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24. Marcas Y Maquillaje

Frunzo el ceño al sentir que me muevo. ¿Qué diantres...?

- Alaia, despierta.

Intento abrir los ojos, pero no sé si lo hago realmente porque todo sigue oscuro. Cuando me acostumbro a la ausencia de luz, distingo las formas de los cuadros en la pared y de la mesita de noche. De pronto, soy consciente de que estoy en la cama de Lando, y que el muy gilipollas me está moviendo el hombro para despertarme.

- ¿Qué coño quieres? – Gruño de muy malas maneras.

- Tenemos que hablar.

- ¿Qué? – Musito mirando mi reloj de muñeca. Le doy al botoncito que hace que brille la pantalla y veo que son las 4am. Yo lo mato. – Lando, son las putas cuatro de la mañana, ¿no puede esperar?

- No. No puedo dormir.

Resoplo y me giro, de muy mala leche. No ha podido elegir peor momento para tener una conversación conmigo, puesto que me pone de muy mal humor que me despierten así. Me calmo bastante cuando, al encontrarme con él cara a cara, lo veo de lado, apoyado en un codo, sin camiseta, con los rizos despeinados y sus intensos y despiertos ojos verdes en mí.

- ¿Qué te pasa?

- No podía dormir porque no dejaba de pensar en nuestra... Charla.

- Discusión, Lando, llámalo por lo que es – digo frotándome los ojos. – ¿Qué pasa con eso?

- Que lo siento – murmura, mirándome muy serio, muy digno. – Y me has dicho que no pasa nada, pero sé que te has enfadado.

- Lando, podríamos hablar de esto mañana...

- No, escucha.

Suspiro sonoramente y termino incorporándome en la cama, apoyando la espalda en el cabecero. Él hace lo mismo y se pasa la mano por el pelo, que ya tenía revuelto de por sí.

- Sé que no son horas, pero no podía dejar de pensar en lo que los dos hemos dicho, y en serio, lo siento mucho. Es verdad que acabamos de empezar a salir y quizás vivir juntos es muy... Bueno, es demasiado pronto. Además, entendería que no fueses a estar cómoda, porque al fin y al cabo la confianza se va forjando poco a poco. Lo he pensado y, sinceramente, lo mejor sería que te fueras con Harry, porque Tyler te necesita y sé que él también, y como has dicho, allí tienes una habitación propia, un espacio propio, cosa que aquí no tendrías porque lo compartiríamos todo – se para un momento para respirar, porque apenas lo ha hecho mientras decía todo eso, hablando tan deprisa que si hubiese estado menos espabilada no me habría enterado. – Así que... Piénsatelo. Mi oferta está sobre la mesa, y sé que cuando Harry se entere, también. Haz lo mejor para ti, y no pienses que me enfadaré por tu decisión.

Alzo las cejas, cuestionando esa última parte.

- He dicho que no voy a enfadarme, no que no vaya a morirme de celos – dice con una dosis de sinceridad que me sorprende. – Lo que sí he pensado es que antes de tomar cualquier decisión, tenemos que decirle a Harry de una vez que estamos juntos.

- Es lo que llevo diciéndote ya un tiempo, Lando.

- Lo sé, lo sé. Pero con todo esto, ahora sí corre prisa que lo sepa.

Vuelvo a suspirar y me paso las manos por la cara, cansada. Me ha tocado bastante los cojones que me despertara para esto, pero me alegro de que al menos haya sido para decir cosas coherentes y rectificar su comportamiento de anoche.

- No me gustó cómo me hablaste – confieso, dejando que mi tono denote toda la decepción que siento. – Y me parece genial que ahora te retractes y hagas las cosas bien. Pero no puedes hablarme fatal y luego despertarme de madrugada para corregir tu comportamiento de mierda, esperando que lo olvide como si nada.

Aunque estamos a oscuras, me fijo en cómo traga saliva y agacha la mirada. No sé si está avergonzado o arrepentido, o quizás las dos cosas. No responde de inmediato, sino que se lo piensa bien unos segundos.

- No es una excusa, pero soy muy impulsivo, Alaia. Suelto las cosas como las siento, y muchas veces me arrepiento después, cuando las pienso bien – se atreve a mirarme, y juro que necesito todas mis fuerzas para resistirme a esos ojos verdes tan bonitos. – Es algo que tengo que cambiar, sobre todo con estas cosas. Pero no me ha gustado nada la idea de que te mudes con Harry y mi reacción ha sido esa.

- Ya – murmuro.

- ¿Qué tengo que hacer para que me perdones, Lali? Sé que no me he comportado bien, y tú lo hiciste genial al no seguirme la discusión. Parece que yo soy un niñato y tú una adulta.

- Pues cambia eso. Cambia eso y quizás nunca más tenga que cabrearme contigo por algo así – contesto con simpleza.

