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El cielo se despeja

Cuando Rengoku Kyojuro despertó, el sol se elevaba por el horizonte, la tenue luz invadiendo poco a poco la habitación donde se encontraba. Intentó moverse, pero su cuerpo le resultaba demasiado pesado, se fijó como pudo en sus alrededores, intentando enfocarse en algo que lo alejara del creciente dolor en su cabeza, y en todas partes.

"Bueno, al menos estoy vivo" pensó, "eso es más de lo que esperaba"

Con bastante esfuerzo logró incorporarse un poco, intentó mover las piernas, pero no podía sentirlas, bueno, ya se ocuparía de eso más adelante. Mirando a su alrededor notó cuatro bultos en la cama junto a él, a su derecha reconoció el haori de cuadros negros y verdes del chico al que había transmitido sus últimos deseos, quien había tenido el valor de llamar cobarde a una luna superior por su bien, "que chico tan valiente y amable" pensó y una sonrisa se le dibujó en el rostro.

A sus pies, más bien sobre sus piernas, estaba roncando el chico con la cabeza de jabalí, los ojos de la máscara girados en su dirección, esto le resultaría un poco inquietante a cualquiera que no fuera Rengoku, pero él normalmente miraba fijamente al vacío sin importarle nada, así que no podía quejarse, a su lado a la izquierda dormitaba el otro muchacho con sus característicos haori y cabello amarillos, y por ultimo apoyando su cabeza sobre su brazo una pequeña niña también dormía plácidamente.

Una sensación cálida se esparció por el cuerpo del Pilar de las Llamas, el dolor y las preocupaciones retrocediendo, así que así había sido... ¡los jóvenes cazadores estaban bien! Kyojuro estaba realmente muy feliz. Si ellos habían sobrevivido, si nadie murió esa noche, ¡entonces todo había valido la pena! ¡Aun si su cuerpo estaba destrozado, el fuego en él no se apagaría! ¡Había jurado convertir a estos tres en los mejores espadachines que pudieran ser, y lo haría! Sería un poco difícil sin poder mover sus piernas, ni su brazo izquierdo, pero él estaba acostumbrado a esforzarse el doble o el triple que los demás, ¡así que no habría problema! Sonrió lleno de felicidad, era un nuevo día, él se había despertado justo para ver salir el sol, ¡lo consideraba un buen augurio!

El joven Kamado se apretó más contra él hundiendo su cabeza en su costado, la niña envolvió el brazo que tenía como almohada entre los suyos más pequeños, casi inaudibles "mm, mm" escapándosele mientras se acomodaba mejor, el chico rubio susurraba algo inentendible seguido de "Nezuko chan" cada cierto tiempo, y el joven jabalí continuaba roncando en su lugar. La sonrisa del pilar se ensanchó aún más, tenía ganas de presentarlos a su hermanito, ¡seguro los cinco se llevarían bien! ¡Ya podía imaginarlo! Senjuro se merecía amigos más cercanos a su edad, y quienes mejor que sus futuros aprendices. El joven Kamado era confiable y podría ganarse el corazón de cualquiera, eso ya lo había confirmado, el chico amarillo era un poco raro pero tenía buen corazón, el muchacho jabalí tenía tanta o más energía que él mismo y confiaba en que a Senjuro esto no le molestaría en lo absoluto, la hermana del joven Kamado, era un demonio pero él ya la había aceptado después de verla proteger a las personas del tren, y si Tomioka, Urokodaki san y el patrón confiaban en ella, pues él no tenía más que decir al respecto. Confiaba en que no lastimaría a ningún humano, y viéndola así a su lado no podía imaginarla de otra forma. ¡Su corazón ardía con una pasión desbordante! ¡Sus juniors eran demasiado lindos! Por supuesto tendría que disculparse con todos por preocuparlos, sobre todo con su hermano y sus compañeros Hashira, pero tenía la seguridad de que sería perdonado. Podía imaginar la cara de su padre cuando volviera a casa con tres tsugukos y un demonio, estaba seguro que Rengoku Shinjuro iba a tener un infarto, las carcajadas no tardaron en escapársele.

