PARTE VII
-CAPÍTULO I-
9:45 horas.
Eiael intentó dormir pero no consiguió hacerlo nada más que durante veinte minutos. Así que se levantó de la cama, con cuidado de no despertar a Evelyn, y se sentó en su escritorio. Bajó la tapa, sacó el libro y comenzó a leer lo que su hija había escrito en él.
'' 2 de Abril de 2005
>>La abuela me ha dado este libro para que apunte mis pesadillas y todo lo que me ocurra durante el día desde que estas comenzaron.
>>Siempre es lo mismo: yo corro y corro porque algo me persigue, pero nunca me atrevo a mirar qué es lo que va tras de mí. Pues sé que si miro para atrás o menguo la velocidad 'eso' me atrapará, y, entonces estaré perdida. Justo al final del sueño, 'eso',
me alcanza y me atrapa con sus frías manos. Pero no consigo verle la cara.
>>Así termina el sueño. Ahí es donde me despierto, asustada como un niño pequeño con una gran tormenta.
>>A mamá se le nota más el embarazo, tanto en el físico como en el carácter: cada vez está más insoportable. Ahora puede que esté de buen humor y a la de unos minutos está de mala leche otra vez. Mamá y papá se pasan todo el día discutiendo, la verdad es que no me extraña que la abuela se haya ido. Ya no sé qué hacer para que paren de discutir.
>>Bueno, no sé qué más contar.
***
''16 de Abril de 2005.
>>El sueño es el mismo de siempre. No ha cambiado absolutamente nada. Por eso no he escrito nada durante estos días. Tampoco ha pasado nada digno de apuntar aquí. Total, la abuela me dijo que apuntase las cosas que no fuesen normales y mis sueños... pero, digo yo, si el sueño se repite día tras día, no tengo por qué escribirlo, ¿no? Total, es el mismo que ayer y anteayer...
>>Hoy era el cumpleaños de mamá. Vinieron la tía Barkana y la abuela para la fiesta. Parece que mamá se animó un poco, la pobre no para de decir que se está poniendo como un barril.
>>Papá le regaló un precioso colgante con una esmeralda, así hará juego con sus ojos. La verdad es que a papá le encantan los ojos de mamá. Estoy segura que por eso se empeña en que se ponga siempre algo verde. Es más, creo que tiene cinco o seis vestidos verdes.
>>La tía Barkana le regaló unos pendientes y la abuela una diadema de plata con esmeraldas, rubíes y diamantes (la diadema es como las que usaban en la Edad Media, como la mayoría de las cosas de aquí, por no decir todo). Yo la regalé un libro, pues, como a mí, la encanta leer.
>>Ya no tengo nada más qué decir.
***
''15 de Agosto de 2005.
>>Hoy ha nacido ya mi hermanita. Es preciosa. Tiene el pelito rizadito y negro, igual que mamá. Mamá me dejó cogerla, aunque a mí me dio miedo. Es tan pequeñita que parece que si respiras demasiado fuerte se va a romper.
>>Nació a las 23:30, después de estar mamá ocho horas de parto, más o menos. Papá está loco de contento. Y no me extraña.
>>El sueño es el mismo de siempre.
>>Ya no tengo más que decir.
***
''17 de Agosto de 2005.
>>Hoy la pesadilla era diferente. Le he visto, quiero decir en el sueño, claro. Es un chico. Un chico moreno.
>>Yo estaba en el jardín de atrás dando un paseo nocturno, pues hacía una noche preciosa, mientras recogía unas flores. Pero, de repente, todo a mi alrededor se calla, los animales, el aire. No se oye nada. Ni siquiera a la gente del castillo.
>>Y, entonces es cuando entra él en el jardín y yo empiezo a correr hacia el castillo porque sé que ahí están mamá y papá, y que papá no dejará que él me lleve.
>>Yo corro y corro, y, como si de una película se tratase, me engancho el pie en la raíz de un árbol y me caigo al suelo, me levanto enseguida y sigo corriendo.
>>Justo en ese momento, él logra cogerme y me tapa la boca con su helada mano para impedir que la gente del castillo me oiga gritar.
>>Eso ha sido todo. Ahí me he despertado. Espero que la abuela sepa qué significa esto. Ya empiezo a estar asustada...
***
''21 de Agosto de 2005.
>>Hoy era la presentación de Nahtumne al pueblo Leisenik. Y papá a dicho que en un futuro (espero que sea muy lejano) seré la Reina de los Leiseniks. Y que, Nahtumne será la Reina de los Elfos Nahethel.
>>El sueño era el mismo de ayer, etc. Pues ahora le da por ser el mismo desde el 17 de este mes.
>>El chico, el que me persigue en el sueño, es moreno, tiene los ojos azules y el pelo liso. Es bastante alto y, sí, también es guapo.
>>Ojalá supiera qué significa todo esto. La abuela lo está investigando.
>>No tengo nada más para escribir.
Ahí acababa todo. Eiael cerró el libro asustado. Era él, estaba seguro. Después de todos los años que habían pasado, había vuelto para cobrarse lo que Eiael le había prometido hacía tanto tiempo.
***
23:45 del día 24 de Agosto.
-¡¿En 1606?! ¿Tú estás loco, no?
-Mmmm –contestó William mientras sonreía a la Princesa-, veo que tu padre no te ha contado nada.
-¿Qué tendría que haberme contado?
