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25. Promesas Y Amenazas

Ojalá estuviera tan tranquilo como le hago creer a Alaia. Pero en realidad estoy atacado. Me da mucho miedo enfrentar esto, contarle la verdad a Harry. Lo conozco de toda la vida, y aún así no soy capaz de predecir cómo va a reaccionar. Él es calmado y sensato, muy sensible y maduro. Pero también es un alma sufrida y un corazón maltratado. Y no sé qué hará al recibir un golpe como este.

Mientras aparco frente a su casa, mil miedos me asaltan. Quizá debería dejar a Lali e irme, dejar que ella entre sola y cuide de Tyler todo el día. Fingir que la ha traído un taxi y yo no tengo nada que ver. Es muy cobarde, lo sé. Pero no quiero saber cómo va a terminar esto, porque puede terminar verdaderamente mal.

Bajamos del coche, y el aire helado del invierno londinense nos cala rápidamente en los huesos. Caminamos juntos, en silencio, hasta la puerta, y toco en el timbre a pesar de que ambos tenemos la llave. Alaia se arrebuja en su chaquetón, muerta de frío, y contengo el impulso de rodearla con mi brazo y pegarla a mí para ayudarla a entrar en calor.

Pego un respingo cuando la puerta se abre, mostrando a mi mejor amigo de toda la vida frente a mí, con su cabello rubio despeinado y listo para marcharse a salvar vidas. Sus ojos topan primero con los de mi novia, que le sonríe y lo saluda con normalidad. Se abrazan, e ignoro la tirantez que siento en mi mandíbula. Luego, nos miramos los dos, y ninguno se mueve. Nos sostenemos la mirada el uno al otro, pero termino desviándola. No puedo. No puedo mirarle a los ojos ahora mismo.

- Harry, nosotros... – se intenta explicar Alaia, percatándose del incómodo y tenso momento que hemos compartido los dos.

- No hace falta que digas nada, Allie – la interrumpe, sin dejar de mirarme. – Ya lo sabía.

Eso logra que recupere toda mi atención. Miro fugazmente a mi chica antes de mirarlo a él, frunciendo el ceño. La decepción y el abatimiento que esconden sus ojos se me clava como un puñal en el pecho.

- Te conozco más que a mí mismo, Lando – susurra, con una sonrisa amarga. – ¿Crees que no me iba a dar cuenta?

- Yo... – intento excusarme, pero no hallo las palabras y él niega con la cabeza.

- Lo supe desde el principio, y las fotos que vi en Instagram borraron cualquier tipo de duda.

- ¿Las has visto? – Murmura Alaia, en voz baja y muy avergonzada.

- Sí.

Pero él no la mira. Sólo me mira a mí. Y su cara me dice tantas cosas, que trato de procesarlas y entenderlas todas. Pero lo que más claro me queda es que se siente profundamente triste. Y eso me mata, me mata por completo.

- Allie, bonita, Tyler está en el salón, ¿por qué no vas con él? – Le pide con voz suave, a lo que ella asiente, tras mirarme preocupada.

- Claro.

Entra en la casa y la veo desaparecer detrás de Harry. Trago saliva y vuelvo a mirar a mi amigo, que parece tremendamente cansado.

- ¿Cuándo pensabas decírmelo?

- No quería hacerte daño.

Ninguno dice nada más, sin saber exactamente qué podría mejorar la situación. Nada. Todo lo que digamos lo hará peor.

- Tengo que irme a esa emergencia – musita tratando de salir de la casa, pero yo lo detengo.

- Lo siento, Harry. Lo siento muchísimo. Sabes que yo jamás te haría algo así si no fuera porque de verdad estoy enamorado de ella...

Su ceño se frunce, y niega con la cabeza, más decepcionado si cabe.

- Lo que más me duele no es que salgas con ella. De hecho, me alegro mucho por vosotros – replica ante mi sorpresa. – Lo que me parte el alma es que mi mejor amigo de toda la vida me haya ocultado sus sentimientos así.

- No quería...

