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PARTE IV

Capítulo I

Kevin había decidido llevarlas directamente a Estados Unidos él mismo. Así que, en Portsmouth cogieron un barco, el cual les llevaba, sin escalas, al continente americano.

Así Eiael no la encontraría. El primer sitio en el que miraría sería Irlanda. Pues bien, no sería tan tonta de ir a esa isla de nuevo. Iría a casa, a su casa. Haría que Jasmine creciese como una niña Humana más. Aunque sabía mucho élfico, pronto lo olvidaría. Aún era muy pequeña, así que, enseguida se olvidaría de todo. De quién era y de su padre.

-Ahora -empezó Kevin-, ¿me contarás dónde has estado, o todavía no?

-Sí, claro -contestó ella mirando si la niña estaba dormidita o no-. Te lo contaré mientras duerme.

Le contó todo. Cómo conoció a Eiael aquella noche hacía ya tanto tiempo. El trato que hizo con él. Su traslado al Reino de los Leiseniks. Su escapada a Irlanda y su vuelta al mundo mágico. Todo.

-Entonces... la niña...

-Sí. Oye, sé que suena a locura, pero mira -dijo Evelyn mientras buscaba algo en su cuello y se lo enseñaba a su hermano-, ¿ves esto? Pues esto nos protege a Jasmine y a mí de... bueno, no sé de qué. Y el de la niña hace que llueva. Estos dos amuletos se llaman Triskel. Y el de la niña hizo posible que pudiéramos irnos de allí.

-Pero no entiendo una cosa. Él, por lo que me has dicho, te quiere y lo mismo a la niña.

-Sí, pero...

-¿Entonces porqué te has ido? ¿No te trataba bien?

-Sí. Me trataba bien. Pero yo no quiero que mi hija se convierta en algo como él. Y tampoco quiero tener más hijos.

-¿Por eso has vuelto? -dijo su hermano sonriendo-. No veas lo contentos que están papá y mamá.

-¿Se lo has dicho ya?

-Sólo que habías vuelto. Lo hice después de que me llamaras tú. Y aún no sabía nada. Pero bueno, lo importante es que estás aquí. Sana y salva. Y si no quieres que tu marido te encuentre, tranquila, no lo hará.

-Gracias -le contestó Evelyn antes de recostarse en una butaca y quedarse dormida.

***

-Evelyn -oyó que la llamaban-. Evelyn, despierta.

Abrió los ojos y, al hacerlo, se encontró con que Kevin estaba llamándola y que la niña estaba jugando con el llavero de su tío.

-¿Qué pasa? -preguntó ella mientras se sentaba bien en la butaca- ¿Ha ocurrido algo?

-No, mujer. ¿Qué iba a pasar?

-Entonces, ¿qué...?

-Estamos a punto de atracar y quería que comiérais algo antes. Aunque Jasmine ya ha comido algo, ¿verdad que sí, pequeña?

La niña se le quedó mirando antes de asentir con la cabeza.

-Y, ¿qué has comido, cariño?

-Una taza de leche con galletas -le contestó Kevin por la niña-. ¿Quieres que te pida lo mismo?

-Pues... bien, vale. Eso bastará.

-Ahora vengo con ello -prometió su hermano mientras abría la puerta y salía del camarote.

***

Hacía más de cinco años que no la veían y Kevin les había contado por teléfono la historia. La verdad era que costaba mucho creerlo. Sonaba muy irreal. Demasiado.

Se morían de ganas de volverla a ver. Además, según había dicho Kevin tenía una hija. Una niña de apenas tres añitos. ¡Dios! Cómo tardaban en llegar.

-¿Crees que tardarán mucho más? -le preguntó Julianne a su marido- ¿Habrán perdido el tren?

-Claro que sí, cariño -contestó él-. Dawn, ven aquí, pequeña.

La niña fue corriendo hacia sus padres.

-Verás -le afirmó su madre- cómo Evelyn se alegra mucho de volverte a ver. Ella te quiere mucho.

-Y, ¿por qué se fue? -preguntó Dawn.

Nathan y Julianne James se miraron el uno al otro a los ojos sin saber qué contestar. Julianne ya la iba a decir que no lo sabía cuando llegó el tren y paró delante de ellos.

-¿También viene Kevin, mamá?

