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8

California me dio mucho más de lo que yo habría sabido cómo pedirle alguna vez, inclusive cuando se empeñó en hacerlo de maneras tan misteriosas que aún no termino de comprender. A inicios de febrero estábamos en Los Ángeles, Nine Circles nos reservó dos habitaciones dobles en un hotel de lujo justo en el centro de la ciudad, hecho que, como no podía ser de otro modo, nos acrecentó el ego a los cuatro.

―Si no les interesáramos no se molestarían en hacer todo esto, yo te lo digo. ―Nunca antes vi a Bryan tan agitado de una buena manera, y era imposible que no estuviésemos de acuerdo con él. Lo supimos entonces y lo aseguro ahora, si la seguridad no hubiese sido real, nos habrían dicho que nos sacáramos de la manga un modo de ir hasta allá, pero no, todos los gastos corrieron por su cuenta.

"La gran naranja" era todo un sueño. La primera vez que estuvimos ahí fui incapaz de hallarle defecto alguno. Llegamos por la tarde, cuando las calles ya estaban teñidas de ese color que le daba el apodo a la ciudad, y el taxi nos dejó frente a un edificio que no tenía pinta hotel, sino de palacio. Tardamos poco en hacer el check-in, incluso puedo decir que nos demoramos más en decidir cómo quedaban las habitaciones.

―A ver, lo único que sé es que debemos mantenerlos separados. ―Sam se refirió a Jackson y a Bryan, quienes no parecieron entender el porqué. Yo sí que lo hice―. Si los dejamos en la misma habitación, no dudo que por la noche se van a ir a beber y los necesitamos sobrios mañana. Necesitamos darles una buena imagen.

Los dos compañeros de casa eran, a su vez, los dos desastrosos de la banda. A Sam, igual que al resto, le gustaba la fiesta, pero era más aterrizado; yo por mi parte juré voto de sobriedad desde el incidente en el bar. Pensar en alcohol me daba ganas de llorar, requería un par de meses para terminar de sacudirme el trauma. Ahora pensar en ello solo me causa gracia.

―Bien, puede que tengas un poco de razón ―admitió nuestro vocalista sin mayores complicaciones.

―Muy bien, tú y Alessio se quedan en una, Bryan y yo en otra. ―Nos organizó rápidamente, logrando una queja por parte de Bryan.

―¿Por qué así?

―Porque Alessio no sabe decir que no, y le va a dar miedo detenerte si te quieres salir del cuarto en la noche. Y Jackson no va a querer salirse si lo amenazo con regañar a Alessio, ¿verdad? ―Jackson le dio la razón―. Entonces así se queda.

Me resultó curiosísima su forma de razonar, aunque me tomó poco analizarlo y darme cuenta de que tenía mucha razón. Pese a que Bryan era un año menor que Jackson, era el más corpulento y grande de todos, además de tosco. Si él hubiese querido salir, sí o sí, no habría sido yo quien se plantase en frente de la puerta con la actitud de «tendrás que pasar encima de mí, primero».

―Por mí está bien ―concluyó Jackson―. De todos modos, Amelia me lo encargó a mí, así que... vámonos.

Sam apenas consiguió a darme la llave de nuestra habitación antes de que Jackson me tomase por la muñeca para arrastrarme a los ascensores. Podría haberme quejado, no obstante, no había nada por lo que hacerlo.

La idea fue siempre quedarnos a descansar, ordenar servicio a la habitación y no hacer mucho desastre. El plan cambió cuando decidí tomar una ducha y cuando salí del baño me encontré con que mi compañero ya no parecía tan dispuesto a quedarse ahí.

―¿Qué estás haciendo? ―pregunté mientras me secaba el cabello con una toalla, él estaba sentado al borde de su cama poniéndose las botas. Serían las nueve de la noche, o las diez.

―¿Por qué no vamos a cenar abajo? Me estoy aburriendo.

―Pero Sam dijo que... ―No tardó en interrumpirme.

―Sí, ya sé, vamos a cenar. ―Cuando terminó con el cordón de su zapato, se recargó sobre su rodilla. Me observaba con fijeza―. Anda, no vamos a beber... o bueno, quizá una cerveza, solo una, lo prometo.

―No lo sé. ―Dejé la toalla sobre una de las sillas de la habitación antes de ir hacia mi mochila en busca de una camiseta―. Si Sam se entera la tomará en mi contra.

―No tiene que enterarse ―insistió―. Vamos, por favor.

Me contrarió percatarme de lo endeble que era mi voluntad, que bastaba con que me insistiese un poco para acceder a cualquier cosa. La idea de Sam molestándose conmigo no ayudó a la ansiedad que constantemente cargaba sobre mis hombros, pero me arriesgué a ello.

―De acuerdo, pero tenemos que regresar antes de las doce.

Se puso muy feliz, se levantó de la cama y me lanzó la chaqueta que yo llevaba puesta al llegar al hotel. Al pasar frente suyo para salir me revolvió el cabello. Odiaba que la gente tocase mi pelo, pero quise que él lo hiciese otra vez.

Eventualmente dejamos atrás el restaurante para conocer el bar, decidí que lo mejor era dejar de preocuparme y disfrutar de su presencia; incluso si eso me acarreaba problemas, el arrepentimiento no ardería tan feroz si al menos me la pasaba bien. Me he desecho de muchos detalles de esa noche, pero todavía recuerdo el clima cálido y el aire salado. Nos sentamos en la barra, donde rompí mi voto de sobriedad.

