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17. Chicas, Tengo Novio (Y Existe)

Mi mundo cobra un mínimo de sentido cuando siento sus labios sobre los míos, cuando su boca está contra la mía, robándome el aliento en un beso tan lento y tierno como desesperado. Esta vez no me avergüenza tomar cartas en el asunto, pues mientras él toma mi labio superior entre los suyos, yo tomo su labio inferior entre los míos. Y vamos alternando, moviendo nuestras cabezas para buscarnos, hundiendo nuestras manos en el pelo del otro, anhelándonos de un modo puro y ansioso.

Si me separo, es porque necesito respirar para vivir. Aunque si por mí fuera, no lo haría y lo besaría por el resto de la eternidad. Jadeo tratando de tomar una bocanada de aire, nerviosa y sintiendo las mariposas aletear felizmente en mi estómago. Sus ojos brillan, y sus labios parecen más rosados que de costumbre, y se ve hermoso. Lando es un hombre hermoso, por dentro y por fuera, sus acciones de hoy, la sinceridad de sus palabras, el atrevimiento a dejarme verlo vulnerable... Todo demuestra la bella persona que es, aunque procure no aparentarlo. Y eso solo me hace enamorarme más de él.

- Ahora es cuando me besas tú a mí... - bromea sonriendo, contagiándome el gesto.

- Si me dejaras, te besaría por siempre - me río suavemente, acariciando su nuca.

- ¿Por siempre? En todo ese tiempo podríamos hacer más cosas.

- ¿Debo malpensar eso? - Suelto una carcajada, y él sonríe pícaramente, cosa que me alegra ver.

- Puedes y debes - dice antes de besarme de nuevo.

Esta vez es menos suave. La desesperación que sentimos se nota, el ansia con la que nos devoramos lo demuestra. Y debo admitir que me encanta, que sus besos son tremendos y que me moriré si sigue besándome así. Escuchamos la puerta del apartamento abrirse, y aunque intento separarme, él no me deja, y no insisto más y continúo besándolo, amando cada sensación que me genera.

Cuando nos separamos, ya por segunda vez, giramos la cabeza hacia la entrada del piso, encontrándonos con la mirada y la sonrisa divertidas de Cameron.

- No perdéis el tiempo, ¿eh? - Se ríe, logrando que yo me sonroje.

- Cammy... - empieza a protestar su hermano.

- Ya me voy, ya me voy - alza las manos, dejando sus cosas en un frutero que hay junto a la entrada, donde dejan todas las llaves. Cuelga el abrigo en un perchero que hay al lado, y dirige sus pasos hacia la cocina. - Procurad no hacer mini Landos y mini Alaias en mi sofá.

- No es tu sofá - dice el ojiverde en tono jocoso, y cuando me mira y ve lo roja que estoy, se ríe. - Es broma, Lali, nadie va a hacer nada en este sofá.

- A lo mejor es una decepción, y no un alivio - bromeo, alzando las cejas y sacándole una carcajada.

- Vaya con la virgencita...

- No me digas así, idiota - lo golpeo en el hombro con mi puño, y más se ríe.

- Perdóname, conejita - hace un puchero con sus labios, y yo lo empujo poniendo la palma de mi mano en su cara. Él se deja caer hacia atrás en el sofá, pero agarrándome por las muñecas y llevándome a mí con él.

- ¡Lando! - Chillo entre risas.

- Míranos, toda una pareja ya - se burla cuando quedo sobre él (aunque no a voluntad). - Nena, creo que deberíamos poner fecha para la boda.

Me sonrojo más de lo que debería cuando me dice así. "Nena". Siempre he odiado ese apelativo cariñoso. Y cuando me lo ha dicho él, he sentido cada vello de mi cuerpo erizarse. Cuando sale de su boca suena incluso caliente, maldita sea.

- Eres un tonto - mascullo sin tener capacidad alguna de razonar, quitándome de encima de él. - Te tomas las confianzas muy rápido.

- Igual que tú, te beso y ya me pegas. Mi madre no lo ha hecho en 25 años y vienes tú y lo haces en unos segundos...

- No te he pegado, te he empujado amorosamente - replico arrancándole un risotada.

- Te lo compro.