- Lo siento – repite, acercándose un poco. – Lo siento muchísimo, Lali. Quiero que esto funcione, de verdad.

Sus ojos suplicantes pueden conmigo, y sonrío al acordarme de los ojitos que pone el Gato con botas cuando quiere camelarse a alguien. Pues esa es la mirada que me está echando Lando. Y me está camelando, debo admitir.

- ¿Qué voy a hacer contigo, Norris? – Susurro, acercándome para abrazarlo. – Eres un idiota adorable.

Él se ríe un poco y me estrecha entre sus brazos, hundiendo su cara en mi cuello. Llevo mi mano a sus rizos y los acaricio, apoyando la barbilla en su cabeza.

- Lo siento.

- Deja de disculparte.

- ¿Me has perdonado?

- Bueno... – alza la cabeza, mirándome indignado, y yo me río. – Cuando me beses, estaremos en paz.

Su ceño fruncido se ve sustituido por una sonrisa traviesa, y mi gozo no es poco cuando sus labios presionan los míos con suavidad mientras toma mi rostro entre sus grandes manos.

Lo que quizá debía ser un simple y casto beso, termina siendo algo más que eso. Mis labios siguen su ritmo y, es más, van más allá. Lo beso con ansias, con un deseo repentino pero que llevo mucho tiempo aguantándome. Siento su lengua acariciar mis labios, y abro la boca, deseando que se una a la mía. Es un beso húmedo y nada apropiado, lleno de pequeños y explícitos sonidos. Siento el impulso de gemir, pero lo controlo, aunque no sirve de nada controlarse cuando su boca se separa de la mía para descender hasta mi cuello. Siento cómo acaricia la piel de mi cuello con sus labios, lamiendo, chupando y besando, logrando que se me erice el vello de todo el cuerpo. Asciende hasta llegar al punto que hay bajo la oreja, y por fin entiendo por qué esa es una zona tan famosa.

Un gemido, bajo y vergonzoso, abandona mi boca al sentir su mano sobre mi muslo. O, más bien, sobre la unión de mis muslos. Su mano se cuela entre ellos y me agarra con fuerza, tirando de mí y dándome a entender rápidamente lo que pretende. Movida por la excitación, me coloco a horcajadas sobre su regazo, y enseguida noto una corriente eléctrica recorrerme la columna vertebral, además de un latido fuerte y placentero que no proviene precisamente del corazón.

Ninguno dice nada, y seguimos besándonos totalmente alocados. Ansío cada fibra de su ser, y por el modo en que me agarra del culo cuando empiezo a besarle el cuello, sé que él siente lo mismo, lo cual me hace sonreír. Disfruto besando esta parte de su anatomía: es grueso, musculoso, y una delicia para mí. Chupo su piel con desesperación, sintiendo el impulso de morderlo, mientras sus manos aprietan mi trasero y yo contengo las ganas de moverme sobre él. Mis manos pasan de su cuello a su pecho desnudo, y sonrío al sentir sus pectorales y sus pezones. Su piel está salada, pero la sensación que me genera besarla es más bien dulce. Y yo amo lo dulce.

- Me dejarás un chupetón, nena – jadea, apretando mi culo, apretándome contra él. Noto algo que no debería debajo de su short, y una vocecita en mí me chilla que me restriegue contra él, que me alivie con ese bulto apenas perceptible.

Me aparto, roja y con repentino pánico. Esto está pasándose de madre. Me estoy calentando mucho, y no quiero perder el control. Es decir, lo estoy disfrutando, pero... Poco a poco. Y cuando recuerdo lo que ha dicho sobre el chupetón, me avergüenzo un poco. Debo parecer desesperada.

- Lo siento – jadeo en respuesta.

- No era una queja. Sigue.

Lo miro a los ojos apenas unos instantes antes de volver a besar su cuello, chupándolo igual que antes, preguntándome si se notarán mucho los chupetones, y sonriendo para mí misma al imaginarme su cuello lleno de marcas hechas por mí. Ese lado posesivo que suelo disimular sale a la luz, haciéndome perder la razón. Y mis preocupaciones de hace unos instantes se desvanecen, dejando a la lujuria jugar un rato más.

Escucho la respiración agitada de Lando, y sólo puedo notar mi corazón latiendo desenfrenado en mi pecho y mi clítoris palpitando dolorosamente, rogándome que me mueva, que busque fricción. Pero no me atrevo a tanto. Lo beso en la boca y después me besa él el cuello, absorbiendo con fuerza para, quizá, dejarme marcas a mí también. Y no protesto. Al contrario, me encanta.

- Lando – susurro removiéndome sobre él, húmeda e incapaz de seguir a este ritmo sin ir más lejos. – Deberíamos parar – sugiero en voz baja.

