27. Buen Chico
He de admitir que es algo raro cenar con ellos, al menos hoy. Por mucho que hayamos hablado del tema, y que parezca todo arreglado, no puedo dejar de sentirme mal. Y sé que él no se siente mucho mejor. Cameron parece estar alerta, pendiente de nosotros, y le agradezco en silencio que se preocupe tanto por los dos.
El silencio pesa más que todas las palabras no dichas, y la situación es algo incómoda. Los tres sabemos que un intento de sacar conversación sería empeorar la situación, muy probablemente, así que ninguno dice nada. Pero me complace que parece que a ambos les gusta la cena, así que eso me deja algo tranquila. He tenido que ingeniármelas para seguir la dieta de Lando teniendo muy pocos ingredientes, pero no ha ido mal del todo.
- ¿Dónde has aprendido a cocinar así, Allie? – Me pregunta Cameron cuando acaba su plato. – Estaba delicioso.
- Gracias – sonrío un poco, algo azorada. – Mis padres nunca han sido amantes de la cocina, y mi hermano se conformaba con los fideos instantáneos y la comida chatarra, pero en mi adolescencia, solía quedarme sola en casa a menudo, así que fui probando cosas. Miraba recetas en internet y tutoriales en Youtube, y la verdad es que lo disfrutaba mucho – explico removiendo la comida en mi plato. – Me gustaba cocinar y se me daba bien. Además, siempre he sido muy delicada con la comida, así que podía cocinar un montón de cosas con lo poco que me gustaba.
- Una chica autodidacta – comenta Cam, sonriendo ampliamente. – Pues mi enhorabuena a la chef.
- Gracias, gracias.
- Lo más increíble es que hayas hecho que me guste el pescado – interviene Lando, haciéndome reír. – ¿Cómo lo has hecho?
- Un mago nunca revela sus secretos – contesto con una sonrisa orgullosa. Él me devuelve la sonrisa, y me pone algo nerviosa. Por mucho que sea mi novio, sigue siendo el chico que me gusta, me pone nerviosa que me mire y sonría de esa forma. – Cammy, ¿qué vamos a ver esta noche?
Solo intento ignorar el rubor que me cubre las mejillas, redirigiendo la conversación hacia otra cosa, y funciona, porque la mujer sonríe emocionada.
- Hoy toca La La Land, así que prepárate para las mejores dos horas de tu vida – anuncia con ilusión.
- Dios mío, no – murmura Lando, dándose un dramático cabezazo con la mesa. - No contéis conmigo – avisa levantando la cabeza de nuevo. – No pienso ver esa película otra vez.
- Tú te lo pierdes – musita Cameron, encogiéndose de hombros.
- ¿Qué harás, entonces?
- Pues en vista de que mi novia me abandona por mi hermana... Jugaré un rato en el ordenador, no sé. Con algo me entretendré.
- No te abandona por mí, simplemente sabe que soy la mejor de los dos. Mucho había tardado en darse cuenta.
- Vete a la mierda, Cameron.
- Yo también te quiero, hermanito – le lanza un beso, y él sonríe y pone los ojos en blanco.
Termino de comer, viéndolos meterse el uno con el otro, y es bastante agradable. Un poco de normalidad dentro de un día tan fuera de lo común. Cuando yo acabo, recogemos todo y dejamos que Lando friegue los platos, yéndonos al salón tan solo Cammy y yo, que se sienta con las piernas cruzadas y empieza a buscar la película, muy ilusionada. Alf no tarda en aparecer, y se me sube al regazo. Llevaba desaparecido prácticamente desde que llegué, y aunque no es un piso pequeño, tampoco es tan grande como para perderlo de vista.
- ¿Dónde andabas, Alfie? – Le pregunto, acariciándole detrás de las orejas. Él comienza a ronronear, encantado. – Ahí te gusta, ¿eh? – Murmuro, riéndome al ver cómo inclina su cabeza hacia a mí cada vez más.
