Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

30

El show no tuvo ninguna clase de percance o suceso extraordinario, incluso me atrevo a decir que estuvo bien, lo que es, y con creces, mucho mejor que la forma en la que yo me sentía. Durante las más de dos horas y media que solían durar nuestros conciertos, los tímpanos me palpitaron de una forma tan dolorosa que apenas fui capaz de disimularlo; puedo asegurar que estaban hinchados y, al menos mientras estuve arriba del escenario, en todo momento deseé que reventasen para así no tener que soportar el escuchar palabras escritas con mi puño y letra, siendo cantadas por tu boca tan ponzoñosa en ocasiones.

Cuando terminamos yo ya me encontraba agobiado por las luces, los chillidos, la música e inclusive mi propia existencia, por lo que al bajar de la tarima y encontrarnos con el equipo detrás del escenario, sopesé la idea de que lo que mejor me haría en esos momentos sería ir al hotel y dormir, como mínimo, hasta las tres de la tarde del día siguiente. La idea rondaba tentadora por mi cabeza mientras me fumaba un porro cerca de los estuches de nuestros instrumentos, cuando noté un brazo rodeándome por los hombros y apretándome con camaradería.

―¡Es viernes! ―chilló Sam cerca de mi oreja, provocándome momentáneo, pero agudo, dolor. Noté al instante que su subidón era normal, tanto por la adrenalina del espectáculo como por el aroma de su aliento semi alcohólico golpeándome el costado del rostro. Yo no pude ver qué tenía de especial―. Pensamos que estaría bueno salir, hace semanas que no vamos a un bar. ¿Te vienes o qué?

Por primera vez desde que su presencia interrumpió mi tormenta interna, levanté la cabeza para ver hacia el frente. Parecía ser que Bryan y Jackson venían con él, no me llevó muchos segundos descifrar las expresiones en sus rostros; el primero se hallaba a la expectativa, noté con claridad que le urgía marcharse para poder divertirse; el segundo, en cambio, me observó con el mismo desdén que, al yo ver, le profesé de vuelta.

―No creo, no me siento tan bien, pensaba mejor irme a descansar.

―Te dije que no iba a querer, está de berrinche desde hace rato ―comentaste a Sam, sin siquiera molestarte en echarme una segunda mirada―. Ya mejor vámonos, que para que me joda la noche, pues me la jodo yo solo.

Recuerdo apretar los dientes con fuerza, tanto que la mandíbula me dolió por ello. Sobra decir que me sentí arder por dentro, no obstante, me negué a armar una escena frente a todo el mundo y así confirmar que, tal y como él decía, estaba «haciendo un berrinche» o comportándome como un niño. La fuerza de voluntad que tomó contenerme, probablemente solo Dios la conozca.

Echaste a andar y, luego de dedicarnos una obvia mirada de confusión, Bryan salió detrás de ti. Sam, por otro lado, se quedó a mi lado y me preguntó qué era lo que sucedía con nosotros, que por qué estábamos peleados de la nada. No sabía muy bien qué responderle, por lo que, en lugar de pronunciar cualquier cosa, saqué de mi pantalón la bolsita con coca. Durante nuestra discusión se olvidó de pedírmela de vuelta, y menos mal, pues con la furia que llevaba encima, la hubiese tirado mucho antes de pensar en serio en regresársela. «Inhálala del suelo si tanto la quieres», le habría dicho, pero eso no era más que parte de mis fantasías rencorosas.

Sam se me quedó mirando antes de obsequiarme una mueca lastimera. Con aquel tema establecido, le conté con brevedad y a grandes rasgos sobre nuestra discusión; me escuchó atento, aunque al cabo de poco solo se encogió de hombros.

―Pues a mí tampoco me parece, pero hombre, pues cada quién que haga lo que se le dé la gana. ―Soltó un largo suspiro, quise imitarlo, sin embargo, tenía la respiración atascada en el pecho―. Ya sabes cómo es él.

«Ya sabes cómo es él», resonó en mi cabeza como una pista en repetición.

―Entonces, ¿seguro que no vienes? ―Me negué―. De acuerdo, descansa entonces. Si quieres caer en un rato, pues igual te vienes, seguro te la pasas bien.

Ahí nos despedimos, y mientras él salía corriendo para alcanzarlos a ellos, yo me puse en marcha para irme con Raphael de vuelta al hotel.

Me pasé casi dos horas caminando, dando vuelta tras vuelta en el espacio reducido de mi habitación, misma que compartía contigo. Ahí estaba tu maleta, tu ropa; tu aroma a cerveza, tabaco y colonia, que parecía quedarse impregnado en cualquier lugar al que ibas o cosa que tocabas. Incluso cuando no estabas presente eras capaz de ponerme demasiado nervioso como para dormir y descansar.

Sobreanalicé la breve conversación que había mantenido con Sam, considerando la idea de que tal vez tenía razón. Después de todo, como él dijo, cada quién hacía lo que se le daba la gana y yo solo exageré reaccionando de dicho modo a algo que, al final de cuentas, no podía ser más que decisión de Jackson. Supuse que, aunque quisiese, yo no tenía cabida alguna en ello. Así pues, el tiempo apartados, aunado al silencio, me dio la oportunidad de apaciguar toda la energía violenta contenida bajo la piel. Cuando el frío comenzó a recorrerme las venas, me embargó un sentimiento cercano a la culpa. «Fuiste demasiado duro, lo trataste muy mal incluso cuando él trató de no discutir contigo». Me insulté un par de veces en silencio, con la confianza de que yo y las cuatro paredes de la recámara éramos los únicos que quedaríamos como testigos de que te estaba dando la razón. «Sabes que no le gusta que lo controlen, idiota». La quisquillosa idea de que aunque yo buscaba su bien no era mi asunto, taladró los sitios más profundos de mi cerebro.

No faltaba mucho para que cayese la madrugada sobre la ciudad, pude verlo a través de la ventana, en el cielo oscuro que se cortaba en un horizonte que era todo luces, sombras y concreto. Con el reflejo de mi rostro flotando sobre el paisaje y mi hálito empañando el cristal, me topé con la realidad cruda de que siempre que la luna iluminaba la noche, yo inevitablemente comenzaba a extrañar su piel. La decisión fue clara: si lo necesitaba cerca, estaba en mí solucionar las cosas.

Salí de la recámara del hotel con una decisión sorprendente y fui hasta la de Raphael; toqué su puerta y le pedí que llamase al conductor para que me llevara junto con el resto de mis compañeros. Yo tenía la idea de que, tal vez, lo que yo más necesitaba era relajarme y salir a celebrar como en los viejos tiempos; después de todo, ¿qué tan difícil sería ganarme de nuevo su actitud relajada y sus sonrisas cómplices? Más que ser su novio, buscar de nuevo ser su amigo para limar las asperezas que traía consigo ser también compañeros. A pesar de que ambos cometimos equivocaciones, es una realidad que, aunque no se pretenda de ese modo, convivir tantísimo como lo hacíamos tú y yo, es complicado sin que de por medio haya algunos cuantos roces.

Alrededor de media hora después yo ya me encontraba parado frente a un club nocturno, que presumía una larga lista de personas esperando para entrar. La música era tan alta qué, incluso estando a metros de la puerta, era capaz de sentir los bajos resonando en mi pecho; no me resultó una sorpresa que hubiesen escogido un sitio así para divertirse. Me acerqué al hombre que resguardaba la entrada y le dije mi nombre, lo que no bastó para obtener una preferencia por encima de los demás, así que recurrí a algo que, con frecuencia, era mucho más práctico: el dinero. Antes de darme cuenta ya estaba en medio de un océano de gente, que danzaban de un lado a otro como las olas en el mar abierto. El espacio era cerrado, apestaba a cerveza, sudor y aromatizante barato.

No tardé en encontrar a mis amigos, reunidos, junto con otras personas, alrededor de una mesa cercana a la pista de baile. Todos a su alrededor llevaban en los rostros sonrisas pintadas con una alegría inusual, y se mecían bajo el hipnótico llamado de la melodía estridente. Al verme, me recibieron con gritos y abrazos, diciendo que estaban felices de que al final hubiese decidido unirme; por un instante creí que de verdad era capaz de volver a adaptarme a ellos, como al principio.

Al pasar la alegría inicial, me percaté de que algo hacía falta. Les pregunté por Jackson, y ellos en respuesta solo atinaron a mirarse mutuamente antes de confesar que no tenían ni idea, que llevaba perdido por lo menos quince minutos. «Tal vez fue por un trago a la barra, búscalo allá», así lo hice.

Fui hasta allá pensando en todo lo que haría apenas tenerlo frente a mí. Le diría que lo sentía, que deseaba que estuviésemos bien antes que cualquier otra cosa en el mundo; entonces él me sonreiría, yo le invitaría un trago y brindaríamos para celebrar nuestra reconciliación. Después, como no podía ser de otro modo, hubiésemos bailado y reído; ya al final de la noche, de vuelta en el hotel y teniendo al alba amenazando con hacerse presente, haríamos el amor justo como yo sabía que a ambos nos gustaba. Pensar en ello me tomó solo un segundo, e hizo que mi cuerpo vibrase con una electricidad arrebatadora.

Con aquella idea en mente, me dediqué a buscarlo por algunos minutos sin éxito alguno en mi tarea. Traté de no preocuparme demasiado por ello, lo más lógico para mí fue que estaría en la pista, y considerando la poca luz y muchas personas, hallarlo sería una tarea más bien imposible. «Lo mejor será que te relajes», mi mejor opción en ese momento era volver con Sam y Bryan y esperar ahí a que eventualmente tú aparecieses.

Aquella era una noche particularmente calurosa, tanto que me habían bastado solo unos minutos ahí antes de comenzar a sudar. Fui al baño para refrescarme; me enjuagué la cara antes de echar un poco de agua fría sobre mi nuca. Al levantar la mirada me encontré a mí mismo en el espejo y me dije que todo estaba bien.

Comenzaba a creerme mi discurso personal cuando el sonido de un golpe me sacó de mi ensimismamiento, el mismo provenía de uno de los baños, por lo que me sobresalté y decidí que era hora de salir de aquel sitio para no interrumpir nada.

Lo que me hizo detenerme y prestar atención no fue el suave y femíneo murmullo al otro lado de la puerta, que reconocí con facilidad como gemidos. Aquello, al fin y al cabo, era muy normal en sitios como ese; lo que me hizo quedarme fue la respiración que la acompañaba. Llegué a pensar que estaba delirando por toda la marihuana que había fumado a lo largo de aquel día, pues solo eran jadeos, gemidos suaves, no debía ser más que una pareja de adolescentes enfiestados, pero entonces lo escuché.

Tu nombre pronunciado de aquella manera tan particular, con sus sílabas apretujadas entre sí hasta perder cualquier clase de sentido. «Jackson», bajo, casi de la misma forma en que yo lo pronunciaba por las noches contra tu boca. «Estás alucinando», me dije, pues realmente deseaba que así fuera.

Dudoso me acerqué hasta la puerta, y dejé el miedo atrás antes de golpear la lámina de metal que me separaba de aquella pareja. Fui perfectamente capaz de escuchar el movimiento, casi pude imaginármelos deteniéndose por el susto. Entonces golpeé una segunda vez, y una tercera, casi exigiendo que abriesen y para permitirme entrar.

―¡Está ocupado!

Recuerdo a detalle cómo se sintió notar mi pecho apretujarse, romperse, desgarrarse. Era tu voz agitada, ronca, entrecortada por los jadeos; una voz que conocía tan bien, que me acompañaba a todos sitios, inclusive en mis sueños y, en ese momento, también en mis pesadillas. Comencé a temblar y mi rostro a ardió con fuerza, al igual que el resto de mi ser, pero mis ojos no escocieron como creí que harían. No necesitaba llorar, solo verlo de frente.

Me sostuve del filo superior de la puerta y me levanté para poder asomarme por encima de la puerta, echando un vistazo dentro del cubículo y grabándome en la retina cada detalle de mis peores sospechas.

«Ya sabes cómo es él».

Tu piel perlada por el sudor y el cabello revuelto por los dedos indiscretos, que se enredaban entre sus mechones largos; tus labios hinchados y el arrebol digno de un atardecer en tu nariz y mejillas; todo eso lo vi en el instante en que levantaste la mirada con la intención de reclamar, y por qué no, romperle la nariz al curioso que estuviese entrometiéndose en tus asuntos. Entonces te diste cuenta de que era yo. Te bastó un segundo nada más.

Destensó el ceño al instante y puedo asegurar que palideció como si hubiese visto un demonio, o en mejores palabras, un espectro. Estuve a punto de vomitar, pero en lugar de ello bajé de un salto y salí apresurado de aquel sitio, con la rabia hirviendo en mi pecho, junto con la decepción y un insano deseo de hacer algo, sin saber bien el qué.

«Ya sabes cómo es él, siempre ha sido así»; aquello se repitió dentro de mi cabeza como un bucle infernal cuando regresé a la mesa de Sam y Bryan solo para tomar mi chaqueta. Les dije que me iba, no les di tiempo ni siquiera para preguntar por qué. «¿Pero, él sabe cómo es?».

Salí a una noche que se sintió fría de pronto, me dejé absorber por ella como por la masa de sentimientos bullendo en mi pecho sin control alguno. El verano estaba ahí, pero no me tocaba; mi cuerpo era invierno, y supe que para calentarme, aunque fuese por esa noche, estaba dispuesto a encender una fogata con todos los recuerdos que tenía de ti; con todos los sentimientos que en tanto tiempo le atañí a tu figura.

Entré apresurado en el auto del conductor, sobresaltándolo. Una vez dentro ni siquiera titubeé antes de hacerle una pregunta simple, porque las dudas comenzaban a despejarse de mi cabeza―: ¿Conoces un bar de ambiente por aquí?

Todavía puedo ver su mirada dubitativa contemplándome por el espejo retrovisor, no me importó en lo absoluto. Si con ello él se enteraba de que era homosexual, pues que lo supiese, aquella fue la última de mis preocupaciones.

―¿U-un bar gay?

―Sí, ¿conoces uno o no?

―Hay uno conocido por el centro.

―Bien, ¿pues qué esperas para arrancar?

Es domingo y este asunto se prendió muchísimo, para qué nos vamos a engañar. ):

Inserte aquí sus impresiones, sus insultos y una lista de todas las cosas que están mal.

Esta vez no hay mucho que decir, además de que nos leemos el miércoles.  <3

Xx, Anna.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro