Cuando creía en la magia».

—Sí, cuando era niña.

¿Y ahora no?

No, ¿tú sí? —le pregunto, indignada.

Ian aplaude. ¹

Suelto un bufido.

—¿Por qué crees en las hadas? ¿Has visto alguna?

—Yo no creo en las Hadas, Aylin —me dijo Tobías, negando con la cabeza y mirándome como si yo estuviera loca.

—¿Por qué, Tobías? ¡Las hadas existen! ¡Créeme! —intenté convencerle.

—Nunca he visto una.

—¡Yo soy una!

Sí, pero de mentirita.

Eso me dolió; sin embargo, no desistí.

—¿Solo por eso no crees en ellas? ¡Entonces tampoco puedes creer en el aire porque no se ve!

—No lo veo, pero lo siento. Por eso sé que existe.

Era cierto.

—Uhm... —planeé algo—. Haré que creas en las hadas, Tobías. ¡Ya lo verás!

Y luego de muchos intentos fallidos, lo conseguí.

No —responde Ian—, pero Celeste me repite constantemente que, si no creo en ellas, morirán.

«No puede ser...».

—O sea, crees en ellas porque no quieres ser un asesino de haditas, ¿es eso? —le pregunto, divertida.

No —contesta—. Creo en ellas porque mi hermana cree, y no quiero desilusionarla diciéndole que no existen.

«Vaya, eso es tan... tierno».

—Oh, Ian... —susurro, conmovida.

Se me encoge el pecho.

Creo que Ian, más que un idiota, es el mejor hermano del mundo.

—Quieres mucho a tu hermanita, ¿verdad?

Muchísimo. Es mi vida —afirma con dulzura.

Sonrío.

Lo imagino. Sus padres murieron. Celeste es su única familia y, seguramente, intenta protegerla a toda costa.

—Debe de haber sido difícil...

¿Qué?

—Cuidarla. Velar por su seguridad cuando tus padres... —No termino la frase—. Toda la responsabilidad cayó sobre tus hombros. —Me interrumpo, luego continúo hablando—: Tal vez dejaste de lado sueños, proyectos, metas, planes...

No sé si Ian quiera desenterrar esos recuerdos tan dolorosos para él, así que, si desvía la conversación, lo entenderé.

Sí, fue muy difícil... —admite— pero estoy orgulloso, ¿sabes? —añade después con una pizca de alegría en su voz—. Celeste todavía es una niña, pero he podido sacarla adelante hasta ahora... —Deja escapar un suspiro de alivio— y eso me reconforta. Creo que lo estoy haciendo bien.

—Estoy segura de que lo estás haciendo bien, Ian.

Gracias, Aylin.

—Ian...

—Dime.

¿Cuál es tu sueño?

Sé que la pregunta está fuera de lugar, pero esa parte de mí que se interesaba por los sueños de los demás aún no ha muerto. A pesar de creer que no todos pueden cumplirse, quiero saber si Ian tiene alguno.

¿Mi sueño? —me pregunta, extrañado.

—Sí. ¿Tienes algún sueño? Ya sabes, algo que desees cumplir desde lo más profundo de tu corazón...

«Ay, no, ¡qué cursi!».

¡Sí!

Vaya, lo afirmó con tanto entusiasmo... Debe de ser un sueño muy importante para él.

—¿Me quieres contar?

¡Sueño con ganarle a mi hermana en el juego Piedra, Papel o Tijeras!

No sé para qué pregunto.

—Hablaba en serio, idiota —le digo, enfadada.

Vale, lo siento... —Carraspea—. Sí, tenía un sueño —confiesa.

Sé que el empleo del verbo «tener» en pretérito imperfecto no significa nada bueno.

—¿Tenías?

Sí.

—¿Por qué?

Ya no tiene mucho sentido... —Silencio—. No creo que pueda cumplirse.

Siento el impulso de pronunciar en voz alta el monólogo de Sueño para incitarle a luchar por su sueño, pero no lo hago. Sería muy hipócrita de mi parte.

—¿Me puedes decir cuál es? Si no te incomoda, claro.

De acuerdo —dice. Creo que está dispuesto a hablar—. Te parecerá un poco extraño, pero en mi adolescencia y temprana juventud era un romántico empedernido —confiesa casi en un susurro—. Creía en el amor verdadero, el destino, la magia, los detalles...