Aquello no debería resultarle gracioso en lo absoluto, quizás no debería imaginar tanto el futuro, ni perderse en ensoñaciones que para otros podrían ser poco realistas, sabía que había muchas posibilidades de que su padre los echara a él y al resto de su propiedad, él podría tener una infección, una recaída y morir mañana, los chicos podrían ser enviados a una nueva misión y no volver nunca, era después de todo, la clase de mundo donde estaban viviendo. Pero Rengoku Kyojuro miró al sol levantándose en el horizonte, era un nuevo día, él estaba vivo, las llamas en su pecho no se apagarían tan fácilmente, su resolución no flaquearía, amanecía y Kyojuro era feliz.

...

Lo primero que sintió fue un cambio en el ambiente, en la presión de la atmósfera quizás, el olor a maderos quemándose, a una hoguera en medio del bosque o el fuego ardiendo en la seguridad de un hogar inundando la habitación, el olor le recordaba a su hogar en el monte Kumotori, a los días fríos cuando toda la familia se reunía junto al fuego a oír las historias contadas por su madre, o a las antorchas prendidas en el claro del bosque donde su padre realizaba año tras año su danza ritual. Un olor que no había podido sentir desde aquella noche, dos meses era poco y a la vez demasiado tiempo. Dos meses donde solo podía oler a cenizas y humo cada vez que visitaba a esa persona. Kamado Tanjiro se acercó más a la fuente del olor, no le hacía daño a nadie ¿no? Él también era humano, querer un poco de confort de vez en cuando no estaba mal, estaba seguro de que a esa persona no le molestaría.

Las carcajadas fueron lo segundo, esa persona siempre reía, incluso al borde de la muerte le había dado palabras de aliento, preocupándose más por Tanjiro que por el mismo, siempre tan amable...- Rengoku san...- susurro acercándose aún más, sintió que le acariciaban la cabeza, tal como sus padres lo había hecho cuando él era un niño pequeño, cuando no existían los demonios y el mundo era más inocente. Abrió los ojos para encontrar que uno de tinte carmesí lo miraba fijamente, una amplia sonrisa en aquel rostro. El corazón de Tanjiro dio un vuelco, sentía que en cualquier momento estallaría, el dolor contenido de todo ese tiempo amenazaba con desbordarlo, ya lo estaba haciendo, a juzgar por las lágrimas que se le escapaban sin control.

-Ren... Rengoku san- balbuceó con un hilillo de voz, aun no podía creerlo, que el otro estuviera vivo era ya de por si un milagro, las estadísticas no estaban a su favor, hasta la propia Kocho Shinobu había perdido las esperanzas de poder salvarlo, le dieron unas horas, pero logro sobrevivir días, nadie pensó que viviría, ni siquiera el propio Tanjirou, pero como siempre el pilar de las llamas había superado las expectativas de todos, había sobrevivido, y ahora lo miraba con una sonrisa resplandeciente en el rostro, el sol brillando nuevamente luego de una tormenta o una oscura y tenebrosa noche.

Tanjirou no pudo evitarlo, se lanzó sobre el otro hombre llorando, llamándolo ¡Aniki!, como si la vida se le fuera en ello. Todos estos días, él había tenido tanto miedo, Rengoku no despertaba, el olor a humo y cenizas sofocándolo, su rostro pálido y devoto de cualquier emoción, su cuerpo lleno de vendas tras las que se ocultaban las terribles heridas, verlo de esa forma rompía su corazón cada día un poco más, Rengoku no merecía algo así. Era egoísta y lo sabía, pero se culpaba a diario por el estado del mayor, no se lo sacaba de la cabeza, si él hubiera sido más fuerte, más rápido, si tan solo hubiera podido hacer algo más que mirar... apretó su cuerpo contra el del pilar sollozando más fuerte.

