12. Ilusión Fallida
Me despierto a causa de un zumbido, como el de una aspiradora, pero muy leve y agudo. La cabeza me palpita, pero no en la zona tras los ojos como cuando mis migrañas, ni en la nuca como cuando duermo tensa y aprieto la mandíbula. Es un dolor muy general, pero igual de molesto. Me revuelvo en el sofá, enrollándome en la manta y abriendo un ojo para ver si estoy sola, y no lo estoy. El sofá tiene forma de L, y mientras yo estoy acostada a lo largo, en el hueco restante, está Lando, con un mando entre las manos y jugando a un videojuego con el televisor en mute.
Me lo pienso un poco antes de hacer nada. ¿Finjo que sigo dormida o me levanto? La verdad es que sólo me apetece seguir mirándolo a él sin que se dé cuenta, admirando su cara de concentración, embobada con sus manos y sus brazos, los cuales puedo ver hasta los hombros por primera vez (en persona) porque lleva una camiseta negra sin mangas. ¿No tiene frío? Aunque no me quejaré. También lleva unos pantalones cortos grises, y unos calcetines negros. Incluso vestido para estar en casa se ve sublime.
Decido levantarme antes de que me pille mirándolo embobada, así que me estiro y bostezo, llamando su atención irremediablemente. Hoy no tengo clases porque es festivo, así que si no me he puesto el despertador, a saber qué hora es.
- Buenos días, Alaia – me habla él mientras me incorporo, sonriéndome.
- Buenos días, Lando – respondo frotándome los ojos, devolviéndole la sonrisa. – ¿Qué hora es?
- Son las once pasadas – contesta siguiendo con el juego. – Cameron salió hace un rato, tiene guardia en urgencias – me informa sin darme tiempo a preguntarle.
- Mhm – asiento buscando de dónde proviene el zumbido que me ha despertado. Me asomo por el borde del sofá y veo uno de esos robots aspiradora pasando por delante del mueble de la televisión. – Mis padres también tienen uno de esos – murmuro distraídamente.
- Se llama Eustaquio – dice sonriendo muy orgulloso.
Yo me río y le miro con el ceño fruncido.
- ¿Le pones nombre a tu robot de limpieza? – Cuestiono riendo.
- Y el robot de cocina se llama Phileas. Y la batidora Lázara...
- ¿Phileas? ¿Lázara? ¿Eustaquio? ¿De dónde sacas esos nombres? – Me río entonces, porque la verdad es que originalidad no le falta.
- Phileas fue idea de mi hermana, y Eustaquio me lo dijo Carlos.
- ¿Carlos Sainz?
- El mismo – asiente muy tranquilo, mirándome de reojo.
- A veces se me olvida quién eres y a quiénes conoces – musito mordiéndome los labios.
- Lo prefiero así – admite en voz baja, apartando la mirada. Pone el juego en pausa y se levanta. – ¿Tienes hambre?
- Pues sí – asiento sonriendo tímidamente. – Y me duele la cabeza. ¿Tenéis algo para el dolor?
- Sí, claro.
Camina hacia la cocina y yo voy detrás de él, con el pijama que me prestó Cam anoche para dormir. Es de manga corta, y de un color rosita pastel que no me gusta demasiado, pero mejor es esto que nada. Anoche después de un par de rondas de chupitos en las que Lando no participó (él tenía que conducir), bailamos un rato más y llegamos aquí a las tantas, y lo primero que Cameron encontró me lo dio y no me quejé. Al final sí que me emborracharon los muy cabrones.
Recuerdo haber hablado con Lando y decir ciertas cosas. Cosas que fingiré no recordar porque me muero de la vergüenza al pensarlas. Parece que el alcohol me pone bocazas.
Lando abre la nevera, y yo me quedo de pie, mirando su ancha espalda, el cómo se marcan los músculos de la misma, además de los de los hombros. Benditos sean sus padres por crear semejante belleza de hombre.
- ¿Te gusta el café?
- No mucho...
- ¿Y el té?
- Tampoco – vuelvo a negar, ganándome que se gire para mirarme con el ceño fruncido.
- ¿Y el zumo?
- Depende del zumo.
- Al menos beberás leche – dice pareciendo preocupado por mis gustos.
- Sin lactosa.
- ¿Eres intolerante a la lactosa? – Inquiere con hastío.
- No, pero la única que me gusta es la sin lactosa.
Se me queda mirando con incredulidad, y cierra la nevera, cruzándose de brazos y mirándome con curiosidad como si fuera un extraterrestre. Sé que mis gustos son muy reducidos en cuanto a comida y bebidas se trata, pero tampoco es para que me mire así.