-Sí, vamos.

Llegaron juntos a una de las puertas, mirando los tres para ambos lados del tren, esperando a que alguno de los tres saliese del ferrocarril.

-¡Kevin! -gritó Dawn de repente corriendo hacia su hermano.

-Kevin levantó la cabeza y miró a su hermanita quien llegó hasta él tan rápido como le permitían sus piernecitas.

-Hola, Dawnnie -saludó él mientras dejaba la maleta en el suelo y cogía en brazos a la niña-. ¿Qué tal te has portado?

-Bien -contestó ella.

-Me alegro -afirmó Kevin al mismo tiempo que la dejaba en el suelo y saludaba a sus padres.

-¿Dónde está? -preguntó su madre.

-Ahora sale, es que se le había marchado la niña por todo el vagón -contestó él con una sonrisa en los labios.

Cuando hubo acabado la frase, apareció Evelyn con la pequeña en brazos.

-¡Oh, Evelyn! -exclamó su madre.

***

-Ahora tienes que estarte quietecita, cariño.

-¿Por qué? -preguntó Jasmine a su madre.

-Porque vamos a ver a los abuelos. Y tienes que portarte bien, ¿vale?

-Sí -afirmó la niña mientras su madre salía con ella en brazos del tren.

Allí estaban sus padres con Dawn y Kevin.

-¡Oh, Evelyn! -dijo su madre avanzando hacia ella para abrazarla-. Cariño, ¿dónde has estado? ¿Qué te ocurrió? Tu padre y yo pensamos que te habías escapado de casa por aquella discusión.

-No mamá. No fue por eso. Fue... bueno, no quiero decirlo delante de la niña.

-¿Puedo cogerla? -preguntó Julianne mirando a su nieta.

-Sí. Mira, Jasmine. Esta es tu abuela, él es tu abuelo y ella es tu tía Dawn -explicó Evelyn mientras se la entregaba a su madre. Después se dirigió a su hermanita-. Hay que ver lo que has crecido, Dawnnie. Eres toda una mujercita, ¿eh?

-Papá...

-Oh, Evy...

Al oír ese diminutivo, Evelyn arrugó la nariz.

-¿Qué pasa, cariño? -le preguntó su padre preocupado.

-Oh, nada -se apresuró a contestar Evelyn-. Es sólo que... que preferiría que no me llamases así, por favor.

-Así la llama mi papá, ¿a que sí, mami? -declaró inocentemente Jasmine a sus abuelos y tíos.

-Sí, cariño, sí.

-¿Por eso no quieres que te llame así? -le preguntó Nathan a su hija, a lo que esta respondió afirmando con a cabeza- Está bien. Entonces no te volveré a llamar así jamás, ¿vale?

-Mami, -se quejó la pequeña Jasmine-, tengo hambre.

-Yo también, cariño. Mamá, ¿dónde hay algún sitio por aquí para comer algo?

-Eh... Pues, ¿te apetece comer en el restaurante de Caroline?

-¿Todavía sigue ahí? -preguntó Evelyn asombrada.

-Sí, aún sigue ahí -contestó Nathan sonriendo a su hija.

***

Por la noche.

Hacía tiempo que Jasmine y Dawn se habían quedado dormidas. Evelyn estaba con sus padres hablando cuando Kevin decidió que su hermana estaría cansada.

-Pues sí, estoy cansada. Así que voy a subir a las niñas y me meto en la cama.

-Evelyn -le llamó su padre-. Tu madre y yo habíamos pensado que terminaras tus estudios, y que, mientras tanto, os quedarais aquí las dos. ¿Te parece buena idea?

-Sí, gracias -dijo mientras cogía a Jasmine en brazos-. Kevin, ¿me puedes ayudar con Dawn, por favor?

-Claro que sí -afirmó su hermano mientras se levantaba y se acercaba a la pequeña.

Capítulo II

Los días pasaban rápidamente y se convertían en meses. Era increíble cómo pasaba el tiempo.

-¿Lo tienes todo preparado, Evelyn? -preguntó Julianne a su hija.

-Sí. Sólo falta que venga papá con las velas.

-Evelyn -preguntó Kevin mientras entraba por la puerta-, ¿dónde está la cumpleañera?