- ¿No te gusta? – Pregunta, preocupado.

- No, sólo... No quiero ir más allá y, si seguimos así, me volveré loca – admito sin pudor alguno.

- Entiendo – asiente, aún luchando para regular su respiración.

- Lo siento – repito.

- No te disculpes. Está bien que pongas límites. Es lo que quiero que hagas – responde con solemnidad, sacándome una sonrisa. – Al menos dime que esto te ha gustado.

- Mucho. Demasiado, diría yo – me río, notando mis mejillas arder. – ¿Y a ti?

- Creo que puedes notar que sí – dice en tono jocoso, y rápidamente entiendo qué quiere decir.

Efectivamente, puedo notar que sí le ha gustado.

- Creo que es hora de dormir – opino, azorada y un poco sobrepasada por la situación.

Me quito de encima de Lando, y me tumbo de nuevo, de lado, mirándolo a él. Espero a que se tumbe para dormir, pero me extraña verlo levantarse de la cama. No necesito preguntar, mi cara ya refleja la duda, y él hace un gesto para indicarme que va a beber. Yo levanto el pulgar, y sonrío como una tonta porque nuestra conversación no verbal me ha parecido muy mona. Él sale de la habitación y yo me acurruco, poniéndome cómoda. Aparte de la desagradable sensación de que hemos dejado un asunto a medias, ahora me encuentro mucho mejor. Hemos hablado las cosas y hemos hecho las paces. Y qué manera de hacer las paces...

Cierro los ojos, agotada. Una vez pasado el calentón, soy consciente del sueño que tengo, y deseo que Lando regrese de una vez para dormir abrazados. Por suerte para mí, eso no tarda en suceder, porque mi novio regresa a la cama y, esta vez, los dos nos buscamos y, como es obvio, nos encontramos. Sus brazos me rodean y yo me dejo abrazar, poniéndome cómoda.

Ahora sí. Buenas noches.

« ♪ »

No me hace gracia despertarme sola en la cama, pero me levanto igualmente, dispuesta a encontrar a mi novio y regañarle por abandonarme. Sin embargo, cuando salgo del cuarto, no veo a nadie en el salón, y al entrar en la cocina, sólo está Cammy, dándole de comer a Alf.

- Buenos días, Cam – la saludo, con una sonrisa amable y un gesto con la mano.

- Buenos días, dormilona – contesta, devolviéndome la sonrisa. Durante un instante juraría que algo la sorprende y contiene una risa, pero su expresión es tan breve que supongo que han sido imaginaciones mías. – Mi hermano volverá pronto. Ha madrugado para entrenar con Axel.

- No me dijo nada – murmuro, extrañada por ese detalle.

- No te preocupes por eso, tiene muy mala cabeza para esas cosas. Se despertó a las seis y se fue a eso de las siete, y ya son casi las diez, tiene que estar al llegar.

- Quizá pensó que volvería antes de que me despertara y que no me importaría su ausencia – comento, frunciendo el ceño al darme cuenta de algo. – No ha dormido nada. Apenas dos horas.

- Así que lo has tenido entretenido, ¿eh? – Dice, en un tono divertido y sugerente, alzando y bajando las cejas.

- Sí, mucho – respondo, sonriendo con ironía. – Tuvimos nuestra primera pelea. Y me despertó a las cuatro de la mañana para disculparse...

- No me sorprende en absoluto – admite, riéndose. – ¿Qué pasó?

Empiezo a contarle todo desde el principio, empezando por lo de la beca. Ella se pone cómoda, sentándose en uno de los taburetes, y mientras yo me preparo el desayuno, esquivando a Alf, cuyo plato de pienso no está del todo bien situado y debo esforzarme para no tropezarme con él. Cameron escucha atenta a mis palabras, y cuando termino de explicarle todo, sin mencionar que nuestra reconciliación fue liarnos como dos adolescentes, doy por finalizada mi historia.

- Os entiendo a los dos, la verdad – opina, colocándose un mechón de pelo detrás de la oreja. – Aunque debo advertirte de que probablemente tengas más problemas de celos con él.

Ese comentario no me gusta, y me hace preocuparme enseguida.

- ¿A qué te refieres? – Pregunto, tratando de sonar tranquila.

- ¿Sabes algo de Millie?

- Poco, pero sí.

- Ella... Entre todas las cosas que le hizo, le engañó. Y eso, en vez de hacerle desconfiar de ella, lo hundió. Hundió su autoestima hasta un límite tan enfermizo que a día de hoy se sigue recuperando de ello – me explica con obvia tristeza. – Mi hermano es un gran chaval, de verdad. Pero es tan inseguro y tan exigente consigo mismo... Puedo asegurarte que jamás va a ponerse agresivo ni nada por el estilo, pero debes saber que en más de una ocasión se vendrá abajo. A veces enfadándose, a veces poniéndose triste. Y no será porque piense mal de ti, sino que será porque piensa mal de sí mismo.

