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Andar en grupo con Sam, Bryan y Jackson era emocionante, subirme a un escenario con ellos no se asemejaba ni por asomo a cualquier otra cosa que yo hubiese experimentado con anterioridad. Ya no estaba atado a la calma y el control que conocía de presentarme en solitario en locales pequeños de horario familiar, sino que descubrí el descontrol del auténtico ambiente nocturno underground de la ciudad con sus pros y contras. Y vaya que cargaba sus contras.
Pronto empecé a comparar la vorágine Waterhunt con practicar algún deporte extremo, me gusta emplear el motocross como referencia. Estar en medio de ese hechizo feroz era electrizante, como sentir que cada célula de mi cuerpo vibraba en perfecta armonía. La adrenalina inhumana, la excitación de pensar que era imparable en el mundo y podía vivir por siempre, pero estando consciente en todo momento de que no era más que un espejismo y tarde o temprano terminaría chocándome con las consecuencias, porque nadie llega al final de su carrera sin un par de huesos rotos de por medio.
Tuve la primera probada de lo que se vendría una noche de mediados de octubre, eran las tres de la mañana y estábamos bebiendo los cuatro en este bar llamado Thrill Titanium después de haber tocado una de nuestras canciones originales por primera vez frente a un público; decidimos celebrar con el resto de los presentes luego del gran show. Yo no sabía beber y puedo asegurar que ninguno de los chicos me presionó demasiado a hacerlo, fue mi decisión lanzarme de cabeza para no desentonar con el resto de la fiesta.
―Quiero tomar algo ―comenté a Jackson, quien no se molestó en disimular la sorpresa de que la iniciativa hubiese nacido de mí. Usualmente era al revés.
Me preguntó qué se me antojaba y yo le dije que lo mismo que él estaba tomando, se perdió entre la gente y regresó unos minutos más tarde con un vaso lleno de una bebida que por la poca luz parecía negra. Me la extendió y se quedó muy atento para observar mi reacción la primera vez que la probase.
Nunca supe lo que eso era, probablemente una mezcla de varios tipos de licores distintos, a él le gustaba mucho revolver cosas. De fondo, por debajo de aquella potente bomba amarga que me incineró la garganta, percibí un poco de dulzor por el refresco de cola. Casi me atraganto, debí haber puesto la misma cara que un bebé al saborear por primera vez un limón, pues la carcajada que me regaló fue tan alta que se escuchó a pesar de la música estridente.
―¿Y qué? ¿Está bueno? ―me gritó cerca de la oreja para que pudiese escucharlo.
―¡Está asqueroso! ―De cualquier modo, sabiendo ya lo que me esperaba al darle un trago, fue fácil beber el resto.
Su potencia comenzó a surtir efecto dentro de mí al cabo de un rato; me aflojó la sonrisa, aligeró mi cuerpo y me dio una sensación de mareo ligera que me resultó incluso divertida, por lo cual, sin decirle a nadie terminé pidiendo más de esas burradas. Lo que recuerdo después de la cuarta se reduce a tres o cuatro momentos que están tan borrosos que me cuesta distinguir entre si en verdad pasaron o fue obra de mi mente alcoholizada.
Tengo algunos instantes de lucidez que me remontan a estar caminando a tropezones entre la gente, intentando encontrar a cualquiera de los chicos. Lo siguiente que viene es ir con el brazo colgado alrededor de los hombros de alguien, prácticamente dejando que me arrastren. Era raro sentirme como un espectador sin poder de acción incluso estando dentro de mi propia piel.
La siguiente memoria es más larga, aunque se trata de sensaciones y sonidos. Mantuve los ojos cerrados en un intento de que el mundo dejase de dar vueltas, estaba sentado en la banqueta mojada, la música del club todavía se escuchaba amortiguada a mis espaldas y alguien estaba sentado a mi lado. No supe dónde demonios había dejado mi chaqueta y tenía muchísimo frío.
―¿Qué le diste? ―preguntó Sam, se escuchaba molesto.
―Le di un venom. ―Venom, ese era el nombre del trago infernal―. Pero tampoco era para que se pusiera así, solo se tomó uno.
Jackson era quien se encontraba a mi lado, me estaba sobando la espalda como si eso pudiese bajarme la borrachera que llevaba encima.
Me desconecté de la conversación cuando los horribles síntomas me trasladaron a la única otra ocasión en la que me puse así de mal hasta esa vez. Fue a los dieciséis, George dejó que Adam y yo fuésemos a una fiesta con sus amigos un par de años mayores.
Aquella noche del '87 bebí tanto vodka que todavía me marea cada vez que lo huelo, pero lo más destacable es que en dicha borrachera perdí la virginidad. Tampoco está muy fresco ese momento en mi cabeza, la música era espantosa y alta, escuchaba demasiado bullicio de fondo y estaba encerrado en el baño con una chica llamada Miranda. Recuerdo solo un pensamiento claro de esa vez: «no quiero hacerlo, pero no me dejarán tranquilo si no lo hago, así que debo hacerlo». Trastabillé dentro de ese encerrado cubículo con olor a orina junto con ella y tuvimos el peor sexo de la vida. Ni siquiera llevábamos condones.
