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Quemaduras y castigo

Ese día Shinjuro se había levantado de mal humor, o eso quería decirse.

Sus hijos estaban preparando el desayuno como siempre era habitual cuando el mayor de los dos estaba en casa. Por un momento pensó que su primogénito había desistido de su trabajo para el cuerpo de cazadores, no lo había visto coger una espada, durante dos semanas, pero en cuanto supo que el chico que le había propinado el cabezazo y sus amigos habían vuelto heridos de una misión, el muy tonto había salido corriendo al despuntar el alba. Envió un mensaje con su cuervo diciéndoles que no se preocuparan, que se quedaría con sus tsugukos hasta que se recuperaran. Su hijo pasaba la mayor parte de sus días en la finca Mariposa con aquellos chicos, venía a casa solo dos días a la semana, antes de partir de nuevo. A veces Senjuro lo acompañaba. Al parecer aún no quería despedirse de la vida de cazademonios. Por eso cuando esa tarde Kyojuro le preguntó, el simplemente quería golpearlo.

-Padre, buenas tardes - Rengoku Kyojuro tocó la puerta de la habitación suavemente. - ¡Voy a pasar!

Shinjuro se giró a verlo. Desde su última conversación había sido difícil mirarle a la cara. Pero día a día, Shinjuro se había propuesto al menos hacer eso.

Kyojuro entró y se sentó formalmente frente a él, cual costumbre. Su hijo siempre fue muy educado.

-Padre, me alegra que goce de buena salud.

- ¿Qué quieres?, sé que no estás aquí para preguntar como estoy.

- Tiene razón padre, aunque me interesa mucho su bienestar, en realidad he venido a pedirle un favor.

- Habla.

- Sí. Quisiera poder tener acceso a los registros de los antiguos Pilares de la Llama, quiero saber sobre la Respiración Solar.

La cara de Rengoku Shinjuro cambió de indiferencia a furia. ¿Como se atrevía?

-El joven Kamado, me comentó que su padre practicaba una danza llamada Hinokami Kagura. Le prometí que averiguaría todo lo que pudiera al respecto. Padre, sé que tienes esos registros. No sé qué hayas leído en ellos, pero...

- Qué crees que he leído, ¿eh? - Shinjuro se levantó de donde se encontraba sentado, interrumpiendo a su hijo. - Kamado es el tipo de los aretes ¿cierto? Ese bastardo...

- ¡Padre! ¡El joven Kamado es un chico extraordinario, es fuerte y amable, siempre se está esforzando al máximo, es todo lo que un cazador debe ser! ¡Por favor, no lo insulte! - Kyojuro lo miró con decisión, su padre podía insultarlo todo lo que quisiera, pero Tanjiro no merecía aquello.

- Eres un tonto Kyojuro, por eso nunca llegaras a nada, ¿para qué quieres saber lo que hay aquí? - Tomó unos pergaminos y los movió delante de la cara del más joven. - Solo confirmará lo inútil que eres, ¿en verdad quieres saberlo? ¿Tus estúpidos ideales lo soportarían? ¿Eh? Alguien sin talento como tú, que no puede ni sostener una espada ahora mismo... no bromees. Ese tipo que tanto defiendes solo se está aprovechando de tu estupidez, se está burlando de todos nosotros, de esta familia. Y como el idiota que eres, lo pondrás todo en sus manos.

- Padre ¿de qué está hablando? Si no me explicas no... - el mayor de los hermanos Rengoku tenía la boca abierta, ¿qué podía haber escrito en esos pergaminos que enfadara tanto a su padre? ¿Por qué odiaba tanto a Tanjiro? no, más bien a cualquiera que usara lo que él llamaba Respiración Solar, ¿qué era esa respiración exactamente? Con cada palabra que pronunciaba su padre, más confundido se sentía.

- Por el camino que vas, terminarás igual o peor que el 21. Pilar de la Llama. - Lo interrumpió y acto seguido rasgó los registros en pedazos antes de que su hijo pudiera mover un dedo, y los arrojó al fuego del irori.

Shinjuro quizás no debió hacer eso.

Si hubiera sabido lo que haría Kyojuro a continuación no lo hubiera hecho. Quizás debió conocer mejor a su hijo. Su hijo, que vivía por una promesa, naturalmente, iba a hacer todo lo posible por mantener otra.

Kyojuro se lanzó a por los papeles, metió sus manos al fuego sin dudarlo ni un segundo. Logró sacar varios la primera vez, solo un poco chamuscados, para volver a repetir la acción varias veces, las rojas lenguas de las llamas lamían ávidas la piel de sus manos y antebrazos quemando su carne, pero Kyojuro no emitió queja alguna, su ojo miraba seriamente el fuego, concentrado totalmente en su tarea.

