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PARTE VIII

Capítulo I

1 de Noviembre, 00:30.

Evelyn se despertó de repente por el llanto de Nahtumne.

-¿Qué pasa, cariño? –le preguntó mientras se levantaba de la cama y se acercaba a la cunita- ¿Tienes hambre?

-¿Quieres –oyó que le preguntaba Eiael- que llame a Wuire?

Evelyn cogió a la niña en brazos y mientras le metía el dedo índice en la boquita, se dio la vuelta y, mirando a su marido, le dijo:

-¿Te ha despertado? –la niña le mordió el dedo- Creo que sí deberías llamarla.

-Bien –contestó él mientras se levantaba y se acercaba a su mujer-, dame la niña y se la llevaré.

-No, toca la campana y que se lo dé aquí.

-Evy, ya hemos hablado de eso.

-No, tú has hablado de eso –gruñó ella y, al ver que él iba a contestarla, le cortó añadiendo-. Tú dijiste de venir al Reino de tu madre y vinimos. ¿Ahora, encima de no poder darle el pecho yo, quieres que no esté delante mientras mi hija, la cual, gracias a ti, es la única que tengo ahora conmigo, se alimenta?

Eiael puso cara de dolor al oírla decir esa acusación. Pero, al segundo siguiente cogió a la niña de los brazos de su madre y, sin decir nada más a Evelyn, se fue con la pequeña de la habitación dejando a su mujer sin poder replicar.

***

5:30 a.m.

-¡Oh! ¡Genial, esto es magnífico! –gruñó enfadada Evelyn al ver que se había perdido- Cariño, por favor. Deja de llorar, hazlo por mamá, anda.

Pero Nahtumne no dejaba de llorar, tenía demasiada hambre y no podía aguantar más.

-¡Dios mío! ¡¿Dónde demonios estará tu padre cuando se le necesita?!

Justo en ese momento alguien la tocó el hombro derecho mientras decía:

-¿Te has perdido, cariño?

-¡Es que eres idiota! –le gritó ella al darse la vuelta y ver que el que le había asustado era su marido- ¡Me has dado un susto de muerte!

-Lo siento. Ven, es por aquí.

La cogió de la cintura y la guio hasta el cuarto de Wuire. Cuando estaban ya enfrente, Eiael llamó suavemente a la puerta.

-Creo que no te oye –comentó Evelyn.

-Si no me oye a mí, al menos oirá a la pequeña.

En ese momento Wuire abrió la puerta y, al ver a sus Reyes y Princesa, delante suyo, se sorprendió bastante.

Majestades –dijo mientras inclinaba la cabeza-, ¿qué deseáis?

-Nahtumne tiene hambre y su madre no se quería perder el momento. Además se ha perdido por el camino y tuve que ir a buscarla –añadió con una sonrisita pícara mientras miraba a su mujer.

Evelyn le miró con muy mala cara y le entregó la niña al ama de cría a la vez que entraba detrás de ella en la habitación. Pero Eiael la cogió de un brazo y tiró de ella hacia él impidiendo que su mujer entrase.

-Suéltame –gruñó ella al mismo tiempo que intentaba zafarse del brazo de su marido.

-No. Vendrás conmigo. Deja a Nahtumne comer tranquila. Si tú estás con ella cada vez que Wuire le dé de comer, no se acostumbrará a ella nunca y puede que no quiera su leche.

Pero Evelyn no le hizo caso y siguió retorciéndose en sus brazos. Eiael ya no lo aguantó más y la cogió en brazos para llevársela a sus aposentos, sin hacer caso de la protestas de Evelyn. Una vez dentro la dejó suavemente en la cama y se tumbó a su lado.

-Evy –le dijo-, ¿no te gusta este sitio?

Ella no se dignó a contestarle, ni siquiera a mirarle.

-Cariño, ya sé que todo sería diferente si Thukari estuviese aquí, con nosotros, pero...

-Hoy a cumplido catorce años –dijo mientras sonreía melancólica y nostálgicamente-. Aún me acuerdo la que organizaste cuando cumplió su primer añito... Parece que fue ayer...

Eiael la abrazó mientras ella comenzaba, inevitablemente a llorar.

-Shhh. Tranquila, mi amor. La encontraremos, mi vida. Y cuando lo consigamos, yo mismo mataré a ese despreciable William.

-¿Me lo prometes? –le preguntó ella desesperadamente mientras le miraba a los ojos.