- Ya lo sé, Lando – bufa, frustrado. – Pero así no funcionamos nosotros. Nosotros nos confiamos las cosas. Nos apoyamos. Nos decimos cómo nos sentimos. Yo te fui sincero sobre lo que sentía por ella. Y tú debiste hacer lo mismo. Debiste confiar en mí para contármelo.

- Entiende que no era una situación fácil.

- ¿Crees que me enfadaría? ¿Que pelearíamos a golpes por ella? – Sus ojos se cristalizan, y deseo con todo mi ser abrazarlo. – Joder, Lando. Que creas que no podías decírmelo me hace rabiar. Y lo peor es que no sé si es culpa tuya o culpa mía.

- ¿De qué hablas, Harry? – Pregunto, confuso.

- De que no sé si te he dado motivos para pensar así de mí o si simplemente eres idiota.

- No quería hacerte daño – repito, insistiendo en ello. – No hay más. Y sé que da igual porque te lo estoy haciendo igualmente, y...

- No tengo fuerzas para discutir esto ahora – me frena, negando con la cabeza con vehemencia. – Si me disculpas, tengo vidas que salvar.

Abatido, y sin saber cómo retenerlo, me resigno y me aparto, dejándolo marchar, sintiendo un nudo en la garganta y un escozor odioso en los ojos.

Entro en la casa para no quedarme en la entrada de pie como un idiota, aunque ahora mismo sienta que no merezco estar aquí, bajo el techo de Harry. Cierro la puerta y mis pasos me dirigen al salón, donde Alaia habla con Tyler, que parece estar contándole algo emocionante para él. Cuando el niño se percata de mi presencia, una gran sonrisa divide su rostro, y se baja del sofá para venir corriendo hacia mí.

- ¡Dino!

Lo atrapo nada más que puedo, alzándolo y abrazándolo. Consigo sonreír, y si lo hago es porque es una sonrisa genuina, provocada únicamente por mi infinito amor por este enano rubio y de ojos claros. Pero mientras beso sus mejillas y él se abraza a mí, la culpa vuelve a instalarse de inmediato, siendo Tyler la viva imagen de su padre. Más no se podían parecer, desde luego.

- ¿Cómo estás?

- ¡Estoy viendo Scooby Doo! – Me informa, sonriente, y cuando miro la televisión, así es. No es la versión que veía yo de niño, sino una moderna y con gráficos totalmente distintos.

- Qué guay, peque – me siento en el sofá, aún con él en brazos, y no me pasa desapercibida la mirada preocupada y triste de mi novia. – ¿Te gustaría salir a comer fuera? – Le pregunto, tratando de evadir todo este tema.

- ¡Sí! – Chilla, emocionado.

Sonrío y beso su frente, sentándolo en el sofá, entre Alaia y yo. Se pone cómodo y sigue viendo la televisión, como si nada. No me queda otra que suspirar y enfrentar a mi chica, que parece estar esperando a que diga algo.

- ¿Tan mal ha ido? – Susurra, buscando mi mano para agarrarla.

Retengo una risa irónica, pues me hace gracia ser tan obvio para ella, que note tan bien el disgusto y el pesar en mi rostro.

- En realidad, no estoy seguro. Harry estaba... Muy dolido. Y furioso. No lo ha demostrado, pero lo estaba. Lo he visto en sus ojos – murmuro sin ser capaz de mirarla. Se ve que hoy no puedo sostenerle la mirada a nadie. – Pero al menos no está enfadado por nuestra relación.

- Ah, ¿no? – Se extraña ella, aunque noto cierto alivio en su voz.

- Está enfadado porque se lo he ocultado.

- Entonces, no es para tanto.

- Al contrario – niego, pasándome las manos por el rostro. – Sus sentimientos por ti terminarán yéndose, y podría vivir sabiendo que estamos juntos. O eso creo. Pero esto es distinto.

- No lo entiendo – admite, bajando la voz.

- No pasa nada, no tienes por qué entenderlo. Nuestra relación es de lo más peculiar, dudo que puedas comprender qué es lo que pasa realmente.

- Lo siento muchísimo, Lan.

Eso logra que la mire, pues me pilla desprevenido. No debería disculparse. Y aún así la tristeza es tan clara en sus facciones, que peor me siento. No quiero que se sienta culpable por esto.