-Empezaré por el principio. Hace unos 16 años vi por primera vez a tu madre y me enamoré de ella al instante. Pero tenía un problema: ya estaba casada con tu padre. Todas las noches me acercaba al castillo para observarla hasta que un día Eiael se dio cuenta y salió al jardín trasero desde el cual yo observaba a tu madre. Él sabía lo que soy y me amenazó con exponerme al sol mientras dormía si no desaparecía de su Reino y dejaba a Evelyn en paz.
''Yo le contesté que no le temía y que pretendía que ella fuese mía. Eso le hizo cambiar de actitud y me pidió que no lo hiciese. Esa misma noche me había dado cuenta de lo mucho que tu madre quiere a tu padre, a pesar de sus estupideces infantiles, aunque ella misma lo quiera negar. Esa noche, antes de la visita de tu padre, comprendí que no tenía nada que hacer con tu madre. Ella jamás me querría a mí, así que hice con tu padre un trato: la dejaba en paz si él me prometía su primera hija. Ella sería mi compañera para la eternidad. Él aceptó, no sé si pensaba matarme antes de que pudiese cobrarle la promesa, o qué tenía pensado hacer. Pero la cosa es que aquí estamos. Tú serás mi compañera para la eternidad. Sólo que ahora eres muy pequeña, esperaré a que crezcas para convertirte en una de los de mi especie.
-Pero... pero... –Thukari no sabía por dónde empezar- ¿qué eres tú?
-¿Aún no lo has adivinado? Soy una Criatura de la Noche. Un Vampiro. Me alimento de la Sangre de mis víctimas desde 1630.
-¿Un Vampiro? –preguntó ella incrédula- Y yo soy Caperucita Roja.
-No me crees. ¿Tampoco crees a tus sueños? Tengo entendido que has soñado conmigo desde hace algún tiempo.
-¡¿Tú me enviaste los sueños?!
-No. Pero te puedo leer la mente, más concretamente, tus peores temores. Además te veía escribirlos en tu diario.
-¿Me seguías?
-Desde que naciste. Fue por casualidad. Cuando tu madre se escapó del Reino de tu padre por primera vez, cuando aún estaba en cinta de ti, se fue a Irlanda, donde tú naciste y alquiló allí una casa. Pues bien, esa misma noche, cuando tú naciste y alquiló allí una casa. Pues bien, esa misma noche, cuando tú naciste, llegué yo a Kilkelly, pues todos los años suelo ir para las fiestas del día de San Patricio.
-Pero si eso es el 17 de Marzo.
-Ya lo sé. Ese año no pude ir, así que decidí ir justo para Todos los Santos. Fue una gran sorpresa encontrarme a tu madre allí. Los aldeanos son muy supersticiosos y, al ver que tú habías nacido esa noche, te cogieron miedo. Te relacionaron con las desapariciones de los jóvenes del pueblo, a pesar de que sólo eras un bebé recién nacido, pues a penas tenías dos semanas. Yo no pude hacer nada, pues esto ocurrió de día, los aldeanos decidieron contarle a la policía que creían que tu madre estaba implicada con las desapariciones cuando apareció tu padre y os llevó de vuelta a su Reino.
''Ahí te perdí de vista, hasta hace unos meses, antes de que naciese tu hermanita...
-Lo siento –dijo Thukari mordazmente- pero no me creo ni una sola palabra de lo que me has dicho. Mi padre jamás haría algo así.
-¿Estás segura? De todas formas hace poco que lo conoces. Pero no te preocupes, Princesa Thukari, de momento no te haré nada. Quiero que crezcas, que te transformes en la bella mujer que prometes ser. Entonces te convertiré en Vampira. Ahora duerme, durante el día podrás ir a cualquier parte de la casa. Eso sí, nunca podrás salir de ella, pues he cerrado todas las puertas, y las ventanas, como puedes observar en esta, tienen barrotes. Por lo demás esta casa es tan tuya como mía.
-Qué amable por tu parte –comentó ella sarcásticamente- ¿Dónde vas ahora?
-Esta conversación me ha dado hambre, voy a saciarla. No tardaré mucho pero aprovecha a dormir tranquila.
Y, dicho esto, se marchó cerrando la puerta tras él.
Capítulo II
10:15 del día 24 de Agosto.
Eiael estaba dando vueltas en la cabeza a lo que había leído en el diario de su hija cuando, de repente, Evelyn entró de malas maneras en el Salón del Trono.
-¿Evy, estás bien? –le preguntó preocupado.
-¡¿Cómo te atreves a preguntarme siquiera cómo estoy?! –exclamó ella enfadada.
-Pero, ¿qué te ocurre?
-¡¿Que qué me ocurre?! ¡Tú! ¡Tú tienes la culpa de que se hayan llevado a mi niña!
-¿De qué hablas? No te entiendo y baja la voz, por favor.
-¡No me importa! ¡Que me oiga todo el mundo, sí! ¡Que me oigan decir que tú le prometiste mi hija a un tal William! ¡Que se entere todo el Reino!
-¿Se puede saber cómo... por qué dices eso? –preguntó Eiael a su mujer levantándose del trono.
-¡Lo decía la nota que encontré en el jardín trasero!
-¿Qué es lo que está pasando aquí?
Los dos se giraron hacia la voz que había hablado. Alemiah se encontraba detrás suyo, en la puerta, mirándolos fijamente.
-¡¿Qué pasa?! –replicó Evelyn- ¡Algo muy sencillo: tu hijo ha vendido a mi pequeña!
-¿Cómo que la ha...? –preguntó incrédula Alemiah.
-No la he vendido. Evelyn, jamás haría algo semejante. Haz el favor de calmarte para que te lo pueda explicar...