-Sí, Evy –le contestó él a la vez que le limpiaba los gruesos lagrimones que le corrían por la cara-. Te lo prometo.

Entonces él la besó y ella respondió. La tumbó en la cama, sin romper el beso, el cual cada vez era más fogoso, y se colocó encima de ella.

Esa noche hicieron el amor por primera vez en tres meses.

Capítulo II

1 de Noviembre, 11:15 a.m.

Cuando Thukari se despertó Gwyllion estaba dejando la bandeja con su desayuno en la mesita de noche.

-Buenos días, Princesa –le dijo amablemente ella-. ¿Qué tal habéis dormido hoy?

-Igual que siempre –contestó ella secamente mientras se sentaba en la cama.

-Princesa, mi Señor os ha dejado esto –dijo mientras le entregaba un paquetito-. También me a dicho que os traiga este desayuno porque es vuestro cumpleaños. Felicidades, Princesa –añadió antes de irse.

Thukari miró la bandeja del desayuno y vio que había una gran porción de tarta de fresas y nata. Volvió a poner toda su atención en el paquetito y, entonces fue cuando se encontró con que dentro de este había una nota sobresaliendo del papel. La cogió, la abrió y la leyó:

>>Querida Princesa Thukari:

>>Tan sólo te escribo esta nota para felicitarte tu cumpleaños. Espero que Gwyllion se porte bien contigo. Si no es así, te agradecería que me lo comunicases.

>>También espero que te guste mi regalito, el cual, creo que va bien para la edad que cumples o has cumplido (exactamente no sé a qué hora naciste).

>>¡Ah! La he mandado a Gwyllion que te haga una tarta de cumpleaños. Creo recordar que tu favorita era la de fresas con nata, ¿no?

>>Hoy por ser tu decimocuarto cumpleaños puedes salir al jardín y pasar ahí el día. Pero no creas que, en el caso de que se te ocurra escapar, lo conseguirías, porque, gracias a Gwyllion, quien, como ya te dije es una Elfa Damethel, el muro está hechizado y no te dejará salir. ¡Ah! La puerta también lo está.

>>Espero que te guste mi regalito.

>>Atentamente:

>>William.

Thukari hizo una bola con la nota y la tiró contra la pared. Tras lo cual cogió la bandeja y se comió el desayuno. Cuando hubo terminado s e levantó y se vistió.

Una vez preparada bajó al jardín sin ni siquiera haber tocado el regalo del Vampiro.

Primero la había secuestrado y, ahora, ¿venía con regalos? ¿Qué se creía? ¿Qué se la iba a ganar con regalitos y tartitas? ¿Qué se podrías olvidar de su familia y de su hogar así, sin más? Estaba loco si tan sólo lo llegaba a pensar.

Cuando llegó al jardín vio que había una mujer en la verja del muro que rodeaba la casa. No se lo pensó dos veces y se fue derecha a ella.

***

Hacía poco más de dos meses que Nenht había marchado al mercado de Lenhant y no había regresado. Saitent estaba desesperada. ¿Qué le habría ocurrido? Nunca había hecho eso y se sabía el camino de sobra, pues iba una vez al mes. Nunca tardaba más de dos semanas.

De repente oyó una voz femenina no muy lejos de donde ella se encontraba. Se acercó al sitio de donde precedía la voz y se encontró con una gran mansión. Entonces pudo ver quién era la dueña de la voz.

-¡Oh, Dioses! –murmuró Saitent- ¡Pero, si es la Princesa Thukari!

En ese momento la Princesa la vio y la hizo señas para que se escondiera. Ella lo hizo. Al fin y al cabo era miembro de la Familia Real y debía obedecerla.

Estaba detrás de un árbol y pudo oír a la Princesa como pedía algo a alguien. Poco después la llamó diciéndola.

-Ya puedes salir.

Saitent se acercó a su Princesa e inclinándose ante ella la saludó.

-No hay tiempo para formalidades –le dijo Thukari-, levántate, por favor. Tengo que darte este anillo para que se lo des a mi padre.

-Princesa Thukari, quería haceros una pregunta antes de irme. ¿Habéis visto por aquí a un muchacho Leisenik con un carro?

-Sí, me indicó la dirección del Reino de mi padre cuando intenté escapar hace dos meses, pero no volví a verle.

-Oh, ¿intentasteis escapar?

