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Raphael.

El Loft no es tan grande ya para cinco personas, así que Magnus nos ha trasladado a todos a una casa más grande, donde las tres piezas de huésped la tomamos yo y los dos polluelo, también hay una habitación donde se supone que era de trabajo, la cual la tomó Ragnor y la habitación principal la cual escogió Magnus, puede decirse que esa casa me gusta mucho más que estar viendo la cara de todos en una sala de un Loft, tampoco estamos tan lejos de la antigua casa, solo a unas cuadras y eso me hacía sentir como si nada ha cambiado, aunque ahora cargo con dos polluelos que son muy inútiles, paquetes que llegaron a mi vida como parte de una maldición, no es que no quisiera ayudarlos, le debía la vida a Simón Lewis, pero solo me irritaba tener que cuidarlo y cuidar el nuevo paquete que me había enviado Camille.

Apreciaba bastante poder ocultarme en una habitación y no oír como Simón Lewis y Fran, de quien no se su apellido, le cuentan a Ragnor algunas cosas mundanas y viceversa, el brujo parecía contento de aquello y yo aun no logro entenderlo, esos dos polluelos son insoportable, tanto que me da ganas de cocer sus bocas y atarlos a una silla por lo menos unas horas. No tengo la suficiente paciencia para soportar a dos chicos que no saben nada más que hablar y hablar. Y lo peor de todo es que pensé que Camille mandaría a alguien con un poco más de madures, pero me di cuenta que el chico era peor que Simón o igual.

— ¡Raphael!

El más irritable de ambos definitivamente era Simón, podía ser quien me había salvado de mi muerte y estaba muy agradecido con el por eso, pero llegaba a un punto donde ya no era soportable, ahora mismo el polluelo estaba fuera de mi habitación, gritando mi nombre a pesar de que él sabe que puedo escucharlo, solo porque le recuerdo a una película de tortugas, una de ellas se llamaba Rafael o eso escuche cuando Simón y Fran hablaban.

— ¡Raphael! Donatello y Leonardo te están esperando para entrenar. — me dice Magnus.

Y lo peor de todo, es que ambos brujos se han prendido a los juegos de los polluelos, parecen fascinado y niños pequeños con aquello. Pero yo solo quiero un poco de paz, y así poder trabajar en mis planes hacia el futuro, como me lo prometí, me iba a encargar de Raj, el Nephilim que había hecho mi vida una miseria en los calabozos, ahora solo me faltaba averiguar dónde se ha escondido, después de eso me dedicaré a descubrir donde está enterrada mi hermana, la última de todas, a la cual no pude despedirme culpa de aquella gente, y para eso necesito estar lejos de ambos polluelos y más de Fran, quien se ha tomado muy serio el papel de espía de Camille, aunque me dedicara a repetirle una y otra vez que solo lo ha hecho para deshacerse de él.

— Raphael, sal ahora mismo, debes hacer que estos polluelos se conviertan en vampiros.

No puedo evitar no sonreír cuando compara aquello con la pubertad, apago la computadora y me levanto para caminar hasta la puerta, la abro encontrándose a ambos polluelos junto a Magnus esperando por mí, como perros que quieren domesticarse, veo como el brujo susurra algo a los oídos de los polluelos y estos asienten para comenzar a alejarse, solo quedamos nosotros dos.

— Tengo nuevas noticias— me dice.

Le hago callar con una mirada de alerta hasta que los polluelos se alejan por el pasillo, cuando ya veo que han desaparecido por completo, muevo mi mano para que prosiga con lo que quiere decir, si son nuevas noticias y Magnus esta con una sonrisa significa que pueden ser buenas.

— Los Nephilim quieren hacer un trató con ambos y así podremos ser libres— susurra Magnus— quiere que nos encontremos mañana a la noche, le dije fuera del instituto para no sufrir ataques ¿Qué te parece?