Asiento con la cabeza, pensando en lo que me dice. Una parte de mí me dice que no tengo por qué tolerar más comportamientos como los de anoche, pero otra parte de mí me pide que tenga la paciencia y el cariño necesarios para sobrellevar esa parte de él. Y me inclino por la segunda opción, porque sé que yo también voy a ser celosa en algún punto, no por nada especial, simplemente porque también soy insegura.

- Tendremos que trabajar en eso, en ese caso – digo finalmente. – Mientras luego recapacite y podamos hablar las cosas tranquilos, no me parece mal. Supongo.

- No quería preocuparte, perdona. A lo mejor me equivoco y no vuelve a pasaros nada parecido...

- No, tranquila. Está bien saberlo – la calmo, sonriendo un poco. – Tendré en cuenta lo que me has dicho.

Las dos nos sonreímos y entonces Alf comienza a maullar, paseándose entre mis pies. Lo miro y me río, preguntándome qué quiere.

- Es el pavo – me dice Cam, señalando el paquete de embutido que acabo de sacar de la nevera para mi tostada. – Le encanta.

- ¿Puedo darle un poco? – Pregunto poniendo mis mejores ojitos de niña pequeña.

- Claro, dale una loncha.

Sonrío feliz y saco una loncha del paquete, sentándome en el suelo. El gato empieza a maullar más persistentemente, y voy cortando trocitos con los dedos y dándoselo. Se lo come deprisa, y se relame mucho, y no puedo dejar de sonreír. Me parece adorable. Cuando ya no queda más, empieza a lamerme los dedos, y me río porque me hace cosquillas.

- Ya no hay más, chiquito – le informo, acariciándolo detrás de las orejas. Ronronea un poco y, cuando ve que ya no voy a darle más pavo, se va. – Yo también te quiero, Alf – murmuro con sarcasmo ante la risa de Cameron.

- Cuando no hay comida de por medio, no le interesa nada.

- Ya veo...

Ella vuelve reírse, probablemente por el tono rencoroso y resentido que empleo, y me pongo de pie, lavándome las manos antes de seguir preparándome el desayuno. Cammy y yo hablamos de una cosa y otra, hasta que me dice que se tiene que ir a trabajar, pero que sólo serán unas pocas horas, que por la noche habrá vuelto y veremos La La Land.

- ¿Qué dirá Lando respecto a eso?

- Probablemente se vaya a su cuarto de juegos a hacer un stream en Twitch o algo así.

- ¿Tanto odia los musicales?

- A ver, no los odia, pero... Ha visto demasiadas veces esa película.

- ¿Obligado por ti?

- Quizás...

Me río y niego con la cabeza, continuando con mi desayuno.

- Me voy ya, pero mi hermano tiene que estar al llegar. Confío en que no destroces la casa – bromea guiñándome un ojo.

- Cuidaré bien de tu humilde morada.

- Adiós, Allie.

- Adiós, Cam.

Cuando me quedo sola, suspiro sonoramente, terminando de comer, guardando todas las cosas, y fregando la vajilla sucia del desayuno. Hace algo de frío, intuyo que porque el aire acondicionado del piso se pone sólo por las noches, así que me dirijo a la habitación para cambiarme el pijama por algo más cómodo. Me decido por ponerme sólo la sudadera que me dio Lando, y me pongo unos pantalones cortos, porque tampoco hace tanto frío.

Sin saber qué mas hacer, me acuesto en la cama con el móvil, revisando los mensajes y viendo que tengo varias llamadas perdidas de mi madre y mi padre. Decido llamar a mi padre, sólo por escuchar una versión distinta de la historia. Me suelo entender mejor con mi madre, pero hay que intentar esto.

Me dice que la línea está ocupada, así que espero unos minutos y vuelvo a probar, y esta vez sí lo coge.

- Hola, melona – saluda felizmente. – ¿Cómo estás?

- Aburrida – musito, poniéndome boca arriba en la cama y mirando el techo. – Estoy en el piso de Lando, pero me han dejado sola...

- Anoche peleaste con tu madre, ¿eh?

- No sé si llamarlo pelea. Sólo yo me enfadé – replico frunciendo los labios.

- Fue culpa mía.

- ¿El qué?

- No decirte lo de la beca – aclara, ganándose toda mi atención. – Ahora veo que fue un error.

- ¿Y por qué?

- No quería que te acomodaras. Quería que tuvieras que buscarte la vida y gestionarte. Sólo quería prepararte para el futuro. No pensé que fuese a pasar nada de esto. No quería que te quedaras sin beca.