-Sí –en ese momento Thukari  miró hacia la casa y, dirigiéndose de nuevo a la Leisenik, continuó-. No tengo mucho tiempo. Por favor, dale esto a mi padre y dile que estoy viva. Dile que hasta que no crezca y me convierta en una mujer no me tocará. Y dile que venga a buscarme, quiero regresar a casa y les echo mucho de menos a todos. Ve y díselo, por favor.

-Sí, mi Princesa. Así lo haré. Adiós.

-Adiós y vete antes de que te pille Gwyllion. ¡Corre!

Tras estas palabras se volvió hacia la casa y se sentó bajo un árbol a leer un libro.

Capítulo III

-Princesa Thukari–la llamó Gwyllion cuando llegó al jardín con una bandeja en la mano-, aquí tenéis la tarta que me habéis pedido.

-Gracias. ¿Qué pasa? –preguntó al ver la cara de la sirvienta.

-No deberíais coger los libros del Amo ni entrar en su biblioteca sin su permiso, Princesa.

-Y, ¿quién lo dice? ¿Tú? Él no me ha prohibido andar por la casa.

-Bueno, yo sólo digo que no le gusta que anden en sus cosas.

-Ni a mí que me secuestren y me retengan en un sitio en contra de mi voluntad. Ahora dame el plato, la cucharilla y la servilleta y llévate el resto.

-Pero...

-Gwylliooon –la cortó Thukari canturreando- ... cállate o le diré a William que te niegas a servirme. Y tú no quieres que yo haga eso, ¿verdad que no?

-No mi Princesa –no contestó ella mientras cogía la bandeja vacía con el vaso de agua y el cuchillo, inclinaba la cabeza ligeramente y se iba.

-Ya era hora –murmuró Thukari cuando la Damethel se metió en la casa-. Por favor, Dios. Haz que la Leisenik llegue pronto a casa y papá venga a por mí enseguida. No creo que pueda aguantar esta situación mucho tiempo más.

***


Tres días más tarde.

-Eiael –le llamó Alemiah-, tienes que ir al Salón del Trono urgentemente.

Hacía dos días que habían regresado al Reino de los Leiseniks porque Evelyn estaba peor en el Reino de su madre que en casa.

Eiael salió de la Alcoba Real y siguió a la Elfa mientras llegaban.

-Una Leisenik quiere hablar contigo, dice que ha visto a Thukari.

-¿Qué? ¡¿A mi niña?!

-Sí, eso dice.

Cuando llegaron, la Leisenik se inclinó ante su Rey y la madre de este.

-Majestades.

-Me han dicho que has visto a la Princesa Thukari, ¿es eso cierto?

-Sí, mi Rey. La he visto. Y me dijo que os diera esto.

Le entregó el anillo y Eiael lo reconoció enseguida. Era la última joya que le había regalado poco antes de su secuestro.

-Pero... -comenzó él- ¿No te dijo nada más?

-Sí, Majestad. Me dijo que fueseis a buscarla y que os echa mucho de menos a todos. También me dijo que hasta que no crezca no la tocará.

-No hay tiempo que perder. ¡Lehoen!

-¿Sí, Majestad?

-Ensilla mi caballo.

-Pero, Eiael, no pensarás ir solo, ¿no? Llévate por lo menos a tres soldados, pero, por lo que más quieras, hijo, no vayas tú sólo a luchar con un vampiro.

-De acuerdo, madre. Quédate con Evelyn y la niña, cuídalas hasta que traiga a Thukari de vuelta.

-Descuida, Eiael, no te preocupes. Ten cuidado y buen viaje.

-Majestad –habló de pronto la Leisenik-, por favor, hace dos meses que no sé nada de mi hijo, encontré a la Princesa de casualidad mientras le buscaba. La última vez que lo vi fue cuando partió para el mercado de Lenhant. Vuestra hija me dijo que le había visto cuando intentó escapar, pero no sabía nada más. Por favor, Señor, os suplico que me ayudéis a encontrar a mi Nenht.

-No te preocupes...

-Saitent, Majestad.

-Sí, Saitent. No te preocupes, Zhroent te ayudará, dale una descripción completa de tu hijo y una parte de mi guardia te lo buscará.

-Sí, Alteza. Muchísimas gracias –dijo Saitent mientras le hacía una reverencia a Eiael y a su madre antes de acompañar al guardia que el rey le había indicado.

-¿Qué pasa? –preguntó Evelyn desde la entrada del Salón del Trono, con la niña dormida en brazos- ¿Es que te vas a marchar?

-Sí, cariño –le contestó él acercándose a ella-. Han encontrado a la niña y voy a traértela de vuelta, tal y como te había prometido.

