Domesticidad
Tanjiro realmente solo había querido ayudar.
Debió saber que el camino al infierno estaba pavimentado de buenas intenciones. El iría al infierno. Quizás no a un infierno tan malo como al que irían los demonios, pero de que iría, iría. Al infierno de los pervertidos, eso estaba claro, al de los que traicionan la confianza de sus maestros para hacer actos indecentes en su casa, y al de los que profanan el uniforme de cierto Hashira de las llamas también. Ni la tercera luna superior, Akaza se dijo Tanjiro con disgusto, ni siquiera Akaza, en toda su obsesión con Rengoku Kyojuro, habría caído tan bajo.
Todo comenzó la mañana de ese mismo día. Su maestro había regresado de su patrulla nocturna con Nezuko, desde que la más joven de los hermanos Kamado había demostrado su interés y resolución en entrenar y pelear junto al cuerpo de cazadores, Rengoku, como buen maestro que era, la había aceptado sin reservas, incluso había diseñado una rutina de entrenamiento solo para ella, para ayudarla en su estilo de pelea y a mejorar su manejo de su arte de sangre demoníaca. Ahora, cuando Rengoku salía a sus patrullas de rutina la llevaba casi siempre consigo, por supuesto la traía a casa antes del amanecer en su cajita.
A Tanjiro realmente lo conmovía ver que su maestro había aceptado a su hermana sin reparos, que la protegía tanto como él y sus amigos lo hacían, y más que eso, la trataba como a cualquier persona, como a un ser humano. El mayor de los Kamado estaba realmente feliz, Rengoku también les había dado un hogar. Desde que se habían vuelto sus aprendices los cuatro jóvenes se habían ido a vivir con el pilar de las llamas a su mansión. Los días eran allí eran perfectos según Tanjiro, cuando él, Zenitsu e Inusuke se levantaban, los esperaba siempre un delicioso desayuno que los hermanos Rengoku habían preparado, luego entrenaban hasta la hora del almuerzo.
Tanjiro ADORABA entrenar con Rengoku, y no solo por las muchas mejorías que ya percibía en su técnica de espada, y en su estamina, sino porque su maestro solía entrenar en kimono y hakama solamente, verlo en las ropas tradicionales le hacía agua la boca, y cuando hacía mucho calor, sujetaría su cabello en una alta coleta, dejando bien visibles la silueta de su nuca y cuello, levantaría las mangas del kimono, dejando al descubierto sus brazos, algunas cicatrices blancas los adornaban y Tanjiro moría por saber la historia detrás de cada una, testimonios de su incansable lucha para proteger a los demás, de incontables peleas y victorias.
Si ya estaba babeando por ver simplemente sus brazos, el joven Kamado ARDÍA cuando su maestro les pedía permiso para quitarse la camisa. Tanjiro pensaba que Rengoku no debería pedir permiso para nada, estaban en su casa, pero sabía que el pilar de las llamas era demasiado educado. Zenitsu y él mismo descartaban sus camisas cuando el calor se hacía insoportable, lo que gracias al arduo entrenamiento era casi siempre. Inusuke...Inusuke ni siquiera usaba camisa. En las raras ocurrencias en que Rengoku dejaba su pecho desnudo, Tanjiro agradecía que sus pantalones fueran bastante holgados. Luego se iría a su habitación o al pozo a echarse cubos de agua fría, muerto de vergüenza y culparía a la pubertad que le estaba golpeando demasiado fuerte. A Inusuke no le importaba y Zenitsu solo miraba el cuerpo de Rengoku con mal disimulada envidia, llorando porque de seguro le lloverían las chicas, si tan solo dejara de mirar tan fijamente a ninguna parte y no fuera tan escandaloso. Zenitsu, eres un idiota pensó Tanjiro al oírle quejarse ¡Rengoku san es perfecto!
Luego del almuerzo entrenaban un poco más, las tardes tranquilas las pasaban ya sea intentando descubrir algo nuevo sobre la respiración solar que ahora sabían era el verdadero nombre de la danza que la familia Kamado había trasmitido de generación en generación durante siglos, o Rengoku los dejaba hacer lo que quisieran (golpear cosas y a Zenitsu por parte de Inusuke, esconderse de Inusuke y jugar con Nezuko, por parte de Zenitsu) mientras él se iba a practicar su caligrafía, o a visitar a alguna persona, o simplemente pasar tiempo con su hermano. Tanjiro solía agarrar su espada y ponerse a practicar sus katas, o les escribía a Urokodaki y a Tomioka, ninguno de los dos contestaba nunca. Parece que era algo genético para los usuarios de la respiración del agua.
