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Raphael era muchas cosas, entre ellas, un genio para predecir a la industria. Tal y como él dijo que sucedería, Waterhunt fue un nombre recurrente durante la temporada de premios durante los primeros meses del 1995. Si se trata de nombrar solo algunos de nuestros logros, puedo mencionar nuestras diversas victorias en categorías como 'mejor canción rock', 'mejor canción del año', 'mejor interpretación vocal rock masculina' y, aunque no conseguimos mejor disco del año en esa ocasión, al menos sí 'mejor disco rock del año'. Dicha oleada de triunfos bastó para tener la atención absoluta de los medios, sin distinción entre los escritos y los audiovisuales.
El final del año anterior y el inicio de aquel nuevo fueron laboralmente fatigosos. Trabajamos durante horas todos los días y llegamos por poco a la fecha establecida para comenzar la promoción del nuestro tercer álbum. Como dijimos que lo haríamos, un par de días después de la última ceremonia de premiación, liberamos el primer sencillo de Royal Red in Vegas Strip: Moonlight.
«Es el piso catorce del Royal Red en Vegas Strip, hay cristal en el suelo y veo la roja luz de la luna entrar por la ventana, delata los crímenes que cometí bajo su guardia», decía el primer verso, y fue, de hecho, lo último que escribí de la canción. «Me estoy desangrando en el suelo de la habitación 2192, el conductor de mi auto de escape me observa desde las sombras; tiene mi sangre en la ropa y el cuchillo en sus manos. Dice que lo he asesinado, pero el único cuerpo inerte en este lugar, es el mío».
Moonlight marcó una pieza importante de una historia que habría de descubrirse completa en el momento de escuchar el álbum completo, y, por ende, debía establecer las bases de los personajes recurrentes en la turbulenta historia, desde el hotel y el boulevard, hasta el cómplice y verdugo del protagonista. La razón por la cual dichos versos fueron más personales para mí, fue porque la historia, pese a lo que se pudiese pensar, no comenzó realmente ahí, sino años atrás. El inicio no era Moonlight, sino Midnight Specter.
Esas líneas hablaron de nuestra historia de una manera tan dada vuelta que nadie sospechó en ningún momento la narrativa oculta bajo un infierno surrealista. Ni siquiera Jackson, quien pensó que realmente era una narrativa completamente diferente y no mi primera confesión pública. Era sencillo perderse en la imagen de una habitación teñida de luz roja y sangre refulgiendo en el piso junto a pequeños trozos de vidrio, sin parar a pensar en lo que había detrás. Escribirlo me tomó varios días, pero me costó una introspección en mi persona que me dejó con una extraña sensación de vacío e incomodidad que me acompañó durante meses.
Con el motivo de su lanzamiento, tuvimos una breve campaña de publicidad que constó de asistir a programas de televisión o radio para ofrecer entrevistas; solo tuvimos dos presentaciones musicales que formaron parte de ella, una para un una televisora y otra en un festival de música. De todo haber avanzado de acuerdo a nuestro plan, aquello no hubiese afectado en nada el desarrollo de nuestra música, pero después de formar parte del medio durante un tiempo, aprendes que es solo cuestión de tiempo antes de que tus manos no tengan la fuerza necesaria para estabilizar las riendas del caballo descarriado que es la fama.
El incidente que desató todo ―o de ese modo es que he aprendido a verlo con el pasar de los años― tuvo lugar en un programa llamado «pláticas nocturnas», mismo que por aquellos años todavía contaba con una popularidad impresionante entre adolescentes y jóvenes adultos, principalmente por el carisma y la actitud casi desvergonzada de su presentador. La idea era que no fuese más que una entrevista típica; la producción incluso nos otorgó una lista con las preguntas principales que nos harían cuando estuviésemos al aire. Todo debía marchar de acuerdo a lo establecido.
Recuerdo aquel día con lujo de detalle, incluso las cosas que no están grabadas. Detalles tan insignificantes como el sabor quemado del café que nos ofrecieron en nuestro camerino, que probablemente llevaría unos dos días en la cafetera del estudio sin que nadie le echase siquiera un vistazo al filtro. Recuerdo beberlo incluso a pesar del sabor casi metálico que me dejó en la boca.
