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Una disciplina desconocida se hizo con el control de nosotros y terminamos de grabar en el tiempo estipulado; incluso conseguimos agregar dos canciones adicionales a las que planeamos en un principio, una de ellas era «Why You Go?», la que hablaba sobre el beso. La disquera estuvo satisfecha con el resultado y pronto comenzamos a trazar junto con ellos la campaña de publicidad; fue apenas ahí cuando entendimos que era algo grande en serio.
Los viajes a California se volvieron habituales, dado que nos necesitaban en todo momento ahí con el fin de afinar detalles. Desde la sesión de fotos para el disco, hasta la grabación del vídeo de Midnight Specter.
Cuando el videoclip fue lanzado ya nos lo conocíamos de memoria, debido a que nuestro representante, Raphael, nos lo mostró apenas estuvo listo. Todos pensábamos que era fantástico, sin embargo, fue mil veces mejor cuando lo vimos transmitido por primera vez en televisión.
Estábamos en mi casa ―por la fiesta anticipada de mi cumpleaños― cuando escuché unos familiares acordes de guitarra proviniendo desde el televisor sintonizado en un canal cualquiera de música. Nos giramos a ver si era un sueño lo que estábamos escuchando. Gritamos como si hubiésemos descubierto el secreto mejor guardado del hombre: extasiados a niveles insospechables.
Todos nos hicieron saber lo mucho que les encantaba; me gusta creer que no mintieron, visto que los tres primeros sencillos de Thrill Titanium se volvieron un éxito y pusieron a Waterhunt en la mira. Fue lo que, tanto en el medio como fuera de este, conocemos como un golpe de suerte.
Comenzamos a escuchar nuestras canciones a dondequiera que íbamos; clubes, restaurantes, plazas. La primera vez que alguien nos detuvo en la calle, Sam y yo salimos a buscar unas cuerdas para su bajo y nos encontrábamos en una tienda cuando un sujeto bastante mayor se acercó a nosotros.
―¿Ustedes son los de la canción del espectro, no? ―No supimos qué hacer además de asentir asombrados, pues todos apostábamos a que al primero que le sucedería aquello, iba a ser Jackson.
Nos extendió los audífonos de su Walkman, la estaba escuchando en ese instante. Dijo que estuvo horas junto al radio esperando a que pasaran nuestra canción y así poder grabarla. Al volver al departamento nos vimos en la necesidad de contárselo a Jackson y Bryan, quienes se molestaron por decidir quedarse en lugar de acompañarnos a hacer las diligencias.
Pese a todo, no comenzamos a dimensionar el alcance de nuestra música hasta que el álbum se estrenó. Éramos un grupo emergente, por lo que fue un triunfo absoluto en nuestra disquera cuando vendimos alrededor de doce mil copias en la semana de lanzamiento. Recibir el primer pago, incluso cuando no fue exorbitante o me solucionó la vida, fue un gran momento. Ese día invité a mis padres a cenar a un sitio lindo, en agradecimiento por todo el apoyo y confianza.
Darme cuenta de que mis conocidos estaban orgullosos de mí fue fenomenal, pero lo que recuerdo con más cariño es tu alegría desbordante; esos ojos resplandecientes contemplando el cheque entre tus manos, mientras murmurabas, muy bajito, «sabía que estaban equivocados».
Antes de ser abrazado por Waterhunt, no estaba seguro de lo que esperaba obtener como músico. Incluso tuve un par de veces la sospecha de que me dedicaría un rato antes de fastidiarme y volver a la universidad en busca de un trabajo con futuro, pero tú buscaste eso por años. Cuando todo se volvió realidad, juro que tu mirada se dotó de una nueva vida. No era capaz de imaginar nada mejor que poder formar parte de algo tan increíble contigo. Con ustedes. Por fin llegaban los días de sol a nuestras costas.