- Suele dormir en mi cama o en la de Lando por horas – dice Cameron, poniendo la película. – Aunque si puede, se acopla encima de alguien...
- ¿Como ahora?
- Como ahora – asiente, sonriendo.
Damos por finalizada la conversación, y nos centramos plenamente en la película.
Y debo admitir, que son horas muy bien invertidas. Me río, me enamoro de los personajes, me enfado, le insulto a la tele, tarareo las canciones que van saliendo, y me sorprendo enormemente cuando escucho a Cameron cantarlas en voz baja, porque resulta que tiene una voz preciosa. La verdad es que me lo paso bien, y ella también. Cuando la película finaliza, me siento algo frustrada por el final, y protesto durante un rato, pero Cam me da una profunda charla sobre por qué ese final es el correcto. Me termina convenciendo, claramente. Me vuelvo muy fácil cuando se trata de los Norris, supongo. Luego, ella me acosa a preguntas para cerciorarse de que me ha gustado, y no para hasta que mis respuestas son las que ella desea, lo cual me hace reír. Nos vamos a la cocina, para beber algo de agua antes de irnos a dormir, y me quedo mirando mi vaso medio vacío, pensativa. Lando se acostó cuando ya íbamos por el final de la película, salió de su cuarto de juegos, nos dio un beso en la cabeza a cada una y luego se fue a la cama. Así que aprovecho eso para hablar libremente con Cameron.
- Oye – murmuro, alzando la mirada. Ella me devuelve la mirada, atenta a mí. – No puedo evitar pensar en todo esto que ha pasado, y...
- Deja de darle vueltas, Allie. Ahora mismo no puedes hacer nada – me corta, negando con la cabeza. – No te agobies por algo que no merece la pena.
- Es que – suspiro, frustrada, y frunzo el ceño. – No me parece justo esto – señalo a mi alrededor, y ella no parece comprenderlo. – Harry está en casa, solo, dolido, sin nadie que le diga que todo irá bien. Y yo estoy aquí, con mi novio y mi cuñada, viendo películas y teniendo quien me reconforte – le doy un pequeño sorbo al agua. – No me parece bien.
- ¿Quieres que te insulte, Allie? ¿Quieres que te castigue? – Me dice ella, muy seria, y yo trago saliva. – ¿Eso es lo que quieres? ¿Sentirte mal para sentirte menos culpable por lo que siente Harry?
Me quedo callada, algo intimidada por su tono. Se ha puesto extremadamente seria, casi como una madre cuando te regaña, y me siento justo así, como una niña que está recibiendo una regañina.
- Yo... Sólo pensaba que no es justo – musito, mirando al suelo.
- Las cosas nunca son justas, al menos en el mundo real. Y créeme, sentirte igual de mal que Harry no arregla nada. Sólo conseguirías eso, estar igual de jodida que él.
- Ya, bueno – la miro de nuevo, viendo que esa dureza ha desaparecido de su rostro. – Lando me dice que no es mi culpa, pero objetivamente lo es.
- Objetivamente, sí. Sin chica, no habría problema. Aunque podemos hacer eso con todo. Sin Tyler, no habrías conocido ni a uno ni a otro. Sin Lando, quizás aún así no corresponderías a Harry. Sin Harry, no conocerías a Lando... Podemos pensar en todos los "¿Y si...?" posibles, pero no sirve de nada – me da una pequeña sonrisa, y lo siguiente lo dice en apenas un susurro. – Sólo podemos pensar en qué podría haberse hecho mejor dadas las circunstancias, y está claro que el único error fue de mi hermano, al no hablar con Harry desde el principio.
- Los entiendo a los dos – replico. – Entiendo que Lando sólo tenía miedo y no quería dañar a Harry. Y entiendo que Harry sólo esperara sinceridad por parte de Lando.