En otras ocasiones se iban todos al mercado, o a ver los fuegos artificiales de algún festival en una villa cercana.
Y cuando alguno de ellos volvía de una misión exitosa, siempre los esperaba un banquete de celebración.
Tanjiro era feliz, el mundo era cruel, los demonios siempre acechaban en las sombras, todavía tenía que encontrar la cura para su hermana, y quedaban muchas cosas por hacer, cualquiera de ellos podría morir en cualquier momento, pero si había una cosa que había aprendido de su maestro, es a apreciar la belleza y fragilidad de la vida, no dejar pasar las oportunidades para ser feliz y hacer felices a los que te importan.
La idea de poder disfrutar una vida normal, era un sueño que Tanjiro sabía que nunca podría realizarse mientras luchara en el cuerpo de cazadores, pero ahora, no estaba tan seguro, su felicidad y la de su hermana en esos momentos, la sensación de sentirse a salvo, de hacerse más fuerte, el poder tener lo más cercano a una vida normal a pesar de las circunstancias, todo eso se lo debía al pilar de las llamas. Kamado Tanjiro quería agradecerle. Por eso cuando el pilar llego esa mañana con Nezuko sobre los hombros, la niña muy feliz porque había podido ayudar a unas personas que habían sido envenenadas por un demonio que Rengoku no tardó en despachar, el chico se puso a pensar en qué hacer para demostrarle lo agradecido que estaba.
El pilar lo saludó con con su habitual energía, mientras Nezuko daba saltitos de alegría yendo a abrazarlo. Rengoku se cambió rápidamente el uniforme y se dispuso a preparar el desayuno, Tanjiro se puso a su lado para ayudarlo.
- ¿Puedo ayudarte Rengoku san?
- ¡Por supuesto joven Kamado! ¡Te lo agradezco! ¡Tus habilidades culinarias son mil veces superiores a las mías!
Tanjiro desvió la mirada, ¡Rengoku Kyojuro era demasiado brillante desde tan temprano!
- Ah...jaja...me halagas Rengoku san... no soy tan bueno... - dijo, por mucho que Rengoku elogiara su comida cada vez que el pelirrojo cocinaba algo, este aún no se acostumbraba.
- ¡Pero es cierto! - exclamó el pilar.
Definitivamente Tanjiro era feliz. Quería agradecerle a aquella persona de algún modo.
- ¿Que harás hoy Aniki? - le preguntó.
- Ah, bueno, hoy quizás puedan ir al mercado, Senjuro y yo tenemos que hacer la colada, mañana ustedes deben ir a patrullar sus áreas asignadas. ¡Así que pueden descansar hoy! - terminó la oración con un pequeño bostezo.
Tanjiro lo miró atentamente, Rengoku no lo mostraba, pero él podía ver que el pilar estaba cansado. Kyojuro salía a patrullar casi todos los días, quizás para compensar por el tiempo que estuvo sin poder blandir una espada, el día que le dijeron que podía volver a sus deberes de pilar pero "sin excederse" ( lo que significaba según Kocho y como condición imprescindible para reincorporarse al servicio activo que por el transcurso de tres meses mínimo solo iría misiones dentro de su territorio y en compañía de al menos uno de sus tenientes) y le entregaron su espada nueva, Kyojuro casi había saltado de felicidad como un niño pequeño. El pilar los entrenaba a diario también, y ayudaba a su hermano menor en las tareas del hogar, en las noches que no patrullaba, Tanjiro sabía que muchas de ellas las dedicaba a restaurar los archivos de los antiguos pilares de la llama que habían sido destruidos por su padre. Verlo inclinado sobre los trozos de papel, armarlos como un rompecabezas y luego transcribir el contenido a un japones más actual para que Tanjiro pudiera leerlo sin dificultades, hacía que el corazón del mayor de los Kamado quisiera estallar. ¡Kyojuro hacia esto por él, y solo para él! Realmente su corazón se incendiaba con cada pequeño acto de amabilidad de su maestro.
