13. Compañero De Cumpleaños
- Allie, ¿cómo ves esto?
David me saca de mis pensamientos, y debo concentrarme en el trabajo que estamos haciendo. Aunque no me gustan los trabajos en grupo, estos días es lo que me ha estado salvando de mí misma. He tenido que grabar un anuncio junto con varios compañeros y nos hemos encargado de todo: guión, iluminación, maquillaje, vestimenta, grabación, producción y edición. Y debo admitir que aunque ha sido duro, nos hemos divertido y está quedando muy bien.
- Este clip podría recortarse - señalo la pantalla y lo miro, y el castaño asiente con la cabeza. - Y si le metes este efecto queda muy... Tipo anuncio - él sonríe y asiente. - Me explico fatal, lo sé.
- Yo te entiendo - se ríe, asintiendo con la cabeza.
Son las once de la noche de un viernes, y aunque había entrenamientos libres de F1, cuando David me pidió que lo ayudara a editar el anuncio, no dudé en venir a su habitación para ponerme a ello. Todo como excusa para no verlo a él.
Tomo una porción de la pizza que hemos pedido y como tranquilamente, y mientras David va editando como tan bien se le da. No sé qué habría sido de este proyecto sin él, porque mi talento para esto es nulo. Ni siquiera sé qué hago en esta carrera, sinceramente.
- Cuando terminemos podemos ver una película - sugiere él tomando otra porción.
- ¿Y tus compañeros de habitación? - Inquiero mirando las camas vacías.
- Los fines de semana no vienen a dormir aquí - suspira y exporta el vídeo. - No me gusta estar solo...
- Bueno, mis compañeras son iguales, pero a mí sí me gusta estar sola - me río un poco y ahora la que suspira soy yo. - Me encantaría quedarme, de verdad, pero mañana madrugo.
- Está bien. Otro día, quizá.
- Claro.
Cuando todo está listo, me despido de él y voy a mi habitación. La realidad es que David es un gran chico. Va conmigo a algunas clases y, cuando no está Erika haciéndome compañía, está él. Es trabajador y avispado, por eso he procurado ponerme con él para los trabajos que nos mandan. Tengo la sospecha de que le gusto, pero no hay nada que yo pueda hacer con eso. Mientras no sobrepase ninguna línea, por mí está bien.
Cuando llego a mi cuarto, está frío y silencioso, notándose la falta de vida y movimiento en él. Mis compañeras de habitación son casi fantasmas. Apenas se aparecen para dormir y cambiarse de ropa. No las he visto estudiar nada en los dos meses que llevo aquí.
Me pongo el pijama y me subo a la litera, cogiendo mi teléfono y abriendo Instagram. Veo los resultados de los libres y siento las latentes ganas de llorar, que no se van aunque hayan pasado casi dos semanas desde lo que pasó entre Lando y yo. Y es que, por mucho que lo piense, todos los días tengo el mismo debate en mi interior. Porque la realidad es que todo lo que siento es extraño. Nunca me he sentido así, nunca he tenido esta sensación tan desagradable, las ganas constantes de llorar. Y es una puta mierda. Me arrepiento de muchas cosas, y aunque debería odiarlo a él, es a mí a quien odio, por ilusionarme por un tonto momento, por llegar a pensar un instante que quizá él podía ser para mí. He sido una ilusa, una niña inocente y estúpida.
Aún así, no puedo culpar a nadie. Ni a Lando, ni a mí, ni a ningún tercero. Porque igual que sé y entiendo que el modo en que me siento es válido y normal, también entiendo y sé que él tendrá sus motivos. Si no quiere nada con nadie, razones habrá. No soy nadie para juzgar si debe o no debe estar listo. Y aunque no se trate de eso, si él simplemente no tiene ganas de nada serio y es feliz yendo de flor en flor, sigo sin ser nadie para juzgar eso. Que yo quiera algo serio no significa que él deba quererlo también.
Pero por muy comprensiva que sea, me sigue doliendo la misma mierda. La parte egoísta de mí lo quiere insultar y culpar de todo. La parte enamorada quiere ir arrastrándose y suplicando para que salga conmigo. Y sé que no está bien ni una cosa, ni la otra.