El pilar de las llamas esperaba cualquier cosa menos que el chico de los aretes hanafuda se le tirara encima con tanto ímpetu no más despertarse, intentó consolarlo correspondiendo a su abrazo con la única extremidad que le respondía, el pobre chico debía haberse preocupado, ¡él tendría que remediar eso! y de pronto, ya no era solo un adolescente el que lloraba llamándolo ¡Rengoku san! o ¡Aniki! O en el caso de chico jabalí hasta un ¡ojos de pescado! llegó a escuchar. Los cuatro jóvenes lo abrazaban, tumbándolo nuevamente sobre el colchón, aplastándolo prácticamente, pero a Rengoku Kyojuro no le importaba, ¡se sentía muy querido en esos momentos!

...

Kocho Shinobu era una mujer muy ocupada, la finca Mariposa se suponía que era el lugar donde los cazadores recuperaban su salud luego de heridas de diverso tipo y gravedad, obtenidas casi siempre en batallas contra los demonios, también era el lugar donde muchos cazadores habían exhalado su último aliento. Así que cuando sintió los gritos provenir de la habitación de cierto pilar que se encontraba en coma por los últimos dos meses, temió lo peor, corrió a la habitación seguida por Aoi y otra de las niñas, junto a la puerta varios kakushi y otros cazadores se encontraban mirando también, la pilar de los insectos sintió como se le encogía el corazón, Rengoku había sido el pilar más querido, no solo por sus compañeros Hashira sino por prácticamente todo el cuerpo de cazadores, su magnética y amable personalidad se ganaba rápidamente a todo el que lo conociera. Por supuesto que todos querrían darle el último adiós. Aun así, aunque ella misma estuviera llena de congoja ¡no podía permitir tanta algarabía en su propiedad! ¡Había otros pacientes graves!, seguro Rengoku entendería, él siempre ponía la seguridad de los demás antes que la suya propia, y algunos de esos pacientes estaban metidos en el grupo de gente que estaba en la habitación del difunto Pilar de las Llamas... ¡Imperdonable! Kocho Shinobu se acercó al grupo con una sonrisa, los ojos entrecerrados.

- ¿Cuantas veces tengo que decir que esto es un hospital ...?

Varias cabezas se giraron al unísono hacia ella y el grupo en la puerta se dispersó un poco para darle espacio. La pilar de los insectos avanzó y se quedó anonadada con lo que veía ante sus ojos.

En la cama del paciente había otros cuatro jóvenes, naturalmente tenían que ser ellos, Shinobu rodó los ojos en su mente. La habitación estaba llena de gente, - ah, estos pacientes insubordinados... ya verían...- Shinobu tenía varias "medicinas" que aun debían ser probadas en humanos... no se había atrevido a realizar ninguna prueba aún pues carecía de voluntarios, y ¡qué casualidad, ahora había una habitación llena de ellos! Que los "voluntarios" no lo supieran aún, no le preocupaba.

- ¡Buenos días Kocho! - le saludo una voz que creía que nunca más volvería a escuchar. Los ojos se le llenaron de lágrimas, pero se aguantó. ¡No podía llorar delante de sus pacientes! Allí, sobre lo que debió ser su lecho de muerte, estaba bien vivo y coleando el pilar de las llamas, la miraba con una sonrisa deslumbrante en el rostro, - ¡muchas gracias por cuidarme! ¡Lamento mucho haberte preocupado! - su voz estaba rasposa por el desuso, y posiblemente porque a ninguno de los idiotas llorones allí presentes se le había ocurrido darle agua al pobre hombre, pero tenía la misma energía de siempre y eso alegró al pilar de los insectos.

- Rengoku san, ¿cómo te sientes? Debes tener sed. - Aoi, como adivinando sus pensamientos se apresuró a traer una vasija con agua. Kocho se acercó a la cama donde todavía Rengoku era abrazado por los adolescentes. Para más odio de su parte, ni ellos ni el resto de personas en la habitación parecían tener la menor intención de moverse. En ese momento nadie parecía notar el tic nervioso en su ojo derecho ni el hecho de que su sonrisa se extendía peligrosamente sobre su rostro, señales inequívocas de que iba a correr sangre.