- No tienes que pedir perdón por nada, Lali.

- Sí que tengo. Al fin y al cabo, todo esto es por mí... Si vuestra amistad se estropea, será culpa mía.

- Eso no es verdad. Esto es algo entre los dos, ¿vale?

Asiente levemente con la cabeza, pero no parece nada reconfortada. Y por mal que me sienta yo ahora mismo por lo sucedido, no voy a dejar que eso afecte a mi novia. Ella no tiene por qué echarse las culpas de nada.

- Oye, Tyler – le digo al peque, llamando su atención. – Dale un abrazo a Alaia, que está triste.

Veo de reojo que ella sonríe, y el niño la mira.

- ¿Estás triste?

- Un poquito – admite, sus ojos llorosos, pero sonriendo.

Él se sube en su regazo y la abraza con fuerza, y ella lo envuelve con sus brazos. Sonrío ante la escena y ella me susurra un "gracias", pero niego con la cabeza, quitándole importancia, y me sumo al abrazo, dejando al peque entre nosotros.

- Alegra esa cara, conejita.

- No me llames así – protesta, haciéndome reír.

« ♪ »

Quizás no esperaba que mi día fuese así exactamente, pero no ha estado mal. Hemos ido a comer a un buen restaurante, luego hemos ido al cine a ver una película de dibujos animados que, he de decir, Alaia y yo la hemos disfrutado más que Tyler, y luego hemos ido a merendar a una heladería. Axel me va a matar. Mi consumo de calorías desde que salgo con Lali ha subido y mi entrenador no está nada contento. Aunque estoy de vacaciones, espero que con eso me libre un poco de la regañina.

Ya estamos volviendo a casa, y Harry le escribió a Alaia hace un rato para decirle que ya estaba regresando también, así que supongo que el día perfecto de diversión va a llegar a su fin. Lo cierto es que nos lo hemos pasado muy bien los tres. No era mi plan inicial, claro está. En mi plan no había un niño y había más besos, pero... Con Tyler no me parecía correcto meterle mano a su niñera. Sería poco ético.

Aún así, ella ha estado muy contenta. Se lleva realmente bien con el peque. Y yo me he olvidado de lo de esta mañana, al menos a ratos. Pero ahora, cuando lleguemos a casa de Harry, volveré a tener que enfrentarme a la realidad.

- Se ha quedado dormido – me dice Alaia en voz baja, girando su cabeza hacia mí.

- Normal, menudo día ha tenido – sonrío un poco y pongo la mano en su muslo. – Yo también estoy algo cansado.

- Y yo – asiente, suspirando. El silencio llena el coche apenas unos instantes antes de que vuelva a hablar. – ¿Hablarás con él ahora?

- Sí.

- Si quieres que me quede contigo...

- Esto necesito hacerlo solo. Necesitamos hablar a solas.

- Como quieras, Lan.

La miro y sonrío, agradecido por su comprensión, y ella me devuelve la sonrisa. Toma mi mano entre las suyas, esa que yo tenía en su muslo, y acaricia mis dedos con suavidad y cariño.

- No sé si te merecen la pena todos estos quebraderos de cabeza – dice en apenas un susurro. – No creo que yo merezca tanto la pena.

- Te equivocas – la contrario, muy serio. – Para empezar, no es tu culpa – insisto. – Y para terminar... Mereces la pena, Lali. Aunque me enfade, aunque llore, aunque me ponga celoso, aunque deba tener mucha paciencia, aunque suponga mil cosas distintas que no son fáciles... Mereces la pena. Merece la pena que seas mi novia, a pesar de todo. Porque hay mil cosas buenas por cada cosa mala.

Freno en un semáforo en rojo, y cuando giro la cabeza, sus ojos están brillando mucho, y no tardo en comprender que son lágrimas incipientes. Mi mano, que sigue entre las suyas, se aferra a una de ellas, llevándola hasta mis labios, dándole un beso en los nudillos.

- Ni se te ocurra llorar, Alaia Jackson.

Sonríe y se frota los ojos, alejando sus manos de mí.

- No iba a llorar – miente con descaro, sacándome una sonrisa.

