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Capítulo 3.

El domingo fue día de ir a misa.

Todos en la casa se levantaron muy temprano, vistieron bien y salieron como una familia feliz. Él iba en medio de Aurora y María, las cuales hablaban de cosas que no entendía. Ellas a veces eran raras, más cuando se juntaban con sus amigas. Así que solo procuraba ignorarlas y sumirse dentro de su propio universo; uno que se encontraba muy lejos de esta galaxia llamada socializar.

La misa se dio con normalidad, el padre repartió la sagrada eucaristía y sus primos al igual que sus tíos fueron y la recibieron, se arrodillaron y en sus mentes le agradecían a Dios. Fran no pudo recibirla, no era digno, o eso le hicieron creer. Si a Fran no dejaban de atraerles los hombres nunca iba a ser una persona digna de la eucaristía, primero tenía que alejarse de ese pecado mortal. Sin embargo, aunque por lo general no creía en Dios ni en ninguno de esos santos a los cuales veneraban, solo pudo ver directamente al techo y pedirle de corazón a ese supuesto Dios que amaba a todos, que lo hiciera normal.

No pedía mucho.

Solo le pedía que pusiera una chica a la que él pudiera querer de una forma romántica.

—Que la bendición de Dios recaiga sobre todos ustedes, padre, hijo y espíritu santo—todos se persignaron, menos Fran, pero al igual que el resto dijo un lánguido “amén”—Pueden ir en paz.

—Demos gracias al señor—las voces zumbaron y no mucho después el coro se hizo presente, haciendo que todos tomaran su rumbo.

Todos salieron de la iglesia, excepto por sus tíos que se quedaron a saludar al padre, no mucho pasó cuando se acercaron. Y detrás de ellos los padres de Sol Hernández, la mejor amiga de su prima.

—Fran, ¿Cómo estás?—Sol preguntó con una sonrisa, pero este ignoró todo tipo de acercamiento. 

De verdad que odiaba a esa chica.

—Primero saluda tus padrinos, no seas maleducada—el padre de Sol le dijo con una sonrisa, una que de seguro escondía otra cosa.

—No pasa nada, así son cuando crecen y se enamoran, nosotros los viejos sobramos—Mar hizo ese comentario que lo único que provocó en Fran fue ganas de vomitar.

—Si estos dos se casan los niños saldrán bien bonitos, ¿No crees, amor?—la madre de Sol dijo a su esposo y cada vez más la conversación se ponía incomoda.

Solo quiso irse lejos.

—Hay que mejorar la raza, y nada mejor que el sobrino de mi compadre—todos rieron por las palabras del hombre gordo con buena voz.

A Sol le brillaban los ojos al imaginarse algún día casada con Fran, después de todo a ella solo le importaba la cara bonita del muchacho y que era técnicamente el único dueño de las cosas que poseían la familia Colt, así que solo obtendría un beneficio, y quizás, solo quizás no le importará que el chaval nunca se llegase a fijar en ella de la manera más bonita como es el amor. Sol tiene algo presente, Fran es gay, y a ella no le importaría ser la tapadera con tal de tener una buena economía.

Ambos obtendrían un beneficio del otro, ella un esposo lindo y una casa linda que podría presumir, Fran solo un espejo de lo que podría ser su mujer, aún si decidiera estar con un hombre él seguirá siendo solo de ella.

Fran tendría que ser suyo aunque eso le costara la misma vida.

—Vamos a comprar algo—Aurora toma al chico de una mano y se lo lleva lejos de la habladuría de los mayores. —No le hagas caso, Sol nunca va a ser nada tuyo, es mi mejor amiga, pero hasta ahí, no la quiero como cuñada. Además, yo te apoyo en ya sabes tú qué.

—Cállate Aurora—Fran le dijo, ya harto de escuchar la voz chillona y molesta de su prima—Me sangran los oídos cuando abres la boca.

—Mhm, bien que disfrutas de mi compañía—ella le dio un codazo y tomó de su mano, dirigiéndolo a un puesto de raspados—Uy, que rico, yo quiero uno, ¿también quieres?

