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Capítulo 49

“Ama el arte que tienes dentro, no a ti haciendo arte.”

—Konstamtín Stanislavski.

No he podido despegar la vista del papel. Sigo mirándolo, anonadada, como si tuviera magnetismo; tal vez para comprobar que no se trata de una ilusión óptica...

Lo leo por cuarta vez, aunque ya me sé de memoria lo que dice:

Hace mucho tiempo, un hada me prometió que cumpliría todos mis sueños...

¿Eres tú mi Hada de los Sueños?

Jay Jay

—¿Aylin? —repite la misma persona que me llamó anteriormente.

Cuando salgo del trance, finjo recomponerme.

Elevo la vista para encontrarme con la mirada preocupada de Laura.

—¿Te encuentras bien? —me pregunta.

—Ah... Yo... Sí. Estoy bien —digo con voz temblorosa—. Lo siento, me despisté. —Arrugo el papelito y lo coloco en la mesa, junto a los otros.

Por muy raro que parezca, no quiero mirar a Jayden; sin embargo, mi propia mente me traiciona y termino haciéndolo.

Él me sostiene la mirada, ansioso, como si estuviese esperando alguna reacción de mi parte. No sé si notó lo mucho que me afectó leer la nota...

«Seguro que sí. Todos lo notaron».

Me cuesta creer que ese chico arrogante sea Jay Jay, el niño que conocí cuando tenía ocho años. La única persona que conocía mi sueño.

Sueño...

Un nudo se forma en mi garganta.

Sueño forma parte de un pasado tan lejano... Me aterra traerla al presente porque ya no soy la misma persona. No soy esa pequeña soñadora. No soy el Hada de los Sueños. No soy la niña que le prometió a Jay Jay que cumpliría su sueño.

Jayden desvía la mirada como si le doliese mirarme. A lo mejor esperaba un reencuentro de película, un abrazo cariñoso o algún gesto que le confirmara que yo soy la persona que él cree.

«Pero no lo soy».

Por otro lado, no puedo negar que, de cierta forma, me alegra verle de nuevo y descubrir su identidad antes de marcharme. La vida es tan irónica...

Ambos abandonamos nuestra ciudad natal, pero terminamos encontrándonos en el mismo lugar.

Me gustaría preguntarle si cumplió su sueño, pero prefiero no dirigirle la palabra. No quiero revivir recuerdos, sentimientos, emociones...

«No puedo».

No quiero recordar que mi sueño está roto. Prefiero pasar página y fingir que nunca existió.

—Bien, chicos... —comienzo a decir. Necesito salir de aquí lo antes posible—. Debo irme. Thomas me espera —les miento. Ni siquiera sé si mi amigo ya llegó a Rish's Pizza.

—¿Tan rápido? —me pregunta Leah, desilusionada.

Me hubiera gustado compartir un poco más con ellos, pero el reciente descubrimiento arruinó todos mis planes.

Asiento con la cabeza.

—Una vez más, muchísimas gracias por este gesto —les digo a mis compañeros—. Os quiero un montón. —Guardo los papelitos en mi bolso para conservar el recuerdo y me lo llevo al hombro.

—¡Mucha suerte, Aylin! —exclaman mis amigos a coro cuando me encamino hacia la salida.

Paso frente a Jayden, haciéndome la ciega; pero puedo notar el peso de su mirada sobre mis hombros y sé que, en este momento, se está conteniendo para no exigirme una explicación; tal vez reprocharme por mi fría actitud.

Sigo de largo sin mirar atrás y, caminando como una flecha, abandono la cafetería. Temo que Jayden me persiga.

Pienso que lo conseguí, pero su voz me detiene a media cuadra.

—Sueño.

«Sigue caminando», me repito a mí misma, «Ignóralo, por favor».

Pero no puedo. Me detengo.

Sueño. Ese jodido nombre siempre enciende en mi interior una llama de esperanza que preferiría mantener apagada.

—Entonces estaba en lo cierto... —dice en un hilo de voz—. Eres tú.

«No, no soy yo», quisiera gritarle.

—¿Por qué huyes? —pregunta después. Por su tono de voz, deduzco que la duda le carcome—. Mírame, Sueño —me exige.

