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Capítulo 6

Capítulo 6

HUGO (P.D.V)

El coche arrancó y yo arranqué detrás de ellas.

- ¿Si?

- ¿Cómo va la cosa? -Preguntó Jev según descolgué el teléfono.

- Tu hermana es difícil de persuadir... ¿no podían simplemente haber mandado a otra persona?¿a mi primo por ejemplo?

- ¿Y qué va a hacer tú primo con una chica de dieciocho años? tú tienes un año más que ella, es más fácil.

- ¿Acaso conoces a tu hermana? esta chica es un hueso duro de roer, no creo que nadie nunca haya podido ligar con ella en Italia, así que imagínate como me van las cosas a mi intentando llevármela allí de vuelta. Esto va a ser imposible, encima se ha echado una amiga.

- ¿Una amiga? ¿Erika tiene una amiga?

- Así como lo oyes -Suspiré.

¿A dónde coño iban esas dos?

- Vaya... pues si que le ha cambiado eso de irse de aquí.

- ¿Por qué? -Realmente no me importaba mucho, yo solamente estaba aquí porque mi familia y su familia prácticamente me habían obligado a venir. Si fuera por mi yo ahora estaría en mi casa de la Toscana.

- Aquí no tenía amigos, Hugo. Es increíble que ni tú te dieses cuenta de ello.

- Puedo contar con los dedos de una mano las veces que he visto a tu hermana, somos prácticamente desconocidos.

- Por eso, tú eres el indicado para traerla de vuelta -Dijo de repente Gianluca- o la traes, o te juro que voy yo a ese país y la traigo a ella de la oreja y a ti de los huevos.

-¿A caso tengo yo culpa de algo? -Pregunté enfadado antes de darle un golpe al volante. ¿Por qué tenía que estar yo en esta situación?

- No, pero la tendrás si no la traes -Colgaron y me dejaron hablando solo dentro el coche preso de la furia.

¿Por qué coño tenía yo que ocuparme de esta niñita? si se quería largar que se largase o si no, ¿por qué coño no venían sus padres? ¿Para qué coño la tienen tan controlada si después me mandan a mí a rescatarla de todos los follones?

Nunca la había visto más de cinco minutos, pero en esos cinco minutos siempre era yo quien la sacaba de algún follón. Era la chica más tranquila que conocía y la chica que más se metía en follones sin proponérselo, y aquí estaba, lejos de Italia, con una amiga nueva y con la familia Wayland-Benedetti reclamándola, y aquí estaba yo, otra vez, ayudándola.

- Si es que manda cojones -Susurré. Más que un miembro de una de las familias más ricas de Italia y de una de las familias más importantes de la mafia italiana, era un puto niñero.

*

Las seguí hasta que pararon delante de un edificio de mala muerte, en el cuál había estado viviendo Erika últimamente.

La chica que la acompañaba era una chica alta y delgada, con una larga cabellera rubia y una delicadeza al andar y al hacer gestos que me dio la impresión de que era una auténtica bailarina.

¿De qué me sonaba a mi esta chica? jamás olvidaría a una chica que hubiese pasado por mi cama y tuviese ese tipo de delicadeza al hacer movimientos.

Esperé dentro del coche hasta que volvieron a aparecer y ahora Erika vestía con unos pantalones negros ajustados, unos tacones rojos y una camiseta roja que dejaba un hombro a la vista. Los colores de la mafia.

No esperé ni un momento antes de bajarme del coche.

- No me lo puedo creer -Susurró Erika.

La chica que la acompañaba, la cuál era una diosa griega, todo hay que decirlo, me dio una mirada sorprendida para con la misma, darme una de asco.

Ya sabía quién era, ¡la chica del aeropuerto!

- ¿Qué quieres? -Preguntó Erika en italiano.

- Es una falta de respeto hablar en otro idioma delante de personas que no lo hablan -Sonreí. Mi español era perfecto, pero sabía que el acento de los italianos era algo que volvía locas a las españolas, por lo cual me dediqué a marcarlo aún más. Casi podía ver como se le caían las bragas.

- ¿Y este quién es? -Pregunto la chica del aeropuerto.

- El que me quiere llevar de vuelta a casa.