Algo anda mal, ningún Nephilim deja libre de búsqueda a dos subterráneos, y menos Robert Lightwood, quien contiene un orgullo muy grande para perdonar humillaciones, todos sabemos eso, aunque mirando a Magnus siento que por lo menos debo saber cuál es el trato que van a proponer.

— Entonces iremos, ahora debo dejarte, debo ir a perder mi paciencia y tirar unos insultos mientras veo a dos polluelos hacer el ridículo.

Escucho la risa de Magnus que parece divertido por mi comentario para comenzar a caminar ambos por el pasillo en busca de los polluelos, que deben haberse ido a la sala.

— ¿Algunos de los dos es interesante para ti?

Y todo comienza de nuevo como unas dos décadas atrás, Magnus quería a todas costa implantarme el enamoramiento en alguien, deseaba que yo tuviera una pareja y pudiera cambiar este humor con la compañía de una persona, lo que no ha logrado y lograra, porque no siento interés romántica ni sexual por nadie, desde que me convertí en vampiro lo único en lo que pienso es en mejorar, ser un buen vampiro y poder ayudar a mi raza, a pesar de que uno de ellos me había arrebatado mi vida mundana. Yo y Magnus nunca compartiremos los mismos gustos.

— Ni lo sueñes Magnus Bane, ya tuvimos algo parecido una década atrás, solo que fueron con licántropos y que me acuerde tú te quedaste con ambos y te lo llevaste a tu cama, a ambos.

Los dos reímos por aquello, recuerdos vergonzosos que solo Magnus puede protagonizar, hasta que nos tuvimos que detener cuando fui guiado hasta la sala donde Ragnor está enseñando su magia a los polluelos, estos parecen embobados y no quitan la vista de la chispas verde que salen de la mano del brujo, entonces hago tronar los dedos y todo el ambiente que se había formado se acabo.

— Bueno yo no les agrado y ustedes no me agradan— comencé.

Entonces fui interrumpido por los polluelos que levantaron su mano para hablar.

— Tú si me agradas, solo me das un poco de miedo— susurra Simón.

— No me agradas del todo, pero tus amigos brujos si ¿Así que el cinco por ciento me agradas?— sigue Fran.

Me llevo los dedos al puente de mi nariz y dejó escapar un murmuro débil sobre lo insoportables que son, siento como los brujos se ríen de la situación, tengo que aclarar las reglas mucho antes de comenzar o me pasara esto.

—Nadie habla hasta que yo lo permita, ahora sí ¿En que estábamos? Si, cierto, haré que las ganas de ser vampiro pases de un nivel de ilusión a uno donde van a rogar por dejar de serlo, algo que al final de este mes, después de tanto dolor ustedes serán unos vampiros, y no unos polluelos con mentalidad de mundanos.

Miro al techo irritado cuando veo a Simón alzar su mano, como niño obediente que pide hablar en la escuela, una parte de mi me agrada que haga eso porque muestra una parte de respeto y otra me irritaba mucho aunque no sepa el motivo, asique solo junto mis labios con fuerza y le señalo para que hable.

— ¿Al final del mes seremos minis tú?— pregunta el chico— porque si es así, me niego a entrenar contigo, no es que no me agrade esa fachada de chico malo que tienes, porque me da mucho miedo y puedes mandarme todo lo que quieras que no te haré enojar, lo viví con Jace hace meses, pero no quiero perder mi encantos.

— chupamedias, estás muerto— susurra Fran.

Las risas de los brujos, quienes han optado por quedarse en la sala fue como una humillación para mi, siento como mi ojo izquierdo parpadea reiteradas veces y mis manos por manera inconsciente se hicieron puño, yo no sigo esa fachada de chico malo, tampoco me interesa, yo soy así, mi humor no es el más agradable porque después de lo que he vivido no hay algo que pueda hacerme sentir mejor, tampoco puedo ser simpático o buena persona porque si lo hago los subterráneos y los Nephilim me tomaran como un chico vulnerable, es lo que menos quiero, debo ser duro con los polluelos porque el día que deban andar solo no sabrán donde meterse cuando alguien les busque problemas. No soy el Nephilim Herondale, no tengo nada parecido para ser comparados.