Lo que lo llevo a la conclusión que quizás hoy, él podría encargarse de todo, y dejar que su mentor descansara. Senjuro kun también se merecía un descanso, a pesar de que los tres chicos y Nezuko lo ayudaban, era él quien generalmente se encargaba de mantener el hogar de los Rengoku (y ahora también de ellos cuatro) en orden. Con esa idea en la mente el pelirrojo miró a su maestro con determinación:
- ¡Aniki! ¡Quizás tu y Senjuro kun puedan ir hoy al mercado! ¡Nosotros nos encargaremos de todo!
Antes de que el otro pudiera protestar Tanjiro continuó:
- Senjuro kun se ha estado esforzando mucho últimamente, un descanso le vendría bien, - a estas alturas, el joven Kamado sabía muy bien como convencer al pilar, el hombre nunca se quejaba, siempre se esforzaba más que nadie y por eso era muy difícil convencerlo de hacer algo por su propio bien, por eso Tanjiro, que ya tenía experiencia de sobra convenciendo a Inusuke, sabía que Kyojuro cedería a casi cualquier cosa si era por el bien de alguien más. Y más si ese alguien era su hermano menor.
- En estas últimas dos semanas, Senjuro kun no ha podido descansar casi, y estoy seguro que le gustaría pasar algún tiempo con su hermano mayor. ¿No crees Nezuko?
- ¡Mmm! - respondió la niña
Kyojuro era ingenuo, pero no tonto. Él sabía muy bien lo que Kamado estaba haciendo, siempre se divertía mucho con sus intentos de manipulación, ¡su junior era realmente lindo! El hecho de que siempre lo dejara salirse con la suya era lo que más sorprendía a Kyojuro, de hecho, el que supiera que estaba siendo manipulado y aun así se dejara hacer, era una prueba de las habilidades de convencimiento del chico. Tenía confianza absoluta en su tsuguko, sabía que Tanjiro jamás utilizaría esas "habilidades" en una situación realmente seria. Así que lo dejaba estar. Además, ¡Tanjiro era un joven realmente confiable! Senjuro de todos modos, sí que se merecía un descanso, y él también. Además, ¿quién podría decirle que no a los dos jóvenes Kamado que lo miraban con ojos llenos de expectación y confianza, como un par de cachorritos? ¿Quién no caería?
- ¡Está bien entonces! ¡Lo dejaré todo a tu cargo Tanjiro!
El rostro del muchacho se iluminó.
- ¡Déjamelo a mi Aniki!
Y de ahí en adelante comenzó el descenso de Tanjiro, hijo mayor de los Kamado, usuario de la respiración de agua y del sol, aprendiz del pilar de llama, a las profundidades del infierno.
•••
Durante el desayuno Tanjiro les comunico a sus dos compañeros el plan del día. Claro, a Inusuke hubo que decirle que le tocarían las tareas más duras de ese "entrenamiento", lo que este aceptó con orgullo, a Zenitsu le pareció una gran idea, sobre todo la de dejarle el trabajo más duro al bestia de Inusuke. Senjuro como el buen chico que era intentó protestar, pero al final fue convencido.
Los hermanos Rengoku entonces acordaron ir al mercado y luego a visitar a unos familiares de su difunta madre. Aseguraron que estarían en casa para la hora de la cena. Rengoku Shinjuro había salido el día anterior a hacer unas visitas también y no esperaban tenerlo en casa hoy.
Dicho esto, los tres chicos se pusieron manos a la obra. Dejaron a Inusuke limpiando los suelos, cargando agua y cortando leña. Zenitsu y Tanjiro se encargarían del lavado y sacudir el polvo. El chico pelirrojo se sentía algo mal por su amigo jabalí, pero luego de ver su entusiasmo su consciencia se relajó.