- No es sólo la beca, papi. Es que ahora tampoco sé dónde voy a vivir. Lando se ha ofrecido, y Harry seguramente también lo haga, pero... No me gusta tener que pedir ayuda.

- Lo sé, Allie.

Me quedo en silencio, esperando un "lo siento" que en realidad sé que nunca va a llegar. Me sorprende bastante que haya admitido la culpa y que diga que la ha cagado, así que esperar una disculpa ya sería excesivo y estúpido. La inteligencia emocional nunca ha sido el fuerte de mi padre, y me hicieron falta muchas sesiones con una psicóloga en mi adolescencia para aceptarlo.

- Sea como sea, ya está todo hecho – digo en voz baja.

- Puedes volver a York, con nosotros – propone, sonando calmado. – Tómate el resto del curso para... No sé. Estudiar para hacer el examen de acceso a alguna universidad, o para trabajar y ahorrar algo de dinero. También te puedes sacar el carnet del coche...

- Me gusta Londres – lo corto, mordiéndome el labio. – Pero os iré a ver. Tenía pensado pasarme por allí unos pocos días. Quizá esta semana o la siguiente.

- ¿Y las navidades?

- Me voy con los abuelos.

No dice nada, y sé que le duele. Es el primero que odia ver que no me llevo nada bien con su familia. Pero tengo mis motivos. Son tóxicos y malas personas, y desde que tengo opción, escojo no desperdiciar con ellos ni un minuto de mi tiempo. Así que por mucho que le duela, tiene que acostumbrarse a que los padres de mamá son la única familia que tengo aparte de mis padres y Aaron. Y lo de Aaron está en duda.

- Podrías venir esta semana que viene. Aaron ha cogido vacaciones y está con sus amigos en Bélgica, así que seremos solo los tres, ¿qué te parece?

- Bien – sonrío un poco, algo más relajada. – Me parece un gran plan. Pero si los dos trabajáis, no vamos a poder estar juntos. Y me tendría que ir el viernes o el sábado por la mañana, porque el sábado por la tarde tengo un evento.

Casi no me acordaba, pero ha acudido a mi mente en el momento preciso. Lando me invitó a ir con él a la cena de Navidad de McLaren, y el otro día, hablando por mensaje, me dijo que era el sábado que viene.

- Bueno, algo pensaremos. De todos modos, tenerte en casa ya será suficiente – contesta mi padre. – Te dejo, que estoy trabajando.

- ¿Un sábado?

- Sí... Ha surgido un imprevisto.

- Suerte con eso, entonces.

- Gracias, Allie. Adiós.

- Adiós, papi.

Cuelgo y suspiro sonoramente. Creo que ya está decidido, entonces. La semana que viene voy a York. Me apresuro a decírselo a Harry, para que busque alguien que cuide de Tyler en mi ausencia. Apago el teléfono y me levanto, sin saber exactamente qué hacer ahora. Voy hasta la cocina y me sirvo un vaso de agua, bebiéndomelo del tirón, y cuando dejo el vaso en el fregadero, escucho la puerta de la casa abrirse. Muy contenta, me dirijo hacia fuera de la cocina, y me quedo un poco cortada cuando veo que, aparte de mi guapísimo novio, viene otro chico con él. Es alto y atlético, de tez clara, con los ojos azules y el pelo negro. La verdad es que es atractivo, y no debe ser mucho más mayor que Lando. Su cara me suena, pero no recuerdo quién era. ¿Un amigo de Lando, quizá?

- Hola – saludo con timidez.

- Hola, Lali.

Mi novio camina hasta mí y me da un beso en la mejilla, a la vez que el otro chico se acerca y me da dos besos muy cortésmente.

- Tú debes de ser Alaia – dice sonriéndome de forma muy dulce.

- Sí, encantada.

- Él es Axel – me dice Lando.

- Ah, tu entrenador – asiento, entendiendo ya quién es.

- Vengo a por unas cosas que me dejé aquí el otro día, pero ya me voy.

Afirmo con la cabeza, y permanezco junto a Lando, sin saber exactamente qué hacer. Se me da fatal esto de que me presenten a gente nueva, porque no sé qué debo hacer. Por suerte para mí, Axel cumple su palabra. Coge lo que había venido buscando y luego se despide de los dos muy amablemente, marchándose y dejándonos a solas.

- Qué callada has estado – se burla mi chico mientras entramos en su habitación.

- Déjame en paz – protesto en voz baja, algo azorada, viendo cómo deja su bolsa deportiva en el suelo, junto a la cama. – Me dan vergüenza estas cosas, ¿vale?

- Ya, me he dado cuenta – se ríe, logrando que lo fulmine con la mirada.

Sólo entonces me detengo a mirarlo concienzudamente. Su atuendo es simple, de estilo deportivo; unos pantalones largos y una sudadera de su marca. Pero sus rizos están hechos un desastre, y sus ojos brillan.

