14. Respóndeme, Lali
Le doy vueltas a mi copa, observando desde la lejanía cómo mi hermana habla con Alaia, ambas en la pista de baile. Cameron le dice algo, comenzando a bailar, y Alaia mira a su alrededor, nerviosa, probablemente avergonzada, y empieza a bailar también. Sonrío un poco porque la verdad es que no sé cuál de las dos baila peor. Pero ella... Ella se ve hermosa. Total y absolutamente. Lleva toda la noche viéndose hermosa, en realidad. Desde el momento en que le he abierto la puerta en casa de Harry, no he dejado de pensar en eso.
Doy un sorbo a mi bebida, pero no aparto mis ojos de ella. No puedo. Su confianza parece ir aumentando por cada canción, pues cada vez le cuesta menos seguir a la loca y desvergonzada de mi hermana. Menea sus caderas y levanta sus brazos, gritando las canciones y disfrutando. Se la ve feliz. Y eso extrañamente es muy reconfortante para mí.
Se me acercan un par de personas mientras la miro, y a pesar de que disimulo muy bien, me jode tener que dejar de mirarla. Me saco fotos y charlo brevemente con todo el que se me acerca porque me reconoce, y cuando me vuelvo a quedar solo, la miro a ella de nuevo. Hay muchas mujeres lindas y muchos hombres guapos, pero por primera vez en mucho tiempo mis ojos sólo están sobre una misma persona.
Esa falda corta que lleva me está volviendo loco, y más lo hace cuando juega con ella durante su baile, de un modo provocador y despreocupado realmente sexy. Sus manos se pasean por su cuerpo con descaro, y el miedo a ser observada que sé que sentía hacía un rato, ya no está ahí. Se mueve como si nadie la mirara, como si estuviese viviendo el momento en privado, y brilla, Alaia brilla cuando es ella misma. Y yo siento mucha paz en mi interior viéndola brillar.
Debo beber otro trago cuando la veo deslizar sus manos por sus pechos, llevándolas hasta su cintura, delineando sus curvas, esas que no son muy acentuadas pero que para mí son perfectas. Respiro hondo y me acomodo el pantalón, porque la realidad es que cada movimiento que hace, cada gesto en su cara, cada vez que su falda se sube mostrándome sus gruesos muslos, mi polla recibe una descarga de deseo. Alaia es mi puta debilidad y no tiene ni idea, y ojalá lo supiera. Quizá, si lo supiera, no tendría que conformarme con mirarla.
Mi hermana le dice algo, y de repente se pierde entre la gente. Intuyo que irá al baño, tiene la vejiga del tamaño de una uva y juraría que es la única mujer del mundo que no va al servicio acompañada de mínimo una amiga. Alaia cambia su expresión; de la diversión, al miedo. Casi puedo sentir su pánico al quedarse sola entre tanta gente, y cuando sus ojos azules conectan con los míos, todo en ella me dice que está en un apuro. Y a pesar de que no me considero un caballero precisamente, me nace la vena heroica con ella.
Termino mi copa y la dejo en la barra, caminando decididamente hacia ella, sin titubeos. No digo nada cuando llego a su lado, le sonrío amablemente y ella me devuelve el gesto, curvando esos rellenos labios hacia arriba. Empieza a sonar una canción bastante conocida, una de Ed Sheeran, y recuerdo perfectamente el día que discutimos en el coche por la radio. Hago un comentario al respecto, y parece que de nuevo se confía. No dejo que proteste o que intente alejarse de aquí, y empiezo a bailar, de un modo ciertamente ridículo, pero ella se ríe y eso ya vale la pena.
Sonrío orgulloso cuando empieza a bailar, siguiendo mis movimientos con diversión, volviendo a su actitud desvergonzada que tanto me gusta. Sé perfectamente que esa copa no es suficiente excusa, pero no puedo evitarlo: mis manos terminan en su cintura, ansiando tomarla, sentirla. No se queja, no me aparta, no me insulta... Y la odio por ello, porque esperaba que ella fuese la cordura que a mí me falta. Tampoco puedo culparla; se supone que el adulto de casi veinticinco soy yo, y ella la niñata de diecisiete.