Mientras lavaban, Tanjiro notó que faltaba algo en la tendedera. Algo muy importante de hecho, ¡el característico haori de su maestro no había sido lavado aún! Tanjiro sabía que Rengoku lavaba esta pieza él mismo con mucho cuidado, así que él tendría que ser sumamente cuidadoso también. El haori seguro estaría en la habitación del pilar, así que el chico pelirrojo se dirigió hacia allí. A pesar de que hacía mucho tiempo Rengoku Kyojuro le había dado pleno permiso de entrar allí si necesitaba cualquier cosa, Tanjiro aun no podía evitar el sentirse un poco nervioso de entrar a la habitación sin la presencia de su dueño.
Al mayor de los Kamado le encantaba ese lugar, era una habitación bastante simple, elegante y tradicional como el resto de la mansión, un paisaje delicadamente pintado adornaba una de las paredes, un pequeño escritorio y un mueble para colocar su espada y haori, eran el único mobiliario que tenía, la habitación daba a un pequeño jardín donde crecían un típico cerezo junto a varias glicinias, el aroma de Kyojuro lo rodeaba, y recordaba haberse quedado dormido allí unas cuantas veces, para su vergüenza y satisfacción, pues su maestro nunca lo había echado. De hecho, Tanjiro siempre había despertado acomodado en un futón junto al de Rengoku, cálido, y descansado. Las mejores noches de sueño en su vida las había tenido en esa misma habitación.
Encontró el flameante haori doblado pulcramente junto al uniforme del pilar de la llama. Tanjiro tomó las ropas y se dirigió al lugar donde estaba lavando. Empezó lavando el uniforme, pues quería finalizar con la capa de Rengoku para lavarla lo más cuidadosamente posible. Cuando terminó de lavar el uniforme tomó el haori. La tela era de excelente calidad, mucho más pesada y suave al tacto de lo que Tanjiro había imaginado. Sin pensarlo llevó la tela a su rostro, hundiéndose en él. Podía distinguir entre el olor de su sudor y de las partes de la ciudad que había recorrido la noche anterior, el olor característico del pilar de las llamas que tanto adoraba, al fuego crepitando en un hogar, dando calidez a todo lo que toca con la luz de sus rojas lenguas, a una mañana llena de sol, un aroma en el que él quería ahogarse.
Tanjiro no estaba pensando en nada más cuando se puso el haori del pilar de las llamas sobre sus hombros y se envolvió con la suave tela, así el olor de su maestro lo rodeaba, ah, ¡qué bien se sentía!, él quería quedarse así para siempre, aquel olor despertaba cosas en él, partes, instintos, que él nunca había tenido, ni prestado la menor atención hasta que empezó a pasar tiempo con Kyojuro. Se envolvió más en la capa y la llevó nuevamente a su nariz, cerrando los ojos mientras inhalaba con fuerza, quería absorber aquel olor y grabarlo para siempre en su memoria.
Un ruido de pasos hizo que abriera los ojos de golpe.
Allí, a unos metros de él lo miraba con los ojos como platos y la boca abierta, Rengoku Shinjuro.
•••
Rengoku Shinjuro sabía, que lo que había hecho en los últimos diez o doce años de su vida estaba mal, lo sabía, había saboteado su relación con sus hijos de manera casi irreparable. Se avergonzaba de sí mismo. Creer que había perdido a su hijo mayor fue lo último que había colmado el vaso de su miseria. Sabía que no merecía el perdón de ninguno de sus hijos, sin embargo, al menos quería verlos vivos a los dos. Quizás eso fue lo que quiso hacer en un principio, se dijo una vez consolándose, por eso obstaculizó cuanto pudo el sueño de su hijo mayor de ser un cazador de demonios, para que no pudiera aprender la respiración de la llama destrozó la mayoría de los manuales, por eso le decía que no llegaría a nada nunca, entre otras crueldades, incluso había llegado a golpearlo. Por eso se había apartado de su hijo menor, sin darle el menor reconocimiento a su existencia. Pero no, él había hecho todo aquello por su propia debilidad, por su propia incapacidad. Ruka lo hubiera abofeteado.
Ya no podía volver atrás. Había escuchado a su hijo decirle a sus tsugukos, que día a día todas las personas libran sus propias batallas contra los demonios, no solo los esbirros de Muzan Kibutsuji, sino también los suyos propios, los que cada quien lleva consigo en su corazón. Si cada día era una batalla, él llevaba perdiéndolas los últimos diez años. Afortunadamente sus hijos eran mucho más fuertes que él. A pesar de todo, no eran amargados, miserables y crueles como Shinjuro. Kyojuro se había encargado de eso.