Sé que no debería actuar así. Con ese chico compartí uno de los mejores momentos de mi vida, un día especial en el que dejé volar mi imaginación. Es un poco hipócrita de mi parte fingir que no me importa...

Lentamente, me volteo para mirarle con cierto temor. Me aterra lo que pueda decirme, así que decido tomar la iniciativa:

—Ya no soy Sueño, Jayden.

—¿Qué dices? —Niega con la cabeza, como si yo estuviera equivocada y no quisiera darme la razón—. Y por favor, no me llames Jayden. Soy Jay Jay.

Sonrío con ironía. Cuando éramos niños, era él quien no quería aceptar el nombre.

—¿Sabías que yo era...?

—Lo sospechaba, pero no estaba del todo seguro. Vi la actividad de los papelitos como la oportunidad perfecta para comprobarlo —me explica—. ¿A qué te refieres con que ya no eres Sueño? —se interesa, mirándome con mayor intensidad, como si quisiera encontrar la verdad en mis ojos—. ¿Tu sueño...?

—Mi sueño está roto —le digo con rapidez, mirando una alcantarilla para evitar el contacto visual.

Pronunciar esa frase en voz alta aún duele, y no quiero que Jayden note que, en realidad, sí me afecta.

—Pero puedes repararlo —me afirma.

«Ay, Jayden, ni que fuera constructora».

—Es imposible.

—Para Sueño no existen los imposibles.

Y hoy puedo comprobar que los recuerdos queman.

Con disimulo, cierro los ojos e inhalo, permitiéndole al aire fresco calmar mis nervios.

—Escúchame, Jayden —le pido, aún sin mirarle—. Es un placer volver a verte luego de tanto tiempo, de verdad, pero preferiría dejarlo aquí. Ya no soy esa niña ingenua y soñadora que conociste. He cambiado. Ahora soy una adulta... y tú también.

—¿Y eso qué tiene que ver? —me pregunta él, confundido, como si mis palabras carecieran de coherencia—. ¿Acaso los adultos no sueñan?

¿Los adultos tienen tiempo para soñar? ¿Será que en su apretada agenda hay algún espacio disponible?

—No lo sé... Pero ahora puedo ver las cosas como realmente son: sin filtros. Mi realidad cambió. No todos los sueños pueden cumplirse, Jayden. No existe ningún hada capaz de sanar tus heridas, de renovar tus esperanzas... Es tan solo una ilusión. Sueño fue un personaje que creé en mi infancia, un personaje que adoraba muchísimo, pero que ya no existe.

—¿Realmente no existe, Aylin? ¿O tú te has empeñado en destruirlo?

Toso con sutileza para intentar aliviar el dolor que se instala en mi pecho, pero no lo consigo. Una sensación de desorientación y vértigo provoca que me lleve una mano a la cabeza, luego con ligeras inhalaciones consigo que pase, pero el miedo no quiere abandonar mis músculos.

—Lo siento, yo... Debo irme —digo rápidamente para después dar media vuelta. Necesito alejarme de Jayden. Tengo que huir. Ya.

«Estás huyendo de ti misma», me repite una voz en mi cabeza, pero no le hago caso.

—Me lo prometiste. Prometiste que lucharías por cumplir tu sueño... —continúa Jayden con voz rota. Al parecer, no desistirá hasta convencerme de que mi punto de vista es erróneo—. Como yo lo hice... —Suspira—. Lo cumplí, Sueño. Lo cumplimos.

«Lo cumplí».

Esas sencillas palabras consiguen que, de cierta forma, me sienta un poco mejor. Mis labios dibujan la sombra de una sonrisa; pero por otro lado, la nostalgia provoca que lágrimas malvadas escapen de mis ojos. Me las limpio con un dedo.

«Jay Jay cumplió su sueño. Él...».

No puedo evitar voltearme, impulsada por una euforia repentina.

—¿Lo cumpliste? —le pregunto, ansiosa por conocer su respuesta—. Entonces ¿qué haces trabajando en Red&Black?

Una sonrisa sincera aparece en el rostro de Jayden.

Y me parece increíble que ese chico arrogante que se paseaba por la cafetería lanzando palabrotas al aire como si fuesen rosas sea capaz de sonreír de esta forma; aun más, que sus ojos azul celeste brillen con la misma intensidad que cuando tenía seis años, cuando le prometí que cumpliría su sueño.