Nunca lo imaginé. Desde que conocí a Ian, lo he visto como un troglodita... Aunque no puedo ignorar el hecho de que, en ocasiones, ha sacado a relucir su lado tierno y cariñoso. Por ejemplo, cuando habló de su hermana.

—¿De verdad?

De verdad.

—Vaya...

Me enamoré perdidamente de una chica. Éramos compañeros de clase. No tenía ojos para nadie más, Aylin. Y a pesar de que parecía anticuado, le escribía poemas, le regalaba flores, le dedicaba canciones... —Suspira—. ¡En fin! Todo ese tipo de cursilerías que, en estos tiempos, ya están muy pasadas de moda.

Es cierto. Hoy en día esos pequeños detalles pasan inadvertidos.

Con bastante esfuerzo logré ganarme su amistad y luego, su amor. Estaba completamente seguro de que era mi alma gemela y, a pesar de ser jóvenes, sabía que era la persona con la que quería compartir mi vida... —Se interrumpe, después prosigue—: Ya sabes: casarnos, tener hijos, envejecer juntos... Sé que era precipitado, pero no podía evitar soñar despierto.

—¿Y qué sucedió?

Mi sueño era encontrar el amor verdadero... Y sentía que lo había encontrado.

«Algo muy malo debe de haber sucedido».

—¿Pero...?

Mi sueño se quebró en pedacitos cuando descubrí que me engañaba con otro hombre —termina de contar con voz firme, pero amarga.

«Lasañas...».

—Lo siento mucho, Ian... —Es lo único que puedo decir para intentar consolarle.

Me pidió perdón. Me juró que solo había sido un desliz, que no se repetiría... Pero Aylin, mi corazón estaba destrozado. Aun así, la perdoné porque, a pesar del daño, la amaba; sin embargo, nunca volvimos a estar juntos. Ya no podía confiar... —Asiento con la cabeza. Es comprensible—. Luego de terminar los estudios no volví a saber de ella, y poco tiempo después sucedió el accidente de mis padres.

¡Qué horrible!

Mis prioridades cambiaron de un momento a otro. Dejé de lado esa faceta romántica para centrarme en lo que realmente importaba: criar a mi hermana. Todo ese amor que tenía guardado para entregar, lo deposité en Celeste.

—Creo que puedo entenderlo...

No me cuesta imaginar lo difícil que debe de haber sido para Ian superar la traición de su novia.

¿Y tú? ¿Tienes algún sueño?

Mi corazón se acelera y un nudo se forma en mi garganta. ¿Le revelo mi sueño? Va en contra de las normas de las hadas...

¡Bah! ¿Qué normas? ¡Eso ni siquiera existe!

«Mira que soy estúpida».

De igual forma, Jayden y Thomas ya lo saben.

—Sí, pero al igual que el tuyo, se quebró en pedacitos.

Puedes contarme.

Tomo aire y le digo casi en un susurro:

—Soñaba con crear una familia.

¿Ser madre?

—Algo así... Pero más bien, que mi familia estuviera completa —le explico—. Que mis hijos conocieran a sus abuelos y a su bisabuela... —Se me quiebra la voz—. Quería compartir anécdotas y experiencias con ellos, crear hermosos recuerdos... —Me interrumpo—. ¿Sabes? De niña siempre afirmaba que tendría una hija y que mi madre le pondría el nombre —añado después.

Silencio.

—Quería que mi abuela le enseñara a cocinar y que mi padre la protegiera, como hacía conmigo...

Intento contener las lágrimas.

Mi madre no le pondrá el nombre.

Mi padre no la protegerá.

Y mi abuela...

«Fue momentáneo. Tranquila. Estaré bien».

Ojalá sea cierto.

Lo siento... —dice Ian. Noto una pizca de tristeza en su voz.

No quiero que sienta pena por mí.

—No te preocupes. Estoy bien —le afirmo.

Sabes que no estás bien.

«Guarda silencio».

El hada Sueño tiene alguna relación con los sueños, ¿verdad?

—Es una larga historia...

«Demasiado larga».

Y quieres dormir. Lo entiendo.

—Sí, tengo sueño, pero... —«Necesito desahogarme»—. Quiero hablar.

Bien. Puedes hacerlo. Te escucharé con atención.

Intentando ser lo más breve posible, le cuento lo que considero necesario y, cuando finalizo, él me dice:

He oído hablar de esa compañía, pero nunca la he visitado.

—Es hermosa.

Sería genial, ¿no? Irnos a vivir ahí...

