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19

Durante las últimas fechas del tour experimenté el máximo verano que Jackson pudo ofrecerme; con sus días soleados, brisas frescas y agua clara. Su atención era toda mía, así como sus besos, sus caricias y cualquier buen gesto que pudiese provenir de él. Algunas veces ni siquiera le importaba que estuviésemos con los chicos. No me besaba, claro, pero sí que se sentaba cerca de mí y actuaba como si fuese la única persona con la que le interesaba charlar en el mundo. Casi todas las noches se colaba en mi recámara, a veces para tener más de eso que parecía habernos vuelto adictos, otras para recostarse a mi lado hasta quedarse dormido.

Me hizo sentir tan especial, que cuando me botó a un lado fue difícil incluso recordar mi nombre.

Experimenté el punto clímax de la montaña rusa y debí esperar la bajada, pues como todo en la vida, las estaciones también cambian. Cuando volvimos a Nevada, llegó mi otoño. Era hora de dejar atrás las copas verdes de los árboles para pasar a ver sus hojas muertas y secas regadas por el suelo, como el recuerdo de algo que no mucho tiempo atrás fue muy hermoso, pero ahora solo era basura estorbando por la banqueta.

Recibí un baldazo de realidad que atentó directo a mi estabilidad en todos los aspectos, pues lo primero que vi apenas salir del aeropuerto, fue a Paige corriendo en dirección a Jackson. Ella saltó a sus brazos en un gesto de romanticismo que se me antojó antinatural hasta la médula, pues a aquellos dos nunca antes los vi hacer algo similar. Se besaron una y otra vez sin importarles las burlas de Sam y Bryan, o mi incomodidad disfrazada de cansancio.

Durante muchos meses fue como si hubiese bloqueado su existencia de mi memoria, cosa que nunca debí dejar que sucediera, pues fue por ello que permití a mi mente hacerse la idea absurda de que Jackson era mío, cuando no. En realidad, él no era de nadie, no obstante, yo tuve la impresión de que le pertenecía a ella.

No estaba preparado para eso, así que me fui incluso bajo la insistencia de Sam ―pues Jackson ni siquiera pareció voltearme a ver cuándo anuncié que me iba― en que me quedara para que fuésemos todos a tomar algo. No deseaba permanecer más tiempo ahí, sintiéndome como el mayor estúpido de todo el universo.

En casa me recibió mi madre, con la que platiqué un rato tratando de parecer lo más calmado posible. Comenzaba a sospechar que el resto de mi semana tendría un sabor amargo, hasta que de pura casualidad ella me hizo saber que la mamá de Adam le había dicho ―en una de sus tantas salidas a comer― que mi amigo se encontraba en la ciudad durante un par de semanas. Eso me levantó el ánimo, decidí llamarle e invitarlo a algún sitio para charlar, llevábamos muchos meses sin vernos y yo preferí ocuparme antes que quedarme encerrado en la oscuridad de mi habitación, pensando en cosas que acabarían por deprimirme.

Dos horas después nos encontramos en Paul's Pizza, donde la comida no era tan buena, aunque nos recordaba a los buenos tiempos cuando ambos íbamos en la secundaria y era todo lo que podíamos pagar al salir después de clases. Creí que jamás en la vida lo extrañé tanto, y si bien pudo tratarse de lo mal que estaba antes de encontrarnos, fue un gran apoyo.

Adam me hizo saber lo mucho que disfrutaba la universidad y que conoció a una chica con la que las cosas iban muy en serio; era feliz y a mí me alegraba que lo fuese. Me preguntó, a pesar de mi aversión a hablar sobre mí mismo, cómo era salir de gira o que me reconocieran por la calle. También me contó que su compañero de dormitorio poseía una copia de nuestro disco y enloqueció cuando le dijo que éramos mejores amigos.

―Tuve que mostrarle una de las fotos de fin de curso para que me creyera, es una locura.

Hablamos de un montón de temas varios hasta que terminamos de comer. Temí que dijese que entonces se marchaba, en lugar de eso dijo que quería pasar a saludar a mi madre así que me acompañaba a casa. Lo hicimos a pie para aprovechar al máximo posible el tiempo. Me resultó extrañísimo descubrirnos haciendo lo mismo que cuando éramos adolescentes.

Desde que lo conocí fue como el hermano que jamás tuve; hoy soy incapaz de creer que haya una sola persona que me conozca mejor que él. A Adam nunca en la vida le guardé secreto alguno, mis vergüenzas y rebeliones las conocía todas, así como yo las suyas. Y llevaba mucho tiempo dándole vueltas al tema de Jackson, pensando que necesitaba hablarlo con alguien, sin encontrar al sujeto indicado para desahogarme como tanto precisaba. Mis padres fueron mis primeras opciones, pero las rechacé al recordar la forma en que hablaban en la mesa. Los amaba con toda mi alma, sin embargo, era consciente de que no eran mi salida ideal. ¿Bryan y Sam? Eran un no rotundo. Así pues, esa tarde con mi mejor amigo me dijo que quizá podría ser él el indicado a quien contarle mi gran secreto, pues fue al único al que nunca escuché hablar mal respecto al tema que estaba a punto de tocar.

―¿Puedo preguntarte algo? ―indagué a unas calles de llegar a mi hogar.