Los dos nos sonreímos y él se incorpora, sentándose en el sofá como las personas normales. Me río por lo bajo cuando pasa su brazo por mis hombros, acercándome a él. Me mira con una ceja enarcada, y todo lo que puedo hacer es sonreír y acurrucarme contra él, fijando mi vista en el televisor.

- ¿Os importa que cene aquí? - Pregunta Cameron sentándose en el sofá. Por lo que se ve, pregunta por cortesía, porque ni siquiera ha esperado una respuesta.

- Me importa que existas, pero de perdidos al río - la chincha su hermano, pero ella no parece hacerle mucho caso, pues está centrada en el enorme bol lleno de ensalada de pasta que tiene en el regazo. - ¿Qué tal hoy?

- Oh, genial, le he recolocado la nariz a un adolescente que se había metido en una pelea. Chillaba como un hámster - contesta, con una normalidad que me hace reír.

- Una guardia entretenida, por lo que veo.

- Qué va, eso ha sido lo más emocionante. Me ha tocado ayudar a las enfermeras más que nada. Pero mañana entro a quirófano como ayudante - sonríe muy ampliamente, llevándose el tenedor repleto de pasta a la boca.

- ¿Cuántos años tienes, Cam? Si no es indiscreción que lo pregunte.

- Veinticinco, en enero cumplo los 26.

- Pero... ¿Os lleváis diez meses? - Frunzo el ceño, extrañada, y miro a Lando, que asiente.

- Creyeron que durante el tiempo que mi madre amamantara a Cammy, no podía quedarse embarazada. Así que poco después de nacer ella, me concibieron a mí - me explica muy tranquilo, y cuando miro a Cameron y veo la sonrisa que hay en sus labios, sé que tiene un comentario ofensivo en mente.

- Para que veas las desgracias que ocasiona la ignorancia...

Me echo a reír inevitablemente, mientras empiezan a insultarse el uno al otro. Pero esa pulla ha sido tremenda, punto para la hermana mayor. Me gusta cómo se llevan, y me da cierta envidia. Aaron y yo nunca hemos tenido una buena relación. Es un idiota arrogante, egoísta y narcisista, y aunque yo tampoco soy perfecta, su comportamiento jamás ha sido el de un buen hermano. Intuyo que son celos, celos por dejar de ser el hijo único, el mimado, y tener que compartir el amor de papá y mamá. Ellos nunca han mostrado una preferencia, nos daban lo mismo a cada uno, pero él parece no verlo así. Creo que también ha estado siempre celoso de que yo fuera más inteligente, de mis notas al lado de las suyas. Y eso nos ha costado tener una relación de hermanos sana y normal. Podríamos ser como Lando y Cameron, pero él se ha negado toda su vida a algo como eso.

Bostezo, apoyando la cabeza en el pecho de Lando. He tenido un día intenso de narices, me apetece dormir mil horas seguidas.

- ¿Quieres irte a la cama? - Me pregunta en voz baja, apartándome un mechón de la cara.

- Mañana tengo clase a primera hora, me vendría bien dormir - asiento, sonriendo un poco.

- Está bien - me derrito cuando deja un beso en mi frente, y no me pasa desapercibida la sonrisa tierna de Cameron. - Mi cama es toda tuya, disfrútala.

- No irás a dormir en el sofá, ¿no?

- Es la idea - afirma, a lo que yo frunzo el ceño. - ¿Qué?

- Cuando te dé sueño, te acuestas, ¿vale? Te dejaré mucho espacio - digo señalándolo muy seria.

- ¿Me estás invitando a dormir en la misma cama que tú? - Se mofa, alzando las cejas y mordiéndose el labio coquetamente.

- Alaia, yo de ti no lo haría, es un pervertido hasta en sueños - me advierte Cam con una sonrisa burlona.

- Correré el riesgo... - me levanto y me estiro, despidiéndome con la mano de la ojiverde y dispuesta a irme a la cama para dormir merecidamente. Pero Lando me toma la mano y tira de mí hasta que lo miro. Entiendo enseguida lo que quiere, y muy gustosa me inclino para darle un suave y rápido beso en la comisura de la boca, sonrojándome de pies a cabeza y apartándome muy deprisa. - Te espero en la cama. Buenas noches.