Y es este debate interior todos los días, a todas horas. Cuando no estoy concentrada en algo, son esos pensamientos los que acuden a mi mente. De hecho, creo que estas semanas he escrito más que en toda mi vida, porque me he obligado a hacerlo siempre que empezaba a pensar en él.
Cierro Instagram y suelto el teléfono en la balda donde pongo las cosas, decidida a dormir. No debe ser tan difícil dejar de pensar en él. He podido hacerlo (a ratos) durante estas semanas.
« ♪ »
Protesto medio dormida cuando escucho el tono de llamada de mi teléfono resonando, y lo agarro dispuesta a silenciarlo y a seguir durmiendo, pero me detengo al ver que es mi abuela la que me está llamando.
- Hola...
- ¡Feliz cumpleaños, Allie! - Me felicita en español mi abuela, sonando muy alegre.
- Gracias, abuela - sonrío genuinamente y me incorporo en la cama, frotándome los ojos. - ¿Me tenías que llamar tan temprano? - Me quejo entonces.
- Sí, que eres una dormilona, levántate ya - responde haciéndome reír.
- ¿Está el abuelo?
- Sí, sí, está en el patio regando las macetas. Espera, te pongo con él.
Bostezo y me estiro mientras espero a que mi abuela busque a mi abuelo, y no puedo dejar de sonreír. Los padres de mi madre son... Son unas personas imprescindibles para mí. Apenas les veo un par de veces al año, normalmente en Navidad y en verano, pero cuando voy a verlos, procuro estar con ellos al menos dos semanas. Son la única familia con la que tenemos relación, o al menos yo, porque no me hablo con nadie de la familia de mi padre, cosa que es culpa de ellos y de nadie más. Mis otros abuelos están vivos, pero para mí, como si se mueren mañana, que me da igual.
- Felicidades, Alaia - escucho la voz de mi abuelo y vuelvo a sonreír inevitablemente. - Ahora puedes conducir, beber, fumar, ir a la cárcel... Espero que no hagas nada de eso.
- ¿Conducir tampoco?
- Si conduces los coches igual que los karts, mejor que no te den nunca un carnet...
- ¡Abuelo! - Me río, negando con la cabeza, pero teniendo que darle la razón. - Conduzco mejor que el mismísimo Max Verstappen.
- Yo estaba pensando más en Mazepin, pero vale - me chincha, y de fondo escucho la risa de mi abuela.
- Bueno, ¿cómo va todo por la Costa del Sol? - Me intereso, sonriendo y escuchando a mis abuelos parlotear.
Ellos me hablan de su vida, y luego yo les hablo de la mía. Hablamos todas las semanas un par de veces al menos, y siempre es lo mismo. Pero no me quejo, me gusta hablar con mis abuelos. También me sirve para practicar el español, porque mi madre, aunque es española, no habla el idioma ni a fuerzas. Mis abuelos dicen que mi padre la convirtió en británica, y... Debo darles la razón. Mi padre le "cambió" hasta el nombre. Mi madre se llama María, como su madre, pero cuando conoció a mi padre, él empezó a llamarla Mary, y desde entonces es Mary, sólo Mary, siempre Mary.
- ¿Estás trabajando hoy?
- Sí, a las diez llega Harry pero pasaré la mañana aquí para que descanse. Después de comer ya me podré volver a la residencia.
- ¿Lo vas a celebrar?
La pregunta de mi abuelo me deja pensativa. Siempre me ha gustado mi cumpleaños, siempre estoy contando los días que quedan desde meses antes. Pero esta vez he querido fingir que no se acercaba más y más mi cumple. Y me gustaría decir que no sé por qué, o que es porque he madurado y no me importan esas cosas, pero... Es porque sé que él cumple años hoy también, y no soporto recordarlo.
- Yo no he preparado nada - les confieso, mordiéndome el labio. - Aunque mis amigas y yo hemos quedado hoy, seguramente ellas sí hayan preparado algo. Y conociendo a Harry, tendrá algún detalle conmigo.
- Bien, bien. Ya sabes que nosotros, cuando vengas por Navidad, te daremos todos los regalos que correspondan.