- ¿No tenías pensado avisarme? – Pregunto, fingiendo una molestia que no siento.

- Se me olvidó decírtelo, y cuando me he acordado esta mañana, creí que seguirías dormida al volver.

- ¿Has desayunado?

Asiente con la cabeza, buscando en el armario ropa para cambiarse. Trago saliva cuando se quita la sudadera y se saca los zapatos.

- Voy a ducharme, no tardo.

Murmuro algo en respuesta, demasiado distraída por el hecho de que se acaba de quitar los pantalones y ahora mismo sólo lleva una camiseta y unos boxers.

- ¿Estás bien? – Se mofa, haciéndome sonrojar.

- Sí, perfectamente.

- ¿Te quieres duchar conmigo?

Su propuesta es inocente (hasta cierto punto) y dulce, abandonando el tono de burla y usando esa suavidad que lo caracteriza cuando se trata de mí. Aún así, por muy tierno que sea, no me siento preparada para lo que eso implicaría.

- No, gracias. Quizá otro día – susurro, sintiendo mis mejillas arder.

- Está bien – se acerca para besar mi frente y entra al baño.

Ni siquiera cierra la puerta, abriendo el grifo, y yo me tumbo en la cama, dándole la espalda al cuarto de baño para darle más intimidad. Intimidad que deberá de darle igual porque, para empezar, no ha cerrado la puerta. Pero yo decido poner el límite ahí, porque aún no estoy lista para que nos veamos desnudos. Poquito a poco. Así que cojo mi teléfono y me entretengo viendo vídeos.

Deslizo por la aplicación sin mucho interés. Lo cierto es que mi red social favorita era Instagram, pero desde que salieron esas fotos mías con Lando, no he vuelto a instalarla. Así que me remito a Tiktok, donde nadie sabe que mi cuenta es la que es y puedo ver vídeos con tranquilidad. Relativa, tranquilidad. De vez en cuando me salen edits de Lando y me río con los comentarios (porque se ve que tengo un novio muy cotizado) y otras veces me inquieto porque me salen vídeos de cuentas de cotilleo que especulan cosas sobre mí. Trato llevarlo con humor, pero no siempre se puede, aunque por suerte en Tiktok la gente es mucho más amable que en Instagram. Las chicas parecen tomarlo con más positividad, y al igual que hay comentarios desagradables, los hay muy considerados y amables, incluso tiernos. Aún así, no me gusta demasiado eso de ser conocida.

Justo me sale un edit de mi chico, y sonrío como una tonta. No me extraña que le hagan edits, si está buenísimo. Sigo deslizando, negando con la cabeza. Las burlas de Lando si me pillara viendo estos vídeos serían inaguantables, no tengo dudas.

Me paso un rato así, hasta que dejo de escuchar el agua caer y, unos minutos después, escucho los pasos de Lando saliendo del baño. Voy a girarme y a incorporarme, pero no me da tiempo porque mi novio se me echa encima, aplastándome. Suelto el teléfono a un lado y comienzo a reírme y protestar.

- ¡Lando! ¡Quítate! Que pesas mucho.

- Casi setenta kilos de pura belleza y talento, Lali – contesta con arrogancia e ironía.

- ¡Quitaaaaaaa! – Me quejo, escuchando sus carcajadas.

Al contrario de lo que le pido, me rodea con sus brazos y hunde la cara en mi cuello, mojándome la mejilla con sus rizos empapados. Estoy por quejarme de nuevo cuando siento sus labios en mi clavícula, cosa que me pone nerviosa en un buen sentido. Deja un solo beso, húmedo y provocador, y creo que espera una reacción por mi parte. Como no me quejo, vuelve a besarme en el mismo sitio, y luego de nuevo, pero en el cuello.

De un momento a otro, yo estoy boca arriba y Lando ya no deja caer todo su peso sobre mí, sino que se apoya en sus rodillas y codos, pero manteniéndome debajo de su cuerpo mientras besa mi boca de forma desenfrenada, como si hiciese años que no me besa, y no apenas unas horas. Correspondo a su intensidad, porque me es imposible no tenerle ganas a este hombre, y lo beso con hambre de más. Rodeo su cuello con mis brazos, y él se coloca entre mis piernas con rapidez. Sus labios pasan de mis labios a mi mandíbula, para volver de nuevo a mi cuello, y yo gimo sin poder contenerme, francamente excitada por esto.

- Joder, lo siento – gruñe apartándose de pronto. Sus pupilas están ligeramente dilatadas, y ahora mismo me parece que se ve sublimemente atractivo. – No quiero... No quiero pasarme contigo.

- No te estás pasando – replico, notando mi corazón ir a cien por hora. – Esto me gusta.