Y tras coger el móvil, prácticamente huyo a la habitación del piloto, dejando la puerta encajada. Busco un enchufe para dejar cargando el teléfono, y veo que hay uno a cada lado de la cama, y una mesita de noche igualmente a cada lado. Una está libre, y la otra llena de cachivaches, así que supongo que su lado de la cama es el que está ocupado. Por lo que ocupo el hueco libre, metiéndome bajo las sábanas calentitas, arrebujándome en este pijama improvisado que huele a él.

Me paso un rato entretenida con el teléfono, hablando con Erika para contarle lo sucedido, y acordamos en vernos mañana en la salida de la residencia para irnos juntas a la biblioteca a estudiar. Al rato de hablar con ella, bostezo y me rindo.

Yo: Bueno, me voy a dormir, no puedo más
Erika: descansa
Erika: aunq yo de ti aprovechaba...
Yo: Eres tonta
Yo: Te quiero, buenas noches
Erika: buenas noches hermosa

Dejo el móvil en la mesita y me acurruco en la cama. El mal rato del atraco se me pasó hace ya al menos una hora. He perdido mi tarjeta de crédito, el carné de acceso a la residencia, y unas cincuenta libras en efectivo, pero dentro de lo que cabe, nada terrible. No estoy herida, y aunque me resultó desagradable lo que hizo ese tipo, no fue para tanto. Puedo dormir tranquila, no es el fin del mundo. Y bueno, estoy en la casa del chico que me gusta, usando su cama y su ropa, después de una intensa conversación que ha desencadenado lo que parece el florecimiento de una relación. Al final voy a tener que agradecerle y todo al tipo que me ha robado.

Cierro los ojos, sonriendo por ese pequeño chiste. No hay mal que por bien no venga, dicen algunos...

No me cuesta comenzar a dormirme. El colchón es cómodo, estoy calentita y el ruido de fondo del televisor junto con las voces bajas e ininteligibles de los dos hermanos que conversan en el salón me ayuda a calmarme y dormir más a gusto.

Estoy deseando ver cómo empiezo el día mañana.

« ♪ »

La música del despertador me arranca de los brazos de Morfeo casi con sobresalto. Durante un instante, estoy confusa y me cuesta recordar dónde estoy, pero cuando apago la alarma y me incorporo, viendo que, literalmente, hay otra persona en la cama, no me cuesta recordar que estoy en el piso de los Norris. Sonrío porque, he apagado la alarma tan deprisa, que él ni siquiera se ha despertado.

Observo con detenimiento, curiosidad y fascinación su rostro, ese que tanto me gusta y que tan adorable me resulta. Está relajado, y me divierte ver que tiene la boca entreabierta, emitiendo un levísimo soplido. Sus lunares surcan su piel como las estrellas adornan el cielo nocturno, y la sola comparativa me resulta empalagosa. Lo que hace el amor, ¿verdad?

Me froto los ojos y bostezo, estirándome y crujiéndome la espalda. Me da reparo despertarlo, pero no sé cuánto tarda él en arreglarse y a lo mejor lo despierto ya y no es necesario. Sea como sea, él me tiene que llevar a la universidad, así que...

Decido hacer algo de tiempo antes de despertarlo. Voy al baño y me cambio de ropa, lavándome la cara y peinándome con pereza. Regreso al dormitorio, y con muchísimo cuidado le toco el hombro.

- Lando... Lando, despierta - mi voz apenas la escucho yo misma, y mi toque apenas es un roce. Así no voy a conseguir despertarlo. - Lan, despiértate - hablo algo más alto y lo muevo, y él muge débilmente y frunce el ceño.

- ¿Qué hora es?

- Son las 7:30, tampoco es tan temprano - contesto sentándome en la cama y esperando a que se desperece. - Mi primera clase es en una hora y media.

- Qué pesadilla - susurra estirándose a lo largo de la cama. - ¿Cómo has dormido? - Me pregunta mientras se levanta.

- Genial, ¿y tú?

- Muy bien - sonríe y abre el armario. Me mira y luego mira su ropa, como si estuviera pensando algo.

- ¿Qué?

- Estoy debatiendo mentalmente si debería tener la confianza de cambiarme delante de ti, o si tengo que comportarme como un señorito y pedirte que me dejes a solas.

- Mmm... ¿Eres un señorito? - Lo cuestiono, sonriendo.

- En absoluto.

- Entonces puedo quedarme - soluciono encogiendo los hombros.

Él sonríe y asiente con la cabeza, satisfecho.