- ¿Qué bebes, entonces?
- Con un vaso de agua me contentaría – contesto encogiéndome de hombros. – ¿Tienes galletas?
- Sí, pero a saber si te gustan – murmura con ironía, acercándose al armario que hay encima de la encimera, sacando un par de cajas. – ¿Integrales o con chocolate?
- ¿Es una pregunta siquiera? – Cuestiono con diversión. Él alza sus cejas, como diciendo "tú sabrás", y suelto una carcajada. – De chocolate, por favor.
- Toma – me da la caja y sirve un vaso de agua que después me da. – Disfruta de tu desayuno healthy – se burla negando con la cabeza.
- Déjame ser feliz con mi desayuno – me defiendo abriendo un paquete de galletas y cogiendo una, dándole un mordisco.
Él me mira durante unos largos segundos con una sonrisa que me pone nerviosa, y después se gira para rebuscar algo en los muebles de la cocina. Yo me siento en un taburete de la isla de la cocina y como tranquilamente, ignorando el hecho de que estoy en la cocina del apartamento del chico que me gusta, después de haberlo besado la noche anterior.
Pego un respingo cuando me toca el hombro, y se ríe, pero no dice nada y me da una pastilla, que intuyo que será para la cabeza. Me la tomo y la trago junto con agua, y me concentro en las galletas que estoy devorando para ignorar su presencia a mi lado, en el taburete contiguo al mío. Come galletas integrales junto con un vaso de zumo, muy relajado también. El robot aspiradora pasa por la cocina, llenando el silencio, y me llevo un buen susto cuando una bola naranja salta sobre la isla.
- Tú, abajo – le dice Lando al gato, que lo mira con indiferencia y se acuesta. – Será mamón – masculla cogiéndolo en brazos y dejándolo en el suelo.
- ¿Es tu gato?
- Sí. Se llama Alf, y a veces pasa de todo el mundo – le da un mordisquito a su comida y lo mira. – Pero es muy cariñoso, casi siempre está conmigo.
- Podrías ponerlo a dieta – bromeo, mirando al animal.
- Desde que lo castramos come como un desgraciado – protesta, suspirando. – La verdad es que lo entiendo, yo también me deprimiría y comería sin parar si me cortaran los huevos...
Empiezo a reír, y él sonríe orgulloso por haber conseguido hacer una broma que me hiciera gracia. Eso es algo que me gusta de él, que parezca que siempre está intentando de hacerme reír. Para mí lo más importante para una amistad o relación de cualquier tipo, es el humor. Y él se esfuerza.
- ¿Has probado a racionarle la comida? – Pregunto bebiendo un trago de agua.
- Es lo que hago, pero sigue sin adelgazar. Y el pienso para gatos esterilizados es un timo – declara con rotundidad.
Sigue hablándome de su gato, algunas anécdotas graciosas, y yo escucho atentamente, riendo e interesándome, pero sin dejar de pensar en lo que pasó anoche. En el momento que todo sucedió no le di tanta importancia, estaba algo aturdida por la música, las luces y luego el alcohol. Pero ahora, pensándolo fríamente... Besé a Lando Norris, joder. Besé al chico que me gusta. Y sé que hice el ridículo, él mismo me dijo que no fue un beso espectacular, como yo habría querido que fuese. Pero para ser mi primer beso, no fue tan catastrófico como se habría podido esperar de mí.
Se me eriza la piel cuando recuerdo el tacto de sus manos en mi cuerpo, la suave y placentera presión de sus labios sobre los míos. Me está hablando, pero no puedo prestarle atención ahora. Me arde la cara por la repentina vergüenza que siento, y suspiro, asintiendo con la cabeza a lo que me dice aunque no le haya entendido.
Me bebo lo que me queda de agua del tirón, tratando de quitarme el nudo que tengo en la garganta. Quiero hablar, quiero expresar en voz alta esto que siento, pero la verdad es que no soy de las que se atreven a hablar en persona. Suelo respaldarme en mi teléfono, o directamente escribo sólo para mí y así evito enfrentarme a las personas.
Pero no puedo seguir así eternamente. En las historias de amor que leo nunca se declaran por mensaje, no se mandan textos larguísimos para pelear. Lo hacen todo a la cara. Y yo lo tengo delante de mí ahora, con la posibilidad de expresarme, de decir qué siento y qué pienso, e intentar averiguar qué piensa y qué siente él. Tengo la oportunidad de hacer las cosas bien, de ser madura y responsable y no dejar que las cosas se resuelvan por arte de magia.