— Van a alimentarse bien, es muy posible que lleguen a vomitar hoy— les digo— eso espero.

Le hice una señal a Magnus de que usará su magia para hacer aparecer los vasos con sangre, los polluelos no pueden comer comida mundana hasta poder llevar un entrenamiento que pueda hacer que sus estómagos se vuelvan a sentir apto para la comida mundana, mientras tanto deben beber de aquellas copas sangre de algunas personas.

— ¿Sabes qué? Yo no tengo obligación de recibir órdenes tuyas, solo estoy aquí para observarlos— me dice Fran—así que suerte Simón.

No me ha caído del todo bien ese chico de rizos y ojos grises, me acerco hasta quedar al frente, puedo ver en sus ojos el miedo aunque quiera ocultarlo para parecer fuerte, aún es un polluelo, con una ilusión que Camille le ha dado y se ha sentido superior, pero no dejaré que eso pase, porque conozco a Camille y sé que quiso deshacerse de ese chiquillo, porque yo en estos momentos yo también me lo quiero sacar de encima, lo agarro de la playera y solo susurró.

— Tú harás lo que yo digas polluelos, no estás con tu preciada Camille, ahora estás conmigo.

Y con eso basto para que el chico de rizos fuera intimidado y comenzara a temer, después de eso salí de la habitación para dejarlos tomar tranquilos su bebida y darle un espacio, tampoco es que yo sea un mal vampiro, no quiero ser el malo, pero si suelto las riendas no tendré control sobre los polluelos y no quiero eso, ni estoy preparado para ello, tengo que ser firme y hacerme respetar, después me lo agradecerán. Comienzo a dirigirme por el pasillo, voy a caminar hasta saber que ya todo estuvo hecho y así poder volver a buscarlos, pero me sorprendí a ver a Simón alcanzarme, tiene su copa en su mano izquierda con un poco de sangre en sus labios, no logro resistir a remojar los labios al sentir el aroma de aquella sustancia.

— ¿Qué quieres polluelo?

El polluelo deja escapar una carcajada haciendo que le mirara confundido por aquel comportamiento.

—Perdón, sucede que los Nephilim me llamaban mundano y ahora tú me dices polluelo, Magnus me dice Sheldon o Samuel—dice Simón— soy el chico de los apodos.

— Deberías ir a la sala y dejarme un rato en paz, estoy preparándome para el infierno.

Trato de sonreír para que se lo tome como algún tipo de broma, aunque no creo que fuera así.

— Claro que sí, señor Santiago—dice Simón como un soldado— solo quería venir a disculparme por compararte con los Nephilim, Magnus dijo que no son de tu agrado, y nunca debí decirte que tienes una fachada de chico malo, no te conozco y has salvado mi vida, aunque yo también la tuya, y tus amigos brujos dicen que eres una buena persona, creo que no debo juzgar antes de conocerte, así que lamento si mi primera impresión fue mala.

Aprieto los labios para no dejar en evidencia que quiero sonreír por aquel comentario, me agradan las personas así, que piden disculpas a pesar de que no se los pidieran y siempre fuera honesto, aunque Simón solo era un chico que solo hablaba y no pensaba en lo que iba decir, pero de igual manera me ha agradado aquel gesto.

— No digas más, te entiendo, ahora vuelve adentro, debo estar a solas.

El chico asiente y se da vuelta, pero antes de entrar por la puerta se detiene, aún sigo mirándole, Simón dejo escapar de sus labios una oración que me hizo sonreír sin poder evitarlo.

— Si quiero ser como tú, y poder enfrentar a Robert Lightwood algún día por todo lo he a causado, no quiero tener miedo.

Después de eso desapareció por la puerta y no pude evitar sentirme como me llenaba de energías positivas, puedo suponer que puedo lograr darle un cambio a esos polluelos, un cambio bueno si ellos me lo permiten.

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