14
Volvimos a casa, a nuestra rutina y asimismo al silencio, que aparentaba ser peor que en las ocasiones anteriores, pues esta vez ambos estábamos al tanto de todo, lo que volvió imposible que fingiésemos ignorarnos por casualidad y no con toda la intención de no dirigirnos la palabra.
Cada segundo que Jackson me pasaba por alto, notaba como se agregaba una navaja más al nudo de cuchillas que amenazaba con desgarrarme la garganta para obligarme a escupir sangre revuelta con una gran cantidad de verdades y lloriqueos lastimosos. Era mi culpa, eso era claro, pues fui yo quien aquella mañana fue más brusco de lo necesario antes de marcharse. Él estaba en lo correcto, me comportaba como un niñito asustado, sin embargo, eso no apaciguaba el dolor.
Lo que me arrastró al colapso mental y a saber que no estaba dispuesto a continuar soportándolo, tuvo lugar una semana después de volver de California. Fue un día largo ensayando una nueva canción; Paige estaba ahí, más cariñosa que de costumbre, y tú aparentabas no solo que yo no te importaba, sino que no existía. «Sam, dame esto; Bryan, pásame aquello; Paige, dulzura, ¿me extiendes la libreta?». No exagero cuando digo que no pronunciaste mi nombre o me miraste una sola vez. Tuve que averiguar por mi cuenta cómo acoplarme a ustedes.
Al volver a casa me acosté con el rostro contra la almohada y descargué todo lo que llevaba acumulando por meses, dejando todas mis lágrimas saladas sobre una almohada desgastada y deseando poder ahogarme en ellas para no tener que buscar una solución. Llegué a considerar que lo mejor era abandonar de una buena vez, desertar de la banda, renunciar al sueño con tal de sentirme mejor o, en el peor de los casos, al menos olvidarme de lo patético que me volví en tan poco tiempo. Recordaba bien lo que era sentirse feliz, y me quemaba las entrañas ser incapaz de encontrar una vez más ese sentimiento por más que intentase.
El verme al espejo y encontrar una figura que interpretaba pequeña y miserable era regular. «No deberías llorar, mucho menos por otro hombre», mascullaba mi reflejo viéndome a los ojos. El inmenso daño que me hizo estar a la expectativa de lo que debían o no hacer los hombres en lugar de pensar solo en lo que yo deseaba.
La idea de dejarlos aún daba vueltas por mi mente inquieta al despertar, aunque pese a ella, por primera vez me sentí decidido a hacerle frente a las cosas. Me despedí de mi madre y salí dispuesto a encararte, listo para solucionar nuestra situación o tirarlo todo por la borda. Me dije a mí mismo que precisaba ser más como tú, empezar a rechazar los grises que me dejaban en la nada. Blanco o negro; todo o nada.
Cuando toqué a su puerta, he de ser sincero, no esperaba otra cosa que no fuese un arreglo amistoso o una ruptura definitiva de los colegas que alguna vez fuimos. Incluso si él no me lo cree, o si lo que dije o hice no tuviese que ver en lo absoluto con mi plan trazado antes de caer dormido la noche anterior.
Esperé un buen rato bajo el sol hasta que abriste, pasaba del mediodía, pero tu cabello revuelto me dejó saber que te había despertado. No te molestaste por mi interrupción de tu sueño, más bien creo haberte visto sorprendido y confundido a partes iguales con mi presencia.
―El ensayo es a las cuatro. ―No hubo hola, no hubo nada, solo un recordatorio de quizá que ese no era mi sitio; no obstante, mi coraza nueva y yo estábamos dispuestos a aguantar unas cuantas pedradas antes de darnos por vencidos.
―Eso ya lo sé. ¿Bryan está ahí adentro?
Por fin hubo un cambio. Su mirada ya no era cansada o sorprendida, sino que brilló recelosa. ¿Por qué me acuerdo de todo esto? La cantidad de veces que he intentado arrancármelo de la piel y la memoria es inhumana, lo peor es que nunca lo consigo. No. Se. Va. No se irá jamás. Incluso mucho después de que yo muera y él también, Jackson existirá por siempre porque lo dejé aquí con la esperanza de deshacerme de él, sin darme cuenta de que todo lo que he conseguido es asentar sus raíces no solo en mi persona, sino en el universo. ¿Es masoquista que eso me alivie? ¿Qué la tortura haga más vivible mi vida?
―¿Buscas a Bryan? ―¿Querías que te buscara a ti?
―Solo quiero saber si está.
―Está en casa de Christie. ―Silencio durante un rato, hasta que agregó―: ¿Por qué? ¿Ibas a decirle algo?
―No, pero a ti sí y necesitaba saber si estabas solo.
No pronunció una sola sílaba, solo se apartó de la puerta para dejarme entrar. Me senté en un extremo del sofá y él en el otro, con tanto espacio entre ambos como fuese posible. Estaba ahí supuse que lo ideal era disculparme por mi parte de la culpa en todo el embrollo.
―Sé que no he sido justo. ―No pude mirarlo a la cara, pues ya era bastante complicado mantener firme la voz―. Es solo que ni me imaginé que tú podrías estar pensando en eso.
―Está bien. Yo también te presioné demasiado, supongo.
Fue bueno que te hubieses percatado de ello, pues de ese modo facilitaste mis deseos de poner todas las cartas sobre la mesa. Me aclaré la garganta para ganar tiempo, un mal hábito que aún conservo.
―Me preguntaste cómo lo supe, ¿no? ¿Hablabas de cómo me di cuenta de que sentía algo por ti? ―Me acerqué al tema con mucho cuidado. Me atemorizó decirlo de ese modo, tan crudo y real, pero sintiendo que no serías tú quien me condenase por ello, avancé sintiéndome más seguro―. Solo lo supe. Fuiste tú, me sentía bien contigo.
―¿Y desde cuándo?
Por algún motivo no me sentí interrogado ni presionado, como la vez anterior, lo atañí a que tu voz era suave y curiosa más que cansada y demandante. Tuve la impresión de que me tratabas como a un pajarillo extraño al que te acercabas con cautela para que no saliese volando.
―Desde que me convertí en el espectro de medianoche, tal vez un poco antes. ―Me abracé a mí mismo, porque, aunque el calor del verano era sofocante, un gran frío manaba desde el interior de mi pecho.
―¿Te pasó antes? Quiero decir, ¿d-desde cuándo te gustan...? Bueno, ya sabes, los hombres. ―Lo expresaste en un susurro incluso cuando nos encontrábamos solos. De algún modo me hizo sentir más tranquilo que parecieses tan inquieto y nervioso como yo por el tema.
―No estoy seguro, creo que solo me ha pasado contigo.
Nos quedamos callados, ambos procesando mis palabras. De pronto, más que confesarme, sentí la necesidad de saber qué era lo que pensaba él.
―¿Sigues molesto conmigo?
―No, ya no. ―Algo bueno entre tanto.
―Gracias. Nunca pensé que te fuese a hacer sentir tan incómodo, nunca fue mi intención. ―Jugué con mis dedos en un intento de lidiar con la ansiedad, estaba seguro de que en el momento en que voltease a verlo me sonrojaría de la vergüenza.
―¿No te has preguntado por qué te pedí que me besaras?
El nudo de navajas retornó a mi garganta. Resolví su pregunta sin demasiado esfuerzo, porque creía tenerlo claro.
―Porque estabas borracho.
―Sí, en parte sí, pero no del todo.
Se me secó la boca y por un segundo que noté que el mundo entero se detuvo. No supe discernir si lo que veía era luz de sol entre tanta neblina o una señal de peligro, en mi defensa, nunca he sido bueno separando mis emociones las unas de las otras.
―¿En serio querías que te besara?
Asentiste.
―Después de lo del hotel estuve muy molesto, pero con el tiempo me di cuenta de que en realidad solo estaba sorprendido. Pensé mucho en que tal vez me hubiese gustado reaccionar de otra manera, porque quería que pasara otra vez. ―Me asombró que tuvieras las agallas de aceptarlo, de hacer tu confesión teniéndome en frente y hacerlo ver sencillo, cuando a mí me tomó tanto tiempo―. Después empezaste a salir con Violet y yo ya no entendí nada.
―Tú dejaste de hablarme antes de que eso pasara.
―Necesitaba asimilarlo todo, pero te me adelantaste. Tal vez si me hubieras dado un par de semanas más, no sé...
Supe lo que debía hacer en cuanto dejaste las palabras en el aire. Todo mi ser vibraba rápido, fuerte, exigiendo que tomase acción y me acercase hacia ti. No respondí, solo me sacudí el temor y me obligué a destruir el espacio que sin piedad se interponía entre nosotros.
―Voy a besarte ―avisé, pues si deseabas detenerme, mejor que supieses que ese era justo tu momento.
En un principio me limité a acariciar sus labios con los míos, solo un toque bastante sumiso, después fui por más. Ese ya no fue breve como los otros, sino lento, suave; tanto que me permitió memorizarlo todo de manera consciente, desde la forma en que su boca me correspondía hasta sus dedos recorriendo mi mejilla, indiscretos. Su pulgar acariciando mi pómulo antes de que su mano fuese a mi nuca, impidiéndome apartarme de él. De todos modos, no lo hubiese hecho.
Ahí fue que caí en cuenta de que lo único que podría desear después de eso, era más. Más Jackson, más de sus besos, de sus miradas o de cualquier cosa que estuviese dispuesto a ofrecerme; yo lo iba a tomar todo. Era eso a lo que ambicionaba, pues nunca un beso me supo tan bien. Cuando por fin me aparté, mantuve los ojos cerrados. Estoy seguro de haber tenido entonces la necesidad de decir algo, pero antes de que pudiera hacerlo, fuiste tú quien me besó a mí.
¡Hola! Ya es domingo, qué bonito día, qué bonito capítulo. Hoy no tengo mucho que decir, creo que el capítulo habla solito, lo que sí es que -como siempre- quiero saber, ¿qué les pareció? <3
Nos vemos el miércoles. Gracias por leer. UwU
Xx, Anna.
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