- Ya. Claro que no – musito con diversión, acelerando de nuevo al ver la luz verde del semáforo activarse.

Enciendo la radio, y la dejo bajita, sólo para tener algo de fondo hasta que lleguemos a la casa de nuestro amigo. Nos bajamos y ella lleva en brazos a Tyler, que está dormido profundamente. Vamos juntos hasta la puerta y yo abro, y entre los dos llevamos al peque a la cama, lo cambiamos y lo arropamos bien. Él apenas se inmuta. Tan solo muge un poco y frunce el ceño, pero no se despierta del todo ni se resiste.

- Buenas noches, muñeco – le susurra mi novia, besando su frente, gesto que me hace sonreír por lo tierna que es.

Pero hay algo que me deja extrañado. ¿Qué acaba de decirle? Juraría que eso no ha sido inglés. Aunque no me da tiempo a preguntarle cuando noto la presencia de alguien detrás de nosotros. Cuando me giro, ahí está Harry, en el marco de la puerta, con semblante cansado y tranquilo, mirándonos.

- ¿Qué tal lo habéis pasado? – Nos pregunta como si nada.

- Bien. Se ha divertido mucho – contesta Alaia, haciéndome el grandísimo favor de evitar que yo deba hacerlo. – Su padrino lo consiente mucho...

- Lo sé – sonríe un poco, y nos hace un gesto para que salgamos. – Vamos a dejarle descansar.

Salimos y apagamos la luz, cerrando la puerta. Está claro que si debemos discutir sobre cualquier cosa, la habitación de Tyler no es el sitio.

- ¿Ha ido todo bien en esa emergencia? – Le pregunta ella mientras vamos al salón, donde los tres tomamos asiento en el sofá.

- Bueno, han sido muchísimas horas sacando a gente de los coches, ayudando a los médicos, y limpiando el suelo de líquidos inflamables que hayan soltado los coches, pero... Ha ido bien, supongo. Hay cinco fallecidos y quince personas en estado grave, pero podría ser muchísimo peor – suspira y se encoge de hombros. – Ningún niño ha sufrido daños graves, me quedo con eso.

- Eso siempre es bueno – le da la razón ella.

Los ojos de mi amigo se clavan en mí, y sé que ya ha llegado a su fin la conversación amena y trivial. Alaia nos mira a uno y a otro, sin saber muy bien dónde meterse.

- ¿Te espero en el coche? – Me pregunta en voz baja.

- Vale – le doy las llaves y ella las coge sin mucha convicción. – Arranca y pon la calefacción, o te vas a helar.

- Gracias – murmura, y luego se acerca a mi amigo para darle un abrazo. – Adiós, Harry.

- Adiós, Allie.

Se sonríen el uno al otro, y con un ademán de mano, ella se despide al fin y sale del salón, y luego de la casa. Mi amigo suelta un largo suspiro, pellizcándose el puente de la nariz.

- No me puedo creer que pienses que yo te habría dicho algo distinto a "ve a por ella" – dice, claramente decepcionado. – Mi mejor amigo, al que destrozaron y desde entonces no ha querido una pareja formal, se cree que cuando logra volver a enamorarse, yo voy a cortarle las alas – niega con la cabeza, incrédulo, y luego me mira a mí. – ¿Te das cuenta de lo estúpido que suena eso?

- No suena tan estúpido teniendo en cuenta que la chica de la que estoy enamorado es la misma de la que lo estás tú – replico. – Y mira que somos idiotas. Tú y yo nunca hemos tenido el mismo tipo... – bromeo, a lo que él sonríe un poco.

- Tienes razón. Pero es culpa tuya. Ella no es de tu tipo.

- Lo sé. Pensándolo fríamente, es completamente tu tipo – me río y niego con la cabeza.

- Para que veas que siempre he tenido buenos gustos... – Le lanzo un cojín, que él atrapa, sonriendo. – Ahora en serio, Lando – no pierde la sonrisa, pero su tono sí cambia a uno menos despreocupado. – Debiste decírmelo.

- ¿Para qué? ¿Para hacerte sentir mal? Me da igual lo mucho que intentes aparentar que te alegras por nosotros, Harry. Sé que te duele.