Cuando estuvimos frente a las cámaras y el público, todo se desarrolló de un modo convencional a morir. De hecho, una de las pocas cosas que cambiaron en relación con lo que me resultaba familiar con nuestros otros discos, es que en aquella campaña comenzaron a prestarme mucha más atención de la usual. No sé decir con exactitud si todo ese cambio se debió a los cambios que experimentó mi imagen con el pasar del tiempo a petición del equipo de publicidad, o si a que el sonido de mi guitarra era mucho más fuerte en esa pista de lo que fue en cualquier otra canción. Llegué a pensar, en alguna ocasión, que simplemente se trató de que yo ya no aparentaba ser ese chiquillo asustado que corría a refugiarse tras las faldas de sus compañeros ante el menor atisbo de atención.
He cometido el error de ver aquella entrevista hasta aprenderla de memoria; grabándome mi expresión, la tuya, la de Sam y Bryan; inclusive la de Will, el presentador. Cerca del final, cuando hablábamos respecto a los planes que teníamos para el disco ―desvelando, por ejemplo, que se trataba de un álbum conceptual en el que las letras tomaban inclusive más importancia que en nuestro trabajo anterior―, Will cuestionó respecto a la inspiración detrás de la letra de Moonlight.
Fue Jackson, quien por lo general era el que dominaba la conversación, quien comenzó a darle una explicación de nuestro proceso creativo, desbordando en verborrea respecto a nuestra semana hilando una historia. Yo no podía dejar de pensar, en todo momento, la enorme diferencia que existía entre su percepción y la mía. El error fue suyo, por soltar de más la lengua al sentirse en confianza; y mío, por nunca haber aprendido a improvisar cuando la situación me pedía que fuese así.
Te encontrabas a la mitad de una frase cualquiera cuando te volteaste hacia mí, me apuntaste con tu dedo pulgar e hiciste un comentario que no hubiese llamado la atención de nadie en otra situación, pero entonces lo dijiste. Fue el apodo que utilizase para referirte a mí. «Bebé», algo común a solas, con los chicos y las personas de nuestro equipo; no en una entrevista en vivo a nivel nacional.
Todo mundo notó su equivocación al instante, y por unas milésimas de segundos pude asegurar que los reflectores que nos apuntaban eran más brillantes que antes, tanto que su luz blanca me encandiló. Un pitido interrumpió mis oídos y estuve seguro de haber repasado cada una de las miradas sobre mí entre un sudor frío y una taquicardia que, de haber más silencio, llegaría hasta los oídos de los televidentes en Nueva York.
―¿Bebé? ―preguntó Will, sorprendido. Todo el planeta contuvo la respiración durante unos interminables y tortuosos cinco segundos.
Volteé mi mirada hacia ti, tenías la boca entreabierta y los labios listos para pronunciar una excusa, pero la mentira estaba atascada en tu garganta. Palideciste tanto que los surcos violáceos bajo tus ojos tomaron una intensidad mayor. Puede ser que solo estuviese alucinando. Era tu momento para hacer algo, cualquier cosa; cambiar la historia o decir la verdad. Me quedé, al igual que todos, a la expectativa de cuál podría ser tu siguiente paso. He de admitirlo, algo dentro de mí, aunque no lo dije jamás, quiso que aceptases lo que habías dicho y que lo hicieses con la cabeza en alto.
Antes de poder conocer qué posición hubieses adoptado, Sam intervino para tratar de recuperar el control de una situación que, al menos para mí, se sintió caótica.
―Todos le decimos Bebé a Alessio ―comentó con una risa tan ensayada que pareció natural, entonces una de sus manos buscó mi cabello y lo revolvió con una camaradería propia de los niños pequeños―. Ya sabes, es el pequeño. Con todo y esa barba que le ves, es de los que toman tres cervezas y a la cama.
El público rio, así como el presentador y mis compañeros de banda. Yo también, incluso cuando no recuerdo haberlo hecho, la risa está ahí, grabada. Después de aquel incidente, hice lo que siempre hacía cuando me encontraba en pánico: activar el piloto automático y permitir que el mundo exterior me guiase a su antojo, sin ninguna acción sobre mí mismo.
Al terminar la entrevista, una asistente de la productora nos condujo de vuelta al camerino bajo las miradas sospechosas de aquellos que no terminaron de creerse nuestra excusa. Pasaron unos segundos de calma antes de que Raphael apareciese por la puerta, con el rostro rojo de ira y un claro disgusto fraguado en el entrecejo, que cada día parecía un poco más cansado.
―¡¿Qué hablamos sobre todo eso, Alessio?! ―reclamó, andando hasta mi dirección con una furia y rapidez que me bloquearon por completo. Para entonces, yo tenía seguro que habría recibido alguna llamada de los directivos de nuestra disquera. Nadie estaría feliz con todo eso―. Has sido tú el que le ha pedido que lo diga, ¿no? Eres un caprichoso, no te importa lo que te digamos que tienes que hacer, solo...
