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13

Raphael nos llevó a comer al despertar, sin embargo, un desayuno genérico no compensaba el malestar que escalaba por mi espina dorsal como un mal presagio, pues mi resaca poco y nada tenía que ver con el alcohol, sino con la moral. Los latidos de mi corazón se fueron de vacaciones cuando te escuché llamarme, cauto, desde el otro lado de la mesa. Portabas lentes de sol para disimular los surcos bajo tus ojos y la inquietud de tus pupilas; y yo estaba ahí junto a mi cerebro apabullado, a la deriva, esperando que le hubieses errado al nombre.

La idea de salir corriendo sin mirar atrás una sola vez se me pasó por la cabeza, no obstante, me quedé quieto justo en mi asiento, hasta que me pediste que te acompañase al auto por tu chaqueta. Temí observar a cualquiera a los ojos, pensando que, de hacerlo, ellos habrían podido deducirlo todo sobre nosotros. Por supuesto era ridículo, y tu petición algo tan normal que en realidad nadie se preocupó por nosotros; dichas paranoias habitaban solo en los recónditos, fríos y oscuros pasillos de mi turbia conciencia.

Me levanté y lo seguí fuera de aquel local de paso. El aroma del fresco aire salado de la ciudad me hizo extrañar el olor del café dentro del local, porque aquello representaba que estábamos solos y esconderme de él no era tan sencillo como pretender leer el menú.

Antes dije que serías para mí «el otro» hasta que me olvidase de guardar la compostura, me parece que hace rato nos hemos deshecho de ella, y es por eso que me siento libre para detallar lo mucho que me aliviaba que llevases gafas, pues así no estaba obligado a mirar sin escalas al cielo despejado que tenías entre pómulos y cejas.

―Tuve un sueño anoche ―musitó, y luego de un rato presenciando mi silencio, decidió continuar―. Sobre ti.

Si pongo la mano sobre mis costillas, puedo sentir el tambor atascado en mi pecho, el mismo de hace tantos años, dando en cada golpeteo un grito de piedad. «Déjame volver, por favor, no me hagas hablar de esto»; era consciente de que no lo haría, así que jugué el papel del amnésico despistado.

―¿Sobre qué? ¿Otra vez escapábamos de Jason? ―En alguna otra ocasión me contó una locura similar―. Deberías parar de una buena vez con Viernes trece.

Mis palabras eran el viento; tú, un velero. La inevitable conversación una peligrosa isla infestada de caimanes hambrientos y yo ansiaba llevarnos lejos, muy lejos de ella. Aunque no me diste tregua alguna, esta vez iríamos a donde tú deseabas y no a donde yo me sintiese seguro. Tus labios apretados en una línea recta me contaron que no estabas dispuesto a ceder conmigo una vez más.

―No, era otra cosa. Se sintió muy real.

―¿Y quieres contármelo?

―No, la verdad es que no, pero necesito saber.

―¿Saber qué?

Me hacía el desentendido con la esperanza de que mi desidia le hiciese abandonar la contienda. Sin embargo, lo que es no se puede ocultar, mucho menos cambiar, y tú sabías que yo estaba al tanto de lo que hablabas; mientras que yo era consciente de que, pese a que lo tratabas como si no fueses capaz de distinguir entre un sueño y la realidad, lo tuviste claro desde el comienzo.

―Si fue un sueño o no.

―¿Y cómo pretendes que yo lo sepa?

Fui, por mero instinto, más rudo de lo que hubiese querido. Como un perro callejero al que han pateado demasiadas veces, tantas que cuando una mano amiga se acerca a alimentarlo, muerde sin miramientos.

Se deshizo de los lentes y con ellos de mi refugio. Su mirada hizo que la sangre se congelase en mis venas y mi corazón dejase de latir. De haber sido de verdad un sueño, yo no hubiese entendido a lo que se refería, y de no haber sabido no hubiese reaccionado a la defensiva. Me expuse yo solo al no saber controlarme.

―Pues ya me has respondido.

―¿Y qué más da, después de todo? ―Ahí, esa mañana, encontré mi límite. Podía ser que estuviese asustado, pero era incapaz de continuar acumulando todo esperando que la burbuja jamás explotase. De pronto estaba errático. «Si me vas a echar de la banda, hazlo cuanto antes»―. Además, no entiendo por qué me pides explicaciones. Quien me ha pedido que... bueno, eso, has sido tú, no yo.

―Yo no te he pedido explicaciones de nada todavía.

―¿Entonces por qué estamos teniendo esta conversación?