- Esa es mi chica - me guiña un ojo y escoge la ropa que va a usar hoy.

Me sonrojo cuando dice eso, acompañado del gesto, y procuro mirar mostrando el menor interés (cuando por dentro estoy chillando) mientras se cambia. Observo con detenimiento cómo se quita la camiseta del pijama, dándome una tremendas vistas de su espalda de anchos hombros y de músculos semi marcados que me resultan la mar de sexis. Una camiseta y una sudadera lo cubren enseguida, pero la imagen ya queda grabada en mi mente. Luego, veo cómo se baja los pantalones, y me resulta más íntimo que lo de antes, quizás porque estoy acostumbrada a ver a los hombres sin camisa, pero no en ropa interior. Me fijo en los bóxers que lleva; son azules oscuros, de marca, y se ciñen a su cintura y a sus glúteos como un guante. Me da la espalda, así que no tengo el privilegio y la suerte de ver nada más. Pronto se coloca unos vaqueros anchos encima, y mi pequeño show se termina.

Fue bonito mientras duró.

- ¿Qué te apetece desayunar? - Me pregunta mientras agarra su teléfono, revisando notificaciones y contestando mensajes.

- Lo que sea está bien - contesto con timidez, y él rueda los ojos.

- Anoche dijiste lo mismo - se queja mirándome con una sonrisita burlona. - ¿Puedes quedarte mirando cómo me cambio pero no decirme qué te apetece comer?

Me arde la cara y me cuesta horrores mantenerle la mirada, por no hablar del grandísimo esfuerzo que es responderle.

- Intento ser educada.

- Ya - se ríe y me hace un gesto para que lo siga fuera del cuarto. Me acompaña hasta la cocina y se pone con los brazos en jarra. - Tienes agua y zumo en la nevera y la cafetera está en marcha, sírvete lo que quieras. Mi hermana ha salido a por churros, así que ese va a ser el desayuno. Y yo me largo a mear.

No me deja responder cuando ha salido de la cocina, dejándome sola, riendo por lo directo y desvergonzado que es. Me acerco a la nevera y miro su contenido, pensando en la cantidad de recetas que podría preparar con todas esas cosas. Si hay algo que me gusta mucho, pero que puedo hacer poco, es cocinar. Cuando cuido de Tyler es cuando puedo sacar a la luz mis dotes de cocinera. Eso me recuerda que esta tarde me toca cuidarlo y que le prometí hacer galletas.

Agarro el zumo, leyendo las frutas que supuestamente lleva, y me entretengo en buscar los vasos. Escucho la puerta del apartamento y Cameron pronto entra en la cocina con una bolsa de papel llena de churros.

- Buenos días, Allie.

- Buenas, Cam - le sonrío y señalo los armarios. - ¿Los vasos?

Se acerca y ella misma me da uno, y trato de memorizar bien de dónde lo ha sacado.

- ¿Te apetecen? - Señala los churros y yo asiento vehementemente con la cabeza, arrancándole una sonrisa.

Nos sentamos en la isla, ella tomando un café que traía en la mano y yo sirviéndome el zumo.

- ¿Mi hermano...?

- En el baño.

- Cómo no - se ríe y yo frunzo el ceño. - Todas las mañanas se enciera en su cuarto de baño al menos media hora. Se afeita, se echa cremas, se peina, mea... Luego se queja de mí.

- Vaya - sonrío y me divierte la idea de que yo me peino, me lavo la cara y no hago nada más. Respeto mucho que la gente tenga ganas de hacerse tantas cosas, y admiro lo mucho que se esfuerzan por cuidarse tanto la piel. A mí eso me cuesta muchísimo. - ¿Y es todas las mañanas?

- Generalmente, sí. Con lo que es más meticuloso es con la barba. Los cuatro pelos que tiene le crecen muy deprisa y no le gustan nada - asiento con la cabeza. Es normal, son horribles. Él es hermoso, y la barbita le da un toque adorable, pero no le pega. - Si se la deja crecer es porque es fin de semana de carrera y no le da tiempo a afeitarse.

Anoto todo eso mentalmente. Todas las cosas que pueda aprender de él, quiero recordarlas. Esos pequeñísimos detalles. Me gustaría ser más observadora de lo que soy, y estas cosas ayudan.