-¡No me interesan tus estúpidas excusas! ¡Por eso tenías tanto empeño en tener más hijos, ¿verdad?! ¡¡Por eso!!
-¡Evelyn! –gritó su suegra- ¡Cálmate, que te va a dar algo!
-¡Dejadme en paz los dos!
Y, tirando la nota que llevaba en la mano al suelo se fue dando un portazo.
-¿Qué ha pasado, Eiael? ¿Qué es eso que ha tirado?
Él se agachó y cogió el papel.
-Nada.
-¿Qué es eso?
-Madre, ¿puedes...?
-¡¿Dónde está Hope?! –le cortó bruscamente Evelyn entrando de nuevo en el Salón del Trono.
-¡Ay, lo siento, querida! –exclamó Alemiah- Está con la costurera. Para que le haga más ropita.
-¡Podías haberme avisado, ¿no?!
-Evelyn, basta ya –le reprendió Eiael.
-Será mejor que tú mantengas la boca cerrada –le contestó ella entre dientes.
-Pero, ¿se puede saber por qué estás así ahora? Entiendo que estés preocupada por la niña. Pero, de ahí a que estés tan... arisca con tu esposo...
-Pues pregúntale a él. Por su culpa me han quitado a mi hija. Sabe Dios si... si volveré a verla otra vez. ¡Oh, Dios mío! ¡¡No tienes derecho!!
-Creo que –comentó Alemiah a su hijo y a su nuera- voy a ver que tal va Niennenth con la ropita de Nahtumne.
-Cariño... –empezó él cuando su madre se hubo marchado.
-¡No me llames cariño! –le cortó ella- ¿Has leído ya la nota? ¡Porque va dirigida a ti!
Eiael aliso el arrugado papel y leyó lo que en él ponía.
"Buenas noches, Su Majestad, Rey de los Leiseniks.
>>Espero que te acuerdes de mí y de la promesa que me hiciste hace ya tantos años.
>>Pero, por si acaso, me he tomado el placer de llevarme a tu primogénita, tal y como acordamos antes de que esta naciese.
>>Discúlpame ante la Reina por tener que hacerla pasar por estos momentos, pero una promesa es una promesa.
>>Atentamente:
>>William Freud."
-Oh, Evy...
-¿Es eso cierto? ¿Le prometiste a mi hija?
-No es eso.
-Entonces, ¿qué es?
-Él... es una Criatura de la Noche, Evy. Y... y me vino diciendo que te quería transformar en su compañera y como yo me negué, él me hizo prometerle que le entregaría en tu lugar a nuestra primera hija. Lo que pasa es que yo había pensado matarle antes de que viniese a por ella. Pero entonces te marchaste dos veces y perdí ese tiempo en intentar encontraros.
-¡¿Y crees que eso le quita importancia, eh?!
-No, ya sé que no. Y ahora que sabemos quién es el que se la ha llevado, la encontraremos antes –explicó esperanzado Eiael mientras intentaba cogerla por la cintura.
-¡No me toques! ¡Hasta que no me devuelvas a mi hija no podrás tocarme!
Y dicho esto abrió la puerta, salió por ella y la cerró de un portazo.
-Dioses, lo que me espera –murmuró él para sí mismo.
***
11:15 del día 25 de Agosto.
Thukari se despertó con los rayos del Sol dándola en la cara. Se estiró y se levantó de la cama. Al asomarse por la ventana vio el hermoso día que hacía.
Se dio la vuelta y pudo ver que, enfrente de la cama había un ropero. Se dirigió hacia él y lo abrió. Dentro había bastantes vestidos, todos del mismo estilo del que llevaba puesto.
-Ah... –murmuró para sí misma- Así que seguimos en el mundo de papá. Entonces sólo tengo que escaparme de aquí. Pero, ¿cómo? Anoche dijo que había cerrado todas las puertas con llave... A no ser que... ¡Exacto!
Cogió del armario un vestido azul y se lo puso. Después se miró en el espejo, se colocó los rizos y salió por la puerta, la cual estaba abierta.
-Miraré habitación por día –se dijo a sí misma-. Tengo que registrarlas a fondo, en algún sitio tiene que estar la llave.
Estaba tan entregada a su búsqueda que no se dio cuenta de la mujer que tenía detrás, ni de que esta lo había oído todo.
***
No tuvo que buscar mucho, pues en la primera habitación en la que había entrado, estaba la llave que buscaba. La cogió y bajó las escaleras tan rápido como el vestido le permitía.
Cuando llegó a la puerta principal metió la llave en la cerradura y la giró abriendo la puerta. Ni siquiera se molestó en cerrarla, salió con la llave aún en la mano y se encontró con que había un muro delante, cercando la casa.
-Bueno –murmuró-, a escalar toca.
Y, dicho esto, se subió la falda del vestido, se la enganchó en la cintura y empezó a escalar por el muro.
Una vez fuera de la propiedad de William, se desenganchó la falda y miró a su alrededor.
-Y, ¿ahora por dónde voy?
Justo por ahí pasaba un muchacho con una mula, la cual tiraba de un carro. Thukari se acercó a él y, parándole, le preguntó:
-Oye, ¿me podrías decir cómo puedo ir al Reino de los Leiseniks?
El joven se la quedó mirando como si hubiese dicho algo muy disparatado.
-¿Me entiendes? –volvió a preguntar ella.
-¡Oh, sí! Claro que te entiendo. Pero, ¿por qué quieres ir al Reino de los Leiseniks?
-Porque allí están mis padres. Yo soy de allí, pero...
-Aquello está muy lejos... ¿cómo te llamas?