-Y, ¿te ibas a marchar sin despedirte de mí y de Hope?

-No, mi vida. Estaba preparándolo todo, ahora iba a ir a nuestra alcoba a despedirme de vosotras. Ven, vamos.

-No –se negó ella mientras le daba a Hope a su suegra y le ponía una mano en el pecho a su marido-. Ten cuidado y tráemela sin falta, sana y salva.

Dicho esto se puso de puntillas y le dio un beso en los labios a su esposo, quien, sin poderse controlar, la apretó contra sí y prolongó el beso, el cual tuvo que romper ya que su madre, con un ligero carraspeo, les hizo recordar que no estaban solos en la estancia. Eiael dejó marchar a su esposa desganadamente y, antes de salir del Salón, se volvió a inclinar, y, poniendo su frente en la de Evelyn, le susurró:

-Tardaré tan poco que apenas notarás que me he ido, mi vida.

-Tú vuelve entero y trae a la niña, es lo único que me importa.

-Adiós, Evy. Madre... Evelyn, dale un beso de mi parte a Nahtumne, que no quiero despertarla.

Tras tan amarga despedida, Eiael, Rey de los Leiseniks, se fue en busca de su largamente perdida hija Thukari, y dispuesto a acabar con el pérfido vampiro William. Le cortaría él mismo la cabeza para vengarse del sufrimiento que su Evelyn había sufrido durante todo este tiempo que su primogénita había estado cautiva por él.

Capítulo IV

Un mes después.

Thukari estaba dormida cuando un ruido la despertó. Se sentó en la cama asustada sin recordar dónde estaba hasta que, con la poca luz que entraba por el quicio de la puerta, vio que William la observaba fijamente.

-Princesa –le dijo adelantándose hacia ella-, tengo que marcharme.

-A dónde.

-No te lo puedo decir, querida. Sólo que tu padre nos ha encontrado.

Ante eso, Thukari se terminó de levantar de la cama, contenta de que por fin su padre la sacase de esa horrible situación.

-Por fin va a venir a por mí –susurró la muchacha más para sí que para su captor.

-Sí, Thukari, me temo que tendré que conformarme con lo poco que has crecido hasta ahora.

-¿Qué? ¿A qué te refieres?

-Thukari –continuó él mientras se iba acercando a ella poco a poco, arrinconándola contra la cama-, creo que ya sabes a lo que me refiero. No voy a dejar que tu padre se te lleve así sin más.

-Pues me temo que no te queda otra –replicó la princesa-. Mi padre va a venir a por mí y tú no podrás hacer nada para evitarlo y cuando te encuentre serás hombre muerto.

-Ay, querida, que poco puedes llegar a saber de la vida. En verdad eres joven aún. Nada me duele más que tengas que ser como ahora para siempre, pero no te voy a perder. Eres mi bien más preciado, Thukari.

Y, tras decir eso, se abalanzó sobre ella, provocando así la caída de los dos sobre la cama. La princesa se retorció debajo de él intentando quitarse al vampiro de encima suyo, sin poder conseguir nada más que la risa de él.

-Eres mía desde antes de nacer, ya es hora de coger lo que es mío –le susurró al oído antes de morderla en el cuello y beber su sangre.

***

Eiael apenas había descansado en ese mes que le había llevado el camino hasta la casa que la Leisenik le había descrito en la cual había visto a su hija. Por el camino se encontraron con el cadáver del hijo de la Leisenik, mandó a uno de sus hombres que se lo llevase a su madre y que avisasen a los que buscaban al pobre muchacho, mientras él seguía hacia delante para sacar a su primogénita de las garras de ese maldito monstruo.

-Majestad –le interrumpió sus pensamientos uno de los guardias-, esa es la casa.

-Bien, entremos despacio para que nadie nos vea. Si el vampiro duerme aquí, no nos conviene despertarle. Cojo a la princesa y vosotros vais a por los que estén dentro.

-Sí, Majestad.

Justo en el momento en el que se disponían a entrar salió a su encuentro una Damethel, que tras darse cuenta de quien era el que irrumpía en la casa de su señor, se arrodilló ante el Rey de los Leiseniks.

-Majestad, ¿qué deseáis?

-¿Tienes la poca desfachatez de preguntarme semejante cuestión?

-Señor, no sé a lo que os referís.

-Mi hija, Damethel, busco a mi hija. No oses decirme que no está aquí porque sé de muy buena fuente que así es. Así que, si no quieres acabar como lo hará tu amo bien pronto, será mejor que te apartes de mi camino.

