III: Encías
Sin siquiera esperar una palabra más me dispuse a buscar por todo el cuarto, incluso dentro de los armarios y debajo de la cama, no había ningún rastro de ella, demonios.
Pero si no estaba allí, ¿donde más podría estar?, la última vez que vine estaba dormida, y con suerte tenía fuerzas para respirar, a menos que la hayan sacado de aquí, aunque no es probable, pero recordé que esta habitación tiene un cuarto de baño.Empujé la puerta como si mi vida dependiera de aquello, y en parte así era, mi respiración estaba algo agitada, por suerte, o desgracia, ella estaba ahí.
Su pequeño cuerpo estaba de pie frente al lavabo, mirándose fijamente al espejo, sostenida de la helada pared, en sus manos había algo, no estaba segura de lo que fuera, pero era metálico y con punta, estaba algo rojo, al igual que su boca.
Acto seguido solo golpee su mano y aquel objeto cayó al piso, tomé sus brazos y prácticamente la obligué a mirarme, su saliva se teñía cada vez más de un carmesí, pero aún así lograba sostener una sonrisa de satisfacción, al contrario de mi, que solo podía mantener un ceño fruncido y mis labios apretados.
Sin decir una palabra apreté sus mejillas con mi mano y así abrió la boca, permitiéndome ver sus encías arruinadas, tejido destrozado por todos lados.
—¿Qué querías hacer exactamente? —la cuestioné frustrada.
—Tenía un diente selto, es todo, y quería ayudarlo a salir más rápido —su voz solo era juguetona, como la de un niño que ganó una pelea, lo que más me molestaba era que mi enojo la hacía reír— aunque no lo logré, supongo que el hada no vendrá esta noche.
—¿Me dejas verlo?
—Claro —abrió su boca y metí un dedo, inspeccionando todo el lugar, pero luego de un rato mordió la yema de este y lentamente saque mi dedo de ahí.
—No ví nada —entrecerré los ojos esperando su honestidad.
—Oh bueno, tal vez ví mal —era obvio que iba a negarlo.
—De acuerdo —inesperadamente metí mi mano nuevamente en su boca, está vez con un trapo húmedo para limpiar los cortes, mi acción hizo que ella se molestará, puesto que estaba tratando de soltarse de mi agarre y su ceño estaba fruncido, después de todo, no hay manera de lastimarla más que pisando su orgullo, el cuál funciona de una manera extraña.
Quité el exceso de sangre y luego puse más gasa para que no sintiera los dientes chocando con la herida, por fuera solo hice que desinflamara la zona con algo de hielo.
Nombre: Holly Shaw
Edad: 11 años
F. de nacimiento: 30.03.1892
Condición: Síndrome de Münchhausen
(El síndrome de Münchhausen es un trastorno mental en el que una persona finge o provoca deliberadamente enfermedades o lesiones en sí misma para recibir atención y cuidado, incluso pueden mentir sobre su historia médica.)
La llevé de vuelta a su cuarto, dónde seguían esperando las pelicelestes, tan solo de verla fueron a ver qué pasaba.
—Hollie querida, ¿te encuentras bien? —cuestionó la de trenzas.
—Mm —negó con la cabeza, probablemente se le dificultaba hablar con todas esas cosas en su boca— Darcy es una mala hermana, yo solo quería que el hada de los dientes viniera y me dejara una moneda de oro —las miro con ojos de cachorro.
—Darcy, no deberías tratar así a la pequeña niña —habló Nell, su tono era bastante convincente, aunque en el fondo sabía que lo decía solo para seguir con la mentira de Hollie.
—¿Ves Darcy?, ellas si son buenas —me quedé en silencio e hice que volviera a la cama.
—Hollie cariño, ¿cómo te has sentido luego de esa última crisis?, oí que no muy bien —pregunto la mayor.
—Ah, eso, yo diría que muy bien de hecho, tuve un largo sueño, —claro, no despertaste en 4 días— así que pude descansar de esta rubia —puedo decir lo mismo.
—Entiendo querida.
—Aunque no entiendo cómo siquiera fue posible que aquella lámpara se hubiera roto y cortado mis pálidos brazos, tuve suerte al sobrevivir, fue una sorpresa abrir los ojos está mañana, pensé que estaría en el cielo ahora mismo —no estoy muy segura de si irías precisamente allí.
Luego de tratar de manipular a las gemelas cubrió su cuerpo con las mantas de su cama.
—Es muy lamentable, pero nos alegramos de que te encuentres sana nuevamente, creo que estás algo cansada por jugar con tu diente, así que te dejaremos descansar tranquila —fue todo lo que dijo una de las gemelas, para luego recibir un "muchas gracias" de parte de mi hermana y salir de la habitación.
—Si se dan cuenta de que solo las quiere porque se "creen" lo que dice, ¿no? —mencioné molesta.
—Por supuesto, pero al menos sabemos calmarla —no puedo negarlo.
Salimos de su recámara y nos dispusimos a volver Al fondo de la mansión dónde todos los demás se encontraban.
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