- Yo le dije que no se te acercara, al principio – espeta ella de pronto, con la mirada perdida. – Me confesó que le gustabas y le dije que se olvidara de ti y que no se lo dijera a Harry.
Su confesión me deja muy sorprendida. Quién lo diría, ¿verdad? Me trata como a su propia hermana y se nota que me ha cogido cariño, como yo a ella, pero lo primero que opinó al respecto fue que su hermano debía pasar de mí. No es que me enfade, porque entiendo su punto. Pero me resulta irónico, después de todo.
- Quizá debió hacerte caso – comento, dando otro sorbo a mi vaso.
- O quizá ellos deberían ponerse de acuerdo con las mujeres. O eligen mal o eligen a la misma... – bromea, haciéndome reír. – Aunque entiendo que le gustes a los dos. Por fuera pareces una chica muy común, pero... – su sonrisa es tierna y demuestra mucho amor. – Eres un verdadero tesoro, Alaia.
Me sonrojo inevitablemente. Amo los halagos, esa es la verdad. Pero me dan vergüenza, al mismo tiempo. Soy relativamente orgullosa, así que oír ese tipo de cosas infla mi ego. Pero a la vez tengo los pies en la tierra, así que no dejo que eso me vuelva altiva o vanidosa.
- Gracias – susurro, sin saber bien qué contestar a eso.
- Perdona si ese comentario te ha incomodado – se apresura a decir.
- ¿Qué? No, tranquila. No es eso – le sonrío para que vea que no pasa nada, pero parece nerviosa, incluso desesperada. Decido cambiar de tema para llegar hasta donde yo quería. – Me preguntaba... Si no te parecería raro si duermo contigo. No quiero... No me apetece dormir con Lando. Quiero decir, él... Él no ha hecho nada, pero no me siento cómoda, no hoy. La situación está rara, y... Y...
Ella sonríe ante mi nervioso tartamudeo, divertida y enternecida, a juzgar por su forma de mirarme. Parece que se cansa de escucharme empezar muchas frases y no acabar ninguna, porque asiente con la cabeza.
- Me parece fenomenal. Me gustaría verlo como una fiesta de pijamas, ¿qué me dices?
Sonrío un poco, de forma algo tímida.
- Por supuesto que sí.
Dejamos los vasos en el fregadero y nos dirigimos a su habitación, pero me parece conveniente avisar a Lando, para que no se quede esperándome o mañana se despierte y no me halle a su lado en la cama. Así que se lo digo a Cam y me encamino al cuarto de mi novio, algo titubeante. La puerta está encajada, así que la abro lo justo para poder asomarme y sonrío cuando lo veo tendido lado, dándome la espalda. Alf está a su lado, ronroneando mientras su amo lo acaricia, y aunque al principio me parece una imagen tierna, pronto me doy cuenta de lo triste que es. Y me da miedo decirle que no voy a dormir con él, porque no sé cómo se lo tomará. Tampoco quiero hacerlo sentirse peor. Aún así, me armo de valor y entro del todo, acercándome a la cama con pasos poco seguros. Él me escucha, porque gira la cabeza, y me dirige una sonrisa más bien discreta.
- Vaya, Alf, parece que vienen a echarte – le habla al gato, acariciándole detrás de la oreja.
Ese comentario me hace sentir aún peor.
- En realidad – murmuro, logrando que me mire otra vez, – no voy a dormir contigo. Venía a decirte que dormiré con Cam – explico, tratando de sonar tranquila, pues no quiero que piense que estoy molesta o algo por el estilo.
Aunque no parece servir, porque deja de darle sus atenciones al gato, incorporándose en la cama y mirándome con algo similar al miedo.
- ¿Por qué? ¿Acaso he hecho algo? ¿Estás enfadada conmigo? ¿Es por lo de Harry? ¿Por lo que me escuchaste decir?