Me gustaba cuando se carcajeaba con mis comentarios malos, así como la atención que me daba cuando le platicaba alguna historia. De algún modo me hizo sentir que me trataba menos como un hermano menor y más como a un amigo. Ambos términos me incomodaban, sin embargo, fue sencillo tomar preferencias.

Estuvimos charlando sobre todo un rato hasta que llegamos a la decisión que le hizo mudarse a Las Vegas y dejar atrás California en un principio. Resolvió la duda que también venía taladrándome la cabeza desde que lo conocí: si llevaba tantos años en Nevada con la intención de formar una banda, ¿por qué no lo hubo conseguido hasta ese momento?

―No fue tan fácil como yo pensé que sería. ―Ya estaba en su cuarta cerveza, no dije nada porque yo igual. Cuatro eran alrededor de ocho para mí, no obstante, en su sistema era como si apenas fuesen dos ―. Supongo que no tuve en cuenta todas las cosas en lo que uno gasta dinero: el alquiler, los impuestos, la comida, salir a divertirse, todo. Comprar los instrumentos y adaptar la casa me tomó todo este tiempo.

―¿Y no pensaste en regresar con tu familia en ningún momento? ―Él negó con la cabeza.

―No estaba dispuesto a dejarle saber a mis padres que fracasé. ―No me sorprendió, Jackson era un hombre orgulloso―. E hice bien, ya que si lo hubiera hecho no estaríamos hoy aquí, ¿no es cierto? Me tomó tiempo, pero nada que valga la pena llega fácil o rápido.

―No sé si yo hubiese soportado tanto.

―Yo creo que sí.

―¿Cómo lo sabes?

―Porque no eres tonto. ―Recuerdo todo lo que sucedió a partir de eso, conscientemente deseché lo insustancial y retuve lo que me importaba; ahora no puedo sacármelo de la cabeza aunque lo intento con regularidad. La manera en la que me sonrió y el cómo le brillaban los ojos por el alcohol ―. Estoy seguro de que, al igual que yo, habrías entendido que hay cosas por las que vale la pena sacrificarse.

―¿Cómo? ―Deseaba que hablase un poco más. Siempre que él se soltaba yo era el primero en darle coba, queriendo que notase lo mucho que me gustaba escucharlo, conocer la manera en la que funcionaba su cerebro.

―Mira, si hay algo que quieres mucho, tanto que podrías morir, vale la pena todo lo que tengas que sufrir por ello. Siempre, siempre vale la pena arriesgarse. ―Estaba a punto de terminar su cerveza, ya era de madrugada y éramos los últimos en el lugar―. Si yo no me hubiese arriesgado a dejar mi ciudad incluso sabiendo las consecuencias, no conocería siquiera la posibilidad de cumplir mi sueño.

Fue como si, sin yo darme cuenta, hubiese hurgado dentro del desordenado huracán interminable que era mi cabeza para decirme justo lo que necesitaba y quería escuchar; razón por la cual tuve que cerciorarme de haberle entendido bien.

―Entonces, lo que quieres decir es que, ¿es mejor intentar y fallar a quedarse en lo seguro y no saber si pudiste o no lograrlo? ―No fueron exactamente sus palabras, necesitaba que me diese la luz verde. Solo una palabra.

―Sí, exacto. ―Empinó por completo la botella antes de dejarla sobre la barra―. Cualquier cosa que quieras hacer, hazla. Incluso si no resulta como tú esperabas, siempre será mejor eso a la incertidumbre.

Me quedé con eso mientras pagábamos, le di vueltas al ir al baño antes de subir a la habitación y las repetí una vez más cuando estuvimos en el pasillo del hotel y te pedí que te detuvieses un momento. Te giraste sin entender qué ocurría.

Reuní mucho valor cuando me acerqué a ti y te besé.

La primera vez que sentí tus labios sobre los míos está grabada en mi memoria con mayor claridad que tantas otras cosas. Eran suaves, con ese gusto a cebada que yo detestaba, pero que era capaz de disfrutar si venía de ti.

Tu barba rasguñando mi rostro me hizo saber que sí, incluso conociendo todo lo demás, volvería a ese momento y lo haría de nuevo. Deshizo las dudas que llevaba arrastrando durante tanto tiempo. Era claro, siempre fuiste un sí. Incluso cuando te apartaste y me contemplaste con esa mirada que no supe descifrar. Sin decir nada te diste la vuelta, entraste en la habitación y te encerraste en el baño para no hablar conmigo.

Aquella noche me acosté en la cama, cubierto hasta la cabeza con las sábanas; avergonzado, creyendo que me odiabas y con un solo pensamiento en la cabeza:

Intenté y perdí. 

¡Heeeeey! Nuevo miércoles, nuevo capítulo, y no saben lo emocionada que estaban de que por fin pudiesen leer este. <3

¿Qué les ha parecido? ¿Alessio la embarró? ¿Por qué piensan que Jackson reaccionó como lo hizo, y qué creen que vaya a hacer después?

¡Nos vemos el domingo! Muchas gracias por leer, recuerden que siempre sus votos y comentarios los agradezco un montón.

Xx, Anna. 

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