-Thukari. Pero no me importa lo lejos que esté, tengo que llegar.
Thukari volvió a mirar al chico y se sorprendió al ver la cara de susto que tenía. De repente, se arrodilló ante ella con la cabeza gacha.
-¿Qué te pasa? -quiso saber ella.
-Perdonadme, Alteza. No os había reconocido, Princesa Thukari.
-Oh, por favor, levántate. Ahora mismo sólo soy una chica que quiere volver a casa. Por favor, ¿me puedes indicar el camino?
-¡Claro que sí, Majestad! El Reino de vuestro padre se encuentra en esa dirección. Pero os advierto que está muy lejos. No sé qué hacéis aquí, pero es peligroso que os vayáis sola.
-No. Lo peligroso es que me quede aquí –contestó ella mientras tomaba el camino de la izquierda, el que el chico le había indicado-. Muchas gracias por todo.
Él la miró preocupado antes de seguir por su camino, en dirección al mercado en el que había pensado vender la mercancía que llevaba en el carro. Pero jamás llegó al mercado, ni regresó a su casa, en el lejano Reino de los Leiseniks. Gwyllion no le dejó llegar, le desnucó al darle en la cabeza con una piedra.
-No permitiré que un estúpido Leisenik se entrometa en los deseos de mi Amo y Señor –habló más para sí misma que para nadie más, la Damethel.
***
23:45 del día 25 de Agosto.
Llevaba casi todo el día andando, pues tenía miedo de que él la alcanzase. Tenía que poner cuanta más tierra de por medio, mejor. Pero ya no podía más. Le dolía todo y los pies los tenía como si hubiese subido al Everest y bajado diez veces seguidas sin parar.
Así que se sentó en un árbol caído a descansar un poco. En ese momento el estómago volvió a quejarse. Había aguantado todo el día a base de moras y frambuesas, y el estómago le pedía algo más... consistente.
-¡Oh, Dios mío! –murmuró- Haz que papá me encuentre, nunca he tenido tanto...
No pudo terminar la frase porque unos fuertes y fríos brazos la cogieron por detrás.
-Eres dura de roer, ¿eh, pequeña?
"Oh, no" pensó ella. "Es él, me ha encontrado."
Thukari empezó a retorcerse en sus brazos para poder soltarse de su abrazo, sin poder conseguirlo. William le dio un golpe, ella se desmayó y él se la llevó de vuelta a su casa.
***
A esa misma hora.
Eiael se dirigía a su dormitorio, cuando oyó llorar a alguien en la biblioteca. No se lo pensó dos veces y entró para ver quién estaba llorando.
Cuál fue su sorpresa al encontrarse ahí a su mujer. Entró en la biblioteca, cerró tras él la puerta con llave y se acercó a ella.
-Evy...
Ella levantó la mirada al oír a su marido pero hizo caso omiso de él.
-Evy –continuó él-, ¿qué te ocurre?
-Mi hija –dijo ella muy lentamente, hecho que a Eiael no le gustó nada, pues ella, normalmente, hablaba más rápido, como todos los americanos- ha sido secuestrada hace dos días por un Vampiro al que tú conociste antes de que ella naciese, y, ¿todavía eres capaz de preguntarme qué me ocurre?
-Cariño, sé que lo estás pasando mal. Y yo también. Pero Nahtumne necesita a su madre. Sólo tiene diez días, y...
-¡¿Estás insinuando que no me ocupo de ella?! –gritó Evelyn levantándose de la silla de un salto.
-No estoy insinuando nada, Evelyn. Sólo estoy diciendo que si pasas más tiempo con el bebé, ambas estaréis mejor. ¿A qué hora le toca comer? –ella agachó la cabeza al oír eso, pero él la cogió de la barbilla y le levantó la cabeza- ¿Qué te pasa? ¿Se te ha pasado la hora? –ella negó con la cabeza- Entonces, ¿qué es lo que te ocurre?
-No puedo...
-No puedes, ¿qué?
-No puedo darla el pecho.
-¿No puedes?
-No. Hace... hace... desde ayer, más o menos, estoy dándola leche de burra...
-¿No tienes?
-No. Creo que ha sido por el disgusto...
-Oh, Evy... –murmuró él mientras la estrechaba entre sus brazos-. No te preocupes, cariño. Seguro que hay alguna mujer que pueda darla de mamar por ti...
-Pero no es lo mismo.
-Lo sé, cariño. Sin embargo, es mejor esa leche que la de burra. No te preocupes, verás cómo se soluciona todo.
-¿Tú crees?
-Sí, vámonos a la cama, ven.
En ese momento oyeron llorar a la pequeña Nahtumne.
-¿Tendrá –le preguntó Eiael a su mujer- hambre?
-Hasta las dos no la toca.
Salieron de la biblioteca y se dirigieron a su alcoba. Allí estaba el bebé, en su cunita, llorando con toda la fuerza que sus pequeñitos pulmones le permitían.
-Tranquila –le dijo Evelyn mientras la cogía en brazos-, pequeña. Mamá está aquí. ¿Qué le pasa a mi niña?
-Igual tiene hambre...
Evelyn le metió en la boquita el dedo índice, pero la niña ni se inmutó.
-¿Qué haces?
-Comprobar si tiene hambre.
-¿La tiene?
-No. Igual tenía una pesadilla y por eso está llorando. Pero puede que no la pase nada. Todos los bebés lloran por la noche.
-Thukari no lloraba tanto.
Evelyn agachó la cabeza y dejó a la niña en la cunita.