- Lo sé, pero...

- Lando – lo freno, mirándolo con seriedad y tomando su cara con mis dos manos, colocándolas en sus mejillas. – Si no quisiera que esto pasara o te excedieses conmigo, te daría tal rodillazo en los huevos que te acordarías de mí el resto de tu existencia.

Suelta una carcajada, y yo sonrío un poco, feliz por haber podido aportar algo de tranquilidad a la situación.

- ¿De verdad?

- Sí – asiento, firme y segura. – Así que ahora bésame y cierra el pico de una vez.

Su sonrisa es amplia, y apenas se lo piensa antes de presionar sus labios contra los míos, esta vez de una forma más lenta y sensual que me gusta incluso más que el modo en el que me ha besado antes. Su lengua acaricia mis labios, y yo abro la boca, recibiéndola, dejando que juegue con la mía. Mis dedos acarician sus mejillas, y él posa con timidez una de sus manos sobre mi cintura, mientras apoya todo su peso en el otro brazo. Alzo un poco mis caderas, buscando su mano, y él parece entenderlo, porque agarra mi cintura con determinación, pegando nuestras pelvis. Su mano aferra mi costado, y no puedo evitar gemir, deseando más y, al mismo tiempo, sintiendo cierto pudor.

Mi teléfono comienza a sonar, y los dos nos separamos enseguida. Nos miramos un momento y luego miramos mi móvil.

- Voy a mirar quién es – digo besando su mejilla, y él asiente y se aparta para que pueda incorporarme. Cojo mi teléfono y frunzo el ceño al ver quién es. – Es Harry.

- Si llama debe ser importante, él nunca llama – murmura Lando. – Deberías cogerlo.

Se sienta con las piernas cruzadas en la cama, mirándome expectante, y yo suspiro y contesto, sentándome de la misma manera.

- ¿Hola?

- Alaia, ¿estás libre?

- Bueno... – miro a mi novio, algo apurada. – Depende.

- Necesito que te quedes con Tyler, ¿puedes?

- Pues... Claro. Pero ¿qué pasa?

- Ha habido un accidente múltiple con muchos coches involucrados y necesitan refuerzos, así que me han llamado. Tengo que ir y no tengo con quien dejar a Tyler – me explica de forma acelerada. – Había pensado en dejarlo en casa de Lando y Cameron, pero no sé si estarán por casa o trabajando, o...

- Vale, no te preocupes, ya voy. Estaré allí en diez minutos – lo corto, y Lando se pone de pie y comienza a ponerse los zapatos.

- Gracias, Alaia. Muchísimas gracias. Y perdón por joderte el sábado.

- No te preocupes, no es tu culpa. Y también me lo puedo pasar bien con el peque – replico con tranquilidad, tratando de que no se ponga a lloriquear.

- Vale... Hasta ahora.

- Hasta ahora.

Cuelgo y me pongo de pie, y cuando me quiero dar cuenta Lando no está en la habitación, pero escucho sus pasos en el salón. Me cambio de ropa por algo más abrigado y me pongo los zapatos, saliendo del cuarto cuando ya me he peinado.

- ¿Vamos? – Pregunta Lando, que me esperaba con las manos en los bolsillos.

- ¿No estás enfadado? – Murmuro, algo preocupada.

- ¿Debería?

- Supongo que no, pero...

- No seas boba, no me voy a enfadar contigo por tener que cuidar de mi ahijado. Podemos ir los tres por ahí y almorzar fuera. No tenemos que ser tú y yo nada más para pasarlo bien, ¿no crees?

- Supongo – le doy la razón, sonriendo.

Y sin decir más, cogemos nuestros chaquetones y salimos del piso.

El trayecto en coche es tranquilo, y yo me quedo mirando por la ventanilla los primeros minutos, y me sorprendo bastante al girar mi cabeza y percatarme de algo. Me sonrojo inevitablemente, reconociendo la marca que tiene Lando en el costado del cuello. Me sorprende no haberla visto antes, es oscura y grande.

- ¿Eso es un chupetón? – Le pregunto en voz baja.

Él sonríe y me mira de reojo, asintiendo con la cabeza. Trago saliva y miro fijamente la marca, avergonzada y a la vez un pelín orgullosa de haberle hecho eso yo.

- Es grande – comento, con la cara ardiéndome. – No sabía... No sabía que podía verse así.

- Me ha costado bastante taparlo esta mañana. El maquillaje de mi hermana no hace tantos milagros como yo pensaba.

- ¿Te has maquillado el chupetón?

- Si Axel o Cam lo vieran estarían el resto del día enarcando cejas y haciendo preguntitas o simplemente burlándose – contesta negando con la cabeza. – Y si algún fan se hiciera una foto conmigo y se viera... Quién sabe lo que podría pasar – se ríe suavemente y yo sonrío un pelín.

