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Simón

¿Qué me había llevado a ayudar a unos subterráneos cuando quise ser un futuro Nephilim?

Solo había una respuesta, un constante desacuerdo, creí que por pasar los primeros meses con Clary dentro del instituto, yendo a cada misión y deleitándome de conocimiento de los niños Nephilim eso era lo más genial del mundo, todo lo que vi era lo mejor del lugar, chicos con poderes angelicales, con armas como en los cómics que solía ver, un recibimiento por una chica Nephilim que se porto encantadora desde mi llegada y la satisfacción de estar al lado de mi mejor amiga, el amor de mi vida desde toda la niñez.

Pero todo comenzó a cambiar con los meses, los desperfectos se comenzaron a ver y no pude evitar estar escuchando o espiando a escondida, los adultos de la familia Lightwood no eran tan justos y buenos como nos habían aparentado ser, tenían planes no muy buenos que sus hijos sabían, y la mayoría aceptaban. Cuando se lo conté a Clary, a quien le guardo ningún tipo de secreto alguno ya que éramos mejores amigos, me di cuenta que no solo los Nephilim eran una clase angelical, que sabían moverse y con sus runas podían sanarse, si no que una vez dentro, o a punto de entrar a su mundo, sus perspectivas del bien y el mal solo lo decidían los de alto rango, Clarissa apoyaba manipular al gran brujo de Brooklyn para que usaran sus servicios sin pagar y eso era lo peor que pude descubrir.

Y yo no era amante de las ayudas sin un poco de reconocimiento o algo que beneficiará al que ayudaba, y menos cuando se trataba de un brujo, el gran brujo de Brooklyn, que dejaba que usaran sus poderes para la comodidad de los Nephilim, nunca estuve de acuerdo que tuvieran cautivo a un vampiro, alguien a quien maltrataban en los calabozos todos los días para el disfrute de ellos, pero si decía algo nadie me haría caso, era un nuevo, un sirviente.

Entonces decidí juntar todo el valor que tenia dentro de mí y así hablar con Magnus, no me costó tanto, uno de los días que el brujo había salido del instituto derrotado por no tener avance con la libertad del vampiro y cansado por el uso de su magia, comencé a seguirle, siempre tratando de mirar el camino para no tropezar con mi torpeza. Salir del instituto para mí era fácil, aún soy mundano y como mi trabajo de lealtad a los Nephilim era ser niñero de Max Lightwood, el hijo menor de los Lightwood, siempre estaba escondiéndose de mi o me pedía que me fuera porque quería estar solo como un niño solitario que es, entonces podía irme cuando finalizaba aquello. Pero me olvidé que el mayor de los Lightwood estaba espiando a Magnus Bane desde años, me vine a acordar cuando el ojiazul me agarró de atrás y me apretó el cuello entre sus manos.

— ¿Qué estás haciendo mundano?

Comencé a toser haciendo señas de que me estaba faltando el aire, pero Alec no afloja el agarre, me sostiene con fuerza y siento que estoy por quedar inconsciente, pero todo se esfumó cuando Magnus Bane apareció frente a nosotros, usando su magia para que Alec me suelte de aquel bruto agarre, agradecido me acerco al brujo para ponerme a su lado, mientras acaricio mi cuello en el proceso, aun duele, soy un mundano, no un Nephilim, no puedo estar más de agradecido por aquel gesto.

— Gracias— le susurro.

— ¿Así tratas a un ilusionado mundano que quiere ser uno de ustedes, Alexander?—pregunta Magnus.

El ojiazul, quién vi como me ha estado mirando con molestia desde que me coloque al lado del brujo, cambió sus expresiones, sonrío un poco cuando escucho su nombre.

— No me llames por mi nombre— susurra.

Comienza a ponerse incómodo, porque Alexander es alguien de no muchas palabras, si algo salía mal en su trabajo se molestaba hasta el punto de cabrearse y romper todo, donde nadie era capaz de soportarle más que su Parabatai, y siempre están detrás de aquella frase que los Nephilim tienen sobre la ley y sé que después de esto que he hecho sufriré un castigo por el hijo mayor de los Lightwood por hablar con un subterráneo que está prohibido.

— Esta conversación no va a ningún lado niño bonito—dice Magnus— pero al parecer el aprendiz quiere decirme algo, así que déjame a solas con el muchacho, ve a esconderte entre los árboles mientras babeas por mí.