- Lo sé, lo sé.
Sigo hablando con ellos mientras me visto y me peino, para luego salir del cuarto e ir a ver si Tyler sigue durmiendo. Entro en su habitación con sigilo y sonrío al verlo estirado sobre su cama, dormido profundamente. Salgo igual de silenciosamente y voy hasta la cocina para preparar algo de desayuno, mientras mis abuelos me cuentan los cotilleos del barrio. Me río y les cuento yo mis peripecias con mis amigas y con Tyler, y al rato nos despedimos y cuelgo el teléfono, preparándome un bol con leche y cereales (los cereales siempre antes que la leche) y comiendo mientras veo vídeos en Tiktok.
Estoy terminando de desayunar cuando escucho la puerta de la casa abrirse, y poco después Harry entra en la cocina pareciendo bastante cansado.
- Buenos días - lo saludo cuando se acerca a mí. Nos abrazamos y él besa mi cabeza cariñosamente, como es una costumbre en él.
- Buenos días, Allie - me sonríe y se sienta a mi lado, apenas pudiendo mantener los ojos abiertos.
- ¿Qué te apetece desayunar? - Le pregunto poniéndome en pie, dejando mis cosas en el fregadero.
- Lo que sea, me da igual - bosteza y le revuelvo el pelo.
- Se te ve especialmente cansado hoy - comento mientras se peina el cabello rubio.
- Esta noche ha sido movidita - murmura mirándome con curiosidad. - ¿Qué vas a hacer?
- Huevos fritos y beicon... Mi abuela me mataría si me viera - me río, sacando las sartenes y buscando los ingredientes.
- ¿Por?
- Cosas de pueblo malagueño que no entenderías - digo resueltamente. - ¿Te parece bien esto o prefieres otra cosa?
- Me muero de hambre, así que eso está bien, gracias.
Me cuenta un poco de la guardia de ese día, de las llamadas que han recibido y las emergencias a las que han tenido que acudir, y así yo no me aburro y él no se duerme. Tyler aparece en cierto momento, y después de saludarnos a ambos se queda sentado encima de su padre, parloteando con él y cantándole las letras de los dibujitos que ve. Tiene una memoria impresionante, película de Disney que vemos, película de la que se aprende todas las letras de las canciones. Hoy le toca a El rey león, al parecer.
- Tyler, canta otra - le pido después de escuchar por millonésima vez cómo canta la que canta Simba con Nala al principio. - La de las hienas, canta esa.
Se queda procesando durante unos instantes cuál era esa canción, y cuando lo recuerda, se pone a canturrearla ante la diversión de su padre. Ambos desayunan juntos, y yo me tomo ese momento libre para revisar las notificaciones de mi teléfono. Mis amigas me felicitaron anoche en cuanto dieron las doce, pero como con Tyler me he acostumbrado a dormirme temprano, veo las notificaciones ahora. Incluso hay una de Harry. Hay de mis padres y de mi hermano, de algunos amigos de la universidad, y... Sí, hay uno de él. Lando me ha escrito todos los días un mensaje, mensajes que no he respondido, y el de anoche, dice:
Lando: en Inglaterra ya es nuestro cumpleaños, así q felicidades, aunque a estas alturas no espero q me respondas
Me dan ganas de llorar sólo de leerlo. Me siento horrible por no responderle, por hacerle ghosting, como se dice hoy en día. Pero los dos sabemos que tengo mis motivos, los dos lo sabemos muy bien, por eso mismo sé que no está molesto conmigo, ni mucho menos. Por eso sé que no está insistiendo tanto como podría.
- Acabo de ver tu mensaje - le digo a Harry, tratando de distraerme. - Gracias, Turner - le sonrío y él me guiña un ojo.
- No podía no felicitarte, Allie. Además, los dieciocho son muy especiales, créeme.
- ¿Tú crees?
- Sí, totalmente. Si tus amigos te preparan algo guay, de los mejores cumpleaños.
- ¿Es el cumple de Alaia? - Se sorprende el pequeño.
- Ajá - asiento sonriendo. - Ahora soy mayor de edad.