- ¿Y con el sudor no se te ha quitado?

- Un poco, aunque creo que el maquillaje era waterproof – dice, encogiéndose de hombros. – Pero en la ducha se ha quitado del todo.

- Lo siento – susurro realmente avergonzada. – ¿Por qué me dejaste hacértelo?

- Que mi novia me marque como suyo tiene cierto encanto, ¿no crees?

Me da una de sus sonrisas pícaras y más roja debo de ponerme yo, a juzgar por la temperatura a la que están mis mejillas. Se ríe al ver mi cara y me da una suave y cariñosa palmada en el muslo, dejando su mano ahí mientras conduce.

- ¿Qué le diremos a Harry cuando nos vea aparecer juntos? – Digo entonces, percatándome de ese detalle.

- Pues... Teniendo en cuenta que Harry cree que no me caes bien, no se me ocurre ninguna mentira convincente.

- Puedo decirle que he llamado a Cameron para que me lleve, pero ella estaba trabajando y te ha mandado a ti – sugiero, sin complicarme demasiado.

- No es mala idea. Lo que no sé, es si será convincente teniendo en cuenta el tamaño del chupetón.

- Venga ya, no creo que le resulte tan extraño que aparezcas con eso. Como si fueses un virgencito ahora...

- Yo nunca dejo que mis ligues me hagan chupetones, Alaia. Y él lo sabe – me interrumpe, hablando muy seriamente. – Nunca hay que confundir las cosas. Una cosa es el sexo y otra muy distinta es una relación.

- ¿Debería sentirme halagada?

- Deberías dejar de pensar que te trato como a mis ligues – replica, mirándome de reojo mientras conduce. Su mano aprieta levemente mi muslo. – Tú eres mi novia, Lali.

Sonrío un poco, bastante enternecida por ello. Y en parte, más segura respecto a nuestra relación. Asiento con la cabeza y pongo mi mano sobre la suya.

- Lo siento.

- No te disculpes – me riñe cariñosamente. – Pero hay otra cosa por la que quizá no cuele nuestra mentira...

- ¿Qué cosa? – Se queda callado, y yo lo miro, esperando a que hable. Me desespero cuando sigue conduciendo sin abrir la boca. – ¡Lando! ¿Qué cosa?

- Digamos que... No fui el único que dejó marcas en el otro...

Abro mucho los ojos, y enciendo mi teléfono, metiéndome en la cámara y poniéndolo en modo selfie para verme el cuello.

- ¡Lando Norris! ¿Me has hecho un chupetón?

- ¡Tú a mí también! ¡Y el tuyo se ve mucho menos!

- Oh, Dios – murmuro, dándome cuenta de algo. – ¡Por eso tu hermana ha disimulado las ganas de reírse cuando me ha visto!

Él suelta una carcajada y yo lo fulmino con la mirada.

- ¡No tiene gracia, Norris!

- Sí que la tiene, Jackson.

- ¿Tardará mucho en quitarse? – Inquiero, preocupada por ese detalle. Si tenía intenciones de ir el lunes a York, quisiera que mi cuello estuviera libre de chupetones. – Lando, dime que se quita pronto.

- El que tú tienes... Mañana o pasado ya no estará.

- Dios mío, qué vergüenza – digo en baja, tapándome la cara. – ¿Qué le vamos a decir a Harry?

- Tengo una idea. Voy y le digo: "Hola, colega. Sí, es raro que me presente con Alaia. ¿Te acuerdas de aquella vez que te comiste el último helado de chocolate que tenía en mi congelador? Bueno, me he cobrado venganza y me estoy comiendo a la que te gusta".

- Eres gilipollas – protesto entre risas, mientras él ríe también. – Todavía no estás comiéndote nada, no te pongas chulo.

- Era un chiste, nada más. Pero creo que deberíamos decirle la verdad.

- Claro, porque qué mejor que decirle a tu mejor amigo que estás saliendo con la chica de la que está enamorado justo antes de que se tenga que ir a una emergencia en la que la vida de muchas personas está en juego – lo contrario, usando una clara ironía.

- Tampoco se va a morir.

- Él no. A ti igual te parte la cara.

- O te despide a ti. Tíos antes que tías.

Pongo los ojos en blanco y niego con la cabeza, ignorando su segundo comentario.

- Pase lo que pase, se esperará porque necesita que cuidemos de Tyler – apunto yo, a lo que él asiente.

- Bien visto.

- Entonces... ¿Se lo vamos a decir?

- Si pregunta, no quiero mentirle – admite con voz queda. – Es mi mejor amigo, sé que cuanto más tiempo lo ocultemos, más le va a doler.

- Ya – suspiro y miro por la ventanilla. – Espero que se lo tome bien.

- Esperemos que sí...

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