Por eso, aunque no pudiera cambiar el pasado, aunque no pudiera ni siquiera mirar a la cara a sus hijos, él al menos quería dejar de ser un maldito borracho. Decirlo era más fácil que hacerlo, por eso iba a ver a un doctor que lo ayudaba en su recuperación cada cierto tiempo. No le había dicho a nadie. Y aunque pensaba que iba estar hasta el día siguiente en la clínica, su médico lo había encontrado en excelentes condiciones y le había dado el alta, junto a unas nuevas recetas de té para calmar la urgencia de beber sake, según su doctor, pronto no lo necesitaría.
El patriarca de los Rengoku había llegado temprano a casa, le sorprendió no ver a ninguno de sus hijos allí, sino a uno de los aprendices, el tipo raro con la cabeza de un cerdo como máscara, fregando los suelos, o algo parecido, tenía un trapo entre sus manos y corría de un lado a otro riéndose y gritando ¡MUERE!, ninguno saludó al otro como era costumbre.
Siguió adelante hasta la cocina a prepararse su té. Por el camino se encontró al otro tsuguko, el raro de pelo amarillo que se quejaba en cada entrenamiento, lo oía llorar a diario, y estaba seguro que los vecinos a más de una legua también, llevaba una canasta con ropa para ser tendida. En la cocina estaba jugando con una taza la niña demonio, la taza estaba dando vueltas con un fuego de dudoso color prendido dentro. En cuanto lo vio, el pequeño demonio recogió su juguete y se metió en su caja que estaba en una esquina de la habitación.
En ese punto, Rengoku Shinjuro dudaba de las capacidades intelectuales de su hijo mayor, y del patrón. A Ubuyashiki sama la enfermedad lo estaba afectando gravemente, o el cuerpo de cazadores estaba demasiado desesperado como para admitir a esta clase de gente entre sus filas. Se preparó su té y se fue a su habitación, el chico jabalí se había movido a limpiar el pasillo interior de la casa así que él dio la vuelta por el engawa que daba a los patios exteriores de la residencia. Allí vio algo que lo dejó en una pieza, bajo un árbol junto a un balde para lavar, estaba el tipo de los aretes hanafuda envuelto en el haori de llamas de su hijo. No solo eso, ¡¿lo estaba olisqueando?!
El chico abrió los ojos al sentirlo y ambos se quedaron viéndose a los ojos por espacio de 30 segundos, y Rengoku Shinjuro de repente ya no quería estar ahí para ver como ese tipo tenía su nariz hundida en el símbolo de su familia. Se dio media vuelta y se fue a su habitación lo más rápido que le permitieron sus piernas. De seguro sus ojos lo estaban engañando. Lo que había visto no era posible ¿cierto?
•••
Tanjiro quería que se lo tragara la tierra. De todas las personas que podían haberlo visto ¡¿porque tenía que haber sido el padre de Kyojuro?! ¡Quería arrancarse los cabellos de la cabeza!! Pero solo atinaba a hundir más su cara en la prenda, por suerte o por desgracia el patriarca de aquella familia solo dio media vuelta murmurando por lo bajo algo como: - ¿qué diablos le están poniendo al té estos días? - y se fue de allí tan rápido como quien hubiera visto al mismísimo Muzan.
De seguro sus días como tsuguko del pilar de las llamas estaban contados. Si Shinjuro mencionaba el suceso...ya podría ir pidiéndole al pilar de las rocas que lo enterrara bajo algunas. Estaba jodido.
Tan ensimismado estaba pensando cómo evitar que su maestro lo echara, que no sintió a dos presencias nuevas cerca de él.
- ¡Monjiro! ¡Nunca esperé esto de ti! - Tanjiro miró hacia arriba y vio a Inusuke que lo miraba y lo señalaba con el dedo. Ay, esto iba de mal en peor, ahora también Inuske pensaría que era un pervertido. Iba a abrir la boca para defenderse, pero el otro chico habló primero. - ¡Tu sed de sangre es mayor de lo que pensaba!
- ¿De que estás hablando? - el pelirrojo miró a su amigo como si le hubiera crecido otra cabeza.