***

Thukari despertó al oír unas voces en el exterior de la casa. Se levantó como pudo y se acercó a la ventana, cual fue su sorpresa cuando vio que los dueños de dichas voces no eran otros que su padre discutiendo en élfico con la Damethel.

-¡Papá!

-Thukari, cariño. ¿Estás sola?

-Sí, se marchó anoche. Sube y sácame de aquí, por favor. Gwyllion tiene la llave.

Justo cuando la Damethel le entregaba la llave al monarca, la muchacha se desmayó, cayendo al suelo sin poder evitarlo. Eiael entró en la casa y subió las escaleras lo más deprisa posible y, en cuanto llegó al cuarto recogió a su hija del suelo, viendo justo en ese momento las marcas de mordiscos en el lado izquierdo de su cuello.

-Oh, por todos los dioses –murmuró para sí mismo más que para el guardia que le había seguido hasta la habitación en la que se encontraba su princesa-, ese bastardo la ha marcado. Ahora sí que urge acabar con él.

-Majestad, volvamos a Palacio para dejar a la princesa. Luego iremos a por esa Criatura de la Noche.

-Sí, voy a llevarla con su madre, ya es hora de que la tenga.

Dicho esto bajaron las escaleras y salieron de la casa dirigiéndose a los caballos para ir a su castillo.

Capítulo V

7 de Diciembre.

Evelyn estaba con Nahtumne tumbada en la cama haciéndole carantoñas a la niña en la tripita cuando entró su suegra en los aposentos.

-Evelyn –le dijo la Elfa al entrar dentro y cerrar la puerta tras ella-, no deberías estar aquí todo el día metida. Tendrías que salir al jardín para que te diese el aire.

-Aquí estoy bien, ¿no lo ves?

-Le prometí a Eiael que cuidaría de vosotras en su ausencia, y hasta ahora tengo la sensación de que no lo estoy haciendo muy bien que digamos.

-Pues estate tranquila que si te vas de aquí y nos dejas en paz nos damos por cuidadas.

-Evelyn –le contestó Alemiah acercándose a la cama, en la cual su nuera ni siquiera se había dignado a levantar la vista hacia ella mientras hablaban-, no puedes seguir así. Necesitas salir, las dos necesitáis salir.

-Sí, lo que tú digas. Adiós.

-Conmigo no te va a funcionar ese comportamiento, jovencita. Puede que con mi hijo así consigas todo lo que tú quieras, pero conmigo no.

-Vaya, ahora tu abuela se pone en plan madre.

-¡Ya está bien! –exclamó la Elfa mientras se acercaba al cordel del servicio para llamar a la doncella de Evelyn- Te vas a preparar y vais a venir conmigo a mi Reino hasta que Eiael regrese. Hoy empiezan los festejos del Solsticio de Invierno y este año vamos juntas.

-Hope no puede, aún es muy pequeña.

-Nahtumne puede y vendrá. No la vamos a dejar sola aquí, bastante está pasando la pobre.

-Pues por eso decía yo de no ir.

-No seas cabezota, Evelyn. Vendrás conmigo y no hay más que hablar.

-Y si regresa Eiael antes de lo esperado, ¿qué, m?

-Sabrá que estamos en mi Reino.

-No, no iré. Me quedo ntos en que el bebé tiene hambre?

-Déjame en paz y métete en tus asuntos.

-Tú y mi nieta formáis parte de mis asuntos. Estos días hay una temperatura buenísima, a pesar del mes en el que estamos. Tanto Nahtumne como tú necesitáis el sol, hay que aprovechar los pocos días que este sale. Ya estamos en Diciembre, no faltará mucho para que las primeras nieves lleguen.

-Exacto, nevará dentro de poco. Y Eiael regresará en cualquier momento con Jasmine, quien sabe Dios en qué condiciones estará, y no quiero que, por tener que ir a buscarnos a tu Reino, les pille la nevada por el camino. Así que no, no iremos y punto. Si es caso soy capaz de atarnos a la niña y a mí a la cama para no ir.

-Tranquila, Evelyn. No hay que ponerse tan dramática. Pero haremos esto; en cuanto lleguen Sahethel y Eiael iremos todos a mi Reino a los Festejos, ¿de acuerdo?

-Está bien. Cuando regresen.

-Pero ahora mismo te quiero ver en el jardín con Nahtumne, vamos.