—Prefiero consumir algo con empaque, no sabes si ese hombre se ha lavado las manos antes de servir eso.

—Agh, pero que delicado, no sabes ni de qué te  vas a morir.

—Ayer el hombre que pasó con la venta de pescado orinó detrás del poste que se encuentra frente a la casa, no se lavó las manos y aún así mi tía le compró y el tipo no se puso ni una bolsa para servirlo—el chico dijo con una nota de asco al recordar lo que vio—Por eso no quise almorzar.

Aurora solo abrió la boca y arrugó el rostro.

—Wacala Fran, ¿Por qué no dijiste nada? Si nos hubiéramos muerto intoxicados iba a ser tu culpa.

—No me preguntaron, además tú te mirabas feliz comiéndote hasta las espinas.

Aurora sonrió de medio lado al darse cuenta que estaba teniendo una conversación nada forzada con su primo, y aunque lucia serio y distante, eso no le importaba. Ella se sentía tan orgullosa porque era la única que podía sacarle tres palabras al chico.

—Ya hasta se me fueron las ganas de comer—ella le dijo.

—Está bien, entonces me iré a comprar un helado.

—Yo quiero uno—Aurora le mostró una sonrisa dulce, haciendo que Fran pusiera sus ojos en blanco.

—Dijiste que se te había ido el hambre.

—Es que no entiendes a las mujeres.

—Y no quisiera.

—¿Me invitas Fran?—ella insistió.

—Está bien, pero deja de hablar.

En ese justo momento se les acercó Sol y Fran cambió rotundamente su expresión, si antes lucia serio, ahora estaba lo que seguía de eso. No entendía porque no le agradaba Sol, ella tenía algo que provocaba que el chico quisiera tenerla lejos. Por igual, odiaba que la tonta de Aurora se juntara con ella.

—Oye Fran, ¿Me invitas a un helado?—la chica le dijo con una sonrisa que pretendía ser de encanto total, se le acercó con cautela, queriendo tomarlo del brazo. Fran no se movió, en cambio, trató con todo su ser encontrar la belleza de la muchacha, pero solo tuvo esa necesidad de apartarse y así lo hizo.

Para él Sol no era bonita, era simple y desagradable, no se imaginaba siquiera sonriéndole.

—No tengo dinero—fue directo y Aurora solo vio la escena con incomodidad.

—Entonces te invito yo—Sol quiso insistir, pero él se negó.

—Odio el helado.

La vio por última vez, pasándole por un lado, mientras en el proceso empujaba su hombro.

A él simplemente le caía mal.

Ella era falsa, manipuladora y eso no le agradaba.

—Una pregunta seria, ¿Qué no odia Fran?—la chica murmuró para sí misma, con ganas de querer llorar por el rechazo—Es un baboso.

—Ay Sol, yo también quisiera saber esa respuesta—Aurora dijo, viendo a lo lejos a Fran—Debe de haber algo, muy en lo profundo de su ser, quizás en su alma, que Fran ame. Pero ahora solo procura odiarse hasta sí mismo.

—Le quiero gustar.

—Lo veo difícil.

—Au, es que es raro, ¿Si Fran es gay porque no actúa como los otros gay? Pretende solo ser un chavalo súper macho que confunde a muchas chavalas.

—Creo que no todos los gay tienen que ser extravagantes, eso sí es raro—Aurora vio fijamente a su amiga, ella era bonita, pero no tanto como para gustarle a su primo—Además tú te confundes solita, ya deja de molestarlo y pretender querer ser su novia frente a nuestros padres, eso no le gusta y seguro esa es la razón por la cual no le caes nadita bien.

—Tengo miedo de que se enamore de alguien que no sea yo, de verdad que me da miedo que Fran se llegue a enamorar. 

—Yo tengo miedo de que nunca llegue a amar.

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Esa misma noche hizo frio, fue uno tan fuerte que el aire se le colaba por la cobija, haciendo que el cuerpo entero le temblara. Se aferró a las sabanas, pero era en vano, el frio no desaparecía con nada. Abrió sus ojos y vio el techo en medio de la oscuridad. Su corazón le palpitaba fuerte, tanto que le era imposible respirar.