A ver, la consideraba mi segunda casa, pero creo que sería un poco precipitado irme a vivir ahí.

—¿A la compañía? —le pregunto con extrañeza.

No, al país de Nunca Jamás —me aclara.

¡Ah!

—Supuse que habías leído Peter Pan cuando aplaudiste.

Celeste me pide que se lo lea todas las noches. ¡Ya estoy harto de lo mismo! —exclama, frustrado—. Hace unos días incluso soñé que escapaba de mi casa volando, ¿puedes creerlo? ¡Lo peor de todo fue que desperté en el suelo! Aylin, nunca vueles en un sueño, por favor... —me aconseja.

Se me escapa una carcajada bastante sonora al imaginarme a Ian disfrazado de Peter Pan, sobrevolando Leafy Earth con una sonrisa de júbilo en el rostro.

Así que mis desgracias te causan gracia, ¿eh? —me pregunta, indignado.

«Vaya, ¡hasta rimó!».

—Lo... —Me cuesta hablar. La risa me lo impide— siento... —termino de pronunciar cuando me recompongo.

Es un regalo del cielo reírme así, luego del día tan complicado que tuve.

Aylin. —dice Ian. Ya no lo noto tan indignado, incluso parece aliviado.

—¿Sí?

Sueño no ha muerto —afirma con seguridad.

Sus palabras me toman desprevenida.

Frunzo el ceño.

—¿A qué te refieres?

Sueño cumplía los sueños de las personas, ¿no?

—Sí...

Pues eso acaba de hacer. Creo que es una buena señal, ¿no te parece? Significa que sigue viva...

No sé a qué se refiere.

¡Esparad! Creo que ya caí en cuenta...

—No querrás decir que...

«Mi sueño era encontrar el amor verdadero».

¡Lasañas! ¡Se me va a declarar!

—Mira, Ian, creo que aún no nos conocemos lo suficiente —le aclaro, bastante asustada—. No sé si pueda cumplir tus expectativas, de verdad, y no quiero lastimarte. —Suspiro—. Me atraes, eso no lo puedo negar, incluso podría enamorarme de ti fácilmente; pero no estoy preparada para dar el siguiente paso.

«Ojalá lo entienda. No quiero hacerle daño».

Silencio.

¿Qué? ¿De qué hablas, Aylin?

—Tú dijiste que... —Me interrumpo, sin saber muy bien cómo explicarme—. Yo pensé...

«No puede ser...».

¿Será que lo malinterpreté todo?

No me digas... —dice Ian en un tono de voz burlón—. ¿Pensaste que...?

Las mejillas comienzan a arderme.

—¡No lo digas en voz alta, por favor! —le suplico, chillando como una gallina desesperada—. Es muy vergonzoso...
 
¡Demasiado vergonzoso! Soy la reina de las vergüenzas.

Está bien, pero dijiste que te atraigo, ¿verdad? —me pregunta con picardía.

¿Alguien que me ayude a borrarle la memoria a Ian?

—¿Yo?

Sí, tú.

—No me acuerdo.

No está mal tener Alzheimer de vez en cuando.

¿Te atreves a usar mis propios hechizos contra mí, Potter? ²

No respondo. Necesito recuperar mi dignidad.

Bueno, no me refería a ese sueño... —aclara—. Por ahora —añade después, juguetón.

La curiosidad me impulsa a hablar:

—Entonces ¿a cuál te refieres?

Cuando me contaste tu historia noté una tristeza en tu voz que no había percibido antes —explica—. Y deseé que desapareciera. Quería escucharte reír de nuevo... —Se interrumpe, y cuando pienso que no añadirá nada más, dice—: Me encanta el sonido de tu risa, Aylin.

«Ian es un idiota», me repito mentalmente, con el corazón a mil por hora.

No sabía cómo conseguirlo, pero lo logré, así que... —Se le escapa una carcajada encantadora—. Acabas de cumplir ese pequeño sueño.

También me encanta el sonido de tu risa, Ian.

«Y a mí me encanta que permanezcas en silencio, mente traicionera».

—Ian, yo...

¿Será verdad lo que dijo? ¿Sueño aún vive?

—Evelyn, ¿tú quieres crecer? —le pregunté, curiosa. Estaba haciendo un experimento.

—Creo que sí. ¡Ya quiero usar tacones!

—Tobías, ¿tú quieres crecer?

—Uhm... No lo sé, tal vez. ¡Quiero manejar el auto de mi papá y no me lo permiten solo porque soy niño!