Hoy puedo confirmar que, físicamente, ha cambiado muchísimo; pero sigue siendo ese niño de traje ancho que conocí en Nunca Jamás.

—El jefe de la cafetería es mi padre —confiesa—. Al cumplir los diecisiete años me vi en la obligación de estudiar una carrera universitaria que no quería; pero a las pocas semanas, la dejé. Mi pasión siempre ha sido la música. Lo sabes. No pensaba abandonarla tan fácilmente, y mucho menos para dedicar parte de mi vida a hacer algo que no me nutre; pero mi padre... Bueno, él me obligó a trabajar en Red&Black. Lo ve como una especie de «escarmiento». —Suspira, decepcionado.
«Su forma de pensar no ha cambiado en lo absoluto. Sigue creyendo que los artistas somos unos buenos para nada, que no tenemos futuro. Y creo que, en parte, la cafetería se está hundiendo por eso. Le falta... —Parece pensarlo hasta encontrar la palabra adecuada— magia.

¡Vaya! Jayden tuvo la osadía de abandonar sus estudios para luchar por su sueño...

«Ojalá pudiera compartir conmigo un poco de valentía».

Por otro lado, si antes el jefe me desagradaba por su carácter prepotente y controlador, ahora lo hace aún más.

Sin embargo...

—Lo siento mucho, Jayden —le digo—. Pero piénsalo. Tal vez tu padre tiene razón. ¿Y si lo mejor es asegurar tu futuro? Estudiar una carrera que, a largo plazo, te proporcione el capital necesario para tener una vida económicamente estable y no terminar en la calle —analizo, basándome en mi experiencia personal—. Quizá deberías renunciar a tu sueño por tu propio bienestar y centrarte en lo que realmente importa.

—¿Me estás diciendo que mi sueño no importa? —me pregunta. Noto una pizca de decepción en su voz.

—Lo siento. Sí importa, lo que quise decir es que tu prioridad debería ser otra...

Él niega con la cabeza y me mira. Sus ojos están cargados de duda, extrañeza y asombro. Me mira como si yo fuese una extraña, como si no me creyera capaz de pronunciar esas palabras.

—No te reconozco, Sueño.

Flechas.

Mi pecho es una diana...

«Y Jayden dio en el blanco».

—Y tus alas ¿eh? —Frunce el ceño—. Cada vez que un sueño muere, tus alas pierden fuerza —prosigue, lanzando una flecha tras otra.

Suelto una carcajada amarga.

—¿Qué alas, Jayden? ¡Ya ni siquiera sé volar! Mi sueño murió hace mucho.

—Creo que los sueños nunca mueren del todo, Aylin.

Y me pierdo en la profundidad de sus ojos, esos que no dejan de mirarme fijamente, como si quisieran penetrar en lo más recóndito de mi alma para desvelar sus secretos.

Con la respiración entrecortada, rompo el contacto visual.

—Lo es —le digo, recordando la muerte de mis padres—. No puedo hacer nada para...

Jayden concluye la frase:

—Traer a tus padres de vuelta.

—¿Cómo sabes...?

—Mi madre me lo contó.

—¿Abandonó la ciudad?

—Hace un par de meses. Se divorció de mi padre.

—Lo lamento...

Jayden le resta importancia con un gesto de la mano.

—No te preocupes. Ya no funcionaba. Pertenecen a mundos muy distintos, ¿sabes?

Asiento con la cabeza. Sé que la señora Jade y su esposo vivían en una constante contradicción.

—¿Tu madre habló con mi abuela? —le pregunto, impulsada por la curiosidad.

—Sí, a los pocos días de llegar a Leafy Earth. Luego de eso, que yo sepa, no han interactuado más...

Asiento con la cabeza. No me queda otra opción más que rendirme ante la ignorancia. De igual forma, pronto me encontraré con mi Abu.

—Tu sueño... —contraataca Jayden.

«¡Este muchacho no desiste!».

—Lamento muchísimo lo de tus padres, Aylin, pero recuerda que ellos también eran artistas, creían en la magia... ¿Crees que querrían esto?