Aparta la mirada y sé que se esfuerza por disimular que es mentira, pero no puede. A mí no me puede engañar. Espero en silencio, porque sé que va a decir algo. Dejo que se tome su tiempo, no hay prisas.

- ¿Cómo no va a dolerme? – Susurra, sus ojos aguándose de inmediato. – Los dos tenemos la misma puta suerte en el amor. Tú estabas con una tóxica y yo... Con una cobarde, supongo. Y entonces, casi cuatro años después, aparece ella – no me mira, y yo finjo que no me carcome por dentro todo esto, que le brillen los ojos así cuando habla de mi chica, que sonría así solo al pensarla. Pero me jodo, porque no es su culpa. – El tema de la edad puede ser cuestionable o no, pero... Lando, tú la has visto con Tyler. Si esa chica no podría llegar a ser la madre perfecta para él, no sé quién podría.

- Si la quieres sólo porque quieres una madre para tu hijo, entonces no la quieres – murmuro, y él niega con la cabeza.

- Eso pensaba al principio – admite en voz baja. Frunce el ceño y suelta una risa agria. – Pero después me vi sonriendo como un adolescente cuando me enviaba un mensaje o una foto de ella con el peque. O temblando de nervios cuando sabía que íbamos a comer juntos. O sonriendo mi pulso acelerarse cuando me abrazaba o besaba mi mejilla para despedirse de mí. Supe que no solo sería la madre que Tyler merece, sino también la mujer que yo creo merecer, cuando su sonrisa convertía un día de mierda en uno infinitamente mejor – suspira y se frota los ojos antes de que las lágrimas se le escapen. – Yo... Lo siento, Lando.

Me siento dividido en estos instantes. Siento una profunda pena por mi amigo, porque sé que se merece a una chica tan maravillosa como lo es Alaia. Pero otra parte más egoísta, le quiere partir la cara. Por suerte, mi amistad con él pesa muchísimo más que mis estúpidos celos, así que me acerco y rodeo sus hombros con un brazo.

- No te disculpes por amar, Harry – junto nuestras frentes y sobo su espalda cariñosamente. – Yo soy el que lo siente. Por esto no quería que lo supieras.

- No dejo de pensar que la única opción viable es...

- ¿Olvidarnos de Alaia y tener nuestro romance homosexual de una vez por todas? – Bromeo, sacándole una carcajada de lo más profundo de la garganta.

- Eres un auténtico payaso – dice entre risas, empujándome y rompiendo el contacto tan fraternal que estábamos teniendo. Menea la cabeza de un lado a otro y su sonrisa afloja un poco. – Iba a decir que la única opción viable es olvidarme de ella y dejaros ser felices. Es lo que os merecéis.

- ¿Y podrás? – Cuestiono, poniéndome serio. – ¿Podrás olvidarla mientras ella duerma bajo tu techo y cuide de tu hijo? – Su rostro se ensombrece, entendiendo lo que le quiero decir.

- No lo sé – reconoce, mirando al suelo. – Olvidarme de Gala fue la cosa más difícil que he tenido que hacer jamás, y eso que me lo puso muy fácil – sonríe con amargura y alza su mirada. – Ella tenía a nuestro hijo en brazos, él apenas tenía unas horas de vida, cuando me pidió que fuera a buscarle comida buena, no la mierda que le daban en el hospital. Me recorrí Londres entero para ir a su restaurante favorito y pedir su plato favorito. Para volver y encontrarme una habitación vacía, y a la vez llena, pero llena del llanto de un bebé al que su propia madre había abandonado. No hubo un mensaje, no hubo una despedida, no hubo una explicación... Tan solo un post de Instagram unas semanas después en la que se la veía la mar de feliz en las Maldivas – las lágrimas caen por su rostro a estas alturas, y aunque esta historia la conozco bien, pues yo estuve a su lado cuando todo pasó, no puedo evitar sentirme apenado y rabioso. – Me dejó solo, con un niño. Yo tenía veintiún años y tenía tanto miedo... Lando, no pude odiarla, no pude dejar de estar enamorado de ella hasta años después – no se contiene y comienza a llorar a borbotones, completamente roto. – ¿Cómo superaré a una chica que es maravillosa y no me da ni un sólo motivo para despreciarla?