―¡Porque no podemos seguir evitándola!, ¿crees que eres el único jodido con el tema? No, Alessio, y estoy cansado de lidiar con esto. ―No era solo yo el alterado.

Desesperación es un término demasiado blando. Lo que experimenté fue rabia, impotencia; vergüenza. Escondí la mirada en el asfalto caliente para huir de su mirada inquisidora. Al fin, luego de tantos meses, se nos cayó el papel de amigos-no-tan-cercanos como el ventanal de un séptimo piso. Se estrelló en mil diminutos fragmentos a nuestros pies; esos trozos de cristal era quien en verdad éramos, ya no era necesario fingir.

Hoy puedo decir que me siento borrascoso; noto la lluvia gélida, el viento cruel y el granizo dirigiéndose hacia ti a millones de kilómetros por hora.

Hay días en los que todo lo que podría querer es extender la mano al despertar por la mañana y encontrarte a mi lado, bajo las sábanas, protegido de cualquier clima en la calidez de mi cama y bajo el techo de mi recámara. Entonces, sin querer ―porque de verdad, no quiero― recuerdo cuando me acorralabas y quiero eso... conmigo mismo. Esta vez puedes quedarte bajo la tormenta con el hielo golpeando tu cuerpo; toca a mi puerta cuando salga el sol y no haya posibilidad de que me empapes la alfombra. He perdido la compostura para poder perderme en el recuerdo de tus ojos, y también para maldecirte cuando se me dé la gana.

―Yo igual estoy harto, ¿y sabes qué? Trato de dejarlo fuera por el bien de todos, y tú solo me traes de vuelta, Jackson.

―Es que no entiendes nada, actúas como un niñito.

―¿Qué debo entender? Cometí un error y te pedí que me perdonaras por ello, en serio, no sé qué demonios es lo que esperas de mí.

La deshidratación, el dolor de cabeza y las náuseas tampoco mejoraban nuestro humor con el otro, ¿no es así?

―¿Fue un error? ―preguntaste después de un rato y yo no supe qué contestarte. Era incapaz de no pensar en ello como un desliz imperial después de todo lo que arrastró consigo.

―¿No te lo parece? Éramos buenos amigos, no sé decir qué somos ahora, ¿cómo lo llamarías?

Más silencio.

―Ale, ¿yo te gusto?

Preguntas respondidas con más preguntas. Te odié con cada parte de mi alma, lo recuerdo con tanta lucidez que por eso igual te odio ahora mismo, incluso cuando sé que en cinco minutos podría volver a...

―Solo quiero dejar de sentirme así, si me gustas o no, ni siquiera importa en realidad.

―Eso no es un no.

―Pues sí, ¿y qué?

«Una vez confesado, será sencillo dejarlo atrás», una de las peores mentiras que me he dicho a mí mismo en toda mi vida. Aunque debo admitir que estuve aliviado de que no cambiase la forma en que me mirabas, como si de pronto fuera otra cosa; algo extraño, algo enfermo.

―¿Cómo lo supiste?

―¿Por qué me haces esto?

―Porque trato de saberlo yo también, y tú no me ayudas. ―Ahora eras tú quien se mostraba avergonzado, hecho que me dejó helado, pues la imagen que cree de ti distaba mucho de un individuo tímido―. Después de anoche, no lo sé, me siento molesto contigo. Si hubiésemos hablado cuando te lo pedí, tal vez no me sentiría tan confundido.

―Me ignoraste por semanas, ¿querías que me sentara a tomar una cerveza en tu sofá como si nada?

―¿Qué esperabas que hiciera? ¡Me tomó por sorpresa!

―¡Y a mí me tomaste por sorpresa tú! ―La voz se me quebró en la última sílaba, ya que lo expulsé de mi sistema sin pensarlo siquiera, queriendo volver a esconder mis palabras dentro de mis entrañas apenas las pronuncié―. Y he tenido que lidiar con toda esta confusión por mucho más tiempo, deja de tratarme como si estuviese siendo injusto contigo.

En lugar de continuar sometiéndome a ese martirio, opté por regresar con el resto.

¡Es miércoleeees! ¿Por qué actualizo a esta hora? No lo sé, ya es costumbre.

Finalmente hubo una confrontación, ¿qué creen que pase a partir de ahora con estos dos, ya que las cosas quedaron claritas?

Espero que el capítulo les haya gustado, gracias por leer y recuerden que cualquier voto o comentario lo aprecio mucho, mucho, mucho. <3 Hasta el domingo.

Xx, Anna.

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