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40

Una parte de mí tiene el loco presentimiento de que lo sabes, tal vez es ese ego que me impulsa a pensar que estoy presente en tu mente como tú en la mía. Lo más probable es que no, porque he insistido mucho en que sea de esa manera; sin embargo, me parece adecuado decirlo ahora.

Hace un par de semanas Sam ha estado en casa; me gustaría decir que fue una visita de placer para recordar viejos tiempos, pero no es del todo así. No sé si te enteraste de ello, pero de lo siguiente si no lo has hecho ya, lo harás dentro de poco. Me contactó hace poco menos de un año para ayudarle a escribir y producir algunas canciones para su nuevo disco, y debo decir que a esa creación le veo mucho futuro. Por más años que han pasado, la inseguridad sobre sus letras no ha cambiado; sin embargo, sí que me ha sorprendido gratamente con sus ocultas habilidades para el canto. Por supuesto no se acerca a ti, sin embargo, tiene una voz distinta y peculiar. Eso debes saberlo; no me lo ha contado él, no obstante, sé de otras fuentes que siguen en contacto. Sabrás que el medio es pequeño y las bocas bastante flojas. Nadie sabe guardar un secreto.

No ha sido la primera vez que nos vemos en todo este tiempo, sin embargo, esta vez ha sido distinta. ¿Y cómo no? Sam estuvo a punto de poner el tema de conversación sobre la mesa, pude verlo en la forma en que se tocó el cuello, en ese tic nervioso que le nace cada vez que está a punto de decir algo que no quiere. Debió ver en mi mirada que, aunque tu nombre casi se me escapa de los labios en más de una ocasión, no estaba ni listo ni cómodo para sostener una charla de ese tipo. Él conoce la historia, y a pesar de que yo no estoy al tanto de los detalles, perfectamente puedo imaginar lo que sucedió.

Hace unas semanas, días antes de su visita, incluso en mi calurosa isla italiana, al salir por la mañana a dar una vuelta por el vecindario, me encontré con tu nombre en los titulares de la revista y tu rostro en las primeras planas de todos los periódicos. Las primeras calles me resistí al impulso, pero como no podía ser de otro modo, terminé cediendo y comprando una copia. Ya había comenzado a escribir mi tortura entonces, quizá en parte es eso lo que me debilitó más de lo que hubiese hecho antes. Un año atrás hubiese continuado mi camino pretendiendo no darle importancia.

Leer el artículo me hizo volver a pensar, y es tan curioso que todo sucedió casi por las mismas fechas que hace tantos años: a inicios del verano, cuando Raphael nos llamó al departamento y nos exigió que nos presentásemos en Nine Circles porque estábamos en un problema de los gordos.

Mi corazón se aprieta con una violencia casi inhumana cuando recuerdo aquella tarde, en que nuestro representante nos sentó a Jackson y a mí en una de las tantas oficinas del alto edificio, en una mesa larga y nos miró como si fuésemos los seres más despreciables que hubiese visto en su existencia. ¿Pero qué podía haber pasado? Era todo lo que me preguntaba, pues, me gustase o no, todas las negaciones que Jackson dio en los medios respecto a nuestra relación fueron exitosas; al cabo de un tiempo todos dejaron pasar el tema y lo convirtieron en un rumor ridículo más de esos que todo el tiempo están dando vueltas por el mundillo.

―Ayer me mandaron una carta prácticamente anónima desde el otro lado del país. ―Guardó silencio, como si nosotros pudiésemos adivinar de lo que estaba hablando solo con esa información. Fue Jackson quien le pidió que continuase, porque eso no le decía nada―. Es de un tipo que está pidiendo dinero, mucho dinero.

―¿Dinero? ―cuestionaste tú, una pregunta que nos hacíamos los dos―. ¿Por qué?

Entonces su mirada severa se desvió en mi dirección, y me contempló como en la ocasión del programa de televisión. Como si todo fuese mi culpa, y de pronto me sentí pequeño en mi silla.

―Está pidiendo dinero a cambio de no exponer tu homosexualidad públicamente, Alessio. ―Él respiraba profundo, y yo, en cambio, dejé de hacerlo―. ¿¡Podrías explicarme cómo demonios es que un tipo, en Nueva York, tiene estás putas fotos!?

Dejó caer las fotografías en la mesa como si se tratase de una bomba; para mí lo fue. Yo no sabía de qué fotos estaba hablando, no tenía ni la menor idea, pero al inclinarme hacia adelante, pude reconocer mi cuerpo impreso en aquel papel. Y ojalá solo hubiese sido un cuerpo que bien pudiese ser ajeno, pero también observé mi rostro, una mirada semi perdida y la anatomía de un tipo de cabellera larga y rubia cernido sobre mí, con la boca adherida a mi cuello y las manos sobre mis costillas.

Me tomó un tiempo recordarlo, pero al final lo hice porque solo en un sitio, solo una noche, aquello pudo suceder. Logan. Aquel era su nombre, sin embargo, su rostro continuó siendo un misterio tanto en las imágenes como en mi memoria. Yo no recordaba que hubiesen sido hechas tales fotos, mucho menos que en aquel asqueroso cuarto de motel nos estuviese acompañando un tercero.