Justo en ese momento llegó la doncella de su nuera.

-¿Deseabais algo, Majestades?

-No, Nastieh. Ya está todo solucionado. Puedes retirarte.

-Sí, mi Reina –respondió la doncella haciendo una inclinación ante las dos Reinas antes de irse de la habitación.

-Venga, Evelyn –dijo Alemiah cogiendo del brazo a su nuera para irse-, vayamos a dar una vuelta por el jardín.

-Espera, cogeré una mantita para la niña –contestó ella mientras cogía una mantita rosa y envolvía con ella a la niña.

***

Un mes después

Evelyn se había quedado dormida con la niña en la cama junto a ella. Cuando abrió los ojos vio que su hija la miraba mientras jugaba con sus largos rizos con sus manitas tal y como hacía Jasmine cuando tenía la edad de Hope.

-Buenos días, Princesita. A ver si tu padre no tarda mucho en venir, si no les pillarán la nieve. ¿Tienes hambre, vida? Vamos a buscar a Wuire.

Se dirigía a la habitación del ama de cría de su hija, cuando oyó los cascos de los caballos. Llamó a la puerta y cuando Wuire abrió la puerta le entregó a la niña.

-Tiene hambre, Wuire. Cuando acabes llévasela a su abuela.

Y tras eso marchó en dirección al jardín, donde estaba su esposo con su hija mayor montada en el caballo delante de él.

-¡Eiael! –gritó mientras se subía la falda y echaba a correr en dirección a él.

Eiael desmontó del caballo de un salto y, tras bajar a su hija fue a coger a su esposa, quien en cuanto llegó junto a Eiael le dio un apasionado e impaciente beso en los labios.

-Me voy a tener que marchar más a menudo para encontrar esta muestra de aprecio.

-Aish, cállate, anda. ¿Dónde la llevan?

-A la cama, no se encuentra bien.

-¿Por el viaje?

-No, Evy. Ven adentro, tengo que decirte algo, cariño.

-¿Cómo? ¿Qué pasa?

-Dentro, por favor.

-Pero... -iba a protestar de nuevo Evelyn cuando Eiael la cogió en brazos y la subió llevó a sus aposentos.- ¿Me quieres bajar?

-Hace unos minutos –dijo él mientras la tumbaba suavemente en la cama y se echaba él a su lado- no te importaba estar en mis brazos.

-Hace unos minutos no tenía la sensación de que me ocultabas algo muy importante.

-No te lo oculto, Evy. Simplemente quería decírtelo en privado.

-Pues ya estamos en privado. En serio, Eiael, ¿qué ocurre? Me estás asustando.

-Lo siento, Evy. De verdad que no hay nada más de lo que me arrepienta en toda mi vida como de esto.

-¿Me lo vas a decir ya o lo tengo que adivinar?

-Cariño, el maldito Vampiro debía de saber que íbamos a por Sahethel.

-¿Y qué?

-La ha marcado, Evy. La ha marcado.

-¿Cómo que la ha marcado?

-La ha mordido y eso significa que ha empezado la marcha atrás, que nuestra primogénita se va a convertir en una Criatura de la Noche.

-¡¿Qué?! ¡¿Cómo?!

-Evy, eso significa que tendré que ir a por el Señor de las Criaturas de la Noche. Empezaré una guerra en contra suya para que nuestra hija vuelva a ser quien era.

-Pero, ¿es una...?

-No, cariño, no. Aún hay tiempo. Ven, mi vida. Mañana marcharé para las Tierras Oscuras.

-¿Cuánto tiempo la queda?

-Puede que unos tres meses más o menos.

-¿Cómo que puede?

-No es algo seguro, como decís los Humanos, no es una ciencia cierta. Pero lograré que vuelva a ser ella. Ahora intenta descansar un poco.

-¿Llevas todo este tiempo fuera de casa y sólo se te ocurre decirme que me duerma?

-Necesitas dormir, cariño. Tienes cara de cansada.

-Será cansancio de haber tenido que aguantar a tu madre.

-La dije que os cuidase. Es normal que se pasase el día entero encima tuyo. Y cuando marche a la guerra será peor porque estaré fuera más tiempo.

-Pues no te marches. Que vaya otro.

-Vaya, ¿es que me has echado de menos? –preguntó él mientras le daba un besito en los labios. Cuando fue a apartarse ella no le dejó. Le pasó las manos por el cuello y le mantuvo contra sus labios.