- Qué vieja - dice el pequeño, frunciendo el ceño. - Yo en diciembre cumplo cuatro, voy a ser un niño mayor.
- Súper mayor - asiento riendo. - Pero oye, ¿me vas a regalar algo o no?
- ¿Te tengo que regalar algo? - Pregunta, extrañado y confuso.
- Claro - afirma su padre.
- Pues no te quiero regalar nada, regálame tú algo a mí.
Harry y yo estallamos en carcajadas cuando dice eso. Este enano no tiene vergüenza, y me parece absolutamente adorable. Su padre y yo nos encargamos de explicarle cómo funcionan los cumpleaños (y la gestión de los regalos) y aunque no se le ve muy convencido, asiente a todo lo que le decimos.
Y bueno, después de eso, Harry se va a dormir un par de horas, y yo me quedo con el peque, jugando y viendo películas para dejar que el bombero descanse. A la hora de almorzar lo despierto y cuando comemos, me lleva a la residencia, dando por finalizada mi jornada laboral.
- Pásalo bien, Allie.
- Gracias, Harry - le sonrío, bajando del coche, y él me devuelve la sonrisa.
- ¿Mañana por la tarde tienes algo?
- No, que yo sepa. ¿Por qué?
- Quizá tenga una sorpresa para ti...
- Harry, te dije que no me tenías que regalar nada - protesto, pero él hace una mueca bastante divertida que me da a entender que le da exactamente igual.
- Mañana paso a por ti cuando salgas de la universidad.
- Turner...
- Jackson - replica, imitando mi tono. - Te va a gustar, ya verás.
- Ahora me tienes intrigada... ¿Qué es?
- Ya lo verás mañana.
- ¡Harry!
- Adiós.
No me hace ni puñetero caso, y aunque lo fulmino con la mirada, él no hace más que sonreírme burlonamente. Me termino rindiendo, porque sé que no me va a decir nada, y me despido para entrar por fin en la residencia. Cuando paso por recepción, el chico que trabaja ahí por las mañanas, me llama.
- Alaia, ven. Tengo algo para ti.
Voy hasta el mostrador y me apoyo en él, confundida y sintiendo mucha curiosidad. El chico saca de debajo del mostrador un ramo de flores que va atado a un objeto pesado envuelto en papel de regalo (parece un libro) y que lleva una nota, y me lo da ante mi total perplejidad.
- ¿Qué es esto?
- Yo qué sé, lo ha traído un repartidor y me ha encargado que te lo diera - se encoge de hombros y yo frunzo el ceño.
- Está bien, gracias.
Subo a mi habitación con más prisa de la que cabría esperar, y no dejo de pensar que esto es de Harry. Es algo que no me sorprendería lo más mínimo, conociéndolo. Y me hace ilusión, he de decir. Además, me muero por saber qué libro es, porque viene envuelto, así que no puedo verlo. Pero pesa.
En cuanto cierro la puerta de mi habitación, me siento en el suelo con las piernas cruzadas y desato con cuidado la cuerda que lo mantiene unido todo, separando con cuidado las flores del libro. La nota se me cae entre las piernas, pero decido dejarlo para el final. Las flores son moradas y pomposas, pero muy bonitas, aunque no sé de qué especie son. Las huelo y, para qué negarlo, me encanta el olor. Sonrío para mí misma, y cada vez tengo más claro que esto es de Harry. Pero una sensación rara toma parte de mí; la certeza de que le gusto. No quiero gustarle, no quiero porque él me trata muy bien y es el hombre perfecto, y no se merece que no lo pueda corresponder. Aún así, aparto esos pensamientos y sigo con el regalo.
Lo siguiente que miro, es el libro. Dejo las flores a un lado (ya buscaré donde ponerlas), y retiro el papel de regalo que envuelve el libro, tratando de no rasgarlo. Como no soy capaz y mi paciencia es nula, termino rompiéndolo todo, y mi mandíbula casi llega al suelo. Son dos libros, no uno como pensaba, dos libros que ya he leído pero que me moría por tenerlos, puesto que me los habían prestado y no los tenía. Y ahora son míos. Es una bilogía, son mis libros favoritos. La emoción que me recorre es... Indescriptible. Abro ambos libros por páginas al azar, leyendo las primeras frases con las que topen mis ojos, y sonrío genuinamente. Pienso releerlos, y aunque no tengo costumbre, voy a ponerles post-its en mis partes favoritas. Y bueno, aunque sea un poco raro, los huelo. Me encanta el olor a libro, y sobre todo el de libro nuevo.