Se incorporó, la ventana estaba semiabierta, dejando que todo el viento se colara en cada centímetro de su oscura habitación.

De la orilla de la cama tomó el par de muletas y se puso de pie, para ir en busca de un suéter y otra cobija, también para cerrar la ventana, no podía ponerle seguro ya que estaba descompuesta, así que solo optó por prensarla usando una camiseta.

Recordó que su tía guardaba sabanas limpias dentro de un viejo ropero que se encontraba en el patio trasero, con dificultad salió por el pasillo, y fue hasta atrás. Por el reloj de aguja que había colgado en la sala pudo distinguir que ya eran pasadas de las dos de la mañana. Afuera el frio era peor, incluso podías escuchar el tintineo de sus dientes.

Vio por un momento a la nada del terreno baldío que yacía ahí, y el rotulo que rezaba: ¡SE VENDE ESTA PROPIEDAD!.

Estuvo ido de la realidad por un par de minutos, sintiendo el viento colársele hasta por la ropa interior.

Aunque no llovía se podía sentir la brisa pacifica caer, mezclada con el canto de los grillos. El cielo lanzaba relámpagos, iluminando las calles sin pavimento y sin luminarias. Después de un rato desvió la mirada y tomó su objetivo. Cuando se dispuso en andar un ruido proveniente de la cocina lo sobresaltó.

Uno de los perros inmediatamente empezó a ladrar del lado del golpe, el ruido del ladrido era fuerte y algo atemorizante, porque nunca había escuchado ladrar de tal manera a ese perro.

—Hey, Duque, silencio—pero el perro no le hizo caso y siguió en lo suyo.

Otro golpe, seguido de otro. 

Fran puso la sabana en el suelo y con pasos torpes y costosos ya que no llevaba la prótesis se permitió ir a ver qué sucedía. Él no creía en fantasmas ni en ninguna de esas cosas, lo que creía era que debía temerle a los que todavía se encontraban con vida.

Las personas eran malas.

Se detuvo cuando escuchó otro golpe que le hizo la piel erizar, más de la que ya la tenía. Pero el miedo le pasó rápido, así que prosiguió en su marcha.

Vio en dirección al pasillo, pero nadie despertaba. Cuando estuvo muy cerca de su destino se volvió a detener, dudoso y temeroso a la vez. El ruido provenía de ahí, y ahí estaba. Si era alguien armado sabía que no podía defenderse, su discapacidad se lo impedía. Pero aún así, con la valentía que todavía conservaba tomó un suspiro y se adentró a la cocina.

Todo estaba en absoluta oscuridad, pero la luz amarilla del refrigerador le cegó la vista. Su corazón estaba tan acelerado que le dolía, y por ende eso ya era malo.

De rodillas yacía una persona de espaldas, y con desespero metía comida en una mochila.
Fran no podía creerse eso.

Al parecer la otra persona no se daba cuenta porque seguía en lo suyo, por lo que dejó que acabara. Y cuando se le dio la oportunidad habló tan seriamente que la voz le salió hasta ronca.

—¿Por qué te robas mi comida?

El sujeto del susto lanzó la mochila al suelo, haciendo que una sartén cayera en el proceso, provocando un fuerte ruido que solo hizo que el perro ladrara más.

—Voy a llamar a la policía.

—¡No!—el sujeto lucia asustado aunque la oscuridad no dejaba verle la cara, pero la voz temblorosa lo era todo—No lo hagas, por favor.

—Te metiste en mi casa a robar, eso es un delito.

No pasa mucho cuando las luces del cuarto de sus tíos se encendieron, quizás ya se percataron del ruido.

—Mi tío tiene una escopeta, te va a matar—Fran escuchó la puerta abrirse y no se movió—No te vas a poder escapar.

Aunque no reconocía el rostro del sujeto ni siquiera tuvo la intención de querer hacerlo.

—Dime que más te robaste.

—Te juro que solo comida.

La voz del tipo salía temblorosa, de verdad que debía estar realmente asustado.