Miré a Erika alzando una ceja y luego me giré hasta la chica rubia.

- Creo que no nos hemos presentado formalmente -Dije agarrándola de la mano- soy Hugo Lombardo, nos conocimos en el aeropuerto cuando chocaste conmigo... ¿Y tu nombre es...?

- Tu pesadilla -Contestó soltándose de mi agarre- ¿se puede saber por qué no dejas a Erika en paz? no quiere volver con su familia, es mayorcita y puede arreglárselas por sí sola, olvídate de ella.

- Para mí sería un placer dejarla aquí, pero créeme... no puedo hacerlo -Me encogí de hombros y me las quedé mirando fijamente.

Había observado el suficiente tiempo a Erika en estos días para saber que no tenía amigas en este país, por lo cual, esta chica la tenía que haber conocido o en el trabajo, o anoche en la cárcel, pero mirando la manera en la que la rubia la protegía y la manera en la que Erika se preparaba para saltar sobre mi si intentaba algo contra la rubia, parecía que eran amigas de toda la vida.

- Olvídate de ella, te puedo asegurar que no serás capaz de llevártela -Dijo la rubia con furia antes de agarrar a Erika y meterla dentro del coche. Ésta no opuso ninguna resistencia.

- Vaya fierecilla, parece que estás dispuesta a pelear por ella -Sonreí.

Se acercó a mí a pasos agigantados y me clavó el dedo índice en el pecho a la vez que me miraba fijamente a los ojos.

- No te atrevas a acercarte a ella, te juro por lo más sagrado que no dejaré que la vuelvas a llevar a ese tipo de vida -Rugió. Acto seguido se dio la vuelta, se metió en el coche y arrancó dejando la marca de las ruedas en el asfalto.

Esta chica me pone -Pensé mientras soltaba una carcajada en voz alta.

No tenía ni puta idea de qué tipo de vida se refería la rubia, pero estaba claro que Erika no le había contado nada, si no, esa chica no hubiese tenido esos cojones para hablarme así.

Me di la vuelta, y luego de montarme en el coche, encendí el GPS. La rubia estaba tan perdida en su discursito, que no se había enterado de que le había puesto un microchip en la chaqueta. Ahora sabría exactamente los movimientos de esas chicas y sus conversaciones, sin necesidad de moverme de mi habitación de hotel.

Es que soy la bomba -Pensé mientras arrancaba.

ERIKA (P.D.V)

FLASHBACK

Miré a todo el mundo a mí alrededor y me aferré con más fuerza a la copa que tenía en mis manos. A mis diecisiete años, parecía un bebé rodeada de todas esas personas mayores.

- ¿Pasa algo? -Preguntó Gianluca posicionándose a mi lado.

- Estoy asqueada... ¿Se puede saber qué hago aquí? todo el mundo me mira de refilón, hablan de mi como siempre han hecho porque no me parezco en nada a nuestra madre o a alguna persona de nuestra familia. No tiene sentido que esté aquí.

- Tienes los mismos ojos que papá y la misma cara que mamá... ¿Cómo puedes decir que no te pareces a nadie?

- Sabes bien a lo que me refiero -Suspiré. Todos pensaban que tenían algún fallo genético porque todos estaban al tanto de mi opinión respecto a los temas de la mafia.

- Cada uno tiene los gustos que tiene -Se encogió de hombros.

Miré hacia él y ladeé la cabeza.

- ¿Tú no piensas mal de mí como todo el mundo? ¿No piensas que tengo algún fallo? -Pregunté. Absolutamente toda mi familia disfrutaba entrenando o planeando golpes o cualquier cosa y yo era la única persona que no aceptaba ese tipo de vida; era la única de mi familia que se mareaba con la sangre o que el hecho de tener un arma en las manos le producía taquicardia.

- No -Contestó mirándome fijamente- sé que no te gusta este tipo de vida y tú no tienes la culpa de haber nacido en nuestra familia. Es raro porque de pequeña adorabas todo este tipo de cosas y planear cosas con papá aunque no fueses muy consciente de ello... Pero has cambiado, has visto mundo y es normal que no te guste esta clase de vida, yo no soy quién para juzgarte.