«¿Mis padres querrían esto?».

Recuerdo su inmensa pasión por el teatro. Siempre afirmaban que, cuando actuaban, se sentían vivos...

¡Soy el temido pirata John Sparkey! —gritó mi padre a los cuatro vientos mientras se trepaba con decisión en el enorme barco que, supuestamente, era la mejor atracción del parque infantil.

¡Y yo soy Angeline Jones! ¡La pirata más valiente de esta isla! —exclamó mi madre, un poco alocada.

¡Y yo soy Sueño! ¡El Hada más poderosa del planeta! —voceé, víctima de la locura—. ¡Cumpliré los sueños de todos!

¡Y yo soy la guardaparque nacional! —gritó una voz desconocida a mis espaldas—. ¡Les pondré una multa a los tres!

Fue un día alocado, pero gracioso.

«Me gustaría ver a mis padres actuar una vez más...».

—Pero ¿de qué me sirve creer en la magia, Jayden? ¿Acaso me alimenta? ¿Paga mis deudas?

—No —concuerda él—, pero en los peores momentos, alimentará tu alma.

«Vaya. Que poético».

—Ya es tarde.

Mis propias palabras resuenan en mi cabeza...

«Escúchame a mí, que soy Sueño y puedo cumplir todos los sueños. ¡Ningún sueño es imposible si luchas por él!».

—Nunca es tarde para reconstruir un sueño, Aylin.

¡Lasañas! ¿Así de insistente fui con Jayden cuando éramos niños? Supongo que este es mi precio a pagar...

Me mantengo renuente.

—¿Y crees que, si intento pintar la realidad de verde, cambiará algo?

—Cada quien crea su propia realidad. En un mundo completamente jodido, donde la oscuridad está por todas partes... —Se pasa una mano por el pelo. Ya no lo tiene tan largo como cuando era niño.
«Guerra, dolor, violencia, desigualdad, pérdida, contaminación, inseguridad, migración, racismo, desempleo, falta de educación, corrupción, abusos, enfermedades, pobreza... —menciona, tal vez para intentar recordarme lo jodida que está la sociedad—. Sé que es muy difícil creer en la existencia de alguna luz o salvación, una cura para aliviar tanto dolor; algo hermoso y puro que, a pesar de tanta maldad, prevalezca. Y me considerarías una persona muy cursi o ingenua si pronunciara un discurso motivacional sobre «el amor todo lo puede»; no solo sonaría estúpido, sino también irreal. —Se le escapa una carcajada amarga, y yo le sigo porque sé que tiene razón—. Solo te pido que recuerdes la enorme sonrisa en el rostro de tu madre al verte actuar, el inmenso orgullo que sintió tu padre al descubrir tu talento, las fantásticas historias que te contaba tu abuela antes de dormir y el reconfortante sonido provocado por las patitas de tu perro cuando caminaba hacia ti, apresurado, cada vez que le llamabas.

Una sonrisa nostálgica se dibuja en mi rostro al cumplir con su petición, acompañada de una agradable sensación de paz.

      La sonrisa de un niño significa que su sueño está vivo, y vale la pena luchar por él.

—La magia no se ve, se siente. —Jayden sonríe de medio lado, orgulloso de haber logrado su objetivo—. Y sé que acabas de sentir algo.

—Jayden, yo...

No puedo soportarlo más. Mi mente se rinde. Y como si quisiera liberarme del peso de los recuerdos, me lanzo a los brazos de Jayden.

Él me recibe, gustoso, como si yo fuera una vieja amiga perdida a la que, por fin, recuperó.

Nos fundimos en un abrazo cargado de emociones. Cierro los ojos y pienso que, este gesto, es lo más parecido a regresar a casa.

No puedo evitar sollozar. Jayden intensifica el abrazo, como si no quisiera dejarme ir, y me susurra al oído la frase que ya me sé de memoria:

—Ningún sueño es imposible si luchas por él.

Cuando nos separamos, mis ojos están cargados de lágrimas y los de él, cristalizados.

—Nunca dejé de luchar por mi sueño, ¿sabes? Aunque en muchísimas ocasiones consideré la opción de tirar la toalla... —me cuenta—. Pero no lo hice. Hoy en día tengo mi propia banda, que está conformada por mis amigos más cercanos. Tocamos en centros de rehabilitación, bares, hogares de ancianos, escuelas, parques, hospitales... —se interrumpe para sonreír con orgullo, dejando al descubierto la inmensa pasión que siente por lo que hace—. Y los aplausos, la sonrisa de esas personas cuando termino de cantar, el brillo esperanzador que ilumina sus ojos... alimentan mi sueño. Sé que aparecerán muchos obstáculos en el camino, pero no pienso rendirme tan fácilmente —afirma—. Saber que transmito algún mensaje positivo con mi voz, ya es suficiente para mí.

Estoy orgullosa de Jay Jay y de todo lo que ha conseguido hasta ahora, también de esa niña llamada Sueño, por haber cumplido su objetivo aquel día.

—¿Tu padre lo sabe? —le pregunto, curiosa.

—Sí, y no está de acuerdo; pero él no puede frenar mi arte.

Realmente no puede frenar su arte, ni destruir su voluntad...

—Piénsalo, Aylin —me pide, limpiando con su dedo pulgar las lágrimas que aún resbalan por mis mejillas—. Sé lo aterrador que puede llegar a ser. La adultez, en algunas ocasiones, provoca que perdamos la esperanza; pero nunca es tarde para recuperarla. Estoy seguro de que Sueño vive en lo más profundo de tu corazón. Déjala salir. Permítele ser libre. El mundo necesita su magia.

—¿Quién lo diría? ¿Eh, pequeñajo? —Con una sonrisa juguetona, le doy un golpecito en el hombro—. Tú dándome consejos.

—El tiempo me ha convertido en una persona muy sabia —me responde en un tono de voz profundo.

—¡Ya basta! —le pido entre risas—. Jayden, quería comentarte algo...

—Dime, pequeña.

—Dijiste que a la cafetería le faltaba magia, ¿verdad? —Asiente con la cabeza—. ¿Y si tú se la das? —añado con una sonrisa ladina.

—¿A qué te refieres?

—Mira, Jayden, sé que estás trabajando en Red&Black en contra de tu voluntad, y por eso tu actitud no es la mejor... —Permanece en silencio—. Pero no me parece correcta la forma en la que tratas a los empleados. Piensa que, esas personas, al igual que tú, están intentando salir adelante, ganarse la vida... Tú mejor que nadie deberías entenderlo. Por otro lado, los clientes eligen nuestra cafetería con la ilusión de disfrutar, compartir con sus seres queridos, vivir un momento especial...

—¿A dónde quieres llegar, Sueño?

«Espero que no se enoje».

—Quiero que intentes cambiar tu actitud, y en lugar de malas vibras, les transmitas toda la luz que tienes para ofrecer.

Luego de unos segundos, Jayden se frota la nuca y me dice:

—Tienes razón... —Suspira—. Ellos no son responsables de mis problemas.

—Verás, se me ocurrió una idea...

—Puedes contarme.

—¿Y si le das vida a la cafetería? Ya sabes, con tu voz...

—¿Te refieres a...?

Asiento con la cabeza.

—Me parece una idea maravillosa, pero dudo que mi padre acepte.

—Oh, Jayden, la cafetería se está hundiendo. Si tú puedes salvarla, aunque sea de una forma que a él no le agrade en los absoluto, estoy segura de que aceptará.

 Me dedica una sonrisa amplia.

—De acuerdo, Sueño. Lo intentaré.

—¿Lo intentarás?

—Sí.

—No se escucha.

—¡Sí!

—¡Promételo!

—¡Está bien! ¡Lo prometo! —Hacemos una promesa de meñiques.

Le sonrío, recordando los viejos tiempos.

—Dame tu teléfono —me dice, tomándome desprevenida.

—¿Para qué?

—Quiero que agregues mi contacto.

Asiento con la cabeza.

«No quiero perderle de nuevo».

Saco mi teléfono del bolso, lo desbloqueo y se lo entrego.

Rápidamente, teclea algo y me lo devuelve.

—Ya está. Llámame cuando cumplas tu sueño.

—Jayden...

A pesar de que sus palabras tuvieron algún tipo de repercusión en mí, mi opinión no cambiará de la noche a la mañana. Es un largo proceso, y aún no estoy segura de querer transitarlo...

—No hay excusas, Sueño.

Suspiro, derrotada.

—Está bien. Lo pensaré.

Él me dedica una sonrisa victoriosa.

—Debo irme —le aviso. Se me está haciendo tarde para encontrarme con Thomas.

—De acuerdo.

Hago ademán de voltearme para alejarme de él, pero me agarra del brazo. Quedamos frente a frente de nuevo.

—Espera —me pide.

Gracias a la impaciencia que transmiten sus ojos, sé que quiere decirme algo.

—¿Sí?

Acorta la distancia entre nosotros y, en un susurro casi tímido, me dice:

—Gracias.

Creo que ya lo sé, pero aun así, le pregunto:

—¿Por qué?

—Por impulsarme a luchar por mi sueño.

«Era mi trabajo».

—Gracias a ti por intentar revivir el mío.

Y entonces, escucho aplausos.

Por un instante pienso que estoy alucinando y que la emotiva charla que mantuve con Jayden, de alguna forma, me transportó mentalmente al escenario de la Compañía Nunca Jamás; pero luego me doy cuenta de lo que realmente está sucediendo.

Miro a mi alrededor. Varias personas nos observan con detenimiento.

Resulta ser que, estaba tan inmersa en mi conversación con Jayden, que olvidé que nos encontrábamos justo en medio de la acera.

«Madre mía. Menudo espectáculo. ¡Todos se enteraron del chisme!».

Mi amigo parece estar igual de perplejo que yo, pues me mira con los ojos muy abiertos.

—¡Oh, eso fue muy emocionante! —exclama un anciano, llorando a mares.

—Conmovedor... —concuerda una mujer, limpiándose las lágrimas con un pañuelo.

–¡Sí! ¡Yo quiero ser un cantante como Jay Jay! —dice un niño de cabello negro.

Jayden suelta una alegre carcajada al escuchar sus palabras.

—Claro que lo serás, campeón —le promete al pequeño, acercándose a él para alborotarle el pelo.

—¡Y yo un hada como Sueño! —afirma una niña, mirándome con admiración.

Se me encoge el pecho.

«Ella me admira... Bueno, a mí no, a Sueño».

Le dedico una sonrisa cargada de agradecimiento.

Y cuando nuestros chismosos espectadores se marchan, ilusionados y conmovidos, comprendo lo que quiso decir Jayden...

«Los aplausos, la sonrisa de esas personas cuando termino de cantar, el brillo esperanzador que ilumina sus ojos... alimentan mi sueño».

«La vida se empeña en recordarme que no debo tirar la toalla».

—Vaya, Jayden... ¡De locos! —le comento, espantada.

—¡Así es! Ahora estaremos en boca de toda la ciudad.

—Pues tú, porque yo ya me marcho de aquí —bromeo.

Me despido de él -por segunda vez- con un rápido abrazo y comienzo a caminar en dirección contraria.

Saco mi teléfono móvil del bolso y abro la aplicación Contactos para comprobar que su número se guardó correctamente.

Cuando lo encuentro, me percato de algo extraño...

¡Lasañas! ¿Por qué registró el número de su madre?

Miro hacia atrás y, a pesar de encontrarnos a una distancia bastante considerable, descubro que él me sigue mirando.

Me guiña un ojo.

      A primera vista, un simple gesto; pero escondía tantas cosas... Y le aseguraba algo: él lucharía por su sueño.

Entonces, lo entiendo.

      Así que lo único que hizo Sueño fue sonreírle, afirmándole de esta forma que ella también lucharía por el suyo.

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N/A:

¡Hola! ¿Qué te pareció este capítulo? ¡Amé escribirlo! Creo que es uno de mis favoritos. 🖤✨

📃 Nota: La canción que añadí al comienzo del capítulo hace referencia no solo a la relación entre Jayden y Aylin, sino también a la relación entre Aylin y Sueño, ya que, aunque Aylin aún no pueda aceptarlo, ambas siguen siendo una.

¡Gracias por leer! No olvides votar y comentar si te gustó. Me ayudarías muchísimo.

Nos vemos en la próxima actualización. <3

Abrazos virtuales,

L. P. L. 🖤✨

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