-¡Ah! Hola, Kev -contestó alegremente su hermana mientras se acercaba a él con los brazos abiertos-. Está con Dawn en el jardín trasero jugando. Era la única forma de no tenerlas corriendo por aquí.

-Ya. Eh, ¿dónde dejo esto? -quiso saber él cuando se separó de su hermana.

Evelyn vio que él estaba señalando una gran caja que había apoyada en el marco de la puerta.

-¿Qué es, Kev? -le preguntó ella.

-Ah... Ya lo verás cuando Jasmine lo abra.

-Pero...

-Nada de peros. A ver, ¿en qué puedo ayudar? -le cortó Kevin mientras se acercaba a la fregadera y se lavaba las manos.

-Pues vete llevando las cosas a la mesa. La tarta métela en la nevera, por favor. Estoy esperando a que llegue papá con las velas.

-¿Aún no ha llegado? Pero si le he visto yo en la tienda mientras las...

-Sí, pero me he parado a comprar otra cosita.

Todos se giraron hacia la puerta para ver a Nathan en esta con un paquete en la mano y las velas en la otra.

-No te importa, ¿no? -preguntó Nathan a su hija- Es un peluche. Un osito. El otro día, cuando la llevaba conmigo a buscar a Dawn al colegio, se fijó en él y la gustó muchísimo. Así que, hoy me he pasado por la tienda y se lo he comprado.

-Muchas gracias, papá -le agradeció Evelyn mientras le cogía las velas y las ponía en la tarta-. Bueno, vamos a merendar. Mamá, ¿puedes llamar a las niñas, por favor?

-Claro que sí, hija. ¡Dawn! ¡Jasmine! ¡Venid a merendar ya!

***

-Jasmine, cariño, ven a abrir tus regalos -le dijo Evelyn a su hija.

La niña se levantó enseguida de su silla y se acercó a la esquina donde estaban sus regalos.

-¿Cuál abro primero, mami?

-El que tú quieras, mi vida.

Jasmine se sentó en el suelo y comenzó por uno rectangular. Al abrirlo, se encontró con que era un libro.

-Mira, mami. Un libro de cuentos.

-¿Cómo se titula? -le preguntó Evelyn sabiendo que, debido a la sangre leisenik y élfica de la niña, esta ya sabía leer desde los cuatro años.

-La Vendedora de Fósforos y otros cuentos.

-Mm. ¡Qué bien! Y, ¿qué más tienes, cariño?

La niña dejó el libro en el suelo y cogió el regalo de su tío. Cuando lo abrió se encontró con un juego de patines, casco, muñequeras y rodilleras. Jasmine se levantó y, dando saltitos de alegría, grito:

-Mami, mami. Tengo patines, mami.

-Uy, qué bien... Luego los pruebas, ¿vale?

-¡Sí! Gracias tío, Kevin -dijo la pequeña mientras se sentaba de nuevo para abrir los regalos.

-¿Cómo -preguntó Kevin a su hermana- ha sabido que era mi regalo?

-¿Hace falta responder?

-No, claro -dijo Kevin con una sonrisa en los labios- que no.

-¡Mira, mami! ¡El castillo de la Pussy Cenicienta! ¡Y con la Pussy incluida! ¡Mira, mira!

-Sí, cariño. Ya lo veo -le aseguró Evelyn a su pequeña-. ¿Por qué no abres lo que te ha regalado el abuelo?

La niña dejó la muñeca en el suelo y cogió el último regalo que le quedaba por abrir.

-¡Mira, mami! ¡Es el osito del otro día!

-Yo también -dijo Dawn levantándose de su silla- tengo algo para ti. Ahora mismo bajo y te lo doy, ¿vale, Jas?

Dawn subió a su habitación y a la de un momentito bajó con un paquete en las manos.

-Toma -le dijo a su sobrina mientras se lo daba-, espero que te guste.

Jasmine desenvolvió el paquete y se encontró con una hucha y un libro de pegatinas.

-Mira, mami. Mira, una hucha de un conejito y un libro de pegatinas de la Pussy.

-Cuántas cosas tienes de la Pussy, ¿eh?

Pero la niña ya no le hacía caso. Estaba distraída jugando con sus nuevos juguetes.

***

Cuando Dawn y Jasmine estuvieron acostadas, Evelyn se quedó a hablar con su madre mientras recogían los platos y demás cosas de la fiesta.

-He conocido a alguien, mamá.

-¿Cómo que a alguien? -quiso saber su madre.

-Sí. He conocido a un chico. Es maravilloso. Se llama Patrick, es irlandés y es millonario.

-Pero, ¿dónde y cómo lo has conocido?

-Pues hace tres meses.

-¡¿Tres...?! ¿Y ya sabe lo de Jasmine?

-Sí, pero no le importa. Es más, quiere conocerla.

-¿Vas en serio?

-Bueno... de momento... Yo sólo quiero que mi hija sea feliz y que tenga un padre.

-Lo tiene, hija. No quiero que te enfades, pero estás casada con él.

-Pero aquí no vale ese matrimonio. No figura en ninguna parte.

-Bueno, si tanto te gusta... ¿qué puedo hacer, no?

-¿Entonces no te importa, mamá?

-Lo único que me importa es que la niña y tú seáis felices. Y ahora a la cama. Venga, hasta mañana.

-Hasta mañana, mamá -se despidió Evelyn mientras subía las escaleras.

Capítulo III

Evelyn se despertó con el llanto de su hija y fue a la habitación de la pequeña todo lo rápido que pudo.

-¿Qué te pasa, cariño? -le preguntó asustada- ¿Has tenido una pesadilla?

-Mami, el tío Paddy se ha caído -le contestó la niña con las lágrimas corriéndole por la cara.

-¿Cómo que se ha caído?

-Sí, se ha caído.

-¡Evelyn! -le llamó su madre desde el piso de abajo- ¡Evelyn, baja, corre!

-¡Ya voy! Jasmine, sólo ha sido una pesadilla, pequeña. Sólo eso.

-Pero...

-Nada, cariño -le cortó Evelyn a su hija mientras la arropaba-. Ahora vuelve a dormir, cielo.

***

-¿Qué querías, mamá? -le preguntó Evelyn a su madre cuando se encontró con ella en la sala de estar.

-¿Qué hacías?

Evelyn observó a su madre y vio que tenía lágrimas en los ojos.

-¿Qué ocurre?

-Ha pasado algo terrible, cariño. Acaban de decirlo en las noticias.

-¿Qué? ¿Qué ha pasado? Me estás asustando, mamá.

-Verás, es que, bueno...

-¡Mamá, dilo ya de una vez!

-El avión en el que iba Patrick se ha... se ha estrellado.

-¡¿Qué?! ¡No, no puede ser! Es imposible. ¿Estás segura? ¿Segura de que era su avión?

-Sí, cariño. Me temo que sí.

-Y... ¿cuándo...?

-Hace apenas veinte minutos -casi no había terminado la frase cuando Evelyn empezó a palidecer-. ¿Qué te pasa, Evelyn?

-¡Oh, Dios!

-¡¿Qué?! Siéntate aquí, cariño. ¡Kevin, baja corriendo!

-No hace falta que grites tanto, mamá. Estaba en la cocina -contestó Kevin cuando llegó a la sala y, mirando a su hermana, preguntó- ¿Qué ha ocurrido?

-Patrick tuvo un accidente aéreo. Se ha puesto muy mal.

-La niña -dijo de repente Evelyn.

-¿Qué -preguntó su madre- pasa con la niña?

-¿Ha venido él a por ella, Ev?

-No. La niña lo sabía. Yo estaba durmiendo la siesta, cuando me despertó su llanto. Me asusté y fui a su cuarto a ver qué la sucedía. Cuando me lo dijo... pensé que se trataba de un sueño... Pero no. Ya ha empezado.

-Ya ha empezado, ¿el qué?

-Mamá, Jasmine sabía lo de Patrick. Me dijo... me dijo que...

-¿Qué te dijo, Ev?

-Me dijo: Mami, el tío Paddy se ha caído.

Tanto Kevin como Julianne se quedaron de piedra al escuchar lo que Evelyn acababa de decirles.

-¿Cómo es posible?

-Si sólo tiene seis años.

-Pero mira quién es su padre. No sé si podré controlarla. Si ya tiene premoniciones con sólo seis añitos, me da miedo pensar lo que podrá hacer dentro de diez.

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