Los ojos se me llenaron de lágrimas que los dos sabíamos que jamás derramaría. Si una cosa estaba clara de mí es que era fuerte, tanto físicamente como sentimentalmente. Jamás dejaría que nadie me viese llorando y siempre daría lo mejor de mí al ciento diez por ciento, aunque fuese en contra de mi voluntad.

- Ignora a todos aquellos que hablan o piensan mal de ti, tú eres como eres y no debes juzgarte a ti misma por ser así. Yo no tengo ningún problema por el hecho de que seas de esa manera, al igual que no lo tienen ni nuestros padres, ni nuestros abuelos, ni nuestros tíos, ni nadie de nuestra familia... ¿Vale?

Sabía que eso era mentira; mis primos, aunque me querían muchísimo al igual que yo a ellos, me veían como una extraña por el hecho de que no me gustase este tipo de vida. A los ojos de todo el mundo, era una extraña.

- Vale -Sonreí forzadamente, y lo observé alejarse después de darme un beso en la frente.

*Más tarde esa noche*

Apagué la luz y me quedé mirando fijamente el techo de mi habitación como todas las noches. Las pequeñas estrellas que mis padres y yo habíamos pegado cuando tenía ocho años seguían brillando como la primera noche.

- ¿Estás despierta? -Un pequeño fragmento de luz procedente del pasillo entró en mi habitación cuando mi madre abrió un poco la puerta.

- Si -Susurré.

Entró, y después de cerrar la puerta tras de sí, vino hasta mi cama y se acostó en ella.

- ¿Cómo estás?

- Bien, como siempre -Susurré. Sabía que mi madre me adoraba con todo su corazón pero también sabía que para ella era extraño que su hija no fuese como ella había sido a mi edad: una adolescente loca súper social que le encantaba su estilo de vida.

- Quiero hablarte sobre alguien -Se acercó poco a poco a mí y empezó a acariciarme la cabeza.

- ¿Sobre quién?

- ¿Alguna vez te he hablado sobre Ashley, la hermana de Ettore?

- No -Contesté interesada. Nunca había visto u oído hablar de ella, pero sabía que Ettore tenía una hermana por las fotos que había visto de cuando era un bebé.

- Ella era como tú; no le gustaba este tipo de vida, lo único que quería era ser doctora... ayudar a las personas, no como hacemos nosotros -En su voz se oyó un tono de culpa y mi corazón se apretujó. A mi madre le encantaba ese tipo de vida, pero también sufría con él, jamás entendí por qué no lo había dejado.

- ¿Y dónde está ahora?

- Ahora es una gran doctora en Estados Unidos. Ha salvado la vida de muchas personas y bueno, ha formado una familia allí. Se alejó completamente de todos nosotros porque cuando tenía quince años, un hombre, en busca de venganza, la secuestró.

Noté como su voz temblaba ligeramente. Ese hombre era Mauro, su tío. Por culpa de él habían muerto un amigo de mamá y nuestro tío Gianluca.

- Lo que quiero decirte con todo esto es que tú no eres una extraña, Ashley era exactamente igual que tú y cuando tuvo la oportunidad, se fue. Con esto no estoy diciendo que quiero que te vayas, si no que tengas claro lo que quieres hacer en esta vida, porque una vez que sales, no hay vuelta atrás.

- ¿De verdad que ella no tiene nada que ver con la familia?

- Ella... Nunca se puede salir verdaderamente de este tipo de vida, cariño. Aunque sea feliz, hay cosas que tiene que hacer porque si no...

- Pero tú mandas sobre todo el mundo aquí.

- Pero eso no significa que no me puedan pegar un tiro por no cumplir las reglas, cariño. Hay veces que es bueno romperlas, pero hay temas que son demasiado delicados y hay reglas que jamás se deben romper, por el bien de muchas personas. Recuerda eso siempre.

FIN DEL FLASHBACK

- ¿En qué estás pensando?

- En una cosa que me dijo mi madre una vez.

Frunció el ceño y calló. Sé que tenía curiosidad, pero no podía hablarle sobre este tipo de cosas.

Mi madre me había dicho que había reglas que no se podían romper y por primera vez desde que había salido de Italia, me preguntaba si yo había roto alguna muy importante.


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