Le acercó el agua y lo ayudó a incorporarse un poco más contra las almohadas. Le tomo el pulso mientras el pilar de las llamas bebía el agua bien despacio.

- ¿Sientes algún dolor? - le preguntó.

- ¡Sí! - respondió el otro.

- ¿Dónde, Rengoku san?

- ¡En todas partes! - su respuesta sincera hizo que la mayoría de los presentes se quedara con la boca abierta, y se echaran a reír, generalmente los cazadores tendían a ocultar esas cosas, incluso del propio equipo médico, cosa que era tanto entendible como exasperante, pues eso podía causar fallas en los tratamientos, y pérdidas de tiempo innecesarias. Rengoku era consciente de eso, y además, ¡mentir estaba mal! ¡Y mucho más mentirle a tu médico y entorpecer su trabajo!

Quizás por eso Kocho endulzaba sus medicinas y lo vendaba con más tacto, no como al resto de pilares, excepto por Gyomei, que casi no salía herido y por tanto solo había visitado la finca Mariposa en contadas ocasiones. A Shinazugawa y Tomioka, Shinobu los inyectaba medicinas que bien podía darles en forma de píldoras, o les daba remedios extra amargos, o los cosía con poca anestesia, era mezquino, sí, pero era su pequeña forma de vengarse por lo malos pacientes que eran.

- Ah, ¡tampoco puedo sentir mis piernas! ¡Ni mi brazo izquierdo! - Exclamó el pilar de fuego con una alegría que nada tenía que ver con tal noticia.

Todo el mundo en la habitación y fuera, pues para ese momento, todos los que estaban en la finca se habían acercado a allí para ver que sucedía con el pilar de las llamas, se quedaron en completo silencio. Algo así era muy grave. Los chicos levantaron sus cabezas y se apartaron un poco del pilar. Tanjirou lo miró preocupado, intentando limpiarse las lágrimas con la manga de su haori.

- Que raro- respondió Kocho- no había signos de daño nervioso...- los presentes en la habitación se excusaron y salieron poco a poco, despidiéndose cortésmente de Rengoku, , al parecer todavía tenían algo de sentido común, como para darle al Hashira un poco de privacidad. Bueno, al parecer todos no, porque los tres chicos más la demonio seguían allí.

Kocho extrajo una hebilla puntiaguda de su cabello y pinchó el brazo izquierdo del Pilar de cabellos dorados. - ¿sentiste eso Rengoku san? - lo miró preocupada. Quedar paralizado sería horrible para cualquier persona, pero para alguien tan lleno de vida como Rengoku...Kocho realmente no quería que la llama del cuerpo de cazadores se desvaneciera.

- Realmente tengo un hormigueo muy raro en el brazo, ahora en las piernas igual, jajaja- dijo sin poder contener la risa- disculpa Kocho, si intento mover las piernas no puedo...- otra carcajada se le escapó- es una sensación muy extraña...

Tanjiro lo miró, "ah, ¡así que era eso!" El alivio que recorrió su cuerpo solo fue apagado un poco por el pensamiento de que quizás para estas cosas el señor Rengoku no era un hombre muy listo.

La pilar insecto pareció leer su mente. Apretó una de las piernas del paciente haciendo que este estallara en carcajadas.

- No me digas que solo estás entumecido Rengoku san...- sus palabras eran como el siseo de una cobra.

- ¿eh? - respondió el pilar de fuego, confundido.

- Creo que tal vez sea porque Inusuke y Nezuko se durmieron sobre esas extremidades de Rengoku san toda la noche...- intervino Tanjiro, queriendo salvar a su futuro maestro.

- ¡Imbécil! - exclamó Zenitzu dándole un coscorrón a Inusuke en la cabeza- ¡por tu culpa creemos que Rengoku san se quedó sin piernas! ¡Pedazo de idiota!