- Lando – digo finalmente, escuchándome ridícula, con mi voz temblando levemente y con tantos nervios que creo que me va a dar algo.
- ¿Sí? – Empieza a recoger todo, y yo lo observo con detenimiento.
Yo puedo. Claro que sí. Si no me desmayé cuando nos besamos, puedo hacer esto. No debe ser tan difícil enfrentar las cosas de cara, ¿no? Mucha gente lo hace. No debo ser cobarde. Respiro hondo y me muerdo los labios.
- Yo... A ver, sé que tú... Bueno, anoche pasó algo y creo que... No sé, creo que deberíamos hablarlo – murmuro sin poder apenas mirarlo, intercalando mi mirada entre él y el suelo, sintiendo mi rostro arder, casi tartamudeando al hablar.
- ¿Hablas del beso? – Me pregunta muy tranquilo, apoyándose en la encimera y mirándome.
Agradezco la distancia que nos separa, me hace sentir más tranquila de algún modo.
- Sí – afirmo en voz muy baja. – Si sólo estabas jugando, dímelo ya – añado más calmada, reuniendo más valor.
- ¿Por qué crees que estaba jugando?
Suelto una risa irónica y me cruzo de brazos.
- ¿De verdad piensas que no veo cómo eres? ¿El tipo de chicas con las que te relacionas? – Inquiero con una sonrisa sarcástica. – Definitivamente yo no soy lo que la gente esperaría como la chica ideal para el maravilloso Lando Norris – bufo manteniendo la ironía.
- Tú no tienes ni idea de cómo soy, Alaia, y la gente menos. Una cosa son las chicas o los chicos con los que me acueste de vez en cuando y otra cosa es... – deja la frase a medias y suspira. – No sé qué te hace pensar que eres menos digna que otras mujeres.
- ¿Que qué me hace pensarlo? – Me río, sintiéndome muy molesta de pronto. – Eres el jovencito que tiene a todas detrás, el piloto guapo, gracioso y buenorro que tiene a todo dios babeando por ti. Eres el hombre perfecto a ojos de muchas, eres... Eres lo que miles de personas definen como un príncipe azul, un novio ideal. Y yo siempre he sido la chica bonita pero plana como una tabla a la que a nadie le interesa lo suficiente. ¿De veras yo merezco que siquiera piensen que estamos juntos? ¿Yo contigo? – Niego con la cabeza, frustrada y con ganas de llorar. – Los chicos como tú no salís con chicas como yo. Yo soy la adolescente que sueña estar contigo, no la chica hermosa y que modela que consigue hacerse tu novia.
Lo que llevo semanas sintiendo y pensando, sale sin más, y debo apretar la mandíbula muy fuerte para retener las lágrimas, y aunque escapan un par, retengo el llanto, lo cual es un alivio porque cuando empiezo a llorar no soy capaz de parar y no quiero que me suceda ahora.
- ¿Los chicos como yo? ¿Qué tipo de chico soy, Alaia? – Se cruza de brazos y frunce el ceño, pareciendo ofendido por mis palabras.
- De los que no salen con niñatas, no miran dos veces a una tía que no tenga buenas tetas, y tiene la oportunidad de follar con todos sin compromiso – contesto.
- ¿Y quién te ha hecho pensar eso? ¿Yo o los prejuicios de la sociedad? O mejor, ¿piensas eso porque te demuestro ser un idiota superficial y clasista o porque no ves que tienes la autoestima por los suelos y no te ves capaz de estar conmigo? – Cuestiona muy seriamente, haciendo que me sienta atacada por lo que me dice.
- Mi autoestima está perfectamente – bufo poniéndome un mechón de pelo detrás de la oreja. – Pero asumo que no estoy a tu altura.
- Ah, ¿no? ¿Porque tengo dinero o porque soy famoso? ¿O porque soy guapo? – El sarcasmo en su tono es tan evidente que no dejo de sentir que se está burlando de mí.
- Por todo eso, Lando.
- Te voy a contar un secreto, Lali – murmura acercándose a mí y apoyando sus manos en la isla, encerrándome entre sus brazos, acercando su rostro al mío. – La mierda que ves en redes, las historias que sé que hay sobre mí, todas me endiosan, todas me quieren hacer ver como tú dices. Las chicas se pillan de un chiste y una cara bonita, pero soy más que eso. Soy más que un comentario o una broma, más que una foto. No soy ni de lejos perfecto, y no quiero serlo. Tengo mis mierdas, tengo mis defectos, tengo mis inseguridades. Se creen que porque hablo de salud mental, es que soy muy valiente y muy fuerte, y no lo soy. Piensan que me conocen porque ven un par de vídeos sobre mí, porque saben cuándo es mi cumpleaños y cómo se llama mi gato – suelta una carcajada amarga y niega con la cabeza. – Me idealizan, pero ni lo he pedido, ni lo quiero, ni lo acepto. Ese no soy yo. Yo soy el que habla contigo, el que habla con Harry, con Cameron, con Axel, con Carlos. Soy yo cuando estoy con Tyler, cuando estoy con quiénes aprecio. No eres menos que nadie, Alaia, y yo no soy más que nadie.