Estoy acorralado, y más cuando Alexander después de un sonrojo se niega a irse para escuchar que debo decir, entonces tuve que decidir y así poder hablar de una vez por toda, aunque ya no es difícil hacerlo porque no quiero pertenecer al grupo de los Nephilim, quiero ser un chico normal, con una banda como hobbies y poder seguir la escuela, debo comenzar a pensar en mi y dejar de seguir una chica que no sabe qué hacer con su propia vida.

— Habla, di lo que ibas a decirle a Magnus Bane, mundano— me ordena Alec.

Magnus quién había fruncido un poco su nariz por el comentario del Nephilim me hizo una seña para que no le diera importancia y siguiera. El brujo me transmitía paz a pesar de todos los comentarios que me han llegado, una persona malvada, cuando no es así.

— Me iré del instituto, no quiero permanecer a los Nephilim, no me gustan lo que son—susurro— pero antes de irme quiero ayudarte a sacar al vampiro, que recupere su libertad.

Veo como Alexander abre sus labios sorprendido para después comenzar a negar como si su cuello fuera a salirse del lugar.

— Es bueno que te hayas dado cuenta que no serías un Nephilim, todos lo sabemos, pero no trates de hacer algo que va contra las leyes, Raphael Santiago esta... "La ley es dura pero lo ley."

Magnus se acerca hasta el ojiazul tocando su hombro, me siento incómodo por la situación, Alec se ha sonrojado mucho, por lo que se él nunca había permitido que nadie le tocará excepto su Parabatai y su hermana, Isabelle Lightwood, la chica más guapa de todas las Nephilim, después de Clarissa, pero ahí estaban, el brujo más grande de Brooklyn apoyando sus largos y finos dedos con anillos en la chaqueta de cuero negra del chico.

— La ley es dura y mucho más para los subterráneos, y si no se hace lo que ordenan los Nephilim entonces es peor— responde Magnus molesto— me quitaron a mi hijo adoptivo, a quien cuido por una promesa a su madre biológica, y me están chantajeando para recuperar su libertad ¿Cuántos años crees que llevo con esto? Tú tenías quince años cuando comenzó todo.

Yo que estoy más que incómodo trato de decir algo para cortar aquella tensión, no quiero problemas y menos que se arme una frente a mis ojos, donde puede salir perjudicado Magnus Bane por haber derribado a un Lightwood en medio de las calles de Brooklyn, pero me sorprendo cuando Alexander hablo en voz alta.

— Tienes razón, y te ayudaré también, pero hablaremos tú y yo, a solas, sobre que necesito de ti—le dice Alec— y si me ayudas, yo lo haré contigo.

Después de eso comencé a recibir órdenes por parte de Alec, quién era la voz de Magnus, y buscaban preparar un plan para sacar a Raphael Santiago, el vampiro, al parecer el brujo y el Nephilim habían logrado llegar a un acuerdo, aunque aún no logro descifrar que ha pedido el ojiazul, tampoco quiero saberlo, solo me dejo guiar como un peón.

El día elegido de Magnus había llegado temprano, renuncie a ayudar a Robert Lightwood lo que restaba de mi vida, después de eso desaparecí hasta mi siguiente turno de aparición, entre medio del temor tuve que bajar hasta donde estaba el cautivo, nunca lo había visto, solo me había dejado llevar por los comentarios, pero allá abajo pude sentir un poco de admiración por el vampiro, había aguantado tantos años encerrado que la diminuta sonrisa que tenía en su cara ha llegado hasta mi corazón, y la segunda porque, no puedo no admitirlo, me fascinan los vampiros y nunca he visto uno cara a cara. Pero cuando salí del lugar, Jace me agarro de la remera, y me golpeó en una pared con fuerza, Clarissa trató de ayudarme, pero cuando el rubio le pidió alejarse ella lo hizo sin dudarlo.

— ¿Qué le dijiste mundano?

Me han descubierto, le he fallado a Magnus y a Raphael, no puedo ser más de torpe.

— N...Nada, le dejé aquello para que tomara, su comida ¿Acaso no me escuchaste?

Veo cómo Alec baja de las escaleras y se acerca hasta donde estamos, tienes sus facciones serías, parece molesto, conmigo o con las personas con quién ha terminado de hablar. No lo sé pero lo que quiero es salir de aquel aprieto que me he metido antes de que los Nephilim me maten

— Jace ve a buscar a Izzy, bajen a buscar al vampiro, Robert quiere terminar con él, yo me haré cargo del mundano.

Jace, quien es el Parabatai de Alec, asiente, nunca desconfiaría del chico ojiazul, es Parabatai, su vinculo es más grande que cualquier otro, se aleja de mi llevándose con él a Clarissa; cuando creí que dejaría de ser arrastrado, Alexander me agarra del mismo lugar que Jace para subirme por la escalera y llevarme por el lado contrario donde está la habitación del despacho de Robert, estoy en aprietos, de eso estoy seguro.

— Eres un inútil— musita Alec—mira lo que has hecho, ahora el vampiro paso de estar cautivó a ir a su propia muerte, pero ya hay un segundo plan que preparé por si ocurría esto, habrá un ataque inventado acá en el instituto y tú ayudarás a Raphael a irse.

Después de unos minutos, Alec me pasa su celular casi dudando de su acción, pero no lo vi dar marcha atrás, el acuerdo que tenían con Magnus parecía mucho más grande.

—Iras por Raphael, lo llamarás a Magnus antes de llegar al despacho de Robert, yo sacaré a todos de ahí, no debes hacer nada más Simón— susurra Alec— yo me encargaré del resto.

Después de todo, Alec consiguió su parte y yo corrí en la búsqueda del vampiro suplicando de que no llegara tarde a su salvación, cuando ya estaba cerca llamo a Magnus como se me había ordenado y guardo el celular, al entrar por la puerta veo al vampiro en el suelo con quemaduras en su piel, casi muero de susto a pensar que está muerto, pero no fue así logre devolverle a Raphael a Magnus, la misión estaba terminada. Pero cuando el portal se cerró, sentí como un látigo me agarra del brazo y después un golpe en mi cabeza donde perdí la conciencia. Cuando desperté, veo a Jace, Isabelle, Clarissa y Alexander junto a Maryse Lightwood delante de mi cama, estoy en el hospital del instituto y ya me he comenzado a sentir mejor aunque algo me decía que no todo iría bien con los Nephilim.

— ¿Acaso sabes lo que hiciste?—me pregunta Maryse molesta— acabas de liberar a un vampiro ¿Con quién trabajas niño?

Miro a todos, uno por uno, en la mirada de Alec encuentro la orden de silencio, que no meta en problemas a él ni al brujo o me iría mal, y yo tampoco quiero hacerlo, prometí además desde el principio cuando se había dado la propuesta, debía aguantar las consecuencias.

— N-No trabajo con nadie, creí que antes de irme de aquí, de renunciar a ser un futuro Nephilim podía hacer algo por él.

Maryse se acerca hasta donde estoy y me tiende un papel de color marrón claro, con letras impresas, parece antiguo aunque reconozco que se puede hacer en cualquier máquina moderna que se encuentra en el lugar, son de los que usan los Nephilim. Después de todos se marchan, dejándome solo y puedo leer la carta, para después dejarla caer de mi mano y llorar, acá esta mi consecuencia.

Sr. Simón Lewis.

Por su traición a su futura sangre, por hacer participado junto al subterráneo Magnus Bane y haber liberado al peligroso fugitivo del clan de los vampiros Raphael Santiago, está sentenciado a muerte. Usted aprenderá que a la clave y a sus supervisores no hay que traicionar. Los Nephilim no participan con subterráneos, usted no pudo pasar la prueba de ser uno.

Robert Lightwood

Después de eso donde ya me resigne a saber que no puedo escapar, un portal aparece en la habitación y sin pensarlo me levanto y entro en él, prefería ir a parar a algún lado antes de morir. Mi lugar a parar fue a una casa donde Magnus Bane me está esperando.

— Bienvenido a Argentina Samuel, no dejaría que después de tu ayuda te matarán— me dice Magnus— acá estás a salvo, puedes mandarme cualquier mensaje si necesitas algo.

Mientras lo miro me siento medio mareado por el viaje que no pude evitar caer de trasero al piso.

— Simón, me llamo Simón y gracias por ayudarme, creí que te habías olvidado ¿Y tú amigo? ¿Está bien?

Magnus me sonríe armando un portal a su lado.

— Raphael y yo nos iremos a China, y tú te quedarás aquí, nadie te encontrará, hay una barrera de protección—me dice— no debes salir o te van a ubicar, solo llámame y te mandaré todo lo que quieras. Míralo como un favor de por vida.

Después de eso el brujo desaparece y me quedo ahí, ahora soy un fugitivo de los Nephilim y mis planes de ser un adolescente normal se esfumaron, pero por lo menos pude ayudar a un chico a salir de las garras de Robert Lightwood, nada puede satisfacerme de alegría más que eso.

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