- ¡La hermana de Gonpachiro también tiene la culpa! - se giró Inusuke jalándole los cabellos a su compañero.

- ¡A Nezuko chan la dejas fuera de esto! ¡Eres un tonto! - volvió a pegarle al de la máscara de jabalí.

- Además, ¡no ves que las piernas del ojos de pescado están justo ahí! - señalo a las sábanas que cubrían a Rengoku, mientras no dejaban de pegarse.

Kocho Shinobu quería que algo se la tragara, Tanjirou intentaba calmar a los otros dos, mientras, su hermana se escurría dentro de su caja, (al parecer era la única con sentido de supervivencia) y Rengoku solo se reía de lo ridícula que era la situación.

Sin que nadie lo notara otra persona miraba todo aquello, divertido, ¡ah, de esto se iba a enterar todo el mundo! ¡El mismo se encargaría de ello! Estos últimos meses Tengen había estado preocupado. Sabía que existía la posibilidad de que Rengoku no abriera los ojos nunca, consideraba al pilar de las llamas su mejor amigo, y cuando supo de la noticia de su despertar no había dudado en correr al otro lado de la finca Mariposa para verlo. Al llegar solo escuchó a dos o tres cazadores susurrar lo triste que era que el pilar de las llamas, siempre tan activo y dedicado no pudiera moverse nunca más, al parecer las heridas habían sido demasiado.

El pilar del sonido iba a colarse por la ventana de la habitación donde se encontraba su amigo, pero tuvo que detenerse al oír lo que decían y ver aquello. Deseaba que los amargados de Tomioka y Sanemi estuvieran allí, ver a dos idiotas peleándose y ahogando a Rengoku en el proceso mientras se pegaban con una almohada y a Shinobu le daba un micro infarto, seguro le alegraba el día a cualquiera, incluso a los más amargados como ellos. Espera, ¡Rengoku se estaba ahogando!

Al parecer no fue el único que se dio cuenta porque Shinobu agarró a los otros dos por el cuello y los zarandeó un poco, y el chico del haori a cuadros lo ayudó a incorporarse. El pobre pilar de la flama tenía la cara roja y tosía.

- ¡Rengoku san! ¡Lo siento mucho! - se apresuró a disculparse Tanjiro - ustedes también, discúlpense con Rengoku san! - miro a los otros dos con una mirada que bien podría rivalizar la del pilar insecto.

- Lo siento, pilar de la llama - Zenitsu bajo la cabeza, avergonzado.

- ¡Lo siento! - exclamo Inusuke, cruzando los brazos, refunfuñó un poco y también desvió la mirada.

Kyojuro los miró con dulzura, estaba muy feliz de que los tres estuvieran con vida, sanos y llenos de energía ¡Serian unos excelentes tsugukos! Él realmente tenía fé en que estos no correrían de su entrenamiento.

- ¡Umu! ¡No pasa nada! - exclamó - me gusta que tengan tanta energía.

Shinobu se palmeó la frente, por supuesto que Rengoku diría algo así....

- Bien, ya extendieron su tiempo de visita, ahora ¡largo! - arrastró al chico rubio y al enmascarado hacia la puerta, estos ya más felices al ver que no habían enfadado al pilar - tú también Kamado - dijo sin perder su sonrisa.

Tanjiro, que había intentado hacerse invisible, miró al pilar de las llamas con una sonrisa de disculpa y salió detrás de los otros dos, recogiendo la caja de su hermana por el camino. Se giró antes de salir por la puerta inclinándose respetuosamente.

- ¡Aniki! ¡Por favor recupérate pronto! ¡Vendré a verte más tarde! - dicho esto salió y cerró las puertas con cuidado.

Cuando todos se hubieron ido, Kyojuro se giró hacia la ventana. Reconocería aquella presencia donde sea.

-Tengen, vas a quedarte ahí todo el día?! -

El ninja no se lo pensó dos veces y se coló en la habitación.

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