Nine Circles decidió organizar una celebración por el éxito del álbum. Era nuestra gran fiesta inaugural dentro del medio y ninguno de nosotros estaba seguro de qué esperar. Raphael nos hizo saber que estaban invitadas muchas personas que laburaban en el mismo ambiente; productores, escritores, músicos y otros artistas.
―Creo que deberían comenzar a pensar en mudarse ―nos comentó luego de recogernos en el aeropuerto―. Ni ustedes ni yo podemos seguir así.
En vastas ocasiones tuvimos esa plática no solo con él, sino con el resto de los involucrados en el disco. La distancia entre Las Vegas y Los Ángeles no era una descomunal, conseguimos lidiar con ella cuando los viajes se limitaban a dos o tres al mes, sin embargo, cuando se volvieron unas cuantas por semana, entendimos que nuestra residencia en la ciudad que nos vio nacer como agrupación tenía fecha de caducidad.
Lanzar un single o un disco no era tan fácil como pensamos, nos dejamos llevar por la idea ―errónea y tonta― de que era hacer la música y listo. Nada de eso. Nuestra agenda se resumía a entrevistas, presentaciones, ruedas de prensa, sesiones de fotos, juntas con el equipo de la disquera o con el equipo de publicidad.
Pese a lo insostenible que pudiese resultar, nosotros resistimos como unos campeones durante más tiempo del debido, puesto que teníamos mucho en Nevada como para que fuese sencillo abandonarla. Nuestras familias, Violet ―que terminó por perdonarme el incidente del callejón―, Paige, la pequeña casa donde comenzamos y ahora estaba casi abandonada; nuestras vidas estaban ahí. Pensar en comenzar de cero y alejarnos de tanto era doloroso, pero los cuatro éramos conscientes de que era el paso a tomar tarde o temprano. No nos molestamos en disimular que lo estábamos aplazando dando excusas básicas y simplonas.
Fuimos de los primeros en llegar al sitio, una de las propiedades del director la disquera. Hasta entonces jamás estuve en una casa tan enorme ni amueblada de forma tan refinada. Raphael nos enseñó nuestras habitaciones y después nos dejó a solas. Tonteamos durante un buen rato hasta la noche. El lugar estaba a reventar, conocimos a muchísimas personas e incluso tocamos un par de canciones.
No eran ni las doce cuando noté como Jackson tomaba cada vez de forma más descontrolada. Una copa se transformó en seis, un par de cervezas, tragos preparados, chupitos de lo que le dejasen en frente. Supe que la cosa no terminaría bien y se lo comenté a Sam para que le pusiese un alto, no obstante, tampoco me escuchó. «Como si no lo conocieras», dijo.
No tenía idea de qué hacer. Pese a todo lo bueno, las cosas estaban más extrañas que de costumbre entre nosotros. A veces decías cosas que yo no sabía interpretar, o te volvías un extraño de nuevo; blanco o negro, no eras fanático de los puntos medios, y yo, siendo un tibio de primera, mantuve mi distancia por semanas enteras.
Chocaba conmigo lo impredecible de su personalidad, que se tornaba diez veces peor cuando se pasaba con el alcohol; pese a todo decidí aplacarme y mantenerlo vigilado al menos esa noche. Tampoco sirvió de mucho, pues tuve suficiente menos de dos horas más tarde, cuando ya arrastraba todas las palabras, era casi incapaz de mantenerse en pie y la insistencia que dejaba en querer ir al mirador me llevó al borde de un colapso nervioso.
Le dije que lo subiría a dormir, hecho con el que no estuvo de acuerdo. Se negó múltiples veces y no se limitó al expresar su descontento conmigo por arruinarle la diversión; igual estaba tan ebrio que no pudo hacer nada al respecto además de dejar que lo arrastrara.
Con uno de sus brazos sobre los hombros me di a la tarea de ayudarlo a subir las escaleras, estaba tan mareado que cada que intentaba subir un peldaño se tropezaba con sus propios pies. En ningún momento paró de balbucear cosas en las que no reparé, pues estaba más preocupado por llegar al segundo piso sin rompernos la cabeza.