Rengoku Shinjuro se quedó de una pieza, paralizado, no podía moverse del lugar ni abrir la boca. Kyojuro era un espadachín, ¿con sus manos dañadas, como esperaba poder usar una espada? ¿Por qué iba tan lejos por un chico que apenas conocía? "¡El joven Kamado es mi tsuguko!", le había dicho su hijo. Kyojuro siempre había sido así. Siempre ponía a los demás por sobre sí mismo, porque eso era la verdadera fuerza.

Una de las primeras memorias que tenia del inquebrantable carácter de este, era ver llegar a su hijo lleno de cortes y moretones con Senjuro cargado sobre su espalda: "¡fuimos acosados por unos extraños! - anunció el pequeño Kyojuro - ¡pero no te preocupes padre, Senjuro está bien! Solo lloró un poco y está cansado"- el chico a pesar de estar lleno de heridas y de tener un pie torcido no había dejado de sonreír brillantemente. "¡Preocúpate más por ti!", le había dicho el mismo Shinjuro exasperado, su esposa Ruka miraba el intercambio, bastante divertida, y había sonreído orgullosa todo el tiempo mientras curaba a su hijo.

Al otro día habían venido a disculparse los chicos que los habían atacado y sus padres, aquellas personas estaban muertas del horror y la vergüenza al enterarse de que sus hijos habían atacado a los descendientes de una familia de un linaje tan importante como los Rengoku, allí se enteró de que Kyojuro solo se había defendido y no le había pegado a nadie, para más exasperación de su parte y orgullo de su mujer. Ese hijo suyo los perdonó enseguida, charlando animadamente con ellos después, y Rengoku Shinjuro vio de primera mano cómo los corazones de las personas cambiaban cuando eran tocados por la amabilidad de su primogénito.

Incluso ante sus propios ataques su hijo no le respondía con otra cosa que no fueran palabras educadas y una sonrisa. A pesar de todo, Kyojuro se había convertido en el ideal de todo cazador de demonios, era todo lo que un pilar debía ser.

Shinjuro sabía que la mayoría de los que componían la organización tenían algún tipo de deseo de venganza contra los demonios, o eran movidos por sus propias ambiciones, cada pilar que él conoció durante su carrera había perdido algo valioso por culpa de los demonios. Pero no Kyojuro, su hijo era demasiado imbécil como para tener otra cosa en la cabeza que no fuera su ridículo sentido del deber, y sus tontos e inútiles ideales.

Cómo pudo haberlo olvidado, por supuesto que pondría sus manos al fuego si eso significaba ayudar a alguien, aunque fuese un ingrato como seguro sería el tipo de los aretes hanafuda.

Un pequeño crujido lo sacó de sus pensamientos, uno de los leños de la hoguera debió haberse partido, su hijo estaba frente al irori, con una inhalación y exhalación el fuego se extinguió completamente, Respiración de Concentración Total, reconoció Shinjuro.

Antes Kyojuro hacía cosas como esa como entrenamiento, apagar un fuego o una vela sin destruir todo a su alrededor, cortar una fruta, cosas que no requerían tanta fuerza como habilidad, Kyojuro solía enseñarle así a Senjuro, aunque por suerte su hijo menor no había podido aprenderlo nunca.

Ahora el joven estaba encogido sobre sí mismo mientras pequeños temblores recorrían su cuerpo sin que pudiera evitarlo, y Shinjuro recordó que su hijo había despertado del coma hacía solo un mes, recordó lo herido que había estado, y que su cuerpo ni siquiera estaba medianamente sano, se le hizo un nudo en la garganta; el más joven recogió los últimos trozos de pergamino de la ahora extinta hoguera antes de que lo asaltara un ataque de tos. Kyojuro cubrió su boca con una de sus manos, y se giró de espaldas a su padre.

-Hijo est...- Shinjuro se acercó a su hijo, pero este enseguida se recompuso, limpio su mano en su hakama negra, desató las mangas de su Kimono y recogió los papeles con sumo cuidado.

Se levantó de donde estaba arrodillado, sin que los temblores se detuvieran, cuando se giró hacia él había sangre en las comisuras de sus labios y pequeñas gotas rojas en la parte delantera de su kimono, su frente estaba perlada de sudor y su piel había perdido el tinte lozano de hacía unos momentos, Kyojuro le ofreció una sonrisa cansada a su padre.

- Disculpe padre, me retiraré por hoy- hizo una pequeña reverencia luego de despedirse, salió de la habitación y cerró la puerta tras de sí.

