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Fue cerca del cuarto mes de trabajo cuando terminamos de escribir en su totalidad todas las canciones, lo cual resultó curioso, pues muchas de ellas tenían ya gran parte de la melodía preparada. Nos retrasamos bastante por mi culpa, he de admitirlo, pues con aquel álbum fue particularmente detallista. Incluso pese a la insistencia de los chicos en que las letras estaban bien, yo continuaba reescribiendo versos, cambiando algunas cosas, añadiendo otras cuantas. Jackson y yo discutimos mucho por ello en esas semanas de trabajo, pues él sentía que yo lo estaba dejando de lado en el proyecto. No estaba del todo equivocado en eso.

El presente es como estar atrapado dentro de un bosque sin saber nada sobre supervivencia básica; ves los árboles, sin embargo, serías incapaz de distinguir un roble de un abeto. Sabes ubicar el norte en un mapa, no obstante, es imposible hallarlo sin una brújula en tu mano. Entonces andas en círculos durante días sin saberlo, hasta que pareces reconocer un arbusto familiar; y te cansas y recuerdas que alguna vez has leído que lo ideal es seguir el cauce de un río hasta la civilización, pero por tu mala fortuna, el agua no se mueve. Solo está ahí, quieta. No baja, no sube, no sabes qué dirección seguir para salvarte.

El pasado, por otro lado, es como observar el bosque a la distancia; viendo las copas de los árboles, distinguiendo la montaña en el centro; reconociendo el mar donde desemboca el riachuelo que no has sabido seguir cuando estabas ahí. Ver el pasado siempre es más claro, más seguro.

Ver el bosque de mi vida a la distancia me ha permitido ver por qué me costó tanto trabajo avanzar rápido con Royal Red, y también por qué sí, alejé a Jackson del proceso de escritura. He llegado a la conclusión de que, siendo un proyecto tan personal, me daba pánico que él pudiese analizar de más las letras y reconocer en mi caligrafía desenfadada todos los secretos que habitaban en las paredes oscuras y tormentosas dentro de mi cráneo.

Además, como si lo supiese incluso entonces, no quería terminar. No deseaba soltarlo, porque dejarlo ir significaba que pronto estaría entre las manos de cualquiera. Era mío, era yo, era mi alma, ¿cómo entregar un pedazo del ser así de fácil?

Yo creí entonces que las primeras semanas de trabajo fueron un poco solitarias al aislarme en la intimidad de mis pensamientos, pero estaba equivocado. Soledad era aislarme en mis pensamientos y voltear a un lado, buscándote, encontrándome el sofá vacío y el departamento sin ruido alguno, pues te habías molestado luego de que yo insistiese en hacer otra modificación. Cuando estabas molesto te levantabas y te ibas, porque era más sencillo estar lejos de mí cuando ni siquiera yo mismo era capaz de entender qué era lo que sucedía conmigo. Era más fácil volver de madrugada, cuando yo ya estaba rendido sobre la cama, con los ojos abiertos, secos por no parpadear en minutos, con la energía drenada por tanto especular. Sin ganas de pelear, sin ánimos de extender la pena que me aquejaba el pecho cada vez que me observabas con desdén; pero asimismo sin bravura suficiente para sonreír.

Abatido, esa es la palabra. Cuando estaba abatido era dócil; dócil no pensaba, y cuando no se piensa nada duele, los males parecen menos malos.

Esos meses pasaste demasiado tiempo fuera, y yo demasiados días encerrado. Hubo algunas cuantas primaveras, no voy a mentir; a veces había destellos de luz dorada en tus sonrisas y agua clara en tu mirada, en esas noches que me arrastrabas fuera y me obligabas a divertirme. Cuando mi sangre dentro de las venas se convertía en licor y recordaba lo que era que las mejillas me doliesen por tanto sonreír. Ese dolor en la cara era lo más cercano que tenía a estar vivo de nuevo en medio de mis semanas más oscuras; eso y los días en que me exigías parar con el trabajo y te acostabas a mi lado. Cuando por unas horas eras el Jackson de veintisiete, y yo el Alessio de veinte; y me amabas como aquella noche en algún hotel de paso en medio de nuestra primera gira.

«Ayer abrí las persianas esperando encontrarme con el día; pude ver el sol, pero no brillaba, solo acompañaba a la luna en una noche que cuando empieza nunca termina. He estado aquí antes, he visto el alba, pero los amaneceres nunca llegan, porque esta noche es la noche sin fin». The Never Ending Night fue la canción con la que Sam se percató de que todas y cada una de las canciones de Royal Red transcurrían de noche. Alusiones al día había por montones, pero el escenario nunca era uno soleado. Cuando lo comentó, ni siquiera yo estaba enterado de eso, aunque tampoco diré que fue una coincidencia del todo. Mis sentires, así como mis letras, siempre han ido de la mano. «Diles a las sombras en la pared que estoy perdido en el colchón y no sé encontrar mi camino fuera de la cama, que a veces me ahogo entre las sábanas; o que me aterra lo que me encuentre al tocar el suelo».