- Esa es la capa del ojos de búho, te la estas probando para ver que tal te queda cuando lo derrotes y tomes su lugar como Hashira jajajajaja - dijo el de la máscara de jabalí cruzándose de brazos.
El mayor de los Kamado lo miró con asombro. ¿En serio? ¿Es todo lo que se le ocurría? Menos mal que Inusuke seguía siendo Inusuke.
- ¡Si, se ve que quieres acabar con él! - ¿Cómo? Tanjiro estaba boquiabierto ¿Qué diablos se veía? ¡El jamás querría lastimar a Rengoku san! - sí, muajajajaja, ¡siempre lo miras como un demonio a su comida!
- Probablemente Tanjiro quiera comerse a Rengoku Aniki - otra voz los interrumpió, Zenitsu lo miraba divertido. Al ver su sonrisa de oreja a oreja, Tanjiro supo que Zenitsu sabía...que tanto, aún tenía que averiguarlo.
- ¿Que? ¡No! - Exclamó Tanjiro ya casi al borde de las lágrimas, ya quería que la tierra se lo tragara.
- ¡Eres todo un sanguinario Konpanchiro! ¡Como tu jefe, te apoyaré! ¡Atacaremos en cuanto llegue! - dijo blandiendo de un lado a otro sus espadas con emoción. Porqué tenía sus espadas cuando debería estar limpiando Tanjiro no quería ni imaginarlo.
Zenitsu se llevó una mano a la cara, palmeándose la frente.
- ¡No vamos a atacar a nadie! - vociferó el pelirrojo, ya todo esto lo tenía harto, porque no podían dejarlo disfrutar del olor de esa persona en paz. Se dio un puñetazo mentalmente. Ya empezaba a sonar como un degenerado.
- ¡Claro que sí! Ahora es mi turno- dijo extendiendo la mano hacia Tanjiro- yo soy el jefe, quiero ver cómo me queda.
- De ningún modo vas a ponerte el haori de Rengoku san.
•••
Shinjuro se metió a su habitación y se dio dos tragos del té medicinal. ¡Que odio le tenía al tal Kamado! ¡¡De los cuatro ese era el peor!! Su sola presencia lo enfurecía. No solo era usuario de la respiración solar, lo cual lo hacía querer golpearlo, también siempre estaba pegado a su hijo, SIEMPRE. Era un milagro que estuviera allí y no con Kyojuro, donde sea que este hubiera ido. El tonto de su hijo parecía feliz con el comportamiento del otro. O no lo había notado. Lo segundo era lo más probable. Hasta ahora ningún intento de tsuguko de su hijo había aprendido la respiración de la llama, y ninguno de estos tres lo harían tampoco. ¡Mucho menos el de los aretes! ¡Ese solo se estaba aprovechando del buen corazón de Kyojuro! Solo el diablo sabría que estaba tramando aquel chico. Verlo mancillar la herencia de su familia de aquella forma, le daba ideas que no quería contemplar. Le daban escalofríos de solo pensarlo.
Pero no podía hacer nada, ni siquiera podría decirle a Kyojuro lo que pensaba sin temor de arruinar la frágil relación que tenía con su hijo. Él también había manchado el nombre de su familia, de una forma aún peor, durante años. Él le había hecho mucho más daño a Kyojuro que el pelirrojo. No debía actuar precipitadamente. Tantearía el terreno antes. Y si ese tipo se atrevía a hacer lo más mínimo en contra de sus hijos, se las vería con él. Estaría preparado para cualquier cabezazo. ¡Maldito mocoso y su maldita frente!, refunfuñaba mientras tragaba más te.
Una algarabía hace que casi se atragante,
- ¿Pero qué diantres están haciendo esos imbéciles ahora?!
Molesto abrió la puerta, y se dirigió al lugar de donde provenían los gritos y los golpes.
- ¿Pero que mier...? -
- ¡Inusuke devuélvelo en este preciso instante!
- ¡Si Aniki se entera estamos fritos! ¡Nos rostizará! ¡Maldito jabalí!
- Jajajajaja, ¡soy el rey de la montaña, un solo pilar no podrá conmigo!
- ¡Serás cerdo asado!
Shinjuro quería arrancarse los ojos. Quería que se lo tragara la tierra y de paso que el mismo infierno se abriera y se llevara a aquellos tres. Sus antepasados de seguro se estaban revolviendo en sus tumbas en ese preciso instante. Quizás no debió dejar el alcohol, nadie en su sano juicio podría lidiar con esos tres estando sobrio.
El chico jabalí tenía puesto el haori de su hijo, corría de un lado a otro dando espadazos a diestra y siniestra, perseguido por los otros dos, en un momento lo atraparon tirando de la pobre prenda y comenzaron a pegarse puñetazos. Tumbando cosas y haciendo más desastre de los jardines de la mansión. El pelirrojo lo aguantó con fuerza y el rubio logró quitarle la capa. Solo para ponerla sobre sus propios hombros y preguntar:
- ¿Creen que Nezuko chan me mire más cuando sea un pilar?
- ¡Nadie miraría tu horrible cara! - se burló Inusuke
- ¡Zenitsu tú también! - Tanjiro lo agarró por el cuello con la mano con la que no sujetaba a su otro amigo.
- ¡Eres el menos indicado para hablar Tanjiro! - bufó el de pelo amarillo. - tu estabas olien...- el chico de los pendientes le tapó la boca, Zenitsu solo seguía diciendo "Mmmff" mientras Inusuke se revolvía pegándoles a sus compañeros.
- ¡Ya basta! ¡Que es todo este escándalo! ¡Qué vergüenza! ¡Y se hacen llamar tsugukos! - ¿dónde estaba el sake? Se preguntaba Shinjuro, seguro he dejado algún frasco oculto..., era muy temprano para lidiar con estas tres desgracias.
- ¡Lo sentimos mucho! - Tanjiro y Zenitsu se separaron enseguida y se disculparon mientras bajaban la cabeza, ya estaban fritos. De seguro el pilar de las flamas se enteraría. Inusuke gruñía mientras era obligado por los otros dos a bajar la cabeza.
- ¡Denme acá! - Rengoku Shinjuro se acercó a grandes zancadas y les quitó bruscamente el haori de las manos. - ¡Ahora lárguense, no quiero ver sus estúpidas caras el resto del día!
- ¡Sí señor! - dijeron los tres al unísono.
Iban a salir corriendo cuando Rengoku Shinjuro habló de nuevo.
- ¡Y ni una palabra de esto a nadie! ¡Si mi hijo se entera, seguro se suicidaría de la vergüenza! ¿Entendido, pequeños idiotas?
- ¡Si! - exclamó Tanjiro con alivio. Shinjuro solo lo miró con más odio aún. El pelirrojo dejó escapar una risita nerviosa.
- No tiene que insultarnos tanto...- murmuró Zenitsu. Ante la mirada del padre de su maestro se escondió detrás de Tanjiro.
- Como sea, ¡vamos a preparar la emboscada! - exclamo el chico jabalí con energía y salió corriendo dando espadazos al aire. Los otros dos salieron corriendo detrás de él gritando para que se detuviera.
Rengoku Shinjuro miró el haori entre sus manos y suspiró. Alguien tendría que lavarlo después de todo.
•••
Esa misma noche el mayor de los Rengoku llamó a su hijo menor, el niño estaba organizando la cocina mientras el resto de los habitantes estaban reunidos en la estancia principal de la casa.
- Senjuro, puedo hablar contigo un momento - Shinjuro miró a su hijo, siempre lo ponía nervioso, el chico era demasiado bueno para ser hijo suyo.
- ¡Si padre! - el niño lo miraba con alegría, ¡su padre había mejorado mucho! ¡Hasta se había disculpado con él! lo que nunca había esperado. Ahora se comportaba realmente como un verdadero padre, ¡solo deseaba que ganara valor para acercarse también a su hermano! Estaba seguro de que Kyojuro lo perdonaría también.
- Hijo, ¿qué crees del tal Kamado?
- ¡Oh! ¡Tanjiro san es asombroso!
- Ah, ¿eso crees? - preguntó incrédulo el padre.
- ¡Sí! ¡Es el mejor tsuguko que mi hermano podría tener, y esto dicho por Aniue mismo!
- ¿En serio?