Lo logramos al cabo de un buen rato.
Como pude lo llevé hasta su recámara, lo eché sobre la cama y me aseguré de rodarlo hasta la orilla; así cuando vomitase ―yo tenía claro que iba a suceder tarde o temprano― lo haría en el suelo y no sobre el colchón.
―Te traeré un poco de agua, espérame aquí y no te levantes. ―Casi rogué que me hiciera caso.
―No, ven. ―Debido a la borrachera que llevaba encima, fue muy complicado entenderlo. Una vez lo hice volví a insistir en ir por el agua―. Ven, solo te voy a decir una cosa.
Me acerqué esperando soltara de una buena vez la estupidez que quisiese decir, pero lo que hizo me tomó por sorpresa: me apresó entre sus brazos y atrajo hacia él. Tuve que poner mis manos contra la cama para no romperle la nariz de un cabezazo. Intenté apartarme al instante, sin embargo, me sostuvo con tanta fuerza que fue imposible.
―Jackson, detente, ¿qué haces? ―mascullé por lo bajo, tratando de pasar por alto los violentos galopes de mi corazón.
―Bésame. ―Me paralicé. Ni siquiera me importó su aliento alcohólico golpeándome el rostro―. Vamos, hazlo.
―Estás borrachísimo, necesitas dormir.
―Necesito un beso. ―Se lanzó hacia mí, apenas conseguí ladear la cabeza para rechazarlo.
Pese a toda mi negación, ansiaba volver a probar tus labios; besarte hasta que la acción perdiese cualquier clase de sentido, pero me detenía el miedo que dejó tras de sí lo mucho que nos jodió cuando lo hice por primera vez, y temía que de repetirlo fuese incluso peor, que me acusases de aprovecharme de tu situación tan vulnerable.
―Suéltame, vamos, voy por tu agua.
―Te suelto después de que me beses.
Era imposible tratar de dialogar contigo en dicho estado, pues solo te restregabas contra mi rostro en un burdo intento de llegar a mi boca.
―No quieres que haga eso. ―Terminé por darme cuenta de que luchar no tendría ningún caso, así que me quedé quieto.
―Sí quiero. ―Me reí, disimulando que comenzaba a sentirme muy fatal y nada tenía que ver con el alcohol.
―Mejor duérmete.
―No seas cobarde, Bianchi.
Lo observé en medio de la oscuridad y quise echarme a llorar, porque pensé en lo culpable que me hice sentir por besarlo, en todas las semanas de dolorosa indiferencia y los meses que nos limitaron a ser apenas amigos. Después de tanto me pedías que lo hiciese de nuevo, todo era mucho peor siendo que estabas borracho. Me cuestioné si solo en ese estado eras capaz de querer tenerme cerca.
Los pensamientos eran tormentosos, así que los silencie adosando mis labios a los tuyos en un beso que no se acercó nada a lo que yo soñaba por las noches. No encontré pasión, cariño ni seguridad; sino amargura, tristeza y necesidad de que terminase, porque de otro modo me desharía en llanto entre tus brazos. Me aparté de un salto cuando te distrajiste lo suficiente en un intento de poner tu lengua en mi boca.
―Ahora voy por tu agua.
Abandoné la habitación a toda prisa, escondiéndome en el pasillo para poder tranquilizarme. Estaba temblando, pues solo así mi cuerpo era capaz de lidiar con lo que llevaba en el pecho y las entrañas. Toqué mis labios tratando de mantener el fantasma de los tuyos conmigo, me sentía miserable, e incluso así no pude hacer que los colibríes en mi estómago dejasen de revolotear atarantados.
¡Hola! Nuevo capítulo, que bueno leernos por aquí otra vez. uwu
¿Qué les ha parecido el capítulo? ¿Qué piensan que pueda pasar ahora con estos muchachos, les parece justificable la reacción de Alessio bebé?
Recuerden que sus votos y comentarios me ayudan mucho -y me hacen muy feliz, btw-.
Xx, Anna.
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