Los versos causaban intriga, pues, aunque querían que dejase de escribir para que pudiésemos trabajar a tiempo completo en las melodías, siempre que les mostraba algo nuevo lo leían. Era un cambio no solo en mi escritura, sino también en los temas que tocaba y las maneras en que los abordaba.

―No has escrito ninguna canción de amor ―comentó Jackson un día, mientras trabajábamos en la base del ritmo para Blind―. Eso es extraño, tiendes a tirar mucho por esa línea.

―Claro que he escrito una canción de amor, está repasando su vida y todos se han enamorado, por supuesto tiene que haber una. ―Recuerdo tallarme los ojos, tratando de disipar el cansancio que siempre estaba conmigo.

―¿Y cuál es?

Free Fall.

―A mí no me jodas, Free Fall es lo más depresivo que he escuchado.

Él se estaba riendo al decir aquello, pero yo no.

Free Fall fue una de las canciones que más me costó escribir del álbum, y fue también la que comenzó una teoría respecto al amor que me ha acompañado durante muchísimos años; con el tiempo la he pulido, sin embargo, su esencia es la misma. Sé por qué le pareció triste, y es porque lo es; lo que me pareció curioso fue que pensase que ese detalle la alejaba de la línea del amor, pues por nuestra historia, siempre creí que lo veíamos de la misma manera.

«He desperdiciado mi tiempo buscando el paraíso, pues tu fantasma solo disfruta de hacerme el amor luego de haberme arrastrado al averno; así que iré bajo la luz sangrante de la luna, llévame ahí. Vamos a encontrarnos frente a la cornisa, en el piso cien de este hotel maldito, toma mi mano y no mires abajo. Estrellarnos va a doler, y sé que podremos no sobrevivir, pero cariño, todavía estaría dispuesto a tomar esa caída libre a tu infierno si me dices que me quieres».

Ese era todo el amor que conocía entonces, el que está dispuesto a destrozarse con tal de estar en los brazos del otro, porque, ¿de qué le sirve a uno el cielo si en este no se encuentra a quien más se ama en el mundo?

En ese tiempo me dolió que no pensases que eso era amor, porque era todo el amor que yo era capaz de ofrecerte. El que estaba por encima de la sangre, por encima de mis pasiones. Incluso por encima de mí. El amor religioso. Un amor que solo te he dado a ti, porque aunque destructor, es la clase de sentimiento que solo se le puede ofrecer a una persona en específico. A tu alma gemela.

Esa es la razón por la que has vivido siempre atascado en mi pecho, inamovible. Lo agradezco con creces, incluso cuando removerte entre las fibras de mi corazón siempre arde con fuerza. Identificarte como mi alma gemela me ha ayudado de maneras que nunca creí posibles, me ha ayudado a sanar muchas heridas, que, aunque provocadas por lo mismo, creí que nunca cerrarían; que sangrarían por siempre.

Recuerdo que tú solías decir que tu alma gemela es el amor de tu vida, pero yo no lo creo de ese modo. El amor de tu vida es edificante, brilla con fuerza. El alma gemela, por otro lado, no es más que un decir; no son dos almas idénticas, es una dividida a la mitad; ¿cómo no va a doler que alguien tenga un trozo de ti? El alma gemela es el amor que duele, pero que no olvidas; ese con el que llegarás al final del camino, porque es a quien le dedicarás aquel último latido de tu magullado y exhausto corazón.

Lamento si me cuesta explicarlo, he dedicado tantos años de mi vida reciente a darle vueltas que externarlo se vuelve difícil. Casi como mi vida misma, es una amalgama de ideas a la que solo a veces soy capaz de encontrarle sentido. Pero voy a intentar.

Sé que el amor como lo conocemos ha sido creado solo en propósito de las almas gemelas, así como lo ha sido la horrorosa tragedia que siempre las ronda como un felino hambriento. ¿Crees tú, que no sea otra cosa que una infortunada coincidencia que todos los grandes romances de los que hayas escuchado alguna vez, jamás terminen como queremos? ¿Qué jamás terminen como deben? No lo es. Y si toda esta tortura no es más que una enorme confesión, este es el momento perfecto para manifestar mis pensamientos, dejar que todos puedan verlos para que no queden dudas.

Jackson, si me has leído, presta atención a esto, pues eres la única persona que me importa que lo sepa:

En este universo no existe una tortura mayor que el ser incapaz de hallar a nuestra alma gemela en el amor de nuestra vida, pues siempre morimos un poco al perder a cualquiera de los dos, pero no podemos quedarnos con ambos. Es el eterno recordatorio de que nadie, por más afortunado que se piense, llega al final de su camino sin antes haber derramado un océano de amor relegado a recuerdos.



¡Hola! Espero que estén teniendo un lindo jueves, sí, ayer no subí el capítulo. Hubo una tormenta, poca señal, en fin, apenas todo me vuelve a la normalidad jajajaja. 

¿Quieren saber algo? Solo quedan seis capítulos, esto se nos acaba en breve. <3 Así que es el momento ideal para tirar, ahora sí, todas las teorías. ¿Qué pasó? ¿Quién le hizo qué a quién? ¿Cómo está el presente? Los leo. uwu

¡Nos leemos el domingo!

Xx, Anna. 

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