Las preguntas llegaron a mí por parte no solo de Raphael, sino de Jackson. Ambos furiosos, exigentes; a solo un par de tonos de llegar a los gritos. Me encantaría poder contar qué era lo que decían, pero no era capaz de escucharlos. Fue como si mis oídos se hubiesen taponado, dejando sus voces relegadas a un sonido sordo y lejano que no era capaz de procesar. Experimenté la mayor vergüenza que hubiese experimentado en la vida; ¿por qué ellos tenían que verme así? No quería que viesen mi desnudez, mucho menos en un momento que apenas recordaba y que cada vez que meditaba en él, me volvía a sentir sucio. No, ya no era solo suciedad, al ver aquello me sentí también utilizado, relegado a nada; como si ni siquiera fuese yo una persona.

Mis manos comenzaron a sudar y me sentí mareado, probablemente por la forma tan violenta en la que estaba hiperventilando. Pensé en mis padres, en los medios, en la reputación de la banda; en lo que se diría de mí. No era lo mismo que alguien dijese que yo era gay, a que todo el mundo viese unas imágenes como esas.

Quería salir corriendo de ahí, pero estuve paralizado y con el corazón latiendo como nunca antes en mi vida cuando fue una sola cosa la que me sacó de mi ensueño: las manos de Jackson.

Me encantaría decir que fueron tranquilizadoras y me brindaron todo el apoyo que yo necesitaba para salir del pozo en el que me estaba metiendo con cada segundo que le daba vueltas; que me hablaría con su voz conciliadora, me sostendría en sus brazos y me aseguraría hallar conmigo una solución para lo que estaba sucediendo. Me encantaría mentirme, cambiar mis recuerdos y hacer que fuese aquello lo que sucedió.

La realidad es que sus manos apresaron mis muñecas con fuerza, mientras su rostro se colocaba a centímetros del mío, exigiéndome saber qué era eso. Supuse que pensó que le había engañado y por eso estaba tan molesto; incluso eso yo lo hubiese entendido.

―¿¡Me estás escuchando!? ―Nunca me gritó de aquel modo, con esa expresión en el rostro, sosteniéndome de esa forma―. ¡Tiraste a la basura todo lo que he hecho en estas semanas, ahora nadie va a creer una mierda de lo que les he dicho, Alessio, en qué estabas pensando! ¡Faltan solo unos meses para el lanzamiento del disco, y si las ventas bajan por esto, te juro que yo...!

―¡Cállate! ―Le empujé lejos de mí, sin saber si en un instinto de supervivencia o de ataque―. ¡Deja de pensar solo en ti un puto segundo!

Estaba temblando y no sabía por qué, tal vez fuese por todo. Por el miedo, por la rabia, por la vergüenza y por el temor a lo desconocido. Mi reacción lo dejó lo suficientemente aturdido como para que no fuese capaz de decir nada al respecto, entonces me levanté de mi asiento y comencé a dar vueltas por aquella oficina cual animal enjaulado, deseando que eso me ayudase a recuperar los estribos.

―¡Tú, tú, tú! ¡Nunca piensas en nada más! ¡¿Qué dirán de mí, qué va a pasar con mi banda? Yo, yo, yo... ―recuerdo imitarlo con un tinte cruel en la voz―. ¿¡Por qué no piensas en mí!? ¡Es a mí a quien va a joder todo esto y a ti te preocupa el lanzamiento del disco!

Recuerdo la torpeza de mis dedos buscando en los bolsillos de mi chaqueta un porro y un encendedor, colocarlo entre mis labios y luego percatarme de la mirada que me daba Raphael desde el otro lado de la habitación, como advirtiéndome que no podía hacer eso en aquel lugar. A él le bastó una mirada de vuelta para entender que, por primera vez en mucho tiempo, me importaba una mierda lo que me dijese.

Prendí aquel cigarrillo de marihuana y le di dos profundas caladas antes de tratar de pensar en lo que debería hacer a continuación. Por supuesto, lo último que yo deseaba era que esas fotografías viesen la luz, y ni siquiera era por la banda o Jackson, sino por mis padres. Si ellos hubiesen visto eso, estoy seguro de que yo hubiese optado por morir antes de ver sus miradas tintadas por una decepción profunda. La misma que sentía hacia mí mismo.

―Hay que darle el dinero que está pidiendo ―escupí de pronto, pues fue la única resolución decente a la que llegué―. Dale lo que pide y que deje de jodernos.

Tal vez todo apuntaba a que ese día sucediera lo que tenía que pasar, quizá ya estaba marcado en el destino y no podíamos retrasarlo durante más tiempo. Era probable que nos hubiésemos perdido más de la cuenta para entonces.

Raphael dudó un momento, pero después negó con la cabeza. Le pregunté por qué se estaba negando, que no era una pregunta, sino una orden. Yo estaba seguro de que en nuestra cuenta teníamos el dinero suficiente para que él se perdiera y no volviese a hacerse presente en nuestras vidas.

―No es que no quiera dárselo, no podemos, Alessio.

―¿Cómo no vamos a poder?

―No tienes el dinero necesario para darle lo que pide.

―¿Cómo no vamos a tenerlo? ―cuestioné―. No he gastado casi nada.

A veces me pregunto si debí hacer aquella pregunta, o si hubiese preferido en su lugar continuar siendo completamente ingenuo sobre la situación en la que estaba metido hasta el cuello. Noté la mirada de Jackson sobre mi perfil, tenso, yendo de Raphael a mí a mil kilómetros por hora. Entonces lo dijo.

―La compra del nuevo departamento fue un golpe duro, y...

Pare en seco mi caminata, saqué el porro de mis labios y fruncí el ceño.

―¿Cuál departamento?

¡Aló! Señoritas y señoritos. Capítulo 40 y es la primera vez que se habla de forma tan explícita del presente, ¿en qué creen que ande metido Jack tanto antes como ahora? Los leo, bebeses. <3

Xx, Anna. 

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