-Jasmine fue un caso muy extraño. Normalmente, hasta los dos años, más o menos, no suelen dormir muy bien.
-Pues se ha dormido.
-Será que la hemos aburrido con nuestra charla sobre bebés.
Ambos sonrieron mientras se metían en la cama.
***
22:57 del día 26 de Agosto.
Thukari se despertó tumbada en el suelo, con la mejilla izquierda apoyada en la fría piedra de este. Se sentó, y, al hacerlo, se dio cuenta que estaba atada de pies y manos. Miró a su alrededor, pero sólo pudo ver oscuridad y una pequeña ventana con barrotes al ras del techo, la cual, si no estuviese encadenada a la pared, tampoco conseguiría alcanzar.
A pesar de que era Agosto, Thukari tenía frío. Ahí dentro no había ni una sola gota del calor que debía de haber afuera.
Thukari estaba tan metida en sus pensamientos que no se dio cuenta de que el Vampiro entraba en la habitación.
-¡Princesa Thukari! –exclamó fingiendo sorpresa-. ¿Ya te has despertado?
-¿Qué...? ¿Dónde estoy? –le preguntó ella.
-En una mazmorra. Te traté como lo que eres, te di toda la libertad que podía y me traicionaste intentando escapar. Ahora te quedarás aquí hasta que llegue el momento de tu transformación, pequeña.
-Mi padre te encontrará y te matará, estúpida sanguijuela.
-Princesa Thukari... esto no es una novela en la que la chica es salvada por el héroe de turno. Los cuentos de hadas no existen, aunque sí los seres que los pueblan, evidentemente. Si no fuese así tú no estarías aquí, ¿verdad?
Ella le lanzó una mirada de odio, de tal magnitud, que si hubiese podido, lo habría matado con ella.
-¿Tienes hambre? –quiso saber a la de un rato.
-¿Acaso –replicó ella- te importa?
-Oh, claro que sí. Me importa todo lo relacionado con vos –dijo él marcando bastante la última palabra, sinónimo de burla, mientras ella giraba la cabeza hacia el lado opuesto al que se encontraba su secuestrador.
Él avanzó hacia ella, la levantó la cabeza tras cogerla la barbilla con los dedos y la dijo:
-A partir de ahora te visitaré muy poco, pero no te preocupes, Gwyllion te traerá una bandeja con comida tres veces al día. Si con eso no es suficiente... –él la miró maliciosamente- habértelo pensado antes de tu aventurita de ayer. De verdad que aún no entiendo por qué lo hiciste. Podías haberlo tenido todo sólo con que lo hubieses pedido. Ahora tendrás que conformarte con lo justo para sobrevivir y... -volvió a sonreírla de esa escalofriante manera antes de continuar- convertirte en una de las mujeres más bellas que haya pisado... bueno, que haya visto.
-¿Por qué no me matas ya de una vez y...?
-Ya te he dicho que no quiero matarte. Si hubiese sido eso lo que quería, lo habría hecho en el mismo castillo de tu padre.
-¡Pues -le chilló ella con todo el odio y desprecio que podía llegar a tener- entonces lárgate y déjame en paz!
-Vaya, hasta en eso tienes que parecerte a ella. No me mires así, me refiero a que eres tan amable como tu madre, sarcásticamente hablando, claro.
-¿No tienes otra cosa más importante que hacer que molestarme y reírte de mí a la cara?
-No me río de ti, preciosa.
-Claro que no, cómo ibas a hacerlo. Con lo santo que tú eres, que nunca has roto un plato, ¿verdad?
-No te preocupes, con el tiempo nos llevaremos mejor. Aún eres una niña y ...
-Tranquilo, quien tiene que preocuparse eres tú, yo con no pensar tengo bastante.
-Pues me temo, Alteza, que a partir de ahora vas a tener mucho tiempo para pensar.
Pero Thukari ya no le prestaba atención, hacía tiempo que sabía cómo desconectar de su alrededor. Utilizaba esta técnica cada vez que sus padre discutían, aunque no entendía por qué lo hacían, cuando se querían mutuamente con locura. Suponía que era una de las cosas raras que hacían los adultos.
Sin embargo no duró mucho ese momento, pues notó cómo William la zarandeaba hasta que ella reaccionó mirándole con mala cara.
-Es muy tarde –le dijo él por fin-, Princesa. Tienes que dormir y descansar.
-Creía que los Vampiros dormíais de día.
-Y así es. Yo no he dicho que sea tarde para mí. Para mí es, aún, muy pronto. No podemos decir lo mismo en tu caso, ¿verdad?
-Pues entonces, ¿a qué esperas para irte?
-Te dejo esta manta aquí por si tienes frío, para que no te mueras de una pulmonía.
Y, dicho esto, cogió una manta y la tapó con ella. Mientras lo hacía la rozó en la mejilla con su fría mano, tras lo cual, Thukari retiró la cara lo más rápido que pudo y lo más lejos que las cadenas le permitían.
-Dulces sueños, Princesa –se despidió él antes de salir por la puerta y cerrarla con llave.
-CAPÍTULO III-
31 de Agosto, 13:10.
-Evy –la llamó Eiael mientras entraba en la alcoba-, Wuire me a dicho que cuando va a darle de comer a Nahtumne, te quedas mirando cómo le da el pecho y, hasta que no acaba y tienes el bebé en brazos...
-¿Tienes algo en contra? –le contestó ella de malas maneras.
-Cariño, sólo digo que no tienes que tener miedo. Wuire no se va a llevar a la niña.
Evelyn ya iba a protestar cuando alguien llamó con urgencia a la puerta.