Eiael enseguida se puso encima de ella entendiendo qué era lo que su esposa necesitaba en ese momento, y, tras esos dos meses que él había estado fuera y que se habían extrañado mutuamente, Evelyn le dio la bienvenida a su esposo como mejor podía hacer.

***
T

hukari se despertó y miró a su alrededor se echó a llorar al comprobar que no había sido un sueño que su padre había ido a rescatarla. Por fin estaba en su cuarto, en su cama, con sus padres y su hermanita. Dios, Nahtumne tenía que estar enorme, fijo que ni la reconocía.

Se levantó despacio porque se encontraba un poco mareada, se miró al espejo y vio los dos puntitos que tenía en el lado izquierdo de su cuello. Las marcas de los dientes de ese maldito vampiro. Se acercó un poquito más al espejo y vio que cada heridita tenia un arco negro a su alrededor.

-Esto no puede ser bueno –murmuró antes de que su padre asomase la cabeza por la puerta.

-Buenas tardes, Thukari le  saludó él acercándose a su hija-. Veo que ya estás levantada. ¿Cómo te encuentras?

-Bien, sólo un poco mareada. ¿Es normal que esto tenga esta pinta? Parece que está infectado.

-He mandado llamar a Dagaz para que te las cure.

-Pero hace mucho que me mordió, ¿no?

-Un mes, más o menos.

-Pues tendría que estar curado ya. Me voy a convertir en uno de ellos, ¿verdad?

-No voy a dejar que eso ocurra, Sahethel. Escúchame bien, antes moriría que permitir que mi hija se convirtiese en semejante criatura.

-Entonces le vas a matar, ¿verdad?

-Eso no evitaría nada, cielo. Estaríamos con el mismo problema que ahora. Tengo que acabar con la primera Criatura de la Noche para que tú sigas siendo tú.

-Pero, eso significa que te volverás a ir dentro de poco y durante mucho tiempo, ¿no? Y, ¿mamá lo sabe?

-Sí, lo sabe. Y espero no estar fuera mucho tiempo, no me gusta tener que decírtelo, pero no sirve de nada engañarte. No tenemos tiempo que perder, así que, cuanto antes marche, antes regresaré y tú estarás... salvada.

-¿Cuesta mucho acabar con un vampiro? ¿O es como en las pelis y con una estaca está todo solucionado?

-No, cariño. Ojalá fuera todo tan sencillo. Tengo que llevar la espada de Luine, sólo con él se les puede destruir. Hay que cortarles la... bueno, esa espada fue un regalo del dios para que pudiésemos controlar a esas horribles criaturas.

-Lui... ¿qué?

-Luine, el dios de la guerra. Tengo que conseguir que venga Neiwanth para que te enseñe toda nuestra historia y ritos.

-Y, ¿quién es Neiwathn?

-Neiwanth, es el mejor instructor que hay por aquí. Él me enseñó a mí y a Barkana todo lo que sabemos.

-Vamos, que es más viejo que el habla.

-No es un anciano si eso es a lo que te refieres –le aclaró a su hija con una sonrisa en los labios-. Ahora vístete y ve al Salón del Trono que tu madre te espera ahí.

-De acuerdo, adiós, papá.

Capítulo VI

Por la noche.

-¿Aún estás despierta, cariño? –le preguntó Eiael a Evelyn tras entrar en sus aposentos.

-No podía dormir.

-¿De verdad? ¿Estás preocupada por la niña?

-No. Sí. Quiero decir que sí que estoy preocupada por ella, llevo preocupada por ella desde que me enteré de tus tratos con esa... esa criatura. Pero no me refería a eso.

-¿Hasta cuándo me vas a seguir restregado aquel trato?

-¿Hasta que las ranas críen pelo?

-Evelyn, estoy cansado y mañana me espera un largo viaje.

-Entonces si estás cansado...

-¿Qué quieres ahora?

-Déjame en paz, a ti no hay quien te entienda.

-¿Cómo? ¿A mí? Esto es increíble.

-¿Cuánto tiempo has estado fuera de casa?

-Dos meses, más o menos, ¿por qué?

-Y, ¿cuánto tiempo pretendes estar fuera esta vez?

-No lo sé, Evelyn. El que haga falta. Sólo espero que no lleve mucho o será demasiado tarde para Sahethel. Pero, ¿a qué viene este interrogatorio?

-Y, ¿aun así no te das cuenta?

-Mira, Evelyn, no estoy para tonterías. Lo que me tengas que decir, dímelo ya de una vez para que me pueda ir a dormir de una vez, ¿vale?