Me increpó de una manera violenta que nunca utilizó conmigo. Yo sabía que no se atrevería jamás a traspasar la línea entre lo verbal y lo físico, sin embargo, eso no me asustó menos, siendo que ya estaba lo suficientemente alterado. Empecé a tartamudear un par de cosas sin mucho sentido hasta que Jackson se interpuso entre nosotros, impidiendo que Raphael se acercase más a mí.
―Ale no me ha dicho que haga nada, fui yo quien se equivocó, así que relájate o te relajo. ¿Estamos de acuerdo? ―No me gustaba sentir que dependía de él cuando los demás trataban de pasar por encima de mí, no obstante, en ese momento agradecí con profundidad que intercediese. Yo no hubiera podido hacer ni decir nada.
Antes de que la situación se calentase más, Bryan y Sam se acercaron, para asegurarse de que no te le fueras a ir encima.
―Cálmate, Rapha, todo está bien ―tanteó Bryan―. Además, Sam arregló la situación, no hace falta que te pongas así.
―Arreglar la situación ―escupió nuestro agente, fastidiado, mientras pellizcaba el puente de su nariz―. No arregló nada, solo un imbécil se creería eso que dijo. Entiendan que si las estaciones de radio se niegan a poner Moonlight por esto que pasó, eso bajará las ventas del álbum y todos nos vamos a...
―Sí, sí, a quedar sin trabajo. ―De nuevo Jackson―. Créeme que somos a los primeros a los que les preocupa que eso no suceda, si te digo que está bien, es porque está bien.
Tan rápido como se encendió la situación, del mismo modo se apagó. Tal vez si sí hubiese sido yo el autor de dicha equivocación, con seguridad se hubiese extendido durante mucho más tiempo y no solo por Raphael, sino por Jackson. Si algo he aprendido, es que es fácil meterse con los tranquilos, mientras que la mayoría de las personas tienden a bajar la cabeza cuando se encuentran con alguien cuya personalidad asemeja más a un desastre natural, como la de él.
Raphael nos dedicó una última mirada antes de darse la media vuelta e irse.
―Es un imbécil, no le hagas caso. No pasó nada, no creo que se hayan dado cuenta, ¿o sí? ―Buscó la aprobación de nuestros amigos, quienes asintieron con la cabeza. Siempre supe que no lo creían, pero preferían pensar en positivo―. Y si sí, ¿cuánta gente pudo haber estado viendo? No hay que preocuparnos.
Tuve la impresión de que hablaba más para él que para mí.
Si no me hubieses tocado, estoy seguro de que habría confiado en tu palabra como un ciego, del mismo modo en que tendía a hacer para tantas otras cosas. Pero lo hiciste. Tomaste una de mis manos y me miraste a los ojos. Tu mirada estaba entrenada para no flaquear, por lo cual solo abandonaba su firmeza en ocasiones extraordinarias. Tu agarre también era seguro, sin embargo, en las palmas de tus manos fui consciente de una pequeña capa de sudor que nunca estaba ahí. Estabas nervioso, y por más que tus palabras lo negasen, yo había aprendido a leer tu cuerpo y lo que me decías cuando tus cuerdas vocales parecían inexistentes.
Aquella noche dormir me resultó imposible, incluso más de lo usual. Estuve toda la noche observando por la ventana hasta que el sol dorado de California se coló entre las cortinas y se regó en mi rostro. No comprendí cómo era que tú eras capaz de descansar tan plácido, con la cabeza estampada en la almohada, los cabellos escurriéndose por tu rostro, la boca entreabierta y la respiración constante delatando tu profundo estado de inconsciencia. Al menos no cuando yo solo podía pensar en los titulares que podrían o no aparecer en las revistas y periódicos dedicados a la farándula. En lo que dirían de nosotros en los programas de chismes. O peor, en la reacción que tú pudieses tener ante ello.
Aunque el tiempo continuaba avanzando sobre nosotros, sobre nuestra música y vida, existían cosas dentro de mi pecho que no cambiaban con las estaciones, sino que salían a la superficie más o menos dependiendo la temporada. Una de ellas era el miedo, el terror siempre latente a que el público se enterase de lo nuestro, no menor a que tú me dejases cuando lo hiciesen.
¡Holaaaa! Me olvidé de que hoy era miércoles kjfkjsdf perdón, pero aquí está el capítulo. Hoy no tengo mucho que decir al respecto, así que los leo a ustedes. (?)
¡Nos leemos el domingo!
Xx, Anna.
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