- Joder - suspiro maravillada. Hacía mucho que nadie me regalaba un libro, y que me regalen estos... Dios, Harry, te amo.
Dejo los libros junto a la flores, y tomo la nota. Esperaba una dedicatoria y el nombre de Harry, pero mi corazón decide latir mil veces más rápido cuando la leo.
"Para mi Lali:
Siento mucho todo, sé que la he cagado, y si no me hablas es porque me lo merezco. Pero no soporto que estemos así. No espero que me perdones, pero al menos no me odies, por favor.
De tu compañero de cumpleaños,
Lan."
Ni siquiera me doy cuenta de que estoy llorando hasta que siento un par de lágrimas rodar por mis mejillas, cálidas y cargadas de sentimiento. ¿Que no lo odie? ¿De verdad piensa que puedo odiarlo? Ni aunque lo intentara podría. Y joder, estos detalles... Las flores son de mi color favorito, y estos libros son mis favoritos. ¿Cómo diantres lo sabe?
Me siento peor que nunca ahora mismo. Me siento miserable. ¿Cómo voy a ignorar a este chico, con lo mucho que se esfuerza? Él me pidió algo tan simple como mantener la amistad, y yo por eso ya he dejado de hablarle por completo. No se lo merece. Bueno, a lo mejor sí, pero es que ahora me siento mal porque esto que ha hecho es absolutamente adorable.
Me cubro la cara con las manos y trato de no llorar, me esfuerzo bastante en no hacerlo, en realidad. Y apenas lo consigo. Retengo todo lo que siento y, como si no estuviera hecha un lío de emociones ahora mismo, busco un sitio para poner las flores con agua para que aguanten más. Dejo los libros en mi estante, junto a los demás que tengo aquí, y me meto en la cama, decidida a quedarme ahí medio llorando hasta que mis amigas vengan a buscarme para arreglarnos y salir a no sé dónde. No quiero pasarme el día de mi cumpleaños llorando, me niego.
Esa nota, tan simple pero tan significativa, ha movido algo dentro de mí que escapa a mi entendimiento. Lo que siento, lo que él me hace sentir... Es más complejo y confuso de lo que me gustaría. Es decepción, es amor, es anhelo, es rabia, es impotencia y frustración, con mucho deseo metido de por medio. También es tristeza, una profunda y dolorosa tristeza que me perfora el corazón como una bala, que me hace sentir que no soy suficiente. Y en el fondo, sé cuál es el problema:
Estaba preparada para su rechazo, para aceptar que él no siente nada por mí. Estaba mentalizada de que él jamás me iba a corresponder. Pero no estaba lista para admitir que él siente en su pecho lo mismo que siento yo, y aún así no quiere estar conmigo. Creo que es lo más doloroso de todo, creo que es lo que me lleva torturando desde esa mañana en su piso. Le gusto, pero no lo suficiente. Y no sé si tiene sentido que eso me moleste tanto.
Me ruega que le hable, que seamos amigos, que mantengamos las cosas como antes... Pero ¿cómo se hace eso cuando sé que su corazón también se acelera cuando me ve, igual que el mío se acelera cuando lo veo a él? ¿Cómo finjo normalidad cuando sé que le gusto tanto como él a mí? ¿Cómo disimulo que me muero por besarlo de nuevo, por sentir sus brazos alrededor de mi cuerpo, por oler su atractivo y delicioso aroma?
¿Cómo hago para que cada vez que nos alejamos una parte de mí no se quede con él?
Supongo que son preguntas de las que no existen respuestas. O más bien, yo no quiero darles una. Porque lo sé, en mi corazón, en mi alma, en mi mente, ahí sé bien cuál es la respuesta. No es tan difícil en realidad.
Lo quiero todo o nada.
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