•••

Senjuro se extrañó de ver a su padre hablando con el doctor Takashi a la salida de la casa, él había llegado del mercado esa tarde, el galeno se despidió respetuosamente y lo saludó al salir.

-Padre, ¿está todo bien?

Shinjuro lo miró con una expresión cansada. Extendió su mano para ponerla sobre uno de los hombros del chico, pero se retractó. El jovencito lo miraba ansioso.

-Tu hermano...

Senjuro no lo dejó terminar, salió corriendo hasta la habitación de Kyojuro. Al llegar abrió la puerta de un tirón.

-¡Aniue! - exclamó el muchacho. No quería pensar lo peor, su hermano estaba tan bien y feliz esa mañana, se había levantado con el sol y lo había ayudado a preparar el desayuno, luego los dos habían buscado los registros de los pilares de la llama en la biblioteca y más tarde su hermano le había pedido ayuda para cambiar sus vendajes, Senjuro estaba feliz de poder ayudar a su hermano. Incluso habían preparado bocadillos para llevarlos a los chicos al día siguiente, ¿qué podría haber pasado?

- ¡Senjuro!

Kyojuro estaba sentado en su futón, parecía estar bien, de no ser por los casi imperceptibles temblores que no dejaban de asaltarlo. Eso y las gruesas mantas que lo cubrían. ¿Acaso su hermano tenía fiebre? ¿Habría desarrollado una infección?

-Senjuro, lo siento. - dijo el mayor de los dos antes de empezar a toser, el más chico, se arrodilló junto a su hermano, sintiéndose un completo inútil, las lágrimas no tardaron en resbalar por sus mejillas.

Kyojuro tosió un par de veces más antes de bajar el paño con el que se cubría la boca, ocultándolo rápidamente bajo las mantas. El joven extendió una de sus manos y acarició el cabello de su hermano menor.

-Lo siento - dijo con una sonrisa triste- ah, hacer que pongas esa cara... realmente... soy una vergüenza como hermano mayor - dijo mientras limpiaba las lágrimas del niño.

El menor de los Rengoku negó con la cabeza, se fijó bien entonces, no solo eran los temblores y la palidez que ahora afectaban a su hermano, o las bolsas grises bajo los ojos, sus manos también estaban vendadas, las vendas subían por sus muñecas hasta casi llegar a la altura de los codos. El muchacho tomó aquellas manos entre las suyas delicadamente.

-Hermano...tus manos también...¿que sucedió? ¿por qué estas así?

-¡Lo siento! ¡Todo es culpa de tu hermano! ¡Soy un cabezota después de todo! Hice algo que no debía. Verás, el idiota de tu hermano utilizó la respiración de concentración total constante por primera vez en mucho tiempo ¡sin preparación alguna! El doctor Takashi dijo que esto era de esperarse debido al daño en mis pulmones y a que no fui cuidadoso de empezar poco a poco. ¡No tienes que preocuparte tanto! ¡Tu hermano estará bien en poco tiempo!- le respondió lo más animadamente posible, una recaída no lo detendría.

-¿Por qué hiciste eso hermano? Esto es... - dijo examinando de cerca los vendajes - ¿son quemaduras? ¿Qué sucedió?

Kyojuro desvió la mirada hacia una pequeña caja junto a su futón.

- Algo importante se estaba quemando y no podía dejar que eso sucediera - dijo inmutable. Un nuevo ataque de tos lo atacó y el mayor de ambos se encorvó tratando de respirar adecuadamente sin lograrlo.

Senjuro acarició la espalda de su hermano suavemente, un poco más abajo y estaría tocando las vendas sobre la horrible herida que le hizo la tercera luna demoniaca, y no quería lastimar más a su hermano por descuidado. Cuando Kyojuro al fin se calmó tomó la caja y la abrió, adentro estaba lo que parecía ser los pedazos de unos pergaminos bastante antiguos. Algunos solo estaban chamuscados en los bordes, pero otros presentaban un poco más de daño... aquellos papeles eran...

-Aniue ¡esto es!...

-¡Umu! - respondió Kyojuro asintiendo con la cabeza, al parecer, ver el contenido de la caja le alegraba.

-¿Pero cómo?

-¡Al parecer padre no los había destruido hasta ahora! ¿No es maravilloso? ¡Podremos ayudar al joven Kamado! Y también podremos... ¿Senjuro? -Kyojuro detuvo su perorata al ver la cara seria de su hermanito, el chico no parecía nada feliz con la noticia que acababa de darle. Y sujetaba la caja con tanta fuerza que la madera crujía por la presión.