Me llevo un buen susto cuando Alf se sube a la encimera de la isla, y Cameron resopla y lo echa al suelo.

- No tiene remedio - protesta cogiendo un churro y llevándoselo a la boca. - Empieza a comer ya, si lo esperas a él, cuando te los comas estarán fríos.

Le hago caso y las dos comemos manteniendo una conversación amena y tranquila. Ella me habla un poco de su trabajo, y yo de mis estudios. Hablamos de nuestras cosas, y de algún modo terminamos hablando de la menstruación, a la cual ambas criticamos fervientemente, sobre todo yo, porque justo estoy en esos días del mes y no podría odiarlo más.

- Yo entiendo su propósito biológico, pero me parece una mierda igualmente - comento negando con la cabeza. - Habría que buscarse otro modo de desechar los óvulos.

- Ya podrían sacar alguna actualización de software - me sigue ella la broma.

Ambas nos reímos, y Lando entra en la cocina con paso tranquilo y sus rizos muy bien peinaditos. Es tan mono. Me río más cuando lo veo enarcar una ceja en nuestra dirección.

- ¿De qué habláis?

- Estamos criticando la regla - contesta su hermana muy tranquila.

- Oh, sí, es terrible - asiente con mucha energía, haciéndome reír de nuevo.

- Pero si tú ni siquiera la tienes - me burlo.

- Ya, pero me toca aguantar a mi hermana cuando le baja...

A continuación, una zapatilla sale volando en dirección a su cabeza, pero la logra esquivar con facilidad. Se acerca a la nevera y saca un bote de leche, poniendo en marcha la cafetera y, finalmente, caminando hasta nosotras. Deja un beso en la cabeza de su hermana, que lo mira sólo de reojo, y luego se gira hacia mí. Me sorprendo cuando me da un pico, dulce y breve, para luego coger un churro y tomar asiento junto a nosotras.

- Orden del día - dice, mirando a su hermana y confundiéndome.

- Tengo la mañana libre, a las cuatro me voy al hospital - contesta ella enseguida. - Saldré por la noche, no tan tarde como ayer.

- ¿Lali?

Los dos me miran a mí, que no termino de entender a qué viene todo esto. ¿Qué se supone que tengo que decir? ¿Lo que voy a hacer hoy? Trago el bocado que estaba masticando y encojo los hombros.

- Me voy a pasar la mañana en la uni, tengo un par de clases y estudiaré en la biblioteca. Harry me recoge para comer y me quedo cuidando de Tyler hasta mañana - explico tratando de recordar todo lo que tenga pendiente hoy.

- Mhm - murmura Lando, asintiendo con la cabeza. - Cuando la deje en la universidad nos vamos al gimnasio, ¿te parece?

- Vale - la médico sonríe y me mira. - Lo hacemos siempre... Organizar nuestro día y eso.

- Ah - sonrío, entendiéndolo algo mejor. Me resulta muy curiosa la relación que tienen. - ¿Qué harás por la tarde?

El piloto se levanta para tomar su café, que ya está listo. Su respuesta me desilusiona un poco.

- Después de comer me voy a Woking, al Centro Tecnológico de McLaren. Tengo que hacer un par de vídeos y echarle horas al simulador. Por la noche cojo un vuelo a Abu Dabi.

Casi se me olvidaba que es semana de carrera. La última de la temporada 2022. No sé qué hare sin mis preciados coches hasta marzo. Aunque, pensándolo bien... Lo prefiero. Lando es piloto, dato que parece obvio pero a mí se me pasa por completo, así que más carreras significaría no verlo tan a menudo. Aunque si se va de vacaciones con amigos y familia, no lo voy a ver igualmente.

- Volveré el martes, Alaia - me habla de nuevo, sentándose a mi lado con el café en su mano. - No pongas esa carita - sonríe y yo frunzo el ceño.

Yo no he puesto ninguna cara, no sé de qué habla. O a lo mejor sí, a veces no me doy ni cuenta.

- ¿El martes?

- Sí, el martes - asiente. - ¿Sobrevivirás sin mí hasta entonces?

- Vivirá hasta entonces, cuando tiene que sobrevivir es cuando te tiene cerca, zopenco - lo chincha su hermana.

- Cammy, intento hablar con mi chica, ¿te puedes callar?

Me reiría por las burlas de ambos, de no ser por que me he quedado de piedra. ¿He oído bien o me lo acabo de imaginar? Acaba de referirse a mí como su chica. Otra vez. Delante de alguien más. Menos mal que Cameron es doctora, porque creo que me va a dar un patatús.

- Si quieres privacidad te compras otro apartamento, este es de los dos por igual.

- Qué pesadita eres, de verdad - rueda los ojos y se levanta, bebiéndose el café en un tiempo récord. - ¿Vamos, Lali?

Asiento con la cabeza, demasiado azorada todavía para hablar. Me termino el zumo y llevo mis cosas al fregadero, y luego sigo a Lando, que camina resueltamente hacia la puerta del apartamento. Yo cojo mi mochila y mi chaquetón, y él coge las llaves del coche y su abrigo.

- Adiós - decimos a la vez, recibiendo una inmediata respuesta de Cameron.

Nos metemos en el ascensor sin decir nada, pero la realidad es que ya estoy dándole vueltas a la cabeza, pensando en mil cosas distintas. Lo primero que me viene a la mente es qué lo voy a contar a Harry.

- Si te vas a Abu Dabi, ¿dónde pretendes que me quede? - Le pregunto, imaginándome su respuesta.

- Yo me voy, mi hermana no.

- No quiero molestarla - murmuro. - No quiero caerle mal.

- Le encantas, Lali - me sonríe tranquilizadoramente y yo intento devolverle el gesto. - Pero de todos modos, si no te sientes cómoda con eso, te puedes quedar con Harry.

Sonrío al darme cuenta de que no le gusta la idea, a juzgar por cómo tensa la mandíbula al decirlo. Con que es un celoso, ¿eh? Pero es comprensible, teniendo en cuenta que le gusto a él también.

- ¿Y le digo que te llamé a ti y no a él?

- No tenías más remedio - el ascensor se detiene y las puertas se abren. Suspira, y su mirada se torna seria. - De momento no vamos a decirle nada, ¿vale? Necesito pensar cómo le voy a contar esto.

El agobio es visible en su cara, así que le sonrío y afirmo con la cabeza, tomando su mano y saliendo del ascensor, que nos ha dejado en el parking del edificio. Casi todos los coches son lujosos, pero el McLaren 720S de color amarillo que le pertenece a Lando sobresalta entre todos los demás.

- Es lo mejor - le doy la razón. - Pero no lo alarguemos mucho, ¿vale? No quiero mentirle, o que piense que se lo ocultamos.

- De acuerdo - la tensión de sus hombros desaparece y me mira de reojo. - Te voy a echar de menos hasta el martes - comenta en voz baja cuando llegamos a su coche, el cual abre.

Me apoyo en el costado del vehículo, observándolo sin mucho interés en realidad.

- Todavía no me he ido...

Una sonrisa se pinta en mis labios al decirlo, porque creo que él va a entender qué quiero decir. Cuando alzo la mirada, sus ojos verdes están clavados en mí, brillando de un modo que me cuesta definir. ¿Es deseo? ¿O es otra cosa? Lo deduzco cuando acorta la distancia entre nosotros y me besa, poniendo una de sus manos en mi cadera. Sus labios son suaves y tiernos sobre los míos, y me encanta la gentileza y el cuidado con el que me trata. Mi mano va hasta su nuca, acariciándola con la misma dulzura.

- Te voy a escribir a todas horas - dice contra mi boca, volviéndome a besar, esta vez de forma más brusca, robándome un jadeo sorprendido. Su mano me agarra por el cuello con muchísimo cuidado, sólo para atraerme hacia él y besarme con más rudeza. - Y te voy a llamar todos los días.

- Ajá - asiento, demasiado aturdida como para formular una frase completa con sentido.

Él se ríe al ver mi cara, y me da un pico antes de separarse de mí, haciendo que el calor que me proporcionaba me abandone por completo y de sopetón. En otro momento habría protestado. Ahora no tengo ni capacidad para eso. Primero tendré que acostumbrarme a sus besos.

Nos subimos al coche y de nuevo me deja escoger la música. Ayer no pareció desagradarle ninguna de las canciones que puse, incluso tarareó algunas de Taylor, y hoy repetimos la ocasión. Charlamos un poco sobre mis asignaturas de hoy, y me gusta lo interesado que parece en todo lo relacionado conmigo. Yo también me intereso por sus actividades y le hago mil preguntas sobre el simulador y el deporte al que se dedica y que los dos amamos.

Me doy cuenta de que toma un camino algo más largo para llevarme a la universidad. Podría ser un error, pero no me da esa sensación. Y me gusta pensar que está alargando esto el máximo posible. Se lo agradezco también, porque las risas, las burlas y las bromas llevan el liderazgo de la conversación, y me resulta muy cómodo. No se siente radicalmente distinto a como éramos antes. No se ha puesto pesado o empalagoso, ni yo tampoco. Nos seguimos molestando como si nos odiáramos.

- Que te guste Taylor Swift es lo más básico que existe.

- ¿Y tú qué escuchas? Música tecno, o trap... No sé ni qué cojones es lo que escuchas.

- Música buena.

- Uff, una barbaridad de buena - comento con ironía. - Básico es que te pregunte una canción de Taylor y me digas Enchanted.

- Para una canción buena que tiene...

- Qué mal me caes.

- Dímelo cuando te esté besando, conejita.

Mis mejillas se encienden y yo lo miro entre la vergüenza y la indignación. Él sonríe mientras se hace a un lado en la carretera, aparcando frente a la entrada del campus. Hemos llegado. Cuando se gira hacia mí, la sonrisa burlona sigue en sus labios.

Tan insoportable y besable a la vez.

- Quiero una propina por mis servicios de chófer - exige haciéndome sonreír.

- No tengo dinero.

- No hablo de dinero...

- ¡Pervertido!

- Me refería sólo a un beso, pero si has pensado en algo más, no te voy a decir que no - alza las cejas con diversión y yo me río, negando con la cabeza. - Anda, ven.

Me desabrocho el cinturón de seguridad y me inclino hacia él, presionando un suave beso sobre sus labios. No sé cuántas veces nos hemos besado hoy ya, pero me alegra no saberlo. Si he perdido la cuenta, es una buena señal. Y él no se contenta con eso, porque una vez más me besa, y esta vez nos demoramos un par de minutos en lo cuales nos probamos poco a poco, saboreándonos a duras penas. Su boca es cálida y húmeda, y el contacto con la mía me estremece y me hace desear más. Su mano en mi cuello es una costumbre, y la timidez me hace quedarme con las manos quietas. En los libros dicen eso de "hundir la mano en su pelo", pero ¿y si lo despeino? Igual se molesta.

Qué tonta me siento a veces.

- Debería... irme... o llegaré... tarde - susurro entre beso y beso, interrumpida constantemente por sus labios, unas interrupciones que no me molestan en absoluto. - Lando, lo digo en serio - sonrío mientras pongo mi mano en su pecho, poniendo un par de centímetros de distancia. Miro sus hinchados labios y me tienta besarle otra vez. - Les tengo que contar todo esto a mis amigas - bromeo haciéndole reír.

- Y yo a Carlos. Que no te extrañe si te llega una solicitud de seguimiento en Instagram.

Me río y asiento.

- Vale - suspiro y lo miro a los ojos, esos increíbles ojos verdes que esta mañana en concreto tienen unas vetas azules muy marcadas. - Me van a preguntar qué somos...

- Mhm - de nuevo hace ese sonidito que estoy descubriendo que me pone muchísimo. Es entre un gruñido y un asentimiento, mezclado con una onomatopeya que me indica que está pensando. Sea como sea, me resulta tremendamente sexy. - Diles que soy tu novio.

Mi corazón da un enorme salto en mi pecho cuando pronuncia esas palabras.

- ¿Lo eres?

- Rotundamente sí - sonríe y me da el que siento que será nuestro último beso hasta el martes. - Lando Norris es tuyo, nena - murmura sobre mis labios.

Me da calor, quizá por la vergüenza, quizá por lo caliente que es que me diga nena. Yo creo que por ambas. Me arde la cara y me imagino que debo estar rojísima.

- Adiós, Lan.

- Adiós, Lali.

Nos sonreímos una última vez antes de que baje del coche y salga prácticamente corriendo hacia mi primera clase del día. Cuando llego y tomo asiento, no me resisto. No voy a ver a mis amigas hasta media mañana, y necesito informarlas de esto. Erika ya sabe algo, pero Cathe y Alba, no.

Yo: Chicas, tengo novio
Yo: Y existe!

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