Su sollozo me parte el alma, y lo abrazo. Lo atraigo hacia mí y dejo que ponga su mejilla en mi hombro, mientras llora desconsolado. Mis brazos lo estrechan con cariño, y no puedo evitar acordarme de todo lo que vivimos. De todas las noches en vela que pasamos juntos, cuidando de un bebé que lloraba sin parar, cambiando pañales, limpiando vómitos. Aún recuerdo esas noches en las que yo llamaba a Cam porque me sobrepasaba la situación, pues había días que no sabía qué hacer con Harry. Pero nunca lloró, y eso es lo que más me preocupaba. Y cuando me tenía que marchar a alguna carrera y era ella la que se tenía que quedar con ellos, más de lo mismo. Fue un alivio que los padres de Harry se mudaran con él por un tiempo para ayudarlo, porque yo no daba más. Además, mi relación con Millie iba de mal en peor, y apenas un año después me dejó. Harry no estaba aún recuperado de lo suyo cuando tuvo que ayudarme a mí.

Los dos éramos dos desastres completamente rotos e incapaces de sostenernos solos. Y como si fuese un dominó en el que empujas una pieza y todas van cayendo, luego pasó lo de Cameron. Claro que no fue lo único. Después le diagnosticaron Asperger a Tyler y no supimos dónde diantres meternos porque éramos tres niñatos destrozados a cargo de un niño que requería mucho más de lo que creíamos que podíamos darle.

Retengo las ganas de llorar por respeto a mi amigo. Es la primera vez que llora frente a mí por Gala. Llevaba eso enterrado muy profundo en su corazón, y merece sacarlo. Y no voy a llorar cuando él necesita que yo sea su apoyo.

Pero me parte el alma. Me parte el alma ver lo mucho que sufre Harry en silencio. Es un hombre maravilloso que ha sacado todo adelante, que tiene un hijo perfecto y un buen trabajo para darle la mejor vida. Pero el amor siempre será su asunto pendiente. Su asignatura suspensa. Y me duele pensar que quizá, de no ser por mí, Alaia se habría podido enamorar de él y podría vivir la vida que se merecen vivir los dos.

Harry le regalaría flores, le haría cumplidos, la trataría con ternura, la besaría con suavidad, la complacería y mimaría en todo lo que ella quisiera. No la molestaría, no la haría sonrojar por decir alguna burrada, no perdería el control al besarla, no organizaría citas cutres, no... Él no haría las cosas como las hago yo. Las haría mucho mejor. Y también me duele eso. Me duele pensar lo perfectos que son el uno para el otro. Me duele sentir que yo, a pesar de ser su novio, soy el tercero en discordia.

- Me encantaría poder reescribir esta historia – susurro, aún abrazado a él. – Me gustaría escribir una historia en la que todos somos felices y comemos perdices. Pero no puedo, Harry. No puedo hacer nada.

- Es que no tienes que hacer nada – dice entonces. Se seca las lágrimas y me aparta, poniéndose de pie. Me doy cuenta de que ya está alzando sus barreras, esas que usa poco cuando se trata de mí. – Hazla muy feliz, Lando.

Asiento con la cabeza y lo imito, poniéndome de pie también.

- Te juro que haré todo lo que pueda para que en su vida no exista la pena.

Se pasa la mano por el pelo y se frota la nuca, cerrando los ojos y esbozando una mueca adolorida. Debe estar agotado después de la emergencia de hoy, y yo aquí molestándolo. Aún así, siento que esto es necesario.

- Creo... Creo que voy a buscar otra niñera – declara en apenas un susurro.

- No puedes hacer eso – me apresuro a protestar.

- Tenías razón, Lando. Mientras siga presente en mi vida, jamás la olvidaré. Y lo sabes.

- No puedes alejarla de Tyler – niego efusivamente con la cabeza. – Eso no, Harry. Y de todos modos, si sigues en contacto conmigo, inevitablemente estarás en contacto con ella.

Sus ojos son duros, y poco a poco entiendo qué es lo que está pensando. Leo las intenciones en su rostro antes de que necesite usar palabras. Abro mucho los ojos, y siento que mi corazón se empequeñece en mi pecho. No, eso no.