-Hermano, estoy molesto. - dijo el chico mirándolo a los ojos fijamente, Kyojuro lo miró asombrado, él nunca había visto a su pequeño hermano molesto, triste, feliz, y resignado sí, pero nunca enfadado.

-Te lastimaste por algo como esto - dijo sacudiendo la caja frente a su rostro, al parecer los miembros de su familia tenían esa rara costumbre o quizás era porque ya que él solo tenía un ojo funcionando la gente creía que estaba completamente ciego.

- ¿Crees...crees que Tanjiro san estaría feliz de saber que hiciste algo como eso? ¿Piensas que puedo estar contento cuando sé que estas herido?

Kyojuro abrió mucho su ojo, mirando al más joven bajo una nueva perspectiva. Él realmente era el peor hermano mayor.

Senjuro, su pequeño hermano que debía estar jugando con niños de su edad, estaba allí preocupándose por él, no solo eso, el chico se encargaba prácticamente solo de mantener la casa, ocuparse de las comidas, la limpieza y de las cuestiones económicas cuando él no estaba, y por supuesto cuidar a su padre, su hermanito tenía mucha carga sobre sus pequeños hombros a pesar de ser tan joven, y él ahora era una de esas cargas, no quería preocuparlo, no quería por ningún motivo ser la razón por la cual su hermano derramara lágrimas. Y sobre todo, su corazón estaba lleno de admiración por el más joven, Senjuro sin duda estaba creciendo y convirtiéndose en una persona maravillosa con cada día que pasaba.

-No - dijo agachando la cabeza - sé que ninguno de los dos estaría feliz por algo así, ¡tu hermano merece un castigo! Me he comportado como un tonto, te juro que si hubier - dijo tomando las manos más pequeñas entre las suyas.

-Si vuelves a decir lo de meterte en un agujero aniue, yo te juro que cavaré uno en el jardín para ti - lo interrumpió secándose las lágrimas que habían empezado a caer por su rostro de nuevo. - Además, sí mereces un castigo: te quedaras aquí reposando hasta que el doctor diga.

-Pero Senjuro... no es para tanto... además el doctor volverá pasado mañana y yo pensaba ir a la finca Mariposa contigo luego...

Kyojuro cerró la boca ante la mirada que le dio su lindo hermanito. Le recordó mucho a su madre, y a Kocho, incluso al joven Kamado, gente a la que él no se atrevería a hacer enfadar nunca en serio, de lo contrario sabía que su cabeza rodaría. Él muchas veces pretendía no darse por enterado cuando alguien se enfadaba con él visiblemente (como Sanemi, al que consideraba secretamente un tipo muy tierno desde que lo vio acariciando unos cachorros y encontrándoles hogar) o ante el comportamiento pasivo-agresivo y las sutiles amenazas de Shinobu, su compañera pilar sí que tenía carácter, por mucho que intentara ocultarlo. Era bastante fácil seguir haciéndose el desentendido, después de todo la mayoría de la gente lo tomaba por el tonto del pueblo cuando lo conocían por primera vez. Pero esta vez no podía hacer eso, no cuando había hecho llorar a Senjuro, y lo había preocupado de verdad.

-¡Bien, hare lo que digas! ¡Mi hermano menor está a cargo de mi recuperación después de todo!

Senjuro sonrió aliviado.

-Así es, hermano, yo estoy a cargo, ¡así que déjamelo todo a mí! ¡lo prometiste, espero que el pilar de la llama no se vuelva sobre su palabra!

Kyojuro asintió y le dio unas palmaditas en la cabeza al más chico, que lo abrazó con cuidado, para después ordenarle que se acostara en lo que el preparaba la cena y le ponía compresas frías sobre la frente.

Por los siguientes días y hasta que el doctor lo vio lo suficientemente bien como para salir de la casa, Senjuro se aseguró de que su hermano no moviera un solo dedo.
Kyojuro se sintió transportado en el tiempo hasta un mes atrás, cuando Kocho no lo dejaba moverse de la cama, aunque al menos en la mansión de las mariposas podía levantarse y escabullirse de vez en cuando porque la pilar de los insectos no podía vigilarlo todo el tiempo. Pero Senjuro... su hermano era distinto, no sabía cómo, pero cada vez que intentaba levantarse o salir de su habitación para otra cosa que no fuera ir al baño, ahí estaba el más joven de los Rengoku, inmovilizándolo con una simple mirada.

El pilar de la llama se palmeó la frente y se echó a reir.

Senjuro no solo estaba creciendo, también se estaba volviendo bastante aterrador.

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