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29. Una Conversación Secreta

La visita a Buckingham ha sido una auténtica pasada, y me ha dado tanta pena tener que irme que Lando por poco tiene que sacarme a rastras del parque que hay alrededor del palacio. Por eso, ahora mismo, cuando detiene el coche frente a mi residencia, siento tan pocas ganas de marcharme. Con él lo paso realmente bien, y no quiero tener que decirle adiós, aunque sean tan solo unos pocos días.

- Se acabó la diversión, Lali – suspira, poniendo el freno de mano.

Yo lo miro, haciendo un dramático puchero con mis labios. No quiero ser infantil ni parecer una niña pequeña, pero realmente me siento como una cría que no quiere abandonar el parque de atracciones.

- Si lo dices así parece peor de lo que es – me quejo, acercándome para abrazarlo. – Me lo he pasado genial, Lan. Muchas gracias.

Él me envuelve en sus brazos, sonriendo y besando mi frente cariñosamente.

- Lo que sea por mi chica – murmura, derritiéndome un poco por sus palabras. – Te voy a echar de menos – admite en voz baja.

- Y yo a ti.

- Dios, somos una de esas parejas asquerosamente empalagosas – bromea, haciéndome reír. – Sólo van a ser unos pocos días y parece que van a ser meses.

- Nos hemos acostumbrado a vernos demasiado a menudo, supongo – me separo de él y sonrío. – Pásalo genial en tu viaje, ¿vale?

- Y tú con tu familia. Te echarán de menos.

- Lo haré – asiento, besando su mejilla. – Escríbeme cuando subas al avión y cuando llegues al hotel – le digo, muy seria.

- Sí, señora. Y todas las noches te llamaré. La diferencia horaria es de solo una hora, así que tampoco pasa nada.

- Perfecto – comento, pensativa. No sé si preguntarle o decir algo al respecto, pero me es difícil contenerme. – Avísame si hablas con Harry, o si tu hermana lo hace.

- Vale – asiente, sonriendo de forma algo extraña. – Adiós, Lali.

- Adiós, Lan – me acerco para darle un casto beso, pero él me toma el rostro entre las manos, impidiendo que me aparte, besándome con más ansias. – Lando – digo entre risas, contra sus labios.

- No te voy a besar en cinco días, Alaia, déjame esto – suplica, y sus ojos muestran la más absoluta desesperación.

Eso me gusta más de lo que debería.

Vuelvo a besarlo, y esta vez es un beso largo, lento y dulce. Tan dulce que cuando nos separamos, nuestras frentes quedan juntas, y lo último que deseo es tener que marcharme.

- Me tengo que ir, Lan – susurro, casi en contra de mi voluntad.

- Lo sé – medio gruñe, besándome castamente y apartándose. – Nos vemos, Lali.

- Adiós – le sonrío y me bajo del coche, cerrando la puerta y despidiéndome con la mano.

Cuando veo su McLaren desaparecer entre el tráfico, suspiro, sintiéndome algo mal por haberle mentido. Bueno, no le he mentido. Pero no le he dicho que voy a ir a ver a Harry. Principalmente no se lo he contado porque creo que no querría que lo hiciera. Y a mí me da igual lo que piensen alguno de los dos. No voy a dejar que su amistad se deteriore por mí, sin intervenir primero. Yo también formo parte del problema, y tengo todo el derecho a hablar con Harry. Lo que no es justo es que se peleen por mí como si yo fuera un hueso de jamón y ellos fuesen perros.

Así que me meto las manos en los bolsillos y voy hasta la estación de metro más cercana. En apenas veinte minutos, estoy andando hacia la casa de Harry, con mil ideas cruzando mi mente y sin saber demasiado bien qué le voy a decir. Quiero hablar con él, pero realmente no sé qué le quiero decir. Lo que tengo claro es que ni lo voy a defender a él ni voy a defender a Lando. Quiero empatizar lo máximo posible con ambos y defender mi propia posición.

Al llegar a su puerta, titubeo. No sé qué voy a encontrarme al otro lado, al fin y al cabo no sé cómo está él, y no sé si le gustará verme. Pero no merece la pena cuestionarme todo esto estando ya aquí. De modo que tomo aire y toco el timbre.

No debo esperar mucho hasta que la puerta se abre, apareciendo Harry detrás de ella, con el cabello rubio revuelto y marcadas ojeras, aún con ropa de diario. No logra disimular su cansancio, pero la sorpresa parece espabilarlo un poco. Definitivamente no se esperaba mi visita.