—¡¿Quién anda ahí?!—era la voz de su tío y no se escuchaba nada feliz.

—Mierda, no dejes que me mate, yo solo quería comida… Nunca he robado, pero no he comido desde hace días y quería algo…

—Escóndete debajo de la mesa y no hables—Fran fue directo, a él no le conmovían las palabras del tipo, ni siquiera le generaban lastima, pero tampoco iba a dejar que le quitaran la vida por algo tan estúpido.

—Gracias.

El tipo hizo caso, Fran a como pudo cerró el refrigerador, el aire frio le hizo estremecer todavía más. En ese preciso instante la cocina fue iluminada por completo, y detrás de él escuchó a su tío suspirar con hastío. Se dio vuelta y vio como su tío bajaba lentamente el arma que lo apuntaba.

—Lo siento, tenía hambre y quise calentar algo.

—Chavalo estúpido, para la próxima haz menos ruido, uno piensa que son ladrones.  —Su tío estaba molesto, muy molesto—Y prende las luces, para que no hagas ruido.

El hombre no se quedó a esperar una respuesta de su sobrino, porque por lo general nunca iba a obtener una y se marchó, cerrando la puerta en el proceso. Cuando escuchó la puerta de su habitación cerrarse de la misma manera se dirigió al lugar en donde estaba el ladronzuelo escondido.

Ahora si podría verlo.

Cuando el otro tipo fue consciente de que no había ningún peligro se puso de pie muy lentamente, quedando a la altura de Fran.

Y en ese efímero segundo ambos se reconocieron.

El sentimiento que los atravesó fue extraño.

De eso extraño que asusta.

Ninguno dijo nada, quizás estaban en el proceso de encontrar palabras.

Fran estaba en un pasmo total por reconocer al chavalo que en más de una ocasión se ha topado, en cambio, Simón se encontraba totalmente avergonzado que tuvo que bajar la mirada y al hacerlo se dio cuenta de algo que lo sorprendió.

—Tu pierna—murmuró inconsciente y fue inevitable no estar doblemente apenado. —Lo siento.

—Odio las disculpas.

—Entonces me jalo de aquí—Simón dudoso de tomar o no su mochila solo optó por no llevársela, pero cuando quiso irse Fran lo detuvo. 

—No te vayas todavía—le hizo un ademan para que recogiera la mochila, Simón por un momento llegó a creer que le diría que se la podía llevar, pero esa emoción fue cortada cuando el chico le dijo muy seriamente—: Vuelve a dejar todo como estaba.

—Hijo de…

—Y ahórrate tus groserías.

Fran le dio la espalda, pero no salió de la cocina, simplemente se tomó la libertad de prepararse un sándwich en lo que el individuo acababa su labor.

—No vuelvas hacer esto, quizás la próxima no tengas la misma suerte—Fran le dio un golpe en la espalda al chico con la muleta, este se giró, pretendiendo defenderse verbalmente, pero su boca no soltó nada cuando sus ojos dieron con el sándwich que el chico le ofrecía—Come esto, voy a calentar algo de lo que sobró de la cena.

Fran metió en el microondas a calentar el pollo con papas que nadie quiso comer, ya que la abuela de sus primos llevó cena para todos. Ambos permanecieron en absoluto silencio mientras se cumplían los cinco minutos en el microondas, solo que Fran desconectó rápidamente el objeto porque no le gustaba el pitido que este provocaba. Simón por su parte, en ese lapso solo se permitió observar fijamente los movimientos del chico. Comió su sándwich y solo pensó en cómo sería estar en el lugar del otro.

Era un poco raro, pero quiso preguntarle su nombre.

No tenía cara de Juan, ni de Pedro o de Miguel. Su cara sonaba más a Augusto. Si, en vez de preguntar se quedaría con ese nombre imaginario.

Lo llamaría Augusto.

—¿Cómo fue que entraste?—la pregunta lo hizo salir al mundo real, ahora se daba cuenta que el chavalo lo miraba con enojo retenido, haciéndolo ver intimidado.

—La ventana—señaló el pasillo, y la puerta que se encontraba abierta. Entonces Fran unió los hilos.