-Pero, ¿qué...? –murmuró Eiael.
-Eiael –le llamó su prima Barkana-, tienes que venir urgentemente al Salón del Trono.
-¿Qué pasa? –preguntó él mientras abría la puerta y se encontraba de frente con una Barkana muy preocupada.
-Es... Evelyn, no deberías venir. Estás bastante mal ya como para ver esto.
-¡¿La han encontrado?! –chilló esperanzada Evelyn.
-No. Pero un Nahethel encontró a Perth en el Bosque de Bransteck, inconsciente y malherida . Eiael, tiene las alas destrozadas. No creo que pueda volver a volar.
-Vamos, hay que curarla cuanto antes.
-Voy con vosotros –anunció Evelyn dejando a la niña en la cuna.
-No, cariño. Tú quédate aquí.
-Ni hablar. Si ella está así, si apareció en el Reino de tu madre es que ella les siguió. Necesito hablar con ella.
-Lo siento, Evy. Pero no me dejas otra elección.
Dicho esto, levantó la mano derecha y la pasó por delante de la cara de su mujer. Quien cayó sin sentido en los brazos de su marido.
-Vamos, Barkana –le dijo él a la Elfa tras acostar a su Reina en el lecho conyugal.
***
29 de Agosto, 23:40.
Tajerh sabía que si cruzaba el Bransteck llegaría antes a casa. Su hermano había ido con el resto de soldados del Ejército Real de los Nahethel en busca de la Princesa de los Leiseniks, y él había ido hasta el campamento para despedirse de Hanont.
Estaba a punto de llegar al poblado de los Damethel cuando lo oyó. Era el lamento de alguien femenino y estaba sufriendo mucho.
Se acercó al lugar del que provenía la voz y, se llevó las manos a la boca al ver que se trataba de un hada. Se aproximó a ella y comprobó que aún estaba viva, justo en ese momento , el hada abrió los ojos y le miró a la cara pidiéndole ayuda sólo con la mirada.
-¡Por todos los...! ¡¿Qué es lo que te han hecho?! –preguntó él al ver que tenía las alas completamente destrozadas.
-La he fallado –susurró ella.
-¿A quién has fallado?
-A mi protegida, a la Princesa Thukari.
-¡¿Eres el hada protectora de la Princesa que se ha perdido?!
-Sí, y la he fallado. A ella y al Rey de los Leiseniks.
-Entonces... ¿quién te a hecho esto? ¿A sido un Damethel?
-No –contestó Perth-, me lo hizo el que se la llevó. Tienes que llevarme al palacio del Rey Eiael, por favor. Lo haría yo misma, pero no puedo ni ponerme en pie.
-Sí, utilizaré la magia para poder llegar antes. Esto es muy urgente. Pero antes pasaré por mi casa para darte algo que te calme el dolor.
***
31 de Agosto, 13:30.
Cuando Eiael entró en el Salón del Trono seguido de su prima, se encontró con que su madre estaba vendándole las alas a Perth, y que el Nahethel que la había encontrado y traído de vuelta al castillo, se levantó de un salto al ver que el Rey entraba por la puerta.
Eiael se acercó al hada, pero su madre le indicó con la cabeza que se sentase en el trono.
-Elfo –le llamó Eiael al Nahethel-, ¿cuál es tu nombre?
-Tajerh, Majestad –le contestó él mientras inclinaba la cabeza a modo de saludo.
-Bien, Tajerh. ¿Dónde encontraste a Perth?
-En el bosque Bransteck, mi Rey.
-Sí, de eso ya me he enterado. Pero, ¿dónde exactamente? ¿Puedes concretarlo?
-Oh, sí, mi Señor. Estaba cerca del poblado que tienen en el bosque los Damethel. Cuando la encontré, supuse que habían sido los Damethel quienes la habían destrozado las alas.
-Y, ¿fue así?
-No, Majestad. La pregunté si habían sido ellos, pero ella me dijo que fue el que se llevó a la Princesa. Sin embargo no me reveló la identidad de este.
-¿Eso es todo lo que sabes?
-Sí, mi Rey.
-¿No estaba allí la Princesa?
-No, no había ni rastro de ella.
-Bueno, puedes retirarte ya. Gracias por tu ayuda.
-Ha sido un placer poder ayudaros. Aunque sólo haya sido un poco –tras estas palabras, Tajerh se marchó por la puerta para irse a su casa.
-Perth –comenzó a hablarle Eiael al hada-, ¿puedes responderme a unas preguntas? ¿O prefieres descansar un poco antes?
-Mi Señor –contestó ella-, sé que os he fallado, a vos y a la Princesa Sahethel.
-No te preocupes. Su secuestrador se la llevó delante de nuestras narices, prácticamente. Nadie tiene la culpa. Pero, ahora tienes que contestar a mis preguntas, ¿de acuerdo?
El hada asintió con la cabeza.
-Bien –continuó él-, supongo que acabaste en el bosque porque los seguiste, ¿no es cierto?
-Sí, Majestad. Así es.
-Bueno, ¿entonces pudiste verle la cara?
-Sí, creo que... que era una Criatura de la Noche, mi Señor.
-Y, ¿viste hacia dónde se fue?
-No, lo siento. Cuando me atacó dejó a la Princesa en el suelo y vino a por mí.
-Y, ¿ella no intentó escapar?
-Lo habría hecho si hubiese podido, pero la Princesa estaba inconsciente.
-¿La mordió?
-Oh, no. Más bien parecía que la había golpeado.