- Alaia – murmura, confuso. Mira por detrás de mí, buscando a alguien más. – ¿Has venido sola?

- Sí – asiento, algo nerviosa. – ¿Te importa si paso? Me gustaría hablar las cosas.

- Claro, pasa – se hace a un lado, y yo entro en la casa, escuchando cómo cierra la puerta a mi espalda.

- ¿Tyler está dormido ya?

- Lo acabo de acostar, puede que siga despierto. Asómate a su habitación si quieres, le gustará verte.

- Gracias – sonrío levemente y camino por el pasillo, hacia el cuarto del pequeño de casi cuatro años.

- Allie – me llama el bombero, y yo me giro. – ¿Te apetece alguna bebida? ¿Té? ¿Café? ¿Coca-Cola?

- Un vaso de agua está bien.

- Vale. Te espero en el salón.

Asiento con la cabeza y entro en la habitación de Tyler. Me acerco hasta la cama y enciendo la pequeña lamparita de la mesita de noche, mostrándome a un pequeño rubio de ojos verdes que finge estar durmiendo. Lo conozco bien, sé cuándo está dormido y cuándo no.

- Soy Alaia, peque – le digo en voz baja.

Cuando reconoce mi voz, abre los ojos y sonríe, incorporándose para abrazarme.

- ¡Alaia!

- Hola, Tyler – me río, estrechándolo entre mis brazos.

- Papá se ha enfadado con Dino – me dice al tiempo que hace un puchero. – ¿Tú también estás enfadada con él?

- Por supuesto que no, peque. Y no está enfadado con él. A veces, los adultos, no estamos de acuerdo entre nosotros, y parece que estamos enfadados, pero no es así. Buscamos una solución y seguimos siendo amigos – le explico con dulzura, esperando que su inocencia le haga creerse la patraña que acabo de decirle. Odio mentirle, pero es más fácil contarle esto.

- ¿Y ellos están buscando una solución?

- Por supuesto. Yo también – le sonrío, besando su frente. – Por eso he venido. Y para verte, claro – su sonrisa me derrite el corazón, y vuelvo a arroparlo. – Ahora duérmete. Los adultos tenemos cosas que hablar. A los niños les toca dormir.

- Vale, Allie – murmura, acurrucándose contra la almohada, sus ojitos cerrándose solos. – Buenas noches.

- Buenas noches, muñeco.

Apago la lamparita y salgo de la habitación, dejando la puerta encajada. Camino hasta el salón algo más tranquila, aunque con el corazón alterado igualmente. Al llegar, Harry está en el sofá, con un té calentándole las manos, y un vaso de agua sobre la mesita. Me siento a su lado, manteniendo las distancias, y le doy un sorbo a mi bebida. Él me mira, expectante, y yo no sé cómo iniciar esta conversación.

- No te esperaba – susurra, y odio notar con tanta facilidad su malestar.

Su voz y sus ojos lo delatan por completo. Está muy mal. Cansado y dolido. Decepcionado y triste. No se lo merece, es lo único que tengo claro.

- Yo tampoco me esperaba estar aquí – admito, riendo un poco. – Ha sido bastante... Espontáneo.

- ¿Lando sabe que has venido? – Pregunta, sin siquiera mirarme.

- No. No le he dicho nada.

- ¿Por qué has venido?

Me mira y yo me encojo de hombros, sin saber muy bien cómo tratar esto de forma suave.

- Mira, Harry... No me gusta nada cómo estamos abordando este asunto. Entiendo que creas que todo es entre Lando y tú, pero yo también estoy involucrada y merezco opinar en todo esto.

- No sé qué te habrá dicho Lando, pero...

- ¿Vas a volver a Bristol? – Lo interrumpo, con el corazón en un puño.

Cuando niega con la cabeza, algo en mí se libera, e incluso siento que la tensión en mis hombros disminuye.

- Le... Le mentí a Lando. Tyler odia los cambios, sería horrible para él mudarse. Y además, no es tan fácil conseguir plaza de bombero en cualquier parte.

- ¿Y por qué le dijiste eso? – Inquiero, confusa.

- Porque quería hacerle daño – reconoce, y me doy cuenta de cómo se cristalizan sus ojos. – En aquel momento me pareció una idea brillante. Lo cual no es, claramente.