-Sólo quería pasar la noche contigo, pero por lo visto tú no quieres –respondió ella malhumorada antes de tumbarse en la cama y taparse con las mantas-. Estás demasiado cansado. Así que, déjalo y ponte a dormir, que mañana te espera un largo viaje.

-¿Quieres hacer el amor conmigo? –preguntó él extrañado acercándose a su esposa.

-Quería, pero tú estás demasiado cansado para tonterías. Así que, hala, hasta mañana –y dicho esto, se dio la vuelta dándole la espalda a su marido.

-Evy, ya sabes que yo siempre quiero yacer contigo, es sólo que, como siempre pones excusas para no hacerlo, no me había dado cuenta de que te referías a eso.

-Eso es lo que me conoces.

-Te conozco muy bien, mi vida –aclaró él tumbándose detrás de su esposa y arrimándose a ella-. Más de lo que tú te crees. Venga, Evy, no te enfades.

Entonces empezó a darla besitos y mordisquitos por todo el cuello tal y como él sabía que a ella le gustaba. Y, cómo él suponía, se dio la vuelta para corresponderle. Estuvieron toda la noche demostrándose su mutuo amor y despidiéndose antes de que Eiael se fuese a la guerra.

***

A la mañana siguiente...

-Evy, cariño, me tengo que marchar ya.

-Sí, enseguida subo, papá –murmuró ella dándose la vuelta, aún dormida.

-Cariño, vamos –le contestó él sonriendo mientras la zarandeaba un poquito-, he de marcharme.

Evelyn abrió por fin los ojos, y al mirar a su marido le vino la noche pasada a la mente, tras lo cual se sonrojó e intentado ocultar la evidencia, se intentó tapar la cara con las mantas.

-No te tapes, ven, que quiero despedirme –la quitó las mantas hasta la cintura, desnuda como estaba, y la atrajo hacia él, dándole un apasionado beso antes de separarse de ella y levantarse de la cama, tras lo cual, y para el entretenimiento de Eiael, Evelyn se tapó pudorosamente con las mantas-. Evy, ¿no crees que ya te he visto suficientes veces como para que te comportes tan tímidamente de repente?

-Y, ¿qué? Ya sabes que me da mucha vergüenza.

-Bueno, cariño, me voy. Volveré pronto, ¿de acuerdo?

-¿Te has despedido de las niñas?

-No, lo voy a hacer ahora. Te quiero, adiós.

Y se marchó cerrando la puerta tras él. Evelyn se levantó, se puso el camisón que estaba en el suelo y una bata que sacó del ropero y salió al balcón. Ahí vio cómo los ejércitos leisenic y élfico esperaban a que el Rey de los Leiseniks saliese del palacio y se uniese a ellos. Ni siquiera ella estaba muy segura de por qué lo hacía, sólo sabía que quería robarles a esos soldados a su marido durante unos minutos más. Al fin y al cabo se marchaba durante Dios sabía cuánto tiempo. Cruzó de prisa los pasillos, más aprisa bajó las escaleras y apresuradamente salió al jardín; no le importó que este estuviese lleno de hombres y que ella estaba en camisón, sólo le importó llegar a tiempo donde su esposo y echarse a sus brazos para poder besarle por última vez en mucho tiempo.

Eiael reaccionó rápidamente, cuan medio elfo era, y cogió a su esposa en brazos justo en el momento en el que ella saltaba hacia él. Acto seguido se besaron como si no hubiese un mañana, como si el no tocarse mutuamente los labios significase la muerte de ambos. Por fin, uno de los incómodos soldados carraspeó y eso hizo que tanto la Reina como el Rey volviesen a sus cabales y cobrasen conocimiento de dónde se encontraban.

-Evy, ya verás como estoy de vuela antes de que te des cuenta.

-Tú vuelve y ya está, que tus hijos y yo te necesitamos.

Eso extraño y llamó la atención de Eiael, y la de todos los hombres que allí se encontraban.

-¿Cómo que hijos?

-¿Tu a qué te crees que me refiero?

-¿Estás en cinta?

-Sí, desde antes de que te marcharas a por Jasmine. Te lo digo ahora para que tengas un motivo más por el que volver.

-Volveré, mi vida. Por ti, por las niñas y por el que está por venir –y tras darle un besito en la frente se subió a su caballo y se marchó guiando a su ejército camino de una guerra que cambiaría para siempre la historia del Mundo Mágico.

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