-Será... Bueno, Perth, no te preocupes. Ahora ve a que Dagaz te cure las alas, y muchas gracias por tu ayuda. Ha sido un poco útil.
Alemiah ayudó al hada a salir de la habitación mientras su hijo bajaba del trono y se iba en dirección a su alcoba.
***
Cuando Evelyn se despertó y abrió los ojos, pudo ver que la habitación estaba a oscuras. Giró la cabeza hacia la izquierda y, alzando una mano hacia su marido, comprobó que este ya se había metido en la cama.
-¿Te ocurre algo? –le susurró Eiael cuando notó el brazo de su mujer.
-No –gruñó ella-. ¿Qué, ya has hablado suficiente con el hada?
-¿Se puede saber qué es lo que te ocurre ahora?
-¿Que qué me ocurre? No sé tú, pero yo no suelo quedarme dormida, sin tener sueño, así, de repente.
Eiael se movió dentro de la cama, se sentó y encendió una de las velas del candelabro que tenía en la mesita, entonces se giró hacia su mujer y le dijo:
-¿Por eso estás así?
Ella no le contestó.
-Ya sabes –continuó él- que no me gusta usar mis poderes contigo, pero no quería que fueses a ver a Perth sin antes poder hablar yo con ella.
-Bueno, y, ¿qué te a dicho?
-Sólo lo que ya sabemos. Evy, Perth tiene las alas completamente destrozadas. No es una bonita imagen para el estado emocional en el que te encuentras.
-¿No me digas? –contestó ella de malas maneras mientras se giraba hacia el otro lado y le daba la espalda a su marido.
-¿Vas a estar así todos los días? –quiso saber él.
-Hasta que Jasmine no aparezca, sí.
-Pero...
Evelyn le miró con mala cara.
-¿Cómo puedes creer –le dijo- que, mientras mi hija está sabe Dios cómo y dónde, tú y yo...? ¡Anda, por favor! Lo que me faltaba por oír. Apaga la luz, que vas a despertar a la niña.
Eiael sopló la vela enfadado y se volvió a acostar en la cama dándole la espalda a su mujer.
Capítulo IV
Dos meses después.
Eiael estaba desesperado. Ya habían pasado dos meses y la niña seguía sin aparecer. Encima, para colmo, Evelyn estaba deprimida. Se pasaba todo el día en la alcoba, sin hablar con nadie. Sólo quería estar con Nahtumne, con nadie más.
-Eiael –oyó que le llamaba su madre-, ¿qué tal está Evelyn?
-Peor. Cada día que pasa está peor. No duerme por las noches, no habla absolutamente con nadie. Y no deja ni un minuto a solas a Nahtumne. Es desesperante. Hace dos meses que secuestraron a mi Sahethel y no consiguen encontrarla. Ya no sé qué hacer.
-Mas, ya se le ha pasado la aversión que sentía antes por Wuire, ¿no?
-No –dijo él negando con la cabeza-. Ahora es peor. Antes sólo se quedaba un poco y salía de la habitación. Pero ahora, casi la tiene que quitar a la niña de los brazos. Cada vez está más protectora con el bebé.
-Pero bueno, Eiael, eso es completamente lógico. Date cuenta que se han llevado a su hija...
-Sí, por mi culpa. Ya lo sé. Mas estoy haciendo todo lo que puedo. Sé que, aunque ella no me dirija la palabra, ella me necesita. Además, si dejo el castillo solo con ellas dos aquí, él puede aprovechar y...
-Eiael, sé que no quieres irte porque tienes miedo, lo cual es bastante comprensible. Y, aunque creo que no debes abandonar el castillo ni a tu familia, ninguna de las dos estaría sola –de repente Alemiah cambió la cara-... Se me acaba de ocurrir una cosa.
-¿El qué? –preguntó él un poco esperanzado.
-Y, ¿si os vais tú, Evelyn, la niña y Wuire a mi Reino unos días? Tal vez así se anime un poco.
-Sí, creo que es una gran idea. Voy a decírselo ahora mismo.
Alemiah levantó la vista hacia el techo al oír las palabras de su hijo.
-¿Qué ocurre, madre?
-¿Por qué tienes que preguntarle todo antes de hacerlo? Hazlo y punto.
-Pero...
Justo en ese momento entró Evelyn con los ojos rojos y cara de susto.
-Cariño, ¿está bien?
-La niña...
-¿Nahtumne? –ella sintió con la cabeza- ¿Qué le ocurre?
-Pensé que la había sentado mal la leche, pero ahora tiene fiebre y...
-¿Dónde está?
-Tu prima se ha quedado con ella.
-Ven –dijo Eiael mientras cogía del brazo a su mujer-, vamos a ver qué la pasa. Madre, ¿puedes llamar a Dagaz, por favor?
-Sí, ahora voy.
***
-Majestades –empezó Dagaz tras examinar al bebé-, no tenéis por qué preocuparos. La niña cogió un frío, pero con esta infusión se pondrá bien enseguida –continuó mientras sacaba de la nada un frasquito con un líquido verdoso en su interior y se disponía a dárselo a la princesita, cuando Evelyn habló.
-¡Espera! ¿Qué es eso?
-Una infusión de hierbas, mi Reina.
-Eso ya lo has dicho, ¿qué hierbas?
-Evelyn –la interrumpió su marido-, no es veneno. Es para que Nahtumne se ponga bien.
-Pero...
-Cariño –le cortó él mientras la pasaba los brazos por la espalda y la atraía hacia él-, ¿por qué no dejas a Dagaz hacer su trabajo y vienes conmigo?