Me dejó un mal sabor de boca recordarlo entonces y me lo deja incluso ahora.
Cuando me quise dar cuenta ya estábamos en la camioneta de Sam, al parecer me quedé dormido un rato, pero estaba de vuelta en la semiconsciencia más mareado que nunca. Él continuaba a mi lado.
―Jackson. ―Me quejé mientras me retorcía en el asiento. Noté la boca salada, estaba llorando―. Me voy a morir.
Es absurdo pensar en ello después de tanto, sin embargo, esa vez en verdad la loca idea de que estaba a punto de morirme era real. Las luces de la carretera eran muy brillantes, solo podía verle la silueta. Debió decirme algo con la intención de tranquilizarme, pero no pude prestarle la suficiente atención porque justo después me doblé en el asiento, vomité el piso y de paso sus zapatos. Las luces se me apagaron de nuevo cuando volví a enderezarme.
Desperté al día siguiente sin entender muy bien ni siquiera cómo me llamaba. La luz que entraba por la ventana me lastimaba los ojos, por lo que me cubrí el rostro con el brazo mientras me quejaba. Pasaron un par de segundos hasta que recapacité (más o menos) lo que sucedió la noche anterior. Me levanté de golpe al pensar lo furiosos que estarían mis padres; mala idea, pues eso ayudó a despertar al mortal dolor de cabeza que me martilleaba el cráneo.
―No te levantes así, no seas idiota. ―Escuchar la voz de Jackson me alteró incluso más. Abrí los ojos y me di cuenta de que no estaba en mi casa, sino en la de Bryan y Jackson. El corazón comenzó a golpearme con fuerza el pecho al pensar en que mi mamá y mi papá no estarían solo furiosos, iban a matarme por no llegar a dormir.
―¿Qué pasó? ―balbucee mientras lo buscaba con la mirada. Estaba medio desparramado en un sillón en la esquina de la habitación. Su recámara, camisa fuera, plato de cereal entre las manos y oscuras ojeras bajo los ojos―. ¿Por qué no estoy en mi casa?
Asimismo tenía mis dudas acerca de por qué estaba en su cama, pero me las reservaría para luego.
―Anoche te pusiste peor que ruso en invierno ―comentó con naturalidad, no estaba molesto conmigo―. No te llevamos a tu casa porque tu mamá nos iba a matar si nos atrevíamos a dejarte como estabas. Ya no te iba a dejar tocar con nosotros.
―Estará preocupada ―temí, sin embargo, él me quitó las ideas de la cabeza haciendo un ademán con la mano y dándole una cucharada a su desayuno.
―Llamó en la mañana, le dijimos que terminamos tarde y nos quedamos aquí, ya que era peligroso manejar tan tarde. ―Comió un poco más antes de agregar―. Me debes una, tuve que cuidar toda la noche que no te ahogaras con tu propio vómito.
Tiempo después me enteré de que eso no era una broma, en serio tuvo que estar al pendiente de mí porque yo no dejaba de expulsar de todo por la boca. Y no solo eso, sino que se ofreció además a limpiar la camioneta de Sam por la manera en la que yo la había dejado, pues se sintió de cierto modo culpable de darme esa bebida.
Me llevaste un vaso de agua y una pastilla que ayudó a controlar la resaca, me dejaste ducharme en tu casa y me prestaste algo de ropa para que no oliese a alcantarilla a la hora de volver a casa. Incluso accediste a no poner música con tal de no agravar mi jaqueca. Supongo que de ahí tomé las bases para aprender a cuidarte a ti cuando estuvieses en la misma situación. No lo supe entonces, pero serían muchas veces.
La cosa comenzó el día en que te conocí, pero yo fui verdaderamente consciente de ello apenas esa mañana. Me sentí protegido, a salvo; sano incluso cuando todo el cuerpo me dolía. Me pregunto si lo hiciste por deber o si en serio deseabas hacerlo, si fue por no perderme como guitarrista o porque de forma auténtica estabas preocupado por mí.
¿Cuándo comenzó para ti, Jackson? ¿Cuándo te diste cuenta tú de que era algo más? Supongo que me tomo la libertad de hacer esta pregunta debido a que es poco probable que algún día la contestes. Asumo que, aunque pretendo que no, todavía tengo miedo de que me digas que nunca lo hizo en realidad.
¡Hola! Nuevamente es miércoles, qué emoción. Espero toda la semana a que sea este día para que puedan leer un capítulo nuevo. <3
¿Qué opinan de Jackson? ¿Por qué creen que se comporta como lo hace con Alessio? ¿Tal vez Alessio se está haciendo muchas ideas solito o tiene motivos?
Espero que les haya gustado, ¡nos vemos el próximo miércoles!
Xx, Anna.
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