—Emily, ¿tú quieres crecer?

—¡Sí!

—Y tú, ¿Liam?

—Yo no.

—¿Por qué?

—Porque los adultos se pelean por todo. Son unos amargados y yo no quiero ser así, ¿tú sí?

—¡No! Cuando yo crezca no seré igual a ellos. ¡Seguiré siendo el Hada de los Sueños!

—¿Estás segura? Creo que los adultos no sueñan...

—¡Estoy segura! ¡Yo seguiré soñando!

«Lo lamento, Sueño. Me convertí en alguien que no quería ser».

¿Qué sucede?

—Cuando eras niño, ¿querías crecer? —No puedo evitar sentir curiosidad.

Realmente no me preocupaba por eso... —Silencio—. Estaba completamente seguro de que nada cambiaría.

—Fue decepcionante descubrir que estabas equivocado, ¿verdad?

Bastante  —concuerda—. ¿Y tú, Aylin? ¿Querías crecer?

Sí, pero de haber sabido que la vida de un adulto era tan complicada... —Suspiro—. ¡Jamás lo habría deseado!

Pero ya somos adultos, y si me escapo de mi casa por la ventana, no volaré como en mi sueño, ¡me caeré de culo!

—¡Ian! ¡Cuida tu vocabulario! —le reprendo.

¡¿Por qué?! ¡Tú también eres malhablada!

—¡Como sea! Voy a dormir —le aviso. Me he extendido mucho hablando con él—. No quiero discutir a esta hora de la noche.

Está bien. Buenas noches, hadita.

¿Hadita? ¡Vaya apodo me gané!

—Buenas noches... —Me interrumpo a media frase, sin saber qué añadir a continuación.

¿No sabes cómo apodarme?

—No...

¿Y los insultos? ¿Ya no me odias?

—Aún te odio, pero...

Luego de compartirnos nuestras confidencias, no me siento emocionalmente preparada para insultarle.

Sí, lo entiendo —afirma Ian, comprensivo. Ni siquiera tuve que hablar para que se diera cuenta—. En este caso, puedes llamarme «mi amor».

Había tardado en hacerse el payaso.

—¡Estúpido!

¡Ahí está! —exclama Ian—. Me alegra que tu humor haya mejorado. Gracias por sincerarte conmigo. Dulces sueños, hadita. —Y cuelga.

Luego de unos segundos en trance, cuelgo. ¡Ni siquiera pude despedirme de él!

Nuestra conversación, de cierta forma, me hizo reflexionar.

Ahora puedo confirmar que Ian, en realidad, es una persona muy sensible y apasionada; solo que, con el transcurso del tiempo, ha tenido que moldear su personalidad para asumir las responsabilidades de un adulto.

Porque quizás en cada adulto vive un niño. Quizás están encerrados en frágiles baúles de cristal, junto a sus sueños. Quizás están esperando la llegada de la libertad...

Casi por instinto, analizo mis manos; esas manos que, hace muchos años, eran tan suaves y pequeñitas como dos bolas de algodón.

Sonrío, nostálgica.

«Con estas manos sujetaba la varita mágica de los sueños... Pero ahora están vacías».

No. Mi magia es eterna.

Quizás...

Quizás Ian y yo solo somos niños...

Niños que se vieron obligados a crecer para poder enfrentarse al mundo.

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📖 Vocabulario:

¹referencia a Peter Pan de J. M. Barrie.

²referencia a las películas de Harry Potter.

N/A:

¡Hola! ¿Qué te pareció este capítulo? Es uno de mis favoritos, la verdad. ¡Me encantó escribirlo! 🖤✨

📃 Nota:

La canción que coloqué al inicio me inspiró muchísimo a la hora de escribir la historia. No podía dejar de ponerla porque me encanta, ja, ja. 💕

📢 Preguntas:

1- ¿Cuál es tu sueño?

2- Cuando eras niño, ¿querías crecer?

3- ¿Leíste Peter Pan? ¡A mí me hizo reír mucho! Aunque es bastante obvio que, en parte, me inspiró para escribir la historia. ✨🏝️ xD

¡Aplaude si crees en las hadas! 🧚🏻‍♀️

¡Gracias por leer! No olvides votar y comentar si te gustó. Me ayudarías muchísimo.

Nos vemos en la próxima actualización. <3

Abrazos virtuales,

L. P. L. 🖤✨

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