Nos movemos al ritmo de la música, sus caderas chocan con las mías y ruego a cualquier ser superior existente que se apiade de mí y de mi sucia y negra alma, porque esto no puede estar bien. Se siente genial, pero no puede serlo...
Estoy tomando una bocanada de aire, sintiendo tanto calor que parece que han subido el termostato de la discoteca, cuando se gira, frotando ese culo tan hermoso contra mí. Y la vuelvo a odiar porque me muero por follarla y sé que soy una mierda de persona por desear eso. Pero, sorpresa, no me aparto. No me aparto porque ahora mismo pienso con la cabeza equivocada.
Su espalda se pega a mi pecho, y mis latidos desbocados probablemente me delaten. Pero me da igual. Rozo su cuello con mi nariz, inhalando el rico aroma de su perfume, deseando besar su piel, morderla y chuparla; marcarla como mía. Si no lo hago, es porque no quiero excederme, porque el sentido común me ha abandonado por completo. Y más lo hace cuando ella me agarra las manos y las lleva hasta el fin de su falda. Si pudiera, si esta fuera otra situación, si estuviéramos solos... Perdería mis manos bajo su falda y la haría sentir muy bien. Pero no. Esto está mal. Devuelvo mis manos a sus caderas, porque el simple hecho de rozar la piel desnuda de sus muslos me enloquece y me quema.
- ¿Qué estamos haciendo, Lali?
Siento cómo se estremece cuando susurro en su oído, y enseguida gira su cabeza, mirándome a los ojos con una intensidad que me deja alelado.
- No lo sé. Casi me besaste, eso es lo único que sé.
Lo dice como si me lo echara en cara, y por mucha razón que tenga, me jode que me lo recuerde. Ya fue suficiente bochornoso para mí hacer eso, acobardarme al último segundo, intentarlo siquiera. No debí hacer nada, no debí tentarme. Y sin embargo, aquí estoy, haciendo lo mismo.
Me relamo los labios, porque me los siento secos, y por instinto miro los suyos, deseando besarlos, deseándola a ella más de lo que es normal en mí.
- Fui un idiota por no hacerlo – pienso en voz alta, girándola para tenerla de frente. – Y también lo seré si lo hago ahora.
Su boca está muy cerca, sus ojos me piden a gritos que la bese, y mi cuerpo clama por ella. No puedo más. O me aparto ahora o cometeré otra de mis cagadas.
- Ya eres un idiota, Lando – me dice, tan seria que me resulta cómico. – Besarme o no besarme, no va a cambiarlo.
Me río porque sólo ella sería capaz de convertir esto es una situación graciosa sin pretenderlo. Que aproveche la mínima oportunidad para insultarme me gusta más de lo que quisiera admitir.
- Eres tremenda, Alaia Jackson.
Quizá me arrepienta más tarde, pero tomo su rostro en una de mis manos y la beso, la beso sabiendo que estoy traicionando a mi mejor amigo. Lo peor es que me da igual. Sus labios son tan suaves, tan cálidos, tan perfectos... Me sigue el beso de forma patosa, sí, y por eso sé que es su primer beso. Pero tampoco me importa. Es perfecto porque es con ella. Sus labios encajan a la perfección conmigo y tengo claro que quiero besarla mil veces más. Mi corazón está a punto de estallar y mi estómago cosquillea hasta casi dolerme, y noto que estoy nervioso. Yo nervioso por un beso. Esta chica hace magia. Y cuando nos separamos quiero largarme de aquí con ella para poder besarla y más que besarla.
- Yo... Lo siento – su tono nervioso es obvio, y cuando intenta separarse no la dejo, aunque no lo pienso. Mis manos por sí solas atrapan su cintura. – Ha sido mi primer beso y seguro que lo he hecho fatal.
Se sonroja con violencia y cierra los ojos, cosa que me hace sonreír. Esta mujer no puede ser más bonita ni más dulce.
- Mi primer beso fue mucho más desastroso que este, Lali – trato de consolarla, hablándole al oído para que me escuche. – Ha sido un poco torpe, y estabas tensa, pero nada que no se solucione con práctica.