- ¡Sí!, Tanjiro san siempre está al lado de mi hermano, se esfuerza mucho, no se queja del entrenamiento, ¡y hasta ahora no ha salido corriendo! Lo cual es una buena señal. Solo Kanroji san terminó su entrenamiento, y los otros que quisieron entrenar la respiración de la llama salieron huyendo jajaja - dijo divertido el menor de la familia Rengoku.
Ah, sí, Kanroji, la chica que había venido buscando un esposo, y terminó siendo entrenada por Kyojuro y convirtiéndose en cazadora de demonios. Pobre chica... pensó Shinjuro, toda la organización, y sus cuervos se habían enterado del asunto, hasta él, que no prestaba atención a nada se había enterado, hasta el patrón, Ubuyashiki sama, se había enterado y divertido con eso. Al menos la muchacha se había salvado de tener al tonto de su hijo como marido. Aunque no es como si ella fuera muy brillante de entendederas tampoco...musitó. Por suerte o por desgracia el evento había aumentado la popularidad de Kyojuro en el cuerpo de cazadores de demonios, y fuera de este. Siempre llegándole propuestas de alguien tratando de casar a su hija con la familia Rengoku, propuestas que a él en ese momento le habían dado igual. Y de las que Kyojuro jamás se había enterado. Con lo dedicado que era el chico, jamás se había interesado en nada fuera de su familia, el cuerpo de cazadores de demonios y la comida.
- Además - el niño seguía hablando con emoción - ¡Tanjiro san siempre cuida a mi hermano! ¡El me lo prometió y hasta ahora lo ha cumplido! Le recuerda tomar sus medicinas, cuando van de misión me dijo que era él quien las lleva porque sabe cómo es aniue...cura sus heridas, y mi hermano dice que le confiaría su vida sin dudarlo. Ah, también sabe cocinar, siempre me ayuda con los quehaceres y consiente mucho a mi hermano, ha aprendido a preparar sus platos favoritos, ¡ahora los hace mejor que yo! ¡Es increíble!
- Ya veo...- la cosa pintaba mal, ese tipo sí que tramaba algo. Como siempre los usuarios de la respiración solar eran la ruina de su familia. Con que lo cuidaba, la daba sus medicinas, y preparaba sus platos favoritos.... ¡qué se creía! ¿Que era su esposa? Shinjuro sintió escalofríos de solo pensarlo...
- ¿Qué más hace? ¿Lo ayuda a vestirse y lo peina también? - eso era algo que su difunta esposa hacia con él, de seguro no...
- ¡Sí! ¡Como supiste padre! - exclamó su hijo entusiasmado. ¡Así que su padre también había notado lo buen tsuguko que era Tanjiro! Desde que su hermano había traído a esos cuatro consigo, la casa familiar siempre estaba llena de alegría. ¡Hasta su padre había cambiado! Quizás el cabezazo que le dio el mayor de los hermanos Kamado le había reseteado el sistema o algo. ¡Senjuro estaba muy feliz!
Shinjuro se palmeó la frente, su hijo era demasiado inocente, bueno, era un niño, que podrías esperar... no veía el peligro, y lo peor de todo era que ¡su hijo mayor era igual de ingenuo! No se daba cuenta de lo que el de los aretes hanafuda quería .... ¡¿Qué diablos quería?! Se preguntaba internamente con frustración... seguro no sería algo como seducirlo, escupió la palabra con desdén, no, no podía ser eso... aunque quizás hubiera sido mejor si Kyojuro hubiera encontrado una esposa...él, como padre, debía haberse ocupado de eso en vez de estar bebiendo... si las cosas estaban así ahora, era en mayor parte su culpa. Su hijo estaba en las garras del tal Tanjiro sin saberlo ¡ahhggg! ¡Era sumamente frustrante no saber lo que aquel chico planeaba!
- Padre - la suave voz de su hijo menor lo sacó de sus pensamientos - sé que Tanjiro san no te agrada, pero mi hermano confía plenamente en él, y ¡a mí también me agrada! Sé que ustedes no tuvieron un buen comienzo, ¡pero eso fue solo muestra de lo dedicado a aniue que es Tanjiro san!
Demasiado dedicado dijo Shinjuro para sus adentros.
La conversación paso a otros temas, pero la sensación de peligro no abandonó a Shinjuro. Solo le quedaba esperar y ver.
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