- No.

- Lo siento...

- ¡Vete a la mierda! – Gruño, acercándome un paso. Sus ojos verdes de repente son tan fríos que me cuesta reconocer a mi mejor amigo en ellos. – ¡No vas a echarme de tu vida! ¡No puedes!

- Es lo que estoy haciendo.

- Soy el padrino de tu hijo, ¿eso no significa nada para ti? – Replico, furioso.

No puede arrebatarme eso, no puede.

- Estoy harto de esto, Lando. Estoy sufriendo y mi hijo también. No deja de pedirme que le dé una madre y de preguntarme por qué Alaia o Cameron no lo son. Estoy harto de explicarle por qué su padrino nunca está. De decirle que no podemos ir a ver a los abuelos siempre que queramos porque viven lejos – niega con la cabeza, enojado. – Sufre en la escuela cuando se burlan de él y sufre en casa porque no tiene una familia de verdad.

- Nosotros somos su familia, Harry.

Quiero golpearlo. Quiero matarlo. Quiero entrar a la habitación de Tyler y llevármelo. Porque me niego a renunciar a mi ahijado. Si Harry quiere echarme de su vida, adelante, es su decisión. Pero no me lo puede quitar a él también.

- Quiero que te vayas de mi casa – dice entonces, dejándome helado.

- ¿Qué? – Musito, incrédulo.

- Quiero que te largues, Norris.

Frunzo el ceño, sintiendo que me está clavando una daga en el corazón.

- No me pienso marchar, no así.

- Vete – insiste.

- ¡No vas a hacer esto! – Grito, demasiado enfadado ahora mismo.

Ni siquiera lo pienso cuando le doy un empujón. No es muy fuerte, pero basta para que la ira brille en sus ojos.

- ¡Largo de mi casa! – Bufa, devolviéndome el empujón.

- ¿Papi? ¿Dino?

Los dos nos congelamos al oír la voz del pequeño. Me giro y, si mi alma ya estaba hecha pedazos, más pequeños se vuelven esos fragmentos cuando veo a mi pequeño con los ojos llenos de lágrimas.

- ¿Por qué gritáis? ¿Por qué os pegáis?

- No, Tyler, no estábamos haciendo eso. Estábamos jugando, nada más – miente su padre, acercándose a él y agachándose para limpiarle las lágrimas. – No llores, ¿vale? Sólo jugábamos. ¿Verdad, Lando?

Me mira, desesperado, y yo niego con la cabeza. No voy a ayudarlo a mentirle a su hijo. A mi ahijado. No después de esto.

- Tu plan es marcharte a Bristol, ¿verdad? – Pregunto, sin querer mirar al pequeño. Asiente con la cabeza, una sola vez. – Pues que te vaya bien.

Se incorpora, y me molesta que parezca ofendido, cuando es él quien me está echando de su vida. Me detengo en la puerta, poniéndome en cuclillas para estar a la altura de mi niño.

- Te amo, Tyler – susurro, besando su frente. La realidad es que no sé cuándo podré verlo de nuevo. – Te amo más que a nada, pequeño.

- Yo también te amo, Dino – responde agarrando mis mejillas. Sus ojitos verdes me parecen demasiado tristes para tener sólo tres años. – ¿Te vas?

- Sí, cariño. Es tarde y debo descansar. Igual que tú.

Él asiente y tras decir "buenas noches", regresa por el pasillo y se mete en su habitación. Me giro hacia Harry, que tiene la mirada perdida. No me esperaba esto de él.

- Hazlo feliz – digo entonces. – Si quieres empezar tu vida de cero, adelante. Pero como lo hagas infeliz, te juro que te mataré, Harrison Turner.

No responde, tan solo me mira en silencio, y de veras que me tienta estrangularlo. Y si me contengo es porque Tyler tiene suficiente con no tener madre.

- ¿Estás seguro de esto?

- No.

- ¿Y aún así lo harás?

- Sí.

Aprieto los puños, frustrado.

- Ojalá no te equivoques – susurro largándome de esta condenada casa, que ha sido testigo de tanto sufrimiento.

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