Le guiño el ojo y sonrío de forma simpática, tratando de reconfortarla, y no me da tiempo a ver su reacción cuando nos separamos porque Cameron viene de vuelta y no quiero saber cuál será su opinión si nos pilla in fraganti.
Menos mal que mi hermana ha vuelto, porque yo solito no iba a separarme en la vida de Alaia.
Cam sugiere hacer un par de rondas de chupitos, y aunque yo me quedo al margen, disfruto y me río mucho viendo cómo estas dos locas beben y ponen caras de asco. Mi hermana pide más, pero Alaia amenaza con empezar a vomitar, cosa que nos hace reír. Sin embargo, termina aceptando el nuevo chupito que le ponen por delante y, cuando se lo bebe, corre hacia el baño, seguida de mi hermana.
- ¡Aguanta, Allie! – Va gritándole mientras la persigue.
Me río a carcajadas y bebo de mi botella de agua, negando con la cabeza. Miedo me da este dúo. Yo creo que ni Harry ni yo somos conscientes de lo peligrosas que son estas dos juntas. Mi hermana ya está loca de por sí, y Alaia, aunque es más tímida en estas cosas, se ve que se deja llevar por ella; además, Cameron, cuando le siguen la corriente, es un verdadero peligro nuclear. Lo sé porque cuando salimos de fiesta los dos, somos un desmadre absoluto.
Una chica bastante mona se me acerca para saludarme, sacándome de mis pensamientos. Tiene una sonrisa muy bonita y unos ojos verdes preciosos. No es la típica descarada que viene a tirarme los tejos, y eso me agrada bastante. Me saluda y me pide una foto, y yo encantado acepto.
- Soy una gran fan tuya – admite sonrojándose.
- ¿En serio?
- Sí, sí. Desde que empezaste – sonríe y yo le sonrío de vuelta. – Para mí eres el más talentoso de la parrilla.
- Muchas gracias.
Es muy mona, debo admitirlo. En otra ocasión la habría invitado a una copa, la habría piropeado, le habría dado conversación... Pero hoy no hago nada de eso. Le sonrío agradecido y me vuelvo hacia la barra. No quiero parecer borde, pero es que no me apetece que Alaia regrese y me vea hablando con esta chica. Y aunque me siento algo mal, me siento aliviado cuando veo que se aleja.
Poco después, el dúo de locas regresa entre risas, y a mi hermana no le tiembla el pulso al pedir más y más rondas de chupitos. Alaia no pide copas porque no le gustan, pero con los shots de tequila no se corta.
- ¿No decías que no te gustaba el alcohol? – Inquiero alzando una ceja.
Ella me sonríe y se gira en el taburete hacia mí, agarrándose de mis antebrazos para no perder el equilibrio.
- No me gusta el alcohol, no soy capaz de beber una copa por gusto. Pero los chupitos, son distintos. Es como un juego. El sabor es asqueroso, pero es rápido, como quitarse una tirita. Y es divertido – me explica, arrastrando un poco las palabras. – Entiendes, ¿o no?
- Creo que sí – me río y asiento con la cabeza. – ¿Estás bien?
- Un poco mareada, la verdad – admite, sonriendo de forma pilla. – Ahora, como en los libros y las películas, cuidarás de mí y de mi culo borracho, ¿no?
- Si no queda otra – ruedo los ojos y me levanto, girándome hacia Cameron, que habla con un chico de su edad. – Cammy – le toco en hombro y ella se gira.
- ¿Sí?
- Nos vamos ya, Alaia está mareada. Y ya ha bebido suficiente – añado mirando a la afectada de reojo. – ¿Vienes con nosotros o ya te buscas luego la manera de volver?
Mira a su posible polvo de esa noche, y tras darle un repaso con la mirada, me mira y dice:
- Me voy con vosotros.
Básicamente, ha decidido que no vale la pena. Y por la cara del chico, se siente ofendido, pero ella ni se despide cuando comienza a caminar hacia la salida del pub. Me giro hacia Alaia y rodeo su cintura con mi brazo, por si en uno de sus mareos pierde el equilibrio, que no se caiga. Caminamos despacio, yo adaptándome a su ritmo, y ella se engancha a mi brazo y apoya la cabeza en mi hombro.
- Hueles súper bien, Lando... – me dice casi al oído. – Me encanta cómo hueles.
- Tú también hueles bien – respondo, abriéndome paso entre el tumulto de gente que bloquea la salida. – Y eres muy guapa. Y vistes muy bien.
- Tú sí que eres guapo y vistes bien – replica negando con la cabeza. – Antes ni me fijaba en ti, pero cuando te vi en persona... Uff.
- ¿"Uff"? – Suelto una carcajada y ella sonríe.
- Sí... Uff. Estás "uff".
- ¿Y qué quiere decir eso?
- No puedo decirlo en voz alta – niega con una sonrisita divertida.
Hemos salido ya, y el aire frío es casi insoportable. La atraigo más hacia mí y sigo a mi hermana, que va unos cuantos pasos por delante, de camino al coche.
- ¿No puedes? ¿Por qué no? – Insisto, divirtiéndome con la situación. Lo que más me gusta es que no está lo suficientemente borracha como para no acordarse de esto mañana, así que todo lo que diga ahora lo podré usar en su contra.
- Porque las cosas cochinas se piensan y no se dicen, sino la gente piensa mal de ti – explica muy resueltamente. – Y lo que pienso de ti es mejor que sólo lo hable con mis amigas.
Me encantaría grabar todo esto, Dios. Lo que me voy a reír cada vez que me acuerde. Y lo que ella se va a sonrojar cuando yo se lo recuerde.
- ¿No me puedes decir lo que piensas porque son cochinadas? – Sigo preguntando, aguantándome la risa.
- Exacto – afirma con la cabeza intensamente y yo me muerdo el labio para no reírme a carcajadas. – Soy una señorita, don Norris.
- Oh, claro, discúlpame, querida – digo de forma burlona, aunque ella no se da cuenta de mi sarcasmo.
Llegamos hasta el coche y Cameron ya está dentro, en el asiento del copiloto, recostada contra la ventanilla. Ayudo a la borrachina a entrar en el vehículo sin darse algún cabezazo o algo, y le pongo el cinturón sin muchos inconvenientes. Por último, me subo y arranco el automóvil, dirigiéndome hacia mi apartamento.
« ♪ »
Baja del coche sin mediar palabra conmigo aparte de decir un bajo y triste "gracias", y camina hacia las puertas de la residencia con paso ligero y apresurado, como si quisiera perderme de vista cuanto antes. Y la entiendo. Joder, claro que la entiendo.
Su cara cuando he dicho que me gustaba me lo ha dicho todo... Y cuando he dicho que no quería nada con ella, también. Algo que suelo amar mucho de ella, lo expresiva que es y lo fácil que es saber cómo se siente, es algo que hoy ha jugado en mi contra, porque me siento fatal. Tengo mis motivos, y creo que es lo correcto, sí. Pero eso no me prepara ni me hace soportar verla así de triste y de decepcionada. Yo no quiero que se moleste ni que se sienta incómoda conmigo, y sé que no puedo quejarme porque yo solo lo busco. Y tiene todo el derecho a odiarme, porque primero la besé y luego la rechacé de cierto modo, y no estuvo bien.
Suspiro y me agarro con fuerza al volante, apoyando la cabeza en él y cerrando los ojos. Me siento fatal, tanto por mí como por ella. Tampoco es que todo esto sólo le afecte a ella, a mí no me gusta hacer esto. En otra circunstancia, en otro momento de mi vida, con otras variables... Entonces haría con ella lo que debería hacer. Lo que ella se merece que haga para conquistarla. Pero no soy capaz. Ni por mí, ni por ella, ni por Harry. No puedo hacerle esto a él tampoco. Es mi mejor amigo y sobre todas las cosas no puedo traicionarlo así. De más jóvenes, cuando cada día nos gustaba una chica distinta, quizá no habría importado. Pero ahora los dos somos adultos, sabemos lo que es amar y que nos partan el corazón, y somos conscientes de lo mucho que esa mierda duele. Por eso ahora no haríamos nada como salir con la chica que le gusta al otro, porque sabemos lo terriblemente mal que se sentiría el otro.