Trago saliva, escuchando muy atentamente cada una de sus palabras, sintiéndome algo idiota por haber pensado así de él, por haberme dejado llevar por lo que dice la gente. Yo lo conozco, yo hablo con él y paso tiempo con él, ¿por qué dejo que gente que no lo conoce cambie mi forma de verle?
- Lo siento – susurro apartando mi mirada.
- ¿Por qué lo sientes? – Suspira hastiado y me toma por la barbilla, haciéndome mirarle.
- Por haber pensado mal de ti. Pero entiende que tampoco me has dado motivos para pensar que no eras un mujeriego.
Sonríe un poco y niega con la cabeza.
- Porque lo soy. Si no ando metido en la cama de alguna chica, es en la de algún chico – admite encogiéndose de hombros. – Pero créeme, no es eso lo que quiero de ti, nunca lo ha sido. Me considero muy directo y sincero, así que déjame decirte, que me gustas, que no quiero acostarme contigo y olvidarte.
Mi estómago parece una fiesta con fuegos artificiales cuando dice eso, cuando confiesa lo que jamás creí que oiría salir de sus labios. Me vuelvo a sonrojar y me dan ganas de chillar. Le gusto.
- ¿Y qué significa eso, Lando? – Quiero saber, temerosa por la decisión que vaya a tomar.
- No lo sé, Alaia – suspira y se pasa las manos por el rostro, suspirando. – No sé qué quiero hacer con esto que siento. Bueno, más bien no sé lo que debo hacer. Lo que quiero lo tengo muy claro – murmura mirándome con una pequeña sonrisa.
- ¿Lo que debes? ¿Qué se supone debes hacer? – Lo presiono, frunciendo el ceño.
- Debería seguir siendo tu amigo y no volver a tocarte jamás, porque de lo contrario van a salir muchos heridos...
- Si eso es lo que quieres, está bien – musito con muchas ganas de llorar, porque por un momento me he ilusionado con que tal vez él sí quisiera estar conmigo. – Supongo que es mejor, porque somos buenos amigos y si algo pasara, nada volvería a ser igual. No quiero perder tu amistad.
Si lo digo en voz alta, es para intentar convencerme a mí misma, no para convencerlo a él. Me tengo que esforzar para asumir que él sólo busca amistad, nada más. Pero si busca eso nada más, podría haberse ahorrado el beso y todas sus palabras de antes. Preferiría creer que no le gusto antes que saber que le gusto y no quiere nada conmigo. Me duele más porque no puedo dejar de pensar que tal vez no le guste lo demasiado, que tal vez no soy suficiente como para que quiera arriesgarse conmigo. Y joder cómo duele eso.
- Entonces, ¿amigos? – Me sonríe un poco, tendiéndome la mano.
- Amigos – asiento estrechándole la mano, no sonando contenta y mucho menos con una sonrisa en mi cara.
No se me da bien fingir. Si estoy triste, enfadada, decaída o simplemente de bajón, se me nota. Y no me importa si él se da cuenta de que esto no me parece bien en realidad. No me molestaría que se sintiera mal por hacerme sentir a mí de este modo. Quiero que sepa que, aunque está intentando hacer bien las cosas para él, a mí me está dañando. Me está dañando porque yo sí quería ser su chica.
- ¿Te importaría llevarme a la residencia? – Pido con algo de vergüenza, a pesar de que lo último que me apetece ahora es un trayecto en coche con él. Pero es eso o irme en taxi, y no me gusta ir en taxi sola.
- Claro, sin problema – asiente rápidamente. – En el cuarto de Cam está tu ropa de anoche, y también tu bolso con tus cosas.
- Gracias...
Prácticamente huyo hacia la habitación de la hermana del piloto, y cuando estoy dentro cierro la puerta y cierro los ojos con fuerza.
Lando Norris... ¿Acabas de romperme el corazón?
♤
Nota de la autora:
¡Y se acabó la maratón! Os deseo una feliz Nochebuena y felices fiestas en general.
Ojalá os haya gustado y hayáis disfrutado de la maratón, que para eso era 🫶🏻.
Os ama,
A💛.
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