Apenas lo entiendo, pues habla deprisa y casi no hace pausas entre una pregunta y otra, pero niego con la cabeza y me siento en la cama. Busco su mano, para tomarla entre las mías, y trato de infundirle todo el amor y la calma posible.
- No es por nada que hayas hecho o dicho, y no estoy enfadada contigo – digo, hablando despacio. – Simplemente necesito un poco de espacio, como te dije antes.
- La cama es grande, hay mucho espacio – responde con un tono desinteresado y algo irónico. Sonrío y él hace lo mismo. – Yo de ti me lo pensaría.
- La cama es grande, pero hay un kraken que me ataca siempre y termino envuelta en sus tentáculos – bromeo, y más sonríe él.
- Es una bestia cariñosa...
- Pues que abrace al gato – me río, poniéndome de pie, pero él no deja que yo suelte su mano. – Lando...
- Si me vas a dejar solo, al menos dame un besito – pide con un tono absolutamente infantil. La Alaia soltera y no enamorada se habría reído y habría pensado que da vergüenza ajena. La Alaia enamorada casi se derrite aquí mismo. – Porfi – agrega, para darle fuerza a su argumento.
Hago como si me lo pensara, fingiendo que es un gran dilema o una difícil decisión que debe ser meditada, y termino poniendo los ojos en blanco.
- Bueeeeno... Tendré que hacerlo.
- ¡No lo digas como si fuera una obligación! – Protesta él.
- Una obligación no. Es un gran esfuerzo.
- ¡Oye!
Entre risas, me subo a la cama, caminando sobre las rodillas, y cuando estoy lo suficientemente cerca de él, tomo su rostro entre mis manos y lo beso. Lo hago con suavidad y cariño, pero no me basta con un solo beso. Lo beso otra vez, y otra, y otra... Y pierdo la cuenta, pero son sólo besitos pequeños y tiernos. No suelto su cara mientras lo hago, y él no hace el intento de tocarme. Me parece bien que esté cumpliendo lo de darme espacio, porque si por él fuera yo ya estaría sobre su regazo, con sus manos en mi culo y su lengua en mi boca. Pero se comporta. Y no sé qué preferiría, la verdad.
- Solo te había pedido un besito. Ya van doce.
- ¿Los has contado?
- Puede.
Sonrío y me pierdo en sus ojos verdes, que parecen más oscuros en la penumbra de la habitación. Acaricio sus pómulos con mis pulgares y llevo una de mis manos a sus rizos, acariciándolos y hundiendo mis dedos en ellos. Mis ojos vuelven a su boca, a esos labios de curiosa y extraña forma que tanto amo besar. Me siento mal por Harry, porque por guapo que sea él, por encantador que sea... Algo en mí sabe que jamás podría verlo como veo a Lando. Mi cuerpo, mi corazón y mi alma jamás podrán desearlo como deseo a Lando. Pero no es culpa de nadie. Ni de Harry, ni de Lando, ni siquiera mía. Hay cosas que simplemente deben ser. Y sé que, que yo le pertenezca a este hombre tan hermoso, es una de esas cosas.
- Me voy. Descansa, ¿vale? No le des muchas vueltas a esa cabecita tuya y trata de dormir – le pido, besando su mejilla y levantándome.
- Lo intentaré. Tú deberías hacer lo mismo – vuelve a recostarse, y Alf se le sube encima. – Supongo que será tu sustituto.
Sonrío y voy hasta la puerta, sin dejar de mirarlos a ambos. Agarro el pomo y me río.
- No vayas a meterle mano al gato, Lando.
Salgo de la habitación y oigo su risa, cosa que me calma de cierta manera. Cierro la puerta y camino los pasos que separan la habitación de Lando de la de su hermana. La luz está encendida y ella está tumbada, buscando algo en la tele que tiene en el cuarto.
- ¿Quieres ver algo o dormir? – Me pregunta cuando me acuesto a su lado.
- Pon cualquier cosa, seguramente me duerma viéndolo. Y el ruido no me molesta, así que como quieras.
- Vale.
Pone una cadena cualquiera, en la que están saliendo unos dibujos animados que nunca había visto, y apaga la luz. Nos ponemos cómodas, y aunque durante un rato veo los dibujitos, termino sumiéndome en un profundo sueño.
« ♪ »
Hacía mucho que no dormía tan mal. La cama es cómoda, no tenía ni frío ni calor, Cameron ha dormido en su lado de la cama y en ningún momento se me ha echado encima ni viceversa. Pero he dormido fatal. Me he despertado varias veces a causa de diversos sueños, aunque ahora no recuerde ninguno, y cuando he bostezado, mi mandíbula ha crujido. Eso siempre es mala señal. Significa que voy a pasarme todo el día con dolor de mandíbula, y eso es porque he dormido en tensión, apretando la boca. Es lo que suele pasarme cuando me ocurre algo malo, o algo que me genere estrés o ansiedad.
Cuando me he despertado definitivamente, viendo que ya es de día, Cameron ya no estaba en la cama. Aún así, aquí sigo, remoloneando y desperezándome como si no tuviera nada que hacer. Bueno, en realidad es que no tengo nada que hacer.
Se escucha un leve rumor en el salón, no sé si será la televisión o los dos hermanos hablando. No estoy segura. Pero tampoco me llama demasiado la atención, para qué mentir. Estoy demasiado concentrada en hacer el vago aquí. La cama es cómoda y estoy adormilada, aunque ya no sea capaz de conciliar el sueño.
Solo me levanto cuando escucho mi estómago rugir. Son casi las once, bastante tarde. Pero igualmente me pongo en pie, frotándome los ojos y arreglándome el pelo con los dedos. Seguramente siga teniendo un aspecto horrible, pero tampoco me importa demasiado. Salgo del cuarto, y veo que Cameron está en el sofá, con Alf en el regazo, viendo una serie que no reconozco.
- Buenos días – la saludo, acercándome. Ella contesta a mi saludo con un ademán de cabeza y una sonrisa. – ¿Y Lando?
- Sigue en la cama. Creo que está despierto, porque lo he escuchado abrir la puerta del baño de su habitación. Pero no ha salido.
Asiento con la cabeza, y me dirijo a su habitación. Toco la puerta antes de entrar, aunque no espere su respuesta realmente. Solo pretendía avisar de que alguien iba a entrar, por si no está visible. Pero no es el caso. A medias. Sólo lleva unos boxers negros y una camiseta de tirantes blanca, y aunque lo he visto incluso con menos ropa, debo tragar saliva, porque se ve muchísimo más sexy de lo que debería. Maldito hombre condenadamente guapo y cañón. Está con el teléfono, chateando con alguien, supongo, pero enseguida me mira a mí, y yo odio al universo.
Él está hermoso y yo parezco un troll recién salido de su asquerosa caverna. ¡No es justo!
- Buenos días, Lali.
- Buenos días, Lan – cierro la puerta y me quedo de pie en mitad de la habitación, sin saber muy bien qué hacer.
No me atrevo a acercarme. Está demasiado atractivo ahora mismo. Y me cuesta no fijarme en cómo se marca su amiguito en esos condenados boxers. Me incomoda, pero en un sentido distinto al habitual. No es una incomodidad de "por Dios, tápate". Es una incomodidad de "me estás poniendo cachonda y no es momento". Trato de concentrarme en otra cosa, y me sonrojo cuando veo su sonrisa burlona.
- Puedes acercarte, nena. No muerdo – me dice en un tono de voz que debería ser ilegal.
No puede hablarme de un modo tan seductor y esperar que no me ponga nerviosa.
- Vaya decepción – bromeo, aunque seriamente no me molestaría un mordisco suyo. En la situación adecuada, seguro que resultaría muy caliente. Igual que anoche, me siento en la cama, aunque manteniendo las distancias. – ¿Has dormido bien?