―Claro, hermano, dime.

―¿Tú qué opinas de las personas que...? ―Las palabras se volvieron como trozos de lija tratando de deslizarse por mi garganta, no sabía cómo decírselo, pues, aunque era mi opción más segura, aún estaba atemorizado de que pudiese reaccionar de mala forma―. Bueno, de las personas que salen con otras personas.

―¿De las personas que salen con personas? ―se burló de mí―. Pues normal, ¿no?

―No, no me refiero a eso, sino a hombres que salen con otros. Esa clase de personas.

Estábamos en la calle, donde cualquiera podría escucharnos, por lo que me vi en la necesidad de bajar el volumen de mi voz. Se mantuvo en silencio por mucho tiempo, mi cielo nublado cerca de precipitarse en una lluvia si no agregaba nada.

―No lo sé ―dudó. Casi escuché cómo ordenaba sus pensamientos―. En... en mi grupo de la universidad hay un chico gay, es buena persona, creo, una vez me pasó la tarea de contaduría.

―¿Y tú qué opinas de eso?

―Pues cada quién, ¿no? Que hagan lo que quieran, a mí que me importa, no es mi culo. ¿Por qué?

Tuve la sensación de que mi piel era puro papel cebolla, frágil y transparente, y que mi corazón dejó de ser un músculo para convertirse en una amorfa figurilla de cristal. Quería decírselo todo, pero las palabras se negaban a abandonar mi boca porque me sentí pequeño y expuesto. Desvié la mirada hacia el lado contrario de él y me eché a llorar, fue el único modo que encontré para liberar los miedos que llevaba acumulados, como la tristeza que comenzó a crecer en mi pecho esa mañana. Dejé los ríos de mi interior fluir con la esperanza de que así dejasen de ahogarme desde dentro.

Me odié con profundidad por desmoronarme tan fácil y te odiaba a ti por ser la razón de ello. Traté de ser silencioso, a pesar de ello, después de un rato fue imposible ocultar los sollozos. «¿Qué pensará Adam de mí? ¿Qué pensaría todo el mundo si se enterase?» Era mucho peor preguntarme eso sabiendo que, mientras yo lloraba como un imbécil en la calle, tú estarías por ahí con Paige, sin pensar siquiera en mí.

Fue un momento tenso y extraño, sin embargo, al cabo de unos minutos, Adam puso su mano sobre mi hombro y me dio unas palmaditas con su intento burdo de reconfortarme; fue mucho más de lo que yo hubiese esperado, pues no me sentía merecedor de nada.

―Calma, respira. ―La señora Stewart, su madre, era la psicóloga escolar de nuestro instituto cuando éramos jóvenes. Creí escucharla en Adam esa noche―. Tú eres así, ¿no? No hace falta llorar por eso, no te voy a hacer nada.

Ni siquiera me asombró que se diese cuenta, cualquiera con dos dedos de frente hubiese hilado las circunstancias tan bien como él. Asentí con la cabeza, no pude mirarlo.

―Soy extraño, ¿no? ―Mi voz se quebró. No dijo nada al respecto.

Ni siquiera me di cuenta el momento en que nos detuvimos. Él continuó dándome palmaditas en la espalda durante un buen rato hasta que el llanto se detuvo y recobré la compostura. Optamos por ir a sentarnos en la acera frente a un lote baldío de mi calle.

―Pasó algo con Jackson ―confesé luego de mucho tiempo en silencio. Aquel desvelamiento pareció sorprenderlo incluso más que los detalles sobre mi sexualidad.

―¿Jackson? ¿El de la banda?

Le respondí que sí. Su siguiente pregunta fue si no era que él tenía novia, también le dije que sí a ello, pese a los retortijones que me provocó.

―Mierda.

―¿Qué piensas ahora sobre mí?

Se hizo con su tiempo antes de responder.

―Pues es... complicado de asimilar, de todos modos, sigues siendo mi mejor amigo, ¿qué debería pensar?

Era eso lo que yo necesitaba escuchar, me liberó tanto que estuve a punto de llorar de nuevo. Llevaba meses escuchando malos comentarios de todos quienes me rodeaban, sin embargo, él continuó siendo quien siempre fue conmigo. Pensé que, si Adam se lo tomaba a bien, tal vez el resto del mundo pudiese hacerlo igual. Podría estar triste, molesto o confundido, pero mientras lo tuviera a él, «solo» no sería una opción. Ojalá hubieses representado tú también lo mismo.

¡Hola! Ha llegado el miércoles y con ello capítulo nuevo. <3

¿Qué les parece? ¿Creen que Jackson ha solo estado jugando con Alessio o que actúa de la manera en que lo hace por otra cosa? Lo único seguro es que las cosas no son tan poco difíciles como Ale bebé creía. :(

En otras cosas, espero que el capítulo entretenga a los que andan en cuarentena, recuerden salir lo menos posible, tomar mucha agua y lavarse las manos; cuídense mucho. Esperemos que todo este rollo pase pronto. También, por lo general no hago esto, pero si quieren ir a seguirme en IG (annaa.marquez) o a Twitter (ananamarquez) son bienvenidos, ando tonteando mucho por ahí y compartiendo cositas en lo que me quedo en casa. uwu

Xx, Anna.

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