- Supongo que lo de despedirme sí iba en serio – digo entonces. – No lo digo como queja, sólo quiero saberlo.

- No puedo seguir así, Allie. Así que sí, estás despedida. Lo siento.

- No te preocupes, lo entiendo – le sonrío como puedo, porque en realidad me parece una putada. – De hecho, quería disculparme.

- No tienes que hacerlo, de verdad. Tú no has hecho nada.

- No lo siento así, Harry. De modo que perdóname, perdóname por entrometerme en tu amistad con Lando.

- Alaia... Nada de lo que digas puede cambiar cómo me siento, ¿lo sabes?

- Claro que lo sé – asiento, tomando su mano. – Pero te mereces que me disculpe por haberte ocultado la relación todo este tiempo. Te merecías un mínimo de sinceridad – él me mira con ojos tristes y abatidos, sin articular palabra. – Sólo quiero que sepas que pensábamos que era mejor no decírtelo, porque no queríamos hacerte daño. Y ojalá te hubieses enterado por nosotros y no por un post de Instagram. Aún así, las cosas son las que son. Lando es tu mejor amigo y el padrino de tu hijo, y yo su novia. Si quieres que me aleje de ti y del peque, lo haré. Pero de ninguna manera alejes a Tyler de Lando, por favor.

Lo veo tragar saliva y asentir con la cabeza, despacio y dubitativo.

- Está bien. Me parece justo lo que me pides.

Respiro algo aliviada al oír eso, aunque una parte de mí se rompe ante la idea de no volver a ver a Harry o a Tyler. Sobre todo al pequeño, para qué mentir.

- Lo siento por todo. Siento haberlo complicado todo – susurro, aguantándome las ganas de llorar.

- Bueno, objetivamente tenemos la culpa tanto Lando como yo. Pudimos enamorarnos de otra persona – intenta bromear, pero veo la tristeza grabada en sus ojos. – Le dije que no me molestaba que fueseis pareja, que lo que me enfadaba era que no me lo hubiese contado – se ríe con ironía, y yo sigo callada, sin saber a dónde quiere llegar con eso. – Le mentí más que nunca. Cuando me enteré quise matarlo.

- Harry...

- Lo sé, lo sé. Es infantil. Pero no es por ti, sino porque es mi mejor amigo, Allie. Sabía lo que yo sentía por ti desde el principio.

- Él no quería – digo de pronto, intentando defenderlo. – No quería ser mi novio por respeto a ti. Yo no entendía por qué, y cuando me lo contó... – me quedo callada, algo avergonzada, porque recuerdo perfectamente lo que le dije. – Me dio igual – confieso, decidiendo no alargar esto más de lo necesario.

Eso lo toma por sorpresa, aunque intenta fingir que lo que acabo de decirle no le afecta. Pero sé que le ha dolido.

- No tienes que defenderlo – intenta replicar, y yo niego con la cabeza.

- Es la verdad, Harry. Le dije que me daba igual lo que tú sintieras, que yo lo quería a él – mi voz suena apenada, a pesar de que mis palabras sean crueles por su sinceridad. – Lo lamento.

Sus ojos escudriñan mi rostro, buscando un atisbo de duda o mentira, cosa que no halla. Y cuando su ceño se frunce, siento cómo vierte toda su decepción en mí.

- Podía esperarme que él fuese el capullo impulsivo y caliente de siempre – dice con la voz cargada de ironía, – pero no te imaginaba tan... egoísta.

- Lo último que quiero es ofenderte o dañarte, Harry. Pero creo que ambos necesitamos ser sinceros el uno con el otro. Y creo que si dejamos las cosas claras será mejor para los dos.

- ¿Qué hay que aclarar, Allie?

- Que no te amo a ti – digo con contundencia. No quiero dañarlo, pero sé que si digo esto con mucha claridad, le será más fácil pasar página. – Lo amo a él. Y aunque no lo amara a él, seguiría sin estar enamorada de ti. Eres un hombre maravilloso, de veras lo pienso. Pero no te quiero de ese modo. Y puedes estar seguro de que eso no cambiará.

Los ojos verdes del bombero no muestran nada durante unos segundos, como si una máscara de acero se interpusiera entre los dos, pero no dura mucho, porque enseguida veo que sus ojos verdes se cristalizan de nuevo.

- Gracias por no andarte con rodeos ni compasión – murmura, y parece que realmente siente lo que dice. – Pero quiero que sepas que estoy muy enamorado de ti, y no puedo seguir teniéndote en mi vida sabiendo que no me correspondes.

- Lo entiendo, de verdad – asiento, disgustada en el fondo de mi corazón porque esto no es lo que quiero. – Aún así, me tienes aquí para lo que sea. Si algún día te interesa mi amistad y nada más, estoy dispuesta. Os amo a ti y a tu hijo como si fueseis de mi familia, tenlo claro.

- Eso lo sé.

- Y por eso mismo voy a respetar lo que sientes y lo que me pides – continúo. – Pero hazme el favor de no pelearte con Lando. Te ama con su corazón, y moriría por su ahijado. Quizás no debió aceptar salir conmigo, pero...

- Se merece que lo amen – me interrumpe, sonriendo con tristeza. – Aunque tú eres mucho más de lo que ese cabeza hueca se merece.

Me río y me alegra ver que, al menos, la sonrisa que esboza ahora es más sincera y divertida.

- Aún está por ver si eso es cierto o no.

Nos miramos en silencio, porque no hay mucho más que decir. Nos ponemos en pie casi a la vez, y soy yo la que se acerca para abrazarlo.

- Ojalá nos perdones algún día.

- Lo haré. Sólo necesito tiempo y espacio – responde, hundiendo su cara en mi cuello y apretándome entre sus brazos.

Me siento ligeramente incómoda, pero no intento apartarme porque esto es lo mínimo que puedo darle, el mínimo consuelo que él puede recibir de mí.

- Te voy a echar de menos – susurra, apartándose un poco, aunque no demasiado. – Y sé que Tyler también.

- Yo también os echaré de menos – contesto, sintiendo que mis lágrimas se preparan para salir.

Mis ganas de llorar quedan en un segundo plano cuando me doy cuenta de lo cerca que estamos y de cómo se inclina hacia mí, acercando su boca a la mía. Durante un instante, no entiendo que está pasando. Pero cuando su aliento golpea mis labios y soy consciente de que me quiere besar, reacciono enseguida, movida por una repentina ira. Lo aparto empujándolo por el pecho, y camino varios pasos hacia atrás.

- ¿Se puede saber qué haces? – Pregunto, más alterada de lo que me gustaría.

Él parece arrepentido y avergonzado, pero eso no hace que mi cabreo disminuya.

- Lo siento – susurra, colorado y sin poder mirarme a la cara.

- ¿Creías que iba a dejar que me besaras después de todo lo que hemos hablado?

- No estaba pensando, ha sido una estupidez – admite, hablando deprisa. – Dios, no le digas nada a Lando, o me matará – la desesperación en sus ojos me asusta un poco.

No parece simple vergüenza o arrepentimiento. Parece miedo de verdad. No miedo a una riña o a que Lando se enfade con él. Miedo puro.

¿Tanto le teme a su propio amigo?

- No le voy a ocultar nada a mi novio, Harry.

- Si se lo dices, estarás matando nuestra amistad.

- ¿Me estás intentando manipular?

Estoy tan enfadada ahora mismo que está dejando de darme lástima. ¿Intenta besarme y ahora quiere que no diga nada?

- Hablo en serio, Alaia – su mirada me confirma que sí, que va muy en serio. – Si se lo dices, se enfadará muchísimo.

- ¿Te enfadas porque tu amigo sale con la chica que te gusta y ahora intentas besar a la novia de tu amigo? ¿Se puede ser más hipócrita? – Gruño, negando con la cabeza.

- Estás siendo muy injusta conmigo, Alaia.

- No me digas – bufo con sarcasmo.

- Te quiero, joder – declara en voz alta. – Y lo siento por intentar una última cosa, por desesperado y estúpido que fuera. Pero si Lando no respeta nuestra amistad no sé por qué debería respetarla yo.

- ¡No es una cuestión de respetar tu amistad con él, sino de respetarme a mí! – Exclamo, exaltada. – ¡No podéis discutir por mí como si fuese un juguete! Yo amo a Lando y él a mí, y si eso te duele es tu jodido problema. Si estuviera enamorada de ti, él sería el perjudicado, fin del asunto, Harry. Ódiame a mí, ódialo a él. Haz lo que te dé la gana. Pero las cosas son las que son. Decide a quién estás dispuesto a perder y a quién no. A mí ya me has perdido, no pierdas también a tu mejor amigo.

Antes de poder decir nada más o de pasarme aún más de la raya diciendo algo todavía más hiriente, me voy. Salgo del salón y voy hasta la puerta de la casa, saliendo y cerrando de un portazo.

« ♪ »

Me despierto por culpa del traqueteo constante del tren, y cuando miro por la ventana, sonrío levemente al reconocer el paisaje. Al mirar la hora en mi reloj, me complace ver que no deben de quedar más de diez minutos de trayecto. Pronto estaré en casa. Pronto estaré en los brazos de mis padres otra vez.

Mi sonrisa se amplia al ver que tengo algunos mensajes de Lando, avisándome de que ya han aterrizado en Noruega.

Lando: buenos días desde un sitio donde hace mucho frío
Lando: has llegado ya a casa?
Yo: Qué tal el vuelo? Todo bien?
Yo: A mí aún me falta poco para llegar
Yo: No te he contestado antes porque estaba dormida, perdón

Apago el teléfono de nuevo, pues es probable que tarde en recibir una respuesta suya.

La tranquilidad dura poco en mi mente, pues los recuerdos de la noche anterior acuden a mi mente. Por un lado, estoy muy enfadada y decepcionada con Harry. Por otro, me siento terriblemente mal y apenada por él y todo lo que ha pasado. Y por otro, me siento muy culpable por no haberle dicho nada a Lando. Se lo quiero decir, pero anoche estaba todo demasiado reciente y no quise decir cosas de las que me arrepintiera, y hoy no he tenido ocasión. Mi idea es decírselo esta noche, cuando me llame, pero me da miedo chafarle sus vacaciones. Además, no sé cuánto le debería contar. No dejo de pensar en lo aterrado que parecía el rubio ante la idea de que Lando sepa que me intentó besar. Y mientras más pienso en ello, más miedo me da decírselo, aunque no sé por qué.

Cuando el tren se detiene, aparto todo eso de mi mente, y tomo mi maleta para salir del vagón. Tardo un rato en salir de la estación, y una vez fuera, enseguida veo a mis padres esperándome. Corro hacia ellos con una genuina y espontánea alegría, y no es hasta que los abrazo cuando soy consciente de lo muchísimo que los he echado de menos.

- Cuánto tiempo, mi niña – murmura mi madre, besando mi cabeza.

- Hola, mami – contesto, abrazándola con fuerza.

- ¿Estás más alta? – Bromea mi padre, haciéndome reír.

- Lo dudo mucho.

Me separo de ellos sin dejar de sonreír en ningún momento, y mi padre me quita la maleta para llevarla él hasta el coche.

- ¿Qué tal por Londres? – La pregunta viene de mi madre, y realmente no estoy muy segura de qué contestar.

Aparte del hecho de que Lando es mi novio, mi vida es un completo desastre. Lo único que pasa es que no me he detenido a pensarlo demasiado, y he preferido ignorarlo todo para no agobiarme, aunque lo único que estoy haciendo es posponer la tortura.

- Bueno, podría ir mejor – contesto finalmente, sonriendo levemente.

- ¿Por qué? – Esta vez pregunta mi padre.

Respiro hondo, porque no sé si debería ser completamente sincera. Pero cuando nos montamos en el coche, no veo posible escapatoria, así que digo todo lo que me pasa a bocajarro.

- Voy a dejar la carrera, me voy a quedar sin sitio para vivir, no sé qué hacer con mi vida, Lando y su mejor amigo se están peleando por mi culpa, me he quedado sin trabajo... Y no sé si se me está olvidando algo – añado con una irónica sonrisa.

Mis padres me miran desde los asientos de delante, entre la decepción, la confusión y la preocupación.

- ¿Qué piensas hacer? – Pregunta mi padre, y noto cómo me juzga con la mirada.

- No lo sé, papá – suspiro, encogiéndome de hombros. – De momento, tendré que buscar un trabajo, y quizá me mude con Lando.

- ¿No es muy pronto? – Inquiere mi madre, algo alarmada. – No lleváis juntos ni un mes.

- No me queda otra. Además, en Londres y sin trabajo, es imposible permitirme nada. Él se ha ofrecido, y mientras encuentro algo mejor...

- Es tu novio, Allie. Si todo va bien, no te vas a mudar sola aunque tengas dinero – dice mi madre, medio sonriendo. – ¿Te sientes preparada para vivir con él?

Siento cierta incertidumbre al plantearme seriamente la pregunta, y me vuelvo a encoger de hombros, dubitativa. Mientras, mi padre arranca el coche y comienza a conducir hacia casa.

- No estoy segura, la verdad. Me encanta estar con él y me siento muy cómoda, pero... Me gusta tener mi espacio, eso ya lo sabéis. Aún así, creo que podríamos encontrar un punto en el que ambos estemos bien. Tampoco tengo ninguna opción mejor. Volver a vivir con vosotros no es viable, e irme a España con los abuelos, menos aún – explico, con tranquilidad. – El tema de dónde viviré creo que es el menor de mis males.

- ¿Que no tengas trabajo tiene que ver con que Lando y Harry estén peleados? – Habla entonces mi madre, mirándome a través del espejo retrovisor.

- De hecho, sí – sonrío amargamente y niego con la cabeza. – Y la cosa no hace más que complicarse.

Les cuento todo de principio a fin, sin dejarme un solo detalle. Les hablo del miedo que teníamos Lando y yo de contárselo a Harry, y que cuando quisimos decirle todo, ya lo sabía. Les hablo de la conversación que tuvo Lan con el bombero y todo lo que pasó esa noche. Por último, les hablo de cómo me he sentido al respecto y de mi conversación secreta con Harry de anoche, contándoles al detalle lo que dijimos y lo que pasó o, más bien, lo que casi pasa. Ellos escuchan con atención, y cuando llegamos a casa aún no he terminado, así que nos quedamos los tres en el coche, yo hablando y ellos escuchando con mucha atención. Cuando termino, todo queda en silencio, y yo aguardo a que me den consejo y opinión al respecto.

- Ese Harry se lo toma demasiado personal. En mi época, si a ti y a tu amigo os gustaba la misma chica, el más atrevido lo intentaba, y si fallaba ya le tocaba al siguiente. Si él quería salir contigo, que hubiera espabilado. Lando ha sido el más avispado de los dos – declara con rotundidad. – Lo que sí que está mal es intentar besar a la novia de tu amigo. Eso sí es rastrero a más no poder.

- Debo de darle la razón a tu padre – eso me sorprende, así que la miro con atención. – Las chicas y los chicos somos diferentes en ese aspecto. El chico que le gusta a tu amiga no se toca, y si se hace, la amistad puede terminar muy mal. Pero los hombres... Ellos no tienen ese código, como tu padre ha explicado.

- Se ve que ellos dos sí – replico, mordiéndome el labio. – En parte lo entiendo. Para Harry fue muy duro superar a la madre de Tyler, así que supongo que es más doloroso para él enamorarse de nuevo y que su mejor amigo se lleve a la chica.

- Eso también es comprensible – asiente ella. – Viendo lo especial que es la amistad que tienen, puede que el error fuese de Lando. Si hubiese sido sincero desde el principio...

- Ya no podemos volver atrás – murmuro. – ¿Qué creéis que debería hacer yo?

- El miedo y la insinceridad han provocado todo esto, Alaia – Interviene mi padre. – Harry te ha despedido, ya no le debes nada. Sin embargo, Lando es tu novio, y lo quieres. Dile la verdad, y demuéstrale lealtad. Eso hacen las parejas.

- Está bien – suspiro, temerosa ante la idea de hacer eso, de contarle todo a Lando.

- Y una cosa, hija – dice mi madre, con una pequeña sonrisa. – Le dijiste a Harry que amas a Lando, pero... ¿Sabe Lando eso?

- ¿El qué? – Farfullo, confusa.

- ¿Le has dicho a Lando que lo amas? ¿O al menos que lo quieres? – Reformula entonces, haciéndome entender lo que quiere decir.

Mis mejillas se tornan rojas, porque ni siquiera me había dado cuenta de la magnitud de esa confesión que no sólo le hice a Harry, sino que también les he hecho a mis padres, y además sin darme cuenta.

- Lo cierto es que nunca se lo he dicho – admito, avergonzada. – Creo que me da miedo. Suena demasiado apresurado.

- ¿Tú lo sientes? – Insiste ella.

- Sí – afirmo, sin dudar siquiera.

- Entonces, empieza por ahí – sugiere. – Empieza diciéndole que lo quieres.

Y aunque esa idea me aterra más que nada, siento la suficiente seguridad para llevarla a cabo.

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