Capítulo 62
No pude hacer nada para evitar la caída de la taza, por lo que ahora tengo parte de mi ropa manchada de chocolate, aunque eso es lo que menos me importa en este momento.
Desde que llegué aquí, esta es la segunda vez que veo las manos de mi abuela temblar.
La preocupación vuelve a apoderarse de mis sentidos.
Miro a mi Abu, un poco asustada. Ella, con el entrecejo fruncido, me dedica una mirada de pena para después observar los pedazos de cristal que decoran el suelo.
—Oh, yo... Lo siento, Aylin —se disculpa con voz entrecortada.
—No te preocupes. ¿Te encuentras bien? Abu, no me mientas, por favor, ¿sucede algo? —le pregunto con cierta urgencia.
Mi abuela niega con la cabeza.
—No es nada, solo que... Todavía estoy un poco conmocionada. No esperaba tu visita.
Asiento con la cabeza, para nada convencida; no obstante, decido detener mi interrogatorio. No quiero que mi Abu se sienta presionada de alguna forma. Si tiene algo que contarme, lo hará. Estoy segura de ello.
—Limpiaré esto... —comienza a decir, dispuesta a arreglar el infortunio.
La interrumpo con un gesto de la mano.
—No te preocupes. Lo haré yo. —Me levanto del sofá para ver con una mueca de dolor el desastre en el que se acaba de convertir mi abrigo—. ¿Dónde están los utensilios de limpieza?
«Es una lástima que en Leafy Earth la mayoría de los habitantes se nieguen a utilizar robots».
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Luego de limpiarlo todo, me ducho y lavo mi prenda. Queda como nueva, gracias a Dios.
Le digo a mi abuela que, si así lo desea, puedo ir a la tienda más cercana a comprar tazas, pero afirma que no es necesario, ya que tiene varias de repuesto. Le creo. Siempre ha sido una persona muy precavida.
La ducha con agua caliente le proporcionó a mi cuerpo algo de calor, pero aun así, mi abuela insistió en prepararme otra taza de chocolate.
En esta ocasión la dejó encima de la mesita de cristal para evitar accidentes.
La agarro y tomo asiento en el sofá.
Mi Abu se sienta a mi lado.
—Bien, abuela... —No sé por dónde empezar—. Necesitamos aclarar muchas cosas... —La miro, atenta.
Ella me da la razón asintiendo con la cabeza.
Hace tanto tiempo no veía su rostro... Casi olvido las finas líneas que lo decoran. Cada una de ellas cuenta una historia diferente, pero todas tienen a una mujer maravillosa como protagonista.
—Vale, ¿puedes explicarme por qué te mudaste? Y sin avisarme... Llevaba días intentando comunicarme contigo, abuela.
Mi Abu suspira y, con un encogimiento de hombros, me dice:
—Necesitaba cambiar de aires.
¿Qué? ¿Cambiar de aires? ¿Así, sin más? Lo entiendo. En algunas ocasiones necesitamos darnos un respiro, hacer cambios, romper la rutina... Pero no por eso la situación deja de parecerme extraña.
—Recuerdo cuando me afirmaste que nunca te alejarías de esa casa... —Niego con la cabeza—. No lo comprendo.
—Hay cosas que no podemos comprender, Aylin. —Me acaricia la barbilla con un dedo. Gesto propio de ella.
«¿A qué se debe tanto misterio?».
—¿Hace cuánto conoces a Ian? —le pregunto—. ¡Estuve hablando con él por teléfono! Nunca pensé que te conocía...
—Ian se mudó para nuestro barrio poco tiempo después de tu partida. Como te dije, yo quería cambiar de aires, probar algo diferente... Y él, desde un comienzo, se interesó en nuestra vivienda; su arquitectura, antigüedad... Lo vi como una oportunidad —me cuenta.
Confirmado: necesito que mi abuela me ayude a practicar el desapego.
Estoy un poco inconforme. Que mi Abu se haya desapegado de nuestra casa así, tan fácilmente... Tengo sentimientos encontrados, pero ¿sería correcto juzgarla? No, porque la primera en huir de nuestra casa, por no poder soportar el peso de tantos recuerdos, fui yo.
«Tal vez ella se sentía igual...».
—Lo entiendo... O eso intento hacer, pero ¿por qué no me avisaste?
—Quería esperar un tiempo.
—¿Para qué? Abuela, estaba preocupada.
—Lo siento mucho, Aylin...
Suspiro.
No puedo enojarme con ella, aunque no entienda del todo su actitud.
—¿Hace cuánto te mudaste?
Dudo que haya sido poco tiempo después de mi partida, porque cuando llegué a Big Land estuve hablando con ella por teléfono durante un largo período de tiempo.
—Hace poco.
Asiento con la cabeza, a pesar de que hay muchísimas piezas que no encajan en este rompecabezas.
Si Ian se interesó en nuestra vivienda desde un comienzo, ¿por qué no se mudaron antes?
—¿Y tú? —Me dedica una mirada cargada de curiosidad—. ¿Qué te trajo hasta aquí, mi cielo?
Temo que, al contarle mi problema con el pago de la renta, se decepcione. Siempre me ha visto como una chica muy perseverante, capaz de lograr todo lo que se proponga. Creo que espera mucho de mí, incluso más de lo que puedo dar...
—Pues... —Respiro hondo—. No pude pagar la renta de mi apartamento —le cuento, avergonzada.
Sé que mi abuela no me juzgará ni me dirá nada que pueda lastimarme, por lo que prosigo:
—Nunca me había sentido tan inútil e impotente...
Mi Abu niega con la cabeza repetidas veces, luego pone una de sus manos sobre las mías.
—Aylin, no te culpes. Fuiste muy valiente al luchar por rehacer tu vida en otra ciudad, lejos de tus raíces. Sé que trabajaste muy duro para alquilar ese apartamento. Además, estoy segura de que no te quedaste de brazos cruzados, que intentaste pagar la renta, ¿o me equivoco?
Niego con la cabeza.
Una sonrisa melancólica se dibuja en mi rostro al recordar a Tinny y a Lucy.
—¡Incluso me convertí en una especie de niñera canina! —le comento con diversión.
Ella suelta una risita.
—¿De verdad?
—¡De verdad!
—¿Lo ves? Te esforzaste y eso es lo que cuenta. No es valiente solo aquel que lucha y gana, sino también aquel que pelea hasta el final, a pesar de que las probabilidades de ganar sean pocas. Aquel que, a pesar del fracaso, no se rinde porque sabe que perder también puede ser una buena forma de ganar.
Las lágrimas escapan de mis ojos cuando mi abuela me abraza.
No sabéis lo mucho que la amo.
«Sus palabras siempre consiguen aliviar el dolor de mi alma».
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☕ N/A:
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📢 Pregunta: ¿Crees que la abuela de Aylin esté diciendo la verdad? ¡Leo tus teorías! 👀
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Nos vemos en la próxima actualización. <3
Abrazos virtuales,
L. P. L. 🖤✨
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