—Entraste por la ventana de mi cuarto apenas me viste salir—no era una pregunta de dudas, era una enorme afirmación—Que astuto.

—No volverá a suceder, lo juro.

—Ya no importa.

Fran le dio el termo con comida y se dispuso en andar hacia su cuarto, en el proceso apagó las luces.

—Saldrás por donde ingresaste, ven conmigo y no hables.

Simón le siguió hasta que entraron y cerraron la puerta, Fran encendió las luces, fue hasta su armario y tomó un par de suéteres. El frio era estremecedor, y el chavalo tan solo llevaba una camiseta rota.

—Ponte esto, el hielo de la madrugada puede enfermarte, también come lo que te he dado—Fran no entendía la razón por la cual estaba siendo bueno con el chaval, pero tampoco se iba a detener a buscar una, simplemente se dejaba llevar por sus impulsos. Entonces recordó que hace semanas le dijo que le daría sus zapatos, por lo que sin pensarlo le señaló un cajón—Ahí hay zapatos, toma los que más te gusten y te vas, ah, y me haces el favor de apagar las luces.

Fran se sentó en el borde de la cama, puso en un punto accesible sus muletas y se permitió volverse a acostar.

—¿Por qué estas siendo amable conmigo?—esa pregunta hizo que Fran se tensara.

—No soy amable—le dijo, resignado a creer que si lo era—Ya vete.

—De todos modos gracias, te lo voy a recompensar.

Fran se hizo bolita en su cama, sin detener el frio que le trituraba los huesos. No podía calentarse con nada. Puso una mano en su pecho y trató de regular su respiración. Sintió los huesos dolerle y el dolor era tanto que por un momento quiso llorar.

Esperó paciente a que el chavalo se largara, pero no se fue, se quedó ahí y sintió su mano tocar su frente.

—No jodas, tienes fiebre.

El tacto lo asustó mucho.

—Vete—le repitió.

—Ay mi chavalo, ¿Y si te mueres?

Inconsciente Fran sonrío, le hizo gracia las palabras de Simón.

—No me voy a morir, solo… Solo vete.

Simón vio como el chavalo temblaba horrible, parecía que le estaba dando un ataque de epilepsia.

—Ta’ bueno, me voy, pero prometo no olvidar lo que hiciste, muchas gracias—quitó su mano de la frente del muchacho y vio su perfil por unos segundos. Era bonito, tan bonito que lo hizo sonreír. Pero sabía que enamorarse de un chavalo con pinta de fresa estaba mal, y lo peor es que nunca se daría—Levántate y dile a tu mami que te de una pastilla para la fiebre o que te lleve al hospital, por fa, no te mueras.

Y sin esperar una respuesta se marchó.

Fran no pudo evitar sobre pensar muchas cosas.

Lo que restó de la madrugada pensó en su mamá.

También pensó en su papá.

Incluso en su hermanito que iba a tener.

El destino fue cruel con un niño de seis años, se llevó a su familia y lo puso con unas personas que ni lo querían.

Sus manos se aferraron a las sabanas, mientras que millones de lágrimas mojaban las coberturas de sus almohadas. Quería encontrarse, ser feliz o al menos tener una razón para seguir viviendo.

Contaba los días, cada uno con total precisión, buscando la mejor fecha para morir.

Pero ninguna lo era.

Su vida no era perfecta, había motivos de sobra para querer morirse, solo que era un maldito cobarde para no hacerlo de una buena vez.

Y con mucha más razón seguía odiándose.

Fran se odiaba por no tener el valor de acabar con su patética vida.

O tal vez guardaba una efímera esperanza de que todo cambiaria.

******

Nota de autora: Estamos a horas del 2025 y estoy segura que el año nuevo será de buenas acciones y positivas jugadas karmaticas.

Tengo la mitad de este libro ya escrito, por lo que las actualizaciones ya serán más seguidas, al menos tres veces por mes.

Incluso tengo ya los entremés de la historia, que serán cada tres capítulos.  👁️👄👁️💅🏻

Nos vemos pronto, y feliz año nuevo. ✨✨🎉🎉

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