- Más o menos. Alf me despertó de madrugada, porque se puso a jugar y le parecí un buen muñeco que morder y arañar. Me costó conciliar el sueño de nuevo, pero dormí del tirón hasta las diez y algo. ¿Y tú?
- Como un tronco – miento, sonriendo. No quiero preocuparlo. – ¿Con quién hablabas? – Pregunto por mera curiosidad.
- Con uno de mis amigos, sobre el viaje de mañana. Estamos ultimando detalles.
- Oh... Entonces te dejo tranquilo, para que arregles tus cosas...
- Eso puede esperar – me interrumpe, sonriéndome de un modo que eriza los bellos de mi nuca. – ¿Qué te pasa hoy? No dejas de ponerte roja.
Su comentario logra que me ponga aún más roja, seguramente. Yo frunzo el ceño, indignada.
- ¿Y a ti? Estás muy coqueto, demasiado para mi gusto.
- ¿No te gusta que sea coqueto? – Cuestiona, enarcando una ceja, y yo abro la boca para protestar, pero no se me ocurre nada ingenioso y vuelvo a cerrarla. Él se ríe. – Yo creo que te gusta, pero te pone nerviosa porque no sabes qué hacer.
- Qué listo eres, ¿no? – Murmuro, algo fastidiada y con cierto sarcasmo. – Según tú no sé qué "debo" hacer, ¿eh?
- Estoy convencido de que no.
Con mi orgullo ofendido me subo a la cama, y me coloco a horcajadas sobre su regazo, con mi culo sobre su estómago para evitar una situación demasiado embarazosa. Él sonríe con suficiencia, pero mi ceño sigue fruncido. Sigue acostado del todo, así que me inclino lo suficiente como para que nuestros rostros estén cerca.
- ¿Lo sigues creyendo? – Lo desafío, y él se vuelve a reír.
- No has hecho nada, solo sentarte sobre mí – se encoge de hombros, indiferente. – Tendrás que hacer algo m...
No dejo que acabe, estampando mis labios contra los suyos. Definitivamente, lo pilla por sorpresa, sobre todo por la brusquedad que empleo. Llevo mis manos a su cuello, girando un poco mi cabeza para profundizar el beso, que es bastante obsceno y muy poco tierno. Es desesperado por ambas partes, por la mía porque lo deseo muchísimo, y por la suya porque juraría que lo de no dormir conmigo no le ha sentado tan bien como me quiere hacer creer.
Su lengua busca la mía enseguida, y yo dejo que lo haga, siguiéndole el juego. Cuando nos separamos para respirar, apenas es un instante. Sólo nos apartamos un par de segundos, tomamos una bocanada de aire y volvemos a la carga, nada dispuestos a parar. Nuestros besos son húmedos y el sonido que producen me resulta caliente, ni siquiera entiendo bien por qué. Pero cuando me quiero dar cuenta, Lando me agarra por la cintura mientras nos besamos de un modo totalmente alocado.
Pero eso no es lo mejor. Lo mejor es cuando se incorpora, quedando sentado sobre la cama. Yo me escurro de su estómago hasta caer directamente sobre su polla, aún cubierta por los boxers. Los dos jadeamos, pues ese contacto nos resulta algo repentino, pero no me aparto. Sigo besándolo como si la vida me fuese en ello, y acallo un gemido contra su boca cuando sus manos agarran mi culo, cada una de ellas aferradas a una de mis nalgas, las cuales amasa y aprieta a su antojo.
- Lando – susurro, estremeciéndome cuando me empuja de tal manera que me rozo con su erección. Mi clítoris palpita de un modo doloroso y a juzgar por sus jadeos, creo que él se siente de un modo similar. – Joder, Lan – gimoteo, apoyando la cabeza en su hombro mientras él sigue empujándome de esa forma.
Empiezo a seguir sus movimientos, moviéndome sobre su polla de delante hacia atrás, restregando mi intimidad contra él. Los dos gemimos y jadeamos, y sonrío como una tonta por lo bien que se siente esto. Sus manos van a mis muslos, los cuales acaricia y agarra, ayudándome a moverme sobre él. La ropa interior se interpone, pero no nos importa a ninguno. Y yo estoy empapada, tanto que me daría vergüenza que él fuera consciente.
Jadeo cuando me agarra por el cuello, besándome de un modo lento y sensual, y sobre todo, de una forma absolutamente lasciva. Sin soltarme el cuello, me hace apartarme, lo suficiente para que nuestros pechos, que antes estaban pegados, ahora no lo estén. Sus ojos van a parar al punto en que se está produciendo el contacto, y me quedo ensimismada, mirando lo mismo que él, embobada con el vaivén de mis propias caderas sobre el bulto oculto bajo su ropa interior. Suelto un gemido involuntario, y me muerdo el labio, moviéndome más deprisa, tan excitada que no puedo pensar en nada más.
Lando tira de mí de nuevo y esta vez, me acerca a él para besarme, aunque de una forma más breve. Su mano me suelta, dirigiéndose a mi cintura, donde su otra mano me sostiene y me ayuda a impulsarme. Apoyo mis manos en su pecho, sobre sus pectorales cubiertos por la tela de la camisa, y me concentro en lo que estoy haciendo, cambiando el vaivén por uno que alterna movimientos en círculo y movimientos de delante hacia atrás. Apoyo la cabeza en su hombro nuevamente, mirando todo el tiempo hacia abajo, maravillada con lo caliente que es todo esto, a pesar de que ambos estemos completamente vestidos.
- Dios mío, nena – gime él, apoyando su cabeza sobre la mía. – Me voy... Me voy a correr si seguimos así.
Sorprendentemente, no me avergüenzo al oírle decir eso, y creo que es porque me doy cuenta de que yo estoy exactamente igual, y lo único que deseo es tener ese jodido orgasmo.
- Yo también – confieso entre jadeos, moviéndome más deprisa.
Me abrazo a su cuello, y él me abraza por la cintura para pegarme más a él. Nuestros jadeos y gemidos son bajos, pero constantes. Estamos cerca, y es casi cómico la facilidad con la que estamos al borde, en apenas unos pocos minutos. En mi defensa diré que son muchas ganas contenidas, y sé que para él es exactamente lo mismo. Mi mente está nublada por completo. Sólo puedo pensar en el placer que siento y el orgasmo que persigo. Sólo puedo sentir la erección de mi novio rozando mi clítoris y sus fornidos brazos envolviéndome, sus grandes manos aferradas a mis caderas. Mis brazos rodean su cuello, y yo apoyo la cabeza ahí.
- Alaia – susurra en mi oído, de un modo suave y desesperado que me resulta muy atractivo.
- Lando – contesto, en un tono similar, aunque más demandante.
Y entonces entiendo que él me está suplicando un orgasmo y yo se lo estoy exigiendo. Me gusta eso. Me gusta que me ruegue. Me gusta que me dé lo que yo quiero.
Así que me muevo más frenéticamente, abriendo más mis piernas, sintiendo que ya casi estoy. Y no sé por qué, pero estoy convencida de que él también.
Debo morderme mi propia mano cuando al fin llego a mi clímax, para no emitir sonido alguno. Sigo moviéndome, explotando al máximo el orgasmo, y me detengo sólo cuando siento tanta sensibilidad que me duele. Casi al mismo tiempo que yo, Lando suelta un gruñido bajo y profundo, clavándome los dedos en la cintura.
El murmullo de jadeos, gemidos y el sonido del roce entre nosotros desaparecen de un momento a otro, dejando la habitación en una absoluta y silenciosa calma. Los dos seguimos abrazados, recomponiéndonos, y sólo ahora soy consciente de lo que acaba de pasar, de lo que hemos hecho. Me ruborizo exageradamente, y la vergüenza se apodera de mí.
Oh, Dios mío. Acabo de... Lando y yo acabamos de...
Me aparto, completamente azorada, y él sonríe levemente, aparentemente complacido. Sus manos van a mis mejillas, acariciándolas con suavidad, y eso me relaja bastante. No hemos hecho nada malo, lo sé. Simplemente me sorprende lo mucho que me he... descontrolado. Pero lo he disfrutado. Muchísimo. Sonrío al recordar el sonido de sus gemidos. Me encanta cómo gime Lando.
- ¿Estás bien? – Me pregunta en voz baja.
- Estupendamente – asiento. – ¿Y tú?
- Muy bien, aunque creo que tengo que cambiarme. O darme una ducha, no estoy seguro – dice, no muy importunado por ese hecho.
- Yo también debería cambiarme – me río suavemente, besando sus labios castamente. – ¿Esto era lo que querías desde el principio? – Cuestiono, dándome cuenta de cómo me ha estado provocando desde que entré por la puerta.
- En realidad, no – niega, encogiéndose de hombros. – Eso de que mi hermana esté en el salón mientras hacemos cosas aquí dentro no me agrada del todo. Que tampoco me quejo – añade, con una sonrisa traviesa. – ¿Qué pasa, nena? ¿Acaso he sido un mal chico? – Me sigue provocando, usando un tono inocente, o más bien, fingiendo inocencia.
Me río y agarro su cara con mi mano, acercándolo hasta que casi puedo rozar sus labios con los míos.
- Has sido un muy buen chico, mi amor – susurro, sonriendo y rozando nuestras bocas, haciéndole creer que voy a besarle pero apartándome en el último momento, soltándole la cara, levantándome, y caminando hacia la puerta. Me giro solo para verlo antes de irme a cambiarme. Sus músculos siguen tensos después de lo que ha pasado, y una mancha oscura se extiende en su ropa interior. Su sonrisa es inmensa, y sus ojos tienen un brillo oscuro (lascivo, más bien) que me encanta. – Venga, adecéntate y te preparo el desayuno.
- ¿Esto no cuenta como desayuno?
Me da una de sus sonrisas socarronas y yo pongo los ojos en blanco y lo ignoro, saliendo de la habitación. Cameron sigue en el sofá, y a juzgar por su posición (que es la misma que cuando entré al cuarto de Lando), creo que hemos sido lo suficientemente discretos como para que no escuche nada.
- ¿Estaba despierto? – Me pregunta cuando me ve.
Contengo una sonrisa. «Estaba muyyyy despierto», pienso con un poco de descaro.
- Sí, estaba haciendo el flojo. Ahora sale.
- Ya era hora.
- ¿Has desayunado?
- Cuando me desperté salí a por café y donuts. He traído de todos los sabores que había. Y como sé que no te gusta el café, te he traído un batido de chocolate.
- Cameron, te quiero – declaro, muy contenta. – Voy a cambiarme, ahora vengo.
Ella se ríe y yo me meto en su habitación, la mar de feliz por saber que voy a desayunar donuts y batido. Sólo entonces me doy cuenta de lo infantil que puedo llegar a ser, y de lo irónico que es compararme a mí misma en un período de tiempo de un minuto: he pasado de montar a mi novio a dar saltitos de alegría por el desayuno.
Y lejos de avergonzarme, me río.
♤
Nota de la autora:
Y entonces, Dios bajó a la tierra y dijo: "Has sido un muy buen chico, mi amor". Alaia, you are my queen 👑.
El pueblo pide, Ana provee. "Pero Harry...". Cállate Aurelio, disfruta y calla. Ya habrá tiempo para el drama. Yo sé muy bien lo que me hago.
Bromas aparte, espero que os haya gustado. Besos para todas ustedes, personitas preciosas.
Os ama,
A💛.
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