-No quiero dejar a la niña sola.
-Sólo es un momento. Además, Nahtumne tiene que dormir y si tú estás aquí no lo hará.
-He... dicho... que... ¡no!
Eiael la cogió del brazo y tiró de ella para sacarla de la alcoba sin añadir nada más, mientras su esposa protestaba e intentaba zafarse de su mano.
-¡Suéltame! –le gritó ella.
-Sólo quiero que me escuches. He estado pensando...
-¿Ah, de verdad? –preguntó ella sarcásticamente.
-Creo que deberíamos irnos de aquí –continuó él sin hacerla caso.
-¿Ahora quieres irte? Y... ¿si Jasmine...?
-Evy, los ejércitos de dos Reinos están buscándola. Porque nos tomemos un respiro no va a pasar nada. Es más, tú necesitas unas pequeñas vacaciones. Necesitas salir de aquí, mi vida.
-Pero yo no quiero irme...
-Cariño, mañana nos vamos.
-Que te crees tú eso.
-Nos iremos, tanto si quieres como si no.
Evelyn se le quedó mirando mal durante unos segundos antes de entrar sin decir nada en la alcoba.
***
Cuando Thukari se despertó pudo comprobar que no estaba encadenada. Y, al abrir los ojos, observó que ya no estaba en la mazmorra. Se levantó de la cama en la que se encontraba y se encontró con su propio reflejo en el espejo.
-¡Oh, Dios mío! –exclamó asustada mientras se acercaba al tocador- ¡Cuánto tiempo he estado aquí! Estoy... demasiado... pálida... No, esa no es la palabra. Demacrada, sí, eso es. Demacrada.
Se estaba pellizcando un poco las mejillas para darles color cuando vio la puerta de la habitación reflejada en el espejo. Se acercó a la puerta y bajó la manilla, pero estaba cerrada.
-¡¡Oh, no es justo!! –chilló enfadada mientras daba una patada a la pared- ¡¡No es justo!!
Se fue a la cama y se tiró en ella de malas maneras. En ese mismo momento, la puerta se abrió y entró Gwyllion con una bandeja en las manos.
-Os traigo vuestro desayuno, Princesa Thukari –le comunicó dejándoselo en la cama.
Thukari levantó una ceja en un gesto de incredulidad a la vez que le replicaba a la Damethel:
-¿Ahora me tratas de vos y me llamas Princesa?
-Soy su sirvienta y tengo que respetar las normas de la casa.
-¿Se puede saber qué es lo que te he hecho para que me tengas tanto cariño? –contestó con tono sarcástico al pronunciar la última palabra.
-He de irme –añadió la Elfa-. Tomaos el desayuno, cuando hayáis acabado, usad la campana y vendré a por la bandeja. Si necesitáis algo, estaré en la cocina. Aunque ese no sea sitio para una Princesa.
Y, dicho esto, se fue cerrando tras de sí la puerta. Thukari se quedó escuchando si Gwyllion cerraba con llave o no. Pero sí lo hizo. Volvía a estar encerrada de nuevo.
Se tumbó en la cama y comenzó a desayunar.
***
Esa misma noche...
-¿Por qué me habrá vuelto a dejar aquí? –se estaba preguntando Thukari mientras miraba por la ventana. Por eso no le oyó entrar ni acercarse a ella.
-No me gusta verte encerrada –le dijo él sobresaltándola.
Ella se dio la vuelta mirándole a la cara.
-¡¿Qué no te gustaba verme encerrada?! ¡Y, ¿cómo estoy ahora?!
-¿Prefieres la mazmorra? –al decir eso él, Thukari bajó la cabeza, pero eso no impidió que él continuase-. Lo único que te pido es que te quedes aquí, disfrutes de todo lo que te ofrezco...
-¿De todo lo que me ofreces? –le cortó ella- Y, ¿qué es lo que me ofreces, aparte de esperar para convertirme en un monstruo?
-Yo no soy ningún monstruo, Thukari.
-Claro que no –comentó ella sarcásticamente- sólo eres un Vampiro. Además, ¿cómo sabes que podrás convertirme o simplemente beber mi sangre?
Él soltó una grotesca y escalofriante carcajada, la cual hizo que Sahethel diese un paso hacia atrás.
-Princesa, me alimento todas las noches. Y yo no como animales –levantó una mano y le acarició la mejilla tras haberle apartado el cabello de la cara. Después añadió: -Antes de irme quiero que sepas que puedes salir de aquí siempre y cuando sea junto a Gwyllion. Y, si se te vuelve a ocurrir escaparte, te encerraré en la mazmorra hasta la noche que te convierta en mi compañera para la eternidad.
-Pero... –empezó Thukari.
-¿Qué?
-Gwyllion me odia. Aún no sé por qué, pero me odia.
-No te preocupes, no dejaré que te haga daño. Obedece mis normas al pie de la letra. Además, no te atacará, porque, aparte de temerte a mí, también te teme a ti.
-¿A mí?
-Sí. Eres... bueno, tu padre es medio Leisenik y medio Elfo Nahethel. Tienes mucho poder, créeme. Sólo que todavía no sabes utilizarlo. Y ella es una Damethel, por eso se comporta así contigo. Pero tranquila, que yo la vigilo. Ahora descansa, venga. Hasta mañana.
Y, tras esto, abrió la puerta y se fue de la habitación. Thukari pudo oír cómo William cerraba la puerta con llave.
-¡Oh, Dios mío! –murmuró ella mientras se tumbaba en la cama- ¿Por qué papá no me encuentra ya?
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