Arranco el coche y conduzco de vuelta al piso. Soy un maldito idiota. Alaia no se merece esto. No se merece sufrir por esta versión de mí. Y me siento culpable porque no puedo darle una mejor. No puedo ofrecerle nada mejor de lo que soy y no estoy dispuesto a romperle el corazón de verdad por no saber quererla como se merece. Si Millie no me hubiera dejado tan destrozado, podría intentarlo con Alaia, podría intentar ser suficiente para ella, pero la realidad es que el tiempo ha pasado y yo sigo sin ser capaz de querer bien a nadie, y sé que si me meto en una relación con quien sea, lo haré bien o no lo haré. Y no estoy dispuesto a hacerlo mal con Alaia, ya no sólo por Harry, sino por ella.
Llamo a mi hermana, que es la única que puede ayudarme ahora mismo. Ella me entiende, dentro de mi idiotez entiende que no lo paso bien con esto. Y necesito contárselo, que me diga si me estoy equivocando o no. A veces Cameron es esa brújula que necesito para no perderme, y ahora mismo, me siento muy perdido. Pero sobre todo me siento muy solo.
Los pitidos suenan por los altavoces del coche, y después de que suenen un puñado de ellos, ella al fin responde. Está de guardia, pero sabe que si la llamo es por algo importante.
- ¿Qué pasa, enano?
Sonrío un poco cuando me llama así y suspiro, volviéndose mi sonrisa triste y cansada.
- Acabo de dejar a Alaia en la residencia – le cuento mordiéndome el labio.
- Mmm... Si hubiera ido bien, seguiría en el piso. ¿Me equivoco?
- No, no te equivocas.
- ¿Qué ha pasado, Lan?
Aprieto el volante tanto que mis nudillos se ponen blancos, y debo apretar la mandíbula porque de pronto siento muchas ganas de llorar, cosa que entiendo pero que me parece exagerado. ¿Por qué me duele y me importa tanto todo esto?
- Me he declarado, de algún modo.
- ¿No te corresponde? – Inquiere, sonando apenada.
- No, Cammy, la realidad es que sí, pero...
- Eres tú – adivina con facilidad. – ¿Por qué?
- Ya lo sabes.
Ella resopla, haciéndome entender que comprende lo jodido y frustrante de la situación. Mi hermana ha pasado conmigo muchas cosas, ambos hemos visto sufrir al otro bastante, más de lo que nos gustaría. Así que puede llegar a imaginar cómo me siento, cómo me afecta esto.
- Hermanito, ¿qué quieres que te diga?
- Dime que no tengo por qué alejarme de ella. O dime que no tengo que volver a tocarla en mi vida. Dime lo que sea para que no me sienta tan culpable por la decisión que he tomado.
- No puedo decirte eso – murmura suspirando. – Te estás haciendo daño tú solo. Y la intentas proteger de no sé el qué y al final la estás lastimando igualmente.
- Prefiero eso a hacerle a Harry la putada de estar con la chica de la que está enamorado – repito, esta vez en voz alta. – Además, no estoy seguro de poder tener una relación seria con nadie.
- Eso no lo sabrás hasta que lo intentes.
- Ya, pero es que si lo intento y descubro que no, alguien más saldrá herido y no es eso lo que quiero – explico, frenando en un paso de cebra. – Me niego a arrastrar a nadie al barro para comprobar si sigo jodido o no. Y mucho menos quiero arrastrar a Alaia.
- Sé que normalmente tengo algo que decirte para ayudarte – dice en un tono bajo y serio que no me gusta demasiado. – Pero esta vez todo está en ti, en tu corazón y en tu cabeza. No puedo tomar riesgos ni sacar conclusiones sobre lo que sientes. Esta vez todo depende de ti, Lando.
- Pues menuda mierda – protesto en voz baja, tragando saliva, mosqueado.
« ♪ »
Miro la telemetría con el ceño fruncido, buscando de dónde mierda puedo sacar un par de décimas más para la clasificación de mañana. Los libres 1 y 2 han sido intensos y difíciles, porque el coche es algo inestable. Más rápido que al inicio de temporada, sí, pero inestable.
Axel está a mi lado, sin entender un carajo de lo que está viendo, pero haciéndome compañía. A mi otro lado, tengo a Jose, mi ingeniero de pista, el cual me explica ciertos puntos en los que quizá me haya dejado esas décimas que tanto necesitamos para estar por encima de nuestros rivales.
- Aquí frenas muy pronto, ¿ves?
- Sí, pero si freno más adelante, por ejemplo... Aquí – señalo un punto concreto de la pantalla y lo miro de reojo, – entonces salgo con peor tracción para la siguiente curva y debo tomarla más abierta. Lo que gano frenando tarde lo pierdo en la siguiente curva.
- ¿Y has probado a cambiar toda la trazada?
- Es una opción, pero todo lo que sea salirme del carril limpio, va a ser más lento. Las ruedas se ensucian y pierden adhesión. Podemos probarlo mañana, en los libres 3, pero no creo que funcione. Igual en la curva diez sí puedo intentar tomar un ángulo menos abierto.
- Es una opción – asiente llevándose la mano a la barbilla. – Si te pegas más al piano interior de la diez, puedes ganar tiempo de cara a la once y la doce.
- Mañana veremos – murmuro dejando de ver la telemetría. – Lo que deberíais mirar es el alerón trasero. En este circuito hay mucho porpoising, y después de un par de vueltas la espalda me mata.
- Ya sabes que están trabajando eso en el MTC, pide cita con el fisio, más no podemos hacer, Lando.
- Yo mismo hablo con él si quieres – se ofrece Axel, que lleva un rato callado y el pobre solamente desea ser útil.
- Pues pregúntale si puede verme antes de que me vaya del circuito, me vendría bien un masaje – le sonrío y mi amigo asiente, alejándose.
Me quedo hablando con Jose un poco más, hasta que cada uno decide que ya está bien por hoy. Voy hasta mi cabina, donde me cambio y me pongo algo de ropa cómoda; unos pantalones negros deportivos anchos, una camiseta blanca y una sudadera oversize de mi marca LN4. Me dejo caer en la pequeña cama, subiendo los pies y cogiendo mi teléfono para revisar los mensajes. Tengo algunos de Harry y de mi hermana, además de otros pocos de mis amigos. Pero la única persona que quería que me escribiera, no lo ha hecho.
Le llevo mandando mensajes desde hace 10 días. Todos los días, pidiéndole algo similar... Que me hablara. Nada más. Pero ella no me ha respondido ni uno solo, y aunque la entiendo y, siendo ella no me respondería, no por ello me jode menos o me vuelve menos loco. Supongo que le divertirá mucho verme tan desesperado por saber algo de ella.
Yo: ey, estás bien?
Yo: hola?
Yo: solo dime si va todo bien
Yo: en serio Alaia no me hagas esto
Yo: quinto día, me empiezo a poner paranoico
Yo: estás enfadada? solo quiero saber si te encuentras bien
Yo: Lali no me asustes así porfa
Yo: voy de camino a Brasil, si te estás muriendo (o te han raptado) me va a pillar lejos
Yo: Alaia responde por Dios, me tienes de los nervios
Yo: creo q he pillado tu indirecta... pero me da igual, voy a seguir escribiéndote hasta q me contestes
Y ese era el último mensaje. Pesado, lo que se dice ser pesado, lo soy. Un mensaje por día, veinticuatro horas de sufrimiento cada uno de ellos. Necesito que me conteste. Creo que me ha bloqueado en Instagram, o al menos me ha ocultado las historias, y a mi hermana también para que no se chive. Claramente a Harry no, porque eso sería sospechoso y él no debe enterarse de esto. Y por ende, tampoco puedo preguntarle por ella, porque enseguida me miraría con su rubia ceja enarcada y empezaría a avasallarme a preguntas.
Suspiro y me paso los dedos por la barba. Estoy verdaderamente de los nervios. No sé cómo puedo pasarlo tan mal por el simple hecho de no saber de una persona. Bueno, de no saber de ella. Y todo esto es mi jodida culpa. ¿Por qué tuve que tener uno de mis ataques de sinceridad y confesarle que me gustaba? ¿Por qué dejé que mi polla pensara por mí y la besé? Joder, más gilipollas y no nazco, no necesito que nadie me lo diga.
Necesito hacer algo, moverme o buscar una distracción, porque como siga aquí mirando el chat de Alaia, me voy a volver completamente loco.
Por suerte, tocan en mi puerta y es Axel, que me ha conseguido una sesión con el fisio del equipo. Los dos vamos hasta el cuarto que está reservado para eso, y por suerte mi amigo me da conversación mientras me dan el masaje. Con eso me sirve para no pensar mucho en ella, y cuando al fin estoy recogiendo las cosas para irme al hotel, mi teléfono suena. Lo miro enseguida, ilusionado como un niño, y cuando veo que es una estúpida notificación de Twitch, resoplo y me guardo el móvil en el bolsillo. Axel me mira raro, seguramente porque se imagina a qué viene mi repentina ilusión continuada de mi repentina decepción.
- ¿Todavía sigues con eso? – Se burla mientras caminamos por el paddock hacia la salida. Está todo casi vacío ya, porque es bastante tarde.
- No es algo que se pase de un día a otro – le contesto bufando. – Me gusta en serio, Axel.
- Sal con ella – se encoge de hombros y yo resoplo.
- No es tan sencillo.
- Nunca lo es – murmura negando con la cabeza.
Estoy por responder cuando veo a Carlos, que sale del motorhome de Ferrari acompañado de su entrenador personal, Rupert. El español me ve enseguida y me saluda con la mano, acercándose.
- Buenas noches, Shaggy – me saluda, palmeando mi espalda y pellizcando mi barbilla, donde tengo mi barba.
- Eres un imbécil – protesto riendo y chocando mi puño con el suyo. Saludo a Rupert, y acto seguido los dos entrenadores empiezan a hablar entre ellos, así que yo me centro en mi mejor amigo. – ¿Te apetece salir a cenar por ahí? Voy a perder la cabeza si tengo que quedarme esta noche en la habitación del hotel...
- Gracias por dejarme claro que sólo me usas para no pensar en ella – bromea muy serio, aunque noto el sarcasmo en su voz. Antes de que yo pueda preguntar, dice: – Tu hermana me ha puesto al día de todo.
- Es una bocazas.
- Me iba a enterar igualmente – se encoge de hombros y suspira. – Si aceptas mi consejo, salgo a cenar contigo – cede al fin.
- Los amigos normales dicen que sí, simplemente – me quejo rodando los ojos. – Adelante, comparte tu sabiduría conmigo.
Se ríe suavemente y se detiene, dejando que nuestros entrenadores se adelanten algunos pasos. Me mira serio, pero esta vez de verdad, como lo hace cuando me quiere decir algo importante o que requiere un tono menos divertido.
- Sé que te da miedo todo esto, sé que no quieres hacerle daño a Alaia – empieza diciendo, a lo que yo asiento. – Pero ten claro que aunque Millie no te hubiera dejado hecho mierda o Alaia no le gustara a Harry, las probabilidades de que lo vuestro funcione serían las mismas. No importa quién hayas sido o qué hayas hecho, lo único que importa es lo que hagas ahora, quién seas ahora.
- Claro que importa, todo importa – lo contrario, cabezota como siempre.
- No, Lando. Sólo debe importarte lo que sientas y lo que vayas a hacer con eso. Te gusta, ¿qué quieres hacer? ¿Enterrarlo para siempre? ¿O enfrentarlo?
Permito que entre nosotros haya un par de latidos de silencio. Carlos sabe bien lo que es una relación seria, sana y duradera. Si de alguien debo oír consejos amorosos, es de él. Pero a mí me sigue dando el mismo pánico todo esto. La idea de dañarla, de dañar a Harry, de que me dañen de nuevo... Es demasiado.
- Quiero dejar esta conversación – susurro finalmente, mientras reanudamos el paso.
- Anima esa cara, anda – choca su hombro con el mío y me sonríe. – Esta noche vamos a cenar sushi.
- ¡Y una mierda!
Se ríe a carcajadas y yo lo secundo, continuando con nuestras peleítas hasta llegar al aparcamiento. Acordamos en vernos en el hall del hotel, y ya allí decidiremos a dónde ir.
Al menos sé que tengo un amigo con el que puedo contar para lo que sea.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro