EPÍLOGO
25 de agosto de 2011.
Querido diario:
Hace mucho que no escribo aquí, pero llevo varias semanas sufriendo unas pesadillas que no me dejan dormir tranquila. William dice que sólo será el estrés de madre primeriza, pero yo no estoy tan segura. Tengo la sensación de que algo malo va a ocurrir y el tener estás estúpidas pesadillas no ayuda. Sé que, desgraciadamente, poseo el don de la premonición mediante los sueños y el tener repetidamente el mismo no me ayuda a tranquilizarme nada en absoluto.
No quiero decirle nada a mamá para no preocuparla innecesariamente, últimamente está muy nerviosa y alterada, por lo que salta a la mínima preocupación. Ya la he visto así en otras dos ocasiones y algo me dice que pronto la familia va a crecer. Sé que debo decírselo a papá, ya que él es el afectado por lo que he visto en mis pesadillas. Y juro que si éstas no cesan terminaré por contárselo, pero tengo la esperanza, aunque lamentablemente sea pequeña y mucho me temo que vana, de que todo sea producto de mi imaginación.
Todos los sueños comienzan igual, papá debe marchar a la frontera entre el antiguo Reino Oscuro (en el que ya no vive nadie) y las Tierras Sombrías, las cuales ahora pertenecen a los Damethel en recompensa por su apoyo a mi padre en la Guerra Oscura, para ver por qué están desapareciendo los niños de los Damethel. Pero algo horrible les aguarda en el Reino Oscuro y Mara a los guerreros que acompañan a papá, éste incluido. A todos menos a uno que logra ponerse a salvo y quién, tras recibir la ayuda de los Damethel, logra llegar a nuestro reino y comunicar lo ocurrido.
Justo cuando el Leisenik nos lo cuenta yo me despierto entre lágrimas y bañada en un sudor frío. Espero que William tenga razón y sólo sea eso, producto de mi imaginación. Por lo menos he logrado librarme de algo de mi pesar al escribirlo aquí, sólo espero y deseo que todo quede en nada.
Thukari.
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Tierras Sombrías, julio 2011
Ahí estaban los tontos Damethel, esperaría a que se durmieran para poder llevarse a los cachorros. Wallanth se pondría muy contenta cuando se los llevará y le recompensaría muy bien, como hacía siempre. Se le hacia la boca agua con sólo pensar en lo que ella le daría. Sólo debía esperar a que los adultos no estuvieran conscientes para poder llevarse a los pequeños Damethel. Debían conformarse con éstos, ya que Wallanth no se atrevía a dejarles salir hacia el Reino Leisenik, no querían llamar la atención del Rey Eiael. Era un auténtica pena, pues los Leiseniks tenían mejor sabor...
FIN
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