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23

Escarbar en su pasado para descifrar su presente como quise durante tanto tiempo, estuvo bastante lejos de ser lo que yo imaginé; fue más turbio, aunque igual mucho más humano. Además, me hizo darme cuenta de lo egoísta que yo había sido hasta entonces, durante tanto tiempo solo pensando en mí y mis pesares sin reparar en aquellos que pudiesen haberlo estado atormentando a él.

Su nombre era Wendy. Llegó un doce de febrero de 1987 y se fue demasiado pronto como para que yo tuviese alguna vez la oportunidad de conocerla cara a cara; tuve que conformarme con una pequeña fotografía que él guardaba dentro de una caja debajo de su cama, junto a una pequeña diadema amarilla y un calcetín blanco que no medía ni siquiera la mitad de mi palma. No tuve la sangre para preguntarle los motivos por los que no llegó a ver su segunda primavera, pues antes me rompió el corazón ver que tenía plata en los ojos y en la boca la sonrisa de un ángel. La sonrisa de Jackson.

La promesa se la había hecho a ella, a la pequeña Wendy. No supe por qué, pero entendí las razones por las cuales se creía incapaz de romperla, así como la impotencia que guardaba para sí mismo debajo de varias capas de aparente indiferencia, de despreocupación absoluta por la vida que llevaba cuando estaba debajo del escenario.

En algún momento, mientras Jackson me contaba la historia, terminé por hacer lo que me prometí que jamás iba a hacer frente a él: llorar. Y no lo hice de una manera escandalosa, como la que te dobla en la cama en medio de la noche al sentirte incapaz de soportar el dolor; ni como aquellas ocasiones en las que esperaba ahogarme en la almohada para sofocar los sentimientos que incendiaban mi pecho. No, fueron lágrimas discretas y silenciosas, aunque amargas como pocas en la vida. Lo hice compartiendo por completo tu pena, como si pudiese disipar un poco de tu dolor si me unía a ti para purgarlo.

Entre muchas cosas a las que no di importancia antes, entendí el tatuaje y lo mucho que influía en el hombre que eras, el que alguna vez fuiste y en el que aspirabas a convertirte. Tenías muchas cicatrices en las rodillas y en las manos; inclusive algunas en el rostro, tan pequeñas que uno solo era capaz de vislumbrarlas si les prestaba suficiente atención. La fecha comencé a verla como una más de todas esas marcas en lugar de solo tinta, y una mucho más penetrante que las que te resplandecían cuando te parabas bajo la luz del sol.

Nuestra conversación se extendió durante horas y cambió por completo la manera en que yo le veía. Humanicé su historia en lugar de tratarla como un rompecabezas, cosa que me llevó a amarlo incluso más de lo que creía hacer antes. Tomaron forma los silencios que veían con temas específicos que para mí antes no significaban nada, como cuando Bryan decía que no podía imaginarse algo peor que ser padre, y yo respondía que si alguna vez una chica me dijera que estaba embarazada de mí, seguramente me moriría. También le encontré sentido a las miradas irreconocibles que lanzaba cuando compartía la mesa con mis padres y conmigo. Incluso que siempre pareciese estar huyendo sin permitirle a nadie saber de qué, ni siquiera a mí.

Tal vez, pensé, así como yo me torturaba todas las noches pensando en mis apocalipsis mentales, él hacía lo mismo con los suyos. Éramos, de un modo u otro, y aunque fuese jodido, más parecidos de lo que yo pensaba.

Después de eso me descubriste tu dualidad, quien eras cuando no llevabas la máscara del Jackson salvaje e intocable, ese que se preocupaba por poco y lo deseaba todo en el mundo. El que yo conocía, siendo más precisos. El Jackson detrás de la ropa oscura, los tatuajes y las mil botellas de cerveza me cayó como un cubo de hielo en la cabeza y no porque fuese más sombrío, sino porque era capaz de romperse con tanta facilidad como yo si le tocaban las cuerdas exactas. Nunca pensé que eso fuese bueno, pues no creía que merecieses las grietas que marcaban tu alma.

Después de tanto hablar, hablar y hablar, cayó la noche. Pudo ser el alcohol que compartimos, que nos sentíamos seguros estando abrazados o que no hallábamos qué más hacer con lo vulnerables que nos volvimos con el otro en solo un par de horas; nos quedamos en su cama.

―No entiendo por qué no apoyarse.

Esa era una de las cosas que más me hizo ruido, que él y Paige preferían mantenerse alejados los días previos y también los posteriores. Si compartían el mismo dolor, me resultaba lógico que lo experimentasen juntos.

―Al principio lo hacíamos, pero estar juntos solo nos pone peor. Nos la recordamos demasiado como para que no duela. ―Tenía los ojos cerrados, supuse que porque, al igual que a mí, le ardían de tanto llorar―. Además, prefiero estar contigo. Me siento más tranquilo cuando estás cerca.

Le creí entonces porque creerle me hacía feliz. Le creo ahora porque ya me culpabilizo de demasiadas cosas como para añadir una más. Su expresión era cansada y sus ojos estaban hinchados, sin embargo, encontró la manera de recobrar la compostura.

Continuamos hablando de todo, de nada; algunas veces de la pequeña Wendy y otras de música, para que la tristeza no retornase brutal a sus ojos. «Amo la música», murmuró, y yo ya lo sabía, pero le permití continuar; «la música me ha mantenido vivo, siempre ha estado ahí para mí. Gracias por estarlo tú también, me gusta cómo suenas».

Las cosas esa tarde pasaron de una manera tan diferente que me cuesta acomodar los hechos. No sé si primero me comparó con lo que, según él, más amaba en la vida, o si fue después de que me besase un par de veces; mismas en las que noté al instante sus intenciones de llevarme más allá de un simple roce de labios o unas caricias. Me vi forzado a detenerlo cada vez, pues no me sentía cómodo con la idea de hacer nada de aquello luego de haber hablado. Después de decirle que no en un par de ocasiones, entendió y volvió a jugar con mi cabello.

Ya cuando no quedaba fuera en el cielo ni una estrella escondida, nos sobresaltó el estridente timbre del teléfono de su departamento. Lo único, junto con la nevera, que dejó ahí hasta el día en que salió por la puerta para jamás volver. Traté de levantarme para atender, pero él me detuvo.

―Solo quédate aquí y deja que suene. ―Así lo hice, pero menos de un minuto después de que se cortase la llamada, volvieron a intentar.

―Déjame contestar, tomará un segundo. ―Me deshice de su brazo alrededor de mis hombros, besé su frente y me levanté de la cama para salir de la recámara.

Cuando respondí, para mi sorpresa, era mi madre. No recuerdo qué iba a hacer, pero sí que me pidió que volviese a casa pues en mi huida precipitada en búsqueda de Jackson, me había llevado su auto más tiempo del que lo pedí. Después de la corta llamada me despedí y colgué; al voltearme, me encontré con que él me observaba desde la puerta de su habitación.

Sentí un poco de vergüenza por tener que decirle que mi madre quería que volviese a casa, pues cada cuanto era un motivo de burlas la prioridad que seguía dando a las órdenes de mis padres. Pese a ganar mi dinero, ser un adulto y actuar como un rebelde sin causa cuando estaba de gira, siempre terminaba recordando que, lo quisiese o no, seguía siendo el chico que siempre había sido. Nada en mí había cambiado, solo se añadieron un par de nuevos detalles.

―Era mamá, quiere que vuelva a casa porque va a salir.

Noté perfectamente la forma en que su mirada se nubló, se volvió un poco más gris, menos brillante. Pese a todo, asintió dispuesto a dejarme marchar.

―Entonces te vas...

Contrario a lo que quisieses creer, no deseaba que estuvieses solo ni con nadie más, te quería y necesitaba a mi lado.

―Entonces nos vamos. Ahí puedo prepararnos algo de cenar, tengo hambre, seguro que tú también. ¿Has comido algo hoy? ―Me acerqué para besar tus labios, me alegró ver un nuevo cambio de expresión en tu rostro―. Puedes quedarte a dormir conmigo, si quieres. Además, a ella le alegrará verte. Todo el tiempo me pregunta por ti.

Te llevé conmigo, y sabes que no hablo de ese día, ni de mi casa, ni de algo físico. Lo hice porque, aunque traté de engañarme y quise resistirlo, ya formabas tanta parte de mí como el tatuaje de ti. Los dos sabemos que las cicatrices jamás se borran del todo. Aún te llevo conmigo, por si quieres saberlo.

¡Heeeey! Es miércoles, no sé por qué tenía la idea rara de que era lunes, la cuarentena me tiene desconectada del espacio-tiempo.

¿Qué opinan de todo esto, del capítulo y de Jackson? ¿Ustedes, de estar en el lugar de Alessio, hubiesen aceptado las razones de Jack?

Vamos avanzando, y me gusta mucho leer sus teorías respecto a qué fue lo que pasó con estos dos, o de cuál puede ser su situación actual. <3

